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La mayoría de las personas se fueron tan pronto como tomaron su último examen final. Erin se irá el sábado, pero yo aún me quedaba porque mi estudiante favorito de escuela secundaria me había invitado a su concierto el lunes en la noche —él había recibido la primera silla18, y quería lucirse. Nosotros estábamos obligados a abandonar los dormitorios por las vacaciones de invierno el martes, así que yo me iría a casa ese día, quisiera o no.

Maggie, Erin y yo nos encontramos en la biblioteca para estudiar para nuestro último examen del semestre de astronomía. Cerca de las 2 de la madrugada, Maggie se dejó caer en su libro abierto con un dramático suspiro.

—Uuuuugh. si no tomo un descanso de esta mierda, mi cerebro va a ser un agujero negro.

Erin no dijo nada, y cuando la miré, estaba revisando su móvil, desplazando la pantalla alrededor del texto, y luego respondiendo. Pulsó enviar y notó que la estaba mirando.

—¿Huh? —Sus ojos marrones eran un poco abiertos—. Um, Chaz estaba dejándome saber que los chicos están turnándose para mantener un ojo en Buck. Asegurándose de que no salga de la casa.

—Pensé que no hablábamos con Chaz —murmuró Maggie soñolienta; ojos cerrados, mejilla presionada en la página que estábamos revisando.

Los ojos de Erin miraron en cualquier parte menos en mí, y supe que había abandonado ese plan. Decidí inquietarla un poco más antes de perdonarla. Siempre me gustó Chaz y sólo podía culparlo mucho. No podía creer que mi mejor amiga era un monstruo, tampoco.

Revisando mi móvil, volví a leer los mensajes que le había enviado a Lucas antes, y sus respuestas.

Yo: Examen final de economía. Me tiene.

18 En una orquesta, es el mejor músico de una particular sección.

Lucas: Todo por mí, ¿verdad?

Yo: No, por este chico Landon.

Lucas: ©

Yo: Mi cerebro duele. Tengo tres exámenes más.

Lucas: Uno más para mí, el viernes. Luego trabajo. Te veo el sábado.

—El final de Mindi es mañana. —Erin garabateó un diseño cerca de la ecuación en su libreta

—Escuché que su papá está sentado en el pasillo durante todos sus finales —dijo Maggie.

Había escuchado el mismo rumor. —No puedo culparlo, si es verdad.

Observamos a Erin, quien sabía la verdad entre los hechos y los chismes del campus. Ella asintió.

—Lo está. Y ella no va a regresar, excepto para testificar. Está siendo transferida de vuelta a casa para una misma pequeña universidad de la comunidad. —El arrepentimiento en sus ojos no tenía fondo—. Su madre dijo que aún está teniendo pesadillas cada noche. No puedo creer que yo la dejara allí.

Maggie se sentó. —Oye, nosotros dejamos a muchas personas allí. No es nuestra culpa, Erin.

—Lo sé, pero.

—Ella está bien. —Hice que Erin me mirara—. Pero la culpa sigue. En él.

Finalmente les conté a mis padres acerca de Buck. No había hablado con ellos desde antes de Acción de Gracias. Debido a que algo se había quedado fuera de servicio en la despensa, mamá pensó que había estado en casa y me llamó. Supongo que quería asegurarse de que un extraño no había roto nada en la casa y sus condimentos y granos alfabetizados, así que tuve que confesar.

—Pero. ¿tú me dijiste que estabas yendo con Erin?

En vez de decirle que había llegado a esa conclusión por sí sola —sólo había mencionado a Erin una vez y ella nunca se había tomado la molestia de verificar que realmente estaba en el descanso de Acción de Gracias—, mentí. Fue más fácil para ambas de esa manera.

—Venir a casa fue una decisión de último minuto. No gran cosa.

Ella comenzó a parlotear sobre las cosas que tenía que hacer durante las vacaciones —que tenía una cita con el dentista, y que el registro de mi camioneta expiraría en enero.

—¿Necesitas una cita con Kevin, o has encontrado un estilista ahí? — preguntó.

