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¿Asistes a las clases de tutoría? He ido un par de veces, pero no recuerdo haberte visto allí. —La voz de Benji lanzó mi atención lejos de Lucas.

—¿Huh?

Rió e introduje mi libro de economía en la mochila a mis pies, avergonzada de haber sido atrapada mirando a Lucas. De nuevo.

—¿Las sesiones de tutoría? Desearía poder ir, pero tengo otra clase a la misma hora. Aunque nos hemos estado enviando correos, necesitaba ayuda para ponerme al día luego de mi hiato de sensatez que duró dos semanas.

De pronto, me di cuenta de que si Benji había asistido a las clases de tutoría, eso significaba que había visto a Landon. También había deducido, luego de algunos comentarios deliberadamente transparentes, que Benji era gay. Por lo que podía que no se opusiera a responder preguntas como cuán exactamente ardiente era el tutor de economía.

—Así que, has asistido a un par de sesiones, ¿no?

Asintió y decidí comenzar con algo mucho más fundamental.

—¿Hay alguna manera de que el tutor sea, ya sabes, gay? —sostuve mi aliento, esperando por su respuesta.

—¿Qué? ¿Insinúas que le hago recompensas? —Se rió cuando parpadeé, preocupada de haberlo ofendido—. Sólo juego contigo. Estoy bastante seguro que no juega para mi equipo. Y aunque lo hiciera, estaría un poco fuera de mi alcance —aspiró aire profundamente y luego le dio golpecitos a su estómago, el cual se hizo algo plano por el esfuerzo—. Nada que un par de semanas en el gimnasio y dejar el pan por los fines de semana, no pueda arreglar.

Rodé mis ojos. —Cállate.

Suspiró. —Amo ser un chico. ¿Necesitas perder dos kilos? No comas salsa de tomate por un par de semanas. Problema resuelto.

Colocamos las mochilas sobre nuestros hombros y nos dirigimos hacia las escaleras. —De verdad te odio en estos momentos.

Se rió, aún más, cuando mis ojos escanearon el espacio entre el asiento de Lucas y la puerta. Ya se había ido. —Así que, intercambian correos e intensas miradas durante la clase. Apuesto a que no eres la única chica, o chico, en la clase de Heller que piensa que el tutor es tan ardiente como un tamal, pero puede que seas la única por la cual el sentimiento es mutuo.

Escuché sus palabras al bromear, pero mi mente no registró nada más luego de que hice la conexión que estuvo frente a mí todo el tiempo —¿Lucas. es el tutor?

Benji se detuvo conmigo, ambos siendo golpeados por las personas caminando a nuestro alrededor. —No conocía su nombre, pero sí. Santa mierda —Me arrastró por el pesado flujo del tráfico —¿No sabías que él era el tutor? — sonrió—. Supongo que ahora irás a la sesión, ¿huh? Es decir, técnicamente, estás fuera de los límites, pero no eres la única en ese juego de miradas o no estaría bromeando contigo —inclinó su cabeza hacia abajo y me miró a los ojos— ¿Jacqueline? ¿Qué demonios?

Consideré los correos que me escribía como Landon y las miradas de Lucas, sus mensajes. y lo más notable, los bocetos y la sesión de besos de hace cinco días. Luego de la cual no me había escrito. O enviado un correo. ¡O me había dicho que era Landon!

—No lo sabía. —Como si necesitara otra jodida cosa para hacerme sentir más como una completa idiota.

—Hola, Señorita Obvia, ya había deducido eso por tu expresión confundida y atontada. ¿Quizás pensó que lo sabías?

Sacudí la cabeza. —Sabía que no tenía idea —fruncí el ceño— ¿Y a qué te refieres, con que estoy fuera de los límites?

Levantó un hombro. —Mi compañero de habitación hizo tutoría en la clase de química de primer año. Los tutores deben atender a la clase en donde hacen las sesiones, pero no se les permite que, ya sabes, fraternicen con esos estudiantes. Conflicto de intereses. No es tan grave como con los profesores y asistentes graduados, a quien se les aconseja no enredarse con ningún estudiante. De todas maneras, no es como si no sucediera. Todos somos humanos.

Miré hacia el piso. —¿Acaso soy completa y jodidamente despistada? ¿Cómo es que no lo sabía?

Benji colocó un dedo bajo mi barbilla. —Um. Estoy captando la distintiva sensación de que hay algo de fraternización sucediendo —suspiró al ver la expresión en mi rostro—. Mira, si nunca has asistido a una sesión de tutoría y ninguno de sus alter egos te dijo que era el mismo chico, ¿cómo es, exactamente, que se supone que debías saberlo?