En vez de contestar su pregunta, le solté todo —el asalto de Buck en el estacionamiento, Lucas salvándome, Buck violando a otra chica, los cargos que nosotros estábamos presentando, la causa penal que se avecina. No había forma de detenerlo, una vez que comenzó.

Al principio pensé que no me había oído, y agarré el teléfono, pensando no voy a repetir eso, si ella está demasiado ocupada decorando su fiesta para escucharme por diez segundos.

Y entonces ella jadeó. —¿Por qué no me lo contaste?

Ella sabía por qué, creo. No necesitaba decirlo. Ellos no habían sido los mejores padres; no habían sido los peores, tampoco.

Suspiré. —Te lo estoy contando ahora.

Guardó silencio por otro momento tenso, pero la oí moviéndose a través de la casa. Eran los anfitriones de su fiesta anual el sábado, y sabía cómo de maniaca del control era mamá acerca de la casa siendo perfecta para la fiesta. Creciendo, había aprendido a desaparecer durante toda la semana entera anterior a la fiesta.

—Estoy llamando a Marty ahora mismo para decirle que no voy a ir mañana. —Marty era el jefe de su empresa de consulta de software—. Puedo estar allí a las once. —Reconocí el sonido de ella arrastrando su maleta de ruedas fuera del armario debajo de las escaleras.

Miré boquiabierta al móvil por un momento antes de volver a la vida.

—No. no, mamá, estoy bien. Estaré en casa en menos de una semana.

Le temblaba la voz cuando contestó, sorprendiéndome más. —Lo siento mucho, Jacqueline. —Dijo mi nombre como si estuviera tratando de encontrar alguna manera de que me tocara a través del teléfono—. Siento mucho lo que te sucedió. —Dios mío, pensé, ¿ella está llorando? Mi madre no era una llorona—. Y lo siento porque no estaba allí cuando llegaste a casa. Me necesitabas y yo no estaba allí.

Sola en mi habitación, me senté en mi cama, aturdida. —Está bien, mamá. No es como si tú lo supieras.

Ella había sabido de mi ruptura con Kennedy.pero yo estaba dispuesta a dejarlo pasar, también.

—Tú me educaste para ser fuerte, ¿cierto? Estoy bien. —Me di cuenta de que lo que dije era verdad.

—Puedo. ¿puedo hacerte una cita, con mi terapista? ¿O con sus socios, si lo prefieres?

Había olvidado las sesiones ocasionales de mamá con su terapista. Ella había sido diagnosticada con un desorden alimenticio cuando yo era muy pequeña. Nunca supe qué fue. ¿bulimia, anorexia? Nunca hablamos de eso.

—Seguro. Eso puede ser bueno.

Ella suspiró, y pensé que oí alivio. Le había dado algo para hacer.

* * *

Después de terminar varias cajas de comida china para llevar y una conversación sobre cómo elegimos nuestras carreras, Lucas pescó su iPod de su bolsillo y me pasó los auriculares.

—Quiero que escuches esta banda que encontré. Te podrían gustar. — Estábamos sentados en el suelo con nuestras espaldas en mi cama. Una vez me coloqué los auriculares, él pulsó play, mirándome mientras yo escuchaba.

Sus ojos miraron los míos mientras la música creció en mis oídos. No podía escuchar nada de ella, no podía ver nada sino sus ojos en mí. Él se acercó más y respiré su aroma calmante. Tomando mi cara en su mano, movió su boca hacia la mía, besándome a un ritmo pausado que de alguna manera coincidía con el ritmo de la canción. Él sabía como Tic-Tacs a la menta que había chupado.

Pasándome el iPod, me recogió, y me depositó en la cama y se acostó cerca de mí, llevándome en sus brazos y besándome hasta que la primera canción cambió a la siguiente, y a la siguiente.

Cuando se apartó para trazar un dedo por encima del borde de mi oído, quité un auricular y se lo pasé a él. Nos tumbamos lado a lado en la cama estrecha de dormitorio —el largo del cual sólo acomodó el cuerpo de él— escuchando juntos, inmersos. Abrió otra nueva lista de reproducción, y supe que esa canción que escogió era algo para mí —más allá de una banda que quería compartir, o algo para discutir musicalmente.

Mi corazón llegó a él mientras escuchábamos, mirando el uno al otro, y sentí los hilos de conexión entre nosotros —filamentos frágiles, muy fácil de romper. Como el poema grabado en su costado, nos enroscamos entre nosotros, y este derretimiento y reforzamiento podría ser más profundo, más resistente. Me pregunté si él lo sintió, y cuando escuché la letra de la canción que escogió, pensé que sí. Ahora no rías, porque yo podría ser... la suave curva en tu línea dura.

El pasillo fuera de mi puerta estaba mayormente en silencio, finalmente, después de todas las personas empacando y moviéndose afuera que había comenzando antes. Hablamos —sólo de historias recientes— y Lucas relató la historia de cómo Francis llegó a ser su compañero de cuarto.

—Se mostró en la puerta una noche, demandando entrar. Durmió en el sofá por una hora, luego demandó ser sacado. Se volvió un ritual nocturno, con él quedándose más y más tiempo, hasta que en algún momento me di cuenta de que se había mudado. Es básicamente el mayor descarado.

Me reí y me besó, riendo también. Aún sonriendo, me besó otra vez, manos vagando por mi cintura y cadera. Cuando empezamos a enrollarnos, jadeé por el hecho de que Erin no se iba del campus hasta mañana —por lo tanto podía llegar en cualquier momento.

—Creí que dijiste que ella se iba hoy.

Asentí. —Ella iba. Pero su ex novio está trazando una campaña para traerla de regreso, y quería verla esta noche.

Sus manos vagaron debajo de mi camisa, explorando. —Así que, ¿qué pasó con ellos? ¿Por qué terminaron?

Mis labios se separaron cuando su mano ahuecó un pecho, moldeándolo en su palma como si él debía caber ahí.

—Por mí.

Sus ojos se abrieron un poco y sonreí.

—No. no como eso. Chaz era. el mejor amigo de Buck. —Odié cómo mi cuerpo se apretó cuando pensé en Buck, cómo mis dientes se apretaron cuando dije su nombre. Sin necesidad de estar presente, él desencadenó respuestas que no podía acallar, y eso me enfureció.

—Él se fue, ¿cierto? —preguntó—. ¿Dejó el campus? Moviendo su brazo hacia mi espalda, Lucas me presionó más cerca, su mano en mi espalda y en mi cuello.

Cerrando mis ojos, enterré mi cabeza debajo de su barbilla, asintiendo con la cabeza.

—Dudo que le va a ser permitido regresar el siguiente semestre, incluso antes del juicio —dijo él.

Inhalé su presencia, cerrando mi boca, respirando su esencia a través de mi nariz. Me sentía protegida por él. A salvo. —Yo siempre estoy mirando por encima de mi hombro. Él es como uno de esos payasos en la caja. Nunca te conté acerca de las escaleras, ¿cierto?

No era la única capaz de suprimir las reacciones físicas. Su cuerpo se puso rígido, y su control sobre mí de repente menos suave, más fuerte.

—No.

Murmurando la historia en su pecho, tratando de sacar los hechos y nada más, así pude calmar mi respuesta, terminé. —Lo hizo ver como si nosotros lo hubiésemos hecho en las escaleras. Y después de las miradas de las caras de todo el mundo en el pasillo. después de las historias que circularon. ellos le creyeron. —Forcé mis lágrimas atrás. No quería llorar por Buck otra vez—. Pero él no entró en mi dormitorio.

Estuvo tranquilo por un largo tiempo que pensé que no iba a comentar, luego finalmente me empujó sobre mi espalda, acuñando una de sus rodillas entre las mías y me besó fuertemente. Su cabello me hizo cosquillas en la cara, y saqué mis manos —atrapadas entre nosotros—, sumergiéndolas en su cabello como si pudiera acercarlo más.