La tensión en mis hombros se esfumó un poco. —Supongo que tienes razón.

—Por supuesto que la tengo. ¿Ahora qué?

Mi mandíbula se tensó. —No tengo idea. Pero una cosa si es segura, no le voy a decir que lo sé.

Benji sacudió la cabeza, con un brazo alrededor de mis hombros mientras marchábamos de nuevo hacia la ola de estudiantes. Cuando me registré para economía, no tenía idea de que presenciaría este nivel de drama perteneciente al estilo reality show. Era como un extra súper gigante.

* * *

Erin: Nos inscribí para una clase de defensa personal

Yo: ¿¿Qué??

Erin: Hecha por los oficiales del campus. Los sábados desde las nueve hasta el mediodía, comenzando esta semana, saltando el fin de semana de acción de gracias y luego dos más.

Yo: De acuerdo.

Erin: ¡¡¡Podremos sacarles la mierda a los chicos en esos grandes trajes bombachos!!! Siempre he querido sacarle de verdad las entrañas a algún tipo grande. ¡Ahora puedo hacerlo sin ninguna culpa!

Yo: Estás enferma, chica.

Erin: Completamente culpable. (:

* * *

El viernes, no miré en dirección a Landon/Lucas. Ni una sola vez. Ya había pasado una semana desde nuestro besuqueo prohibido por la universidad. ¿Eso era lo que le gustaba? ¿Qué era la fruta prohibida? Yo iba a mostrarle lo prohibido.

Cuando estábamos guardando todo, Benji miró por encima de mi hombro, con las cejas levantándose hacia los oscuros rulos cayendo sobre su frente.

—Hola, Jackie.

Kennedy no me había hablado en más de un mes, las últimas palabras entre nosotros involucraban un trillado cliché y el mismo libro de textos que me encontraba sosteniendo en ese momento. Exhalé firmemente por la nariz y me giré. —Kennedy. —Esperé, segura de que tenía una razón para acercarse a mí, aunque no sabía exactamente cuál era.

—¿Vas a casa para Acción de Gracias? Si lo harás, deberíamos irnos juntos. Ya sabes, hacer ese viaje de cuatro horas menos monótono.

—¿Quieres que conduzcamos a casa. juntos?

Se encogió de hombros y lanzó su cabeza a un lado con una suave sonrisa, mostrando sus hoyuelos. Que Kennedy lanzara su cabello fuera de sus ojos era una señal de atracción y lo sabía jodidamente bien. Aunque en ese momento, como que me molestó un poco.

Benji se aclaró la garganta y tocó mi codo. —Te veo el lunes, Jacqueline.

Le sonreí. —Ten un buen fin de semana, Benjamin.

Me guiñó un ojo y chocó contra Kennedy sin disculparse.

—¿Cuál es su problema? —gruñó mi ex.

—¿Qué es lo que quieres de verdad, Kennedy? —cambié mi mochila de hombro y lo miré fijamente, en ese momento, en conflicto con mis deseos contradictorios. Quería golpearlo en el rostro. Quería caer a sus brazos y despertar de esa pesadilla donde me echaba a un lado.

—Me gustaría que seamos amigos al final de todo esto. Significas mucho para mí. —La caballerosidad en sus ojos eran casi como caricias físicas. Lo he conocido tan bien, desde hace tanto.

Su discurso no era esperado, era muy, demasiado pronto. Mis ojos se llenaron de lágrimas. —No sé si alguna vez podré hacer eso, Kennedy. Y no quiero viajar contigo la semana que viene. Disculpa —pasé a su lado y me dirigí por el pasillo hasta la puerta.

—Jackie.

—Es Jacqueline —dije sin voltearme, dejándolo atrás.

proyectos de economía. Pero estaré ocupada mañana en la mañana, así que pensé en adelantarme y enviártelo.

Gracias de nuevo por revisármelo antes de que lo entregue.

JW.”

“Jacqueline,

En realidad, me distrajiste/salvaste (al menos, temporalmente) de una exasperante búsqueda de un error de software en algún lugar de al menos cientos de líneas de códigos que no funcionan del todo. Prefiero mucho más revisar tu proyecto de economía. Te lo enviaré de nuevo el domingo por la tarde, si no antes.

LM.”

Observé la L de su firma, imaginándomelo como el chico que sabía que era: Lucas. Como Landon, su coqueteo había sido sutil; como Lucas, era súper evidente. ¿A qué estaba jugando? No tenía manera de saber si la situación era una primera vez para él, o si frecuentemente se salía de esos límites de tutor-estudiante. La noche en que nos conocimos, esa horrible noche, había sabido quién era yo. Me había llamado Jackie, el nombre por el que me llamaba Kennedy, quizá lo escuchó de él. Cuando le envié el correo por primera vez, pidiendo ayuda para economía, también lo debió haber sabido, pero no me dio ninguna pista.

De acuerdo con el sitio web de la universidad, las restricciones en la socialización eran para proteger —o prevenir— que los estudiantes hicieran favores sexuales a cambio de notas, o la aparición de algún caso como ese. Pero Landon me ayudaba a aprenderme el material, y yo era la que hacía el trabajo. Cuando se trataba de mis notas en la clase del Dr. Heller, no había nada impropio sucediendo. Él lo sabía. Yo lo sabía.

Pero incluso la fraternización consensual, como Benji la llamaba, teóricamente iba en contra de las reglas.

Podría meter a Landon Maxfield en serios problemas. Cuando vino a mi habitación, pensé que sólo era otro estudiante más en la clase, y Landon había continuado con ese engaño.

Me había besado, tocado y yo se lo había permitido. Había querido que lo hiciera.

Cerré mi laptop y miré hacia mi teléfono. Ya hacía una semana desde que nos habíamos besado. Aquí, en mi habitación. Y no me había escrito ni una vez desde entonces. Quería saber la razón.

Yo: ¿Hice algo mal?

Esperé varios minutos, mirando las fotos en mi teléfono —muchas de las cuales incluían a Kennedy. Me pregunté si era debilidad lo que me impedía borrarlas o si simplemente quería mantener la evidencia de que parecíamos vernos enamorados. Que nos veíamos enamorados, incluso cuando todo se había derrumbado.

Lucas: No. He estado ocupado. ¿Qué pasa?

Yo: Supongo que no has tenido tiempo de rehacer los bosquejos.

Lucas: De hecho, hice uno de ellos. Me gustaría que lo vieras.

Yo: Me gustaría verlo. ¿Está pegado a tu pared?

Lucas: Sí.

Lucas: Escucha, estoy ocupado en este momento, ¿hablamos después?

Yo: Seguro.

De acuerdo con su email, se encontraba trabajando en lo que parecía ser un enorme proyecto de computación y de acuerdo a sus textos, estaba afuera parrandeando. No tenía idea de cuál era la verdad. Se me hacía que me ignoraba. excepto por esto: Me gustaría que lo vieras. Leí de nuevo el mensaje, abrí mi laptop y leí de nuevo su email, pero no pude ni comenzar a descifrarlo.

* * *

A la 1:00 de la madrugada, Erin entró violentamente a la habitación hablando por teléfono. —¿Sabes qué? Pienso que no respetas mi opinión sobre muchas cosas.

Por suerte, me encontraba despierta viendo videos en línea de clases de autodefensa. A pesar del afán de Erin por patear traseros y mi propia necesidad de aprender toda esa cosa, lo último que quería hacer en la mañana era despertarme e ir a golpear y patear a algún tipo usando un traje pomposo. No podía entender la relación que existía entre eso e intentar escapar de alguien como Buck. Si hubiese tenido la oportunidad de soltar su agarre sobre mí, sin mencionar patearlo, lo hubiese hecho.

La puerta se cerró detrás de mi, claramente, furiosa compañera de cuarto, mientras lanzaba su bolso en la cama, y pateaba sus tacones para quitárselos. — Bueno, yo no puedo estar con alguien que decidió quedarse de lado de un jodido violador.

Oh, Dios. Cerré YouTube y me quité la laptop de las piernas.

—Sí, Chaz, eso es lo que en verdad pienso —desabotonó su blusa con tanta fuerza, que creí que arrancaría algunos de sus botones—. De acuerdo. Piensa lo que quieras. Se acabó —golpeando su teléfono, le gruñó y lo lanzó hacia su cama antes de girarse hacia mí, y arrancarse la camisa—. Bueno. Supongo que ya eso terminó.

Abrí la boca, y me quedé ahí de pie sin poder decir una palabra, mientras deslizaba su falda negra por sus caderas y la pateaba en dirección a la cesta para lavar. Quitó los brazaletes de sus brazos y retiró sus pendientes, lanzándolos en una parte del escritorio lleno de joyería, cartas del tarot, paquetes de goma de mascar y novelas de bolsillo.

—Erin, ¿acabas de. terminar