La manera en la que me besaba se sentía como una marca. Como él tatuándose debajo de mi piel.

Él sabía todos mis secretos, y yo los suyos.

Pero eso de la reciprocidad era una mentira —porque él no había revelado los suyos. Yo había excavado en ellos, pero aún, él no lo sabía.

Mi culpa se expandió entre nosotros, junto con mi deseo de compartir con él esa parte de sí mismo. De confiar en mí con ello. Me iba a casa en tres días. No podría cargar con esto con millas y horas entre nosotros, o guardarlo para mí por varias semanas más.

Cuando nos desaceleramos, envueltos el uno en el otro y permitiendo a nuestros libidos y corazones tiempo para desacelerar, vi una salida.

—Así que ¿tú conviviste con los Heller, y ellos son amigos de la familia?

Me miró y asintió.

—¿Cómo los conocieron tus padres?

Volviéndose en su espalda, sus dientes se deslizaron hacia el anillo en su boca y lo chupó. Reconocí esto como su forma de liberar el estrés equivalente al roce en el cuello de Kennedy.

—Fueron a la universidad juntos.

Los auriculares habían sido desplazados algún tiempo durante la pasada media hora. Apagó el iPod y envolvió con fuerza los cables alrededor de él.

—Así que los conoces de toda tu vida.

Empujó el iPod en su bolsillo delantero. —Sí.

Imágenes de lo que había leído, y lo que el Dr. Heller había revelado, brillaron frente a mis ojos.

Lucas necesitaba conforte —yo nunca había conocido a alguien que lo necesitara más— pero no podría consolarlo de algo que no había compartido.

—¿Cómo era tu madre?

Miró hacia el techo, luego cerró sus ojos, inmóvil. —Jacqueline.

El roce de una llave en la puerta nos sobresaltó. La habitación estaba a oscuras, excepto por una lámpara de escritorio de bajo voltaje. Cuando se abrió la puerta, a una cuadra de luz, lleno de la silueta de Erin, cayó sobre el piso en el centro de la habitación.

—J, ¿estás dormida? —susurró, sus ojos todavía ajustándose desde el pasillo brillante, o habría visto que no estaba sola en la cama.

—Um, no.

Lucas se sentó y colocó un pie en el suelo, y yo lo seguí. La sincronización lo es todo, pensé.

Después de lanzar su bolso sobre la cama, y quitarse los zapatos, Erin se volvió hacia nosotros.

—¡Oh! Eh... eh. Creo que podría tener un poco de ropa para lavar... —Se quitó la chaqueta y agarró su cesto de ropa casi vacío.

—Ya me iba. —Lucas se agachó para tirar de las botas negras y atar las cadenas.

Vocalizando Oh mi Dios, ¡lo siento! por encima de su cabeza, Erin era la imagen del arrepentimiento.

Me encogí de hombros y vocalicé de regreso: Está bien.

Siguiendo a Lucas en el pasillo, agarré mis brazos, fríos después de la calidez de yacer junto a él. —¿Mañana?

Él subió la cremallera de su chaqueta de cuero antes de pasar a mí, sus labios firmes. Sus ojos se deslizaron sobre los míos y luego sentí la pared entre nosotros, demasiado tarde. Nuestras miradas se encontraron y suspiró.

—Son oficialmente las vacaciones de invierno. Probablemente se debe utilizar ese tiempo para tomar un descanso de nosotros también.

Traté de formar una protesta inteligente, pero no estaba segura de qué decir. Yo lo había puesto a él en esto. —¿Por qué? —La palabra salió de mí en un tono áspero.

—Tú estás dejando el pueblo. Yo lo haré, también, al menos una semana. Necesitas empacar, y yo estaré ayudando a Charles a conseguir la nota final los próximos días. —Su justificación era tan lógica; no había ningún hilo oculto de emoción que yo pudiera liberar—. Déjame saber cuando esté de vuelta en la ciudad. —Se inclinó para besarme, de forma rápida—. Adiós, Jacqueline.

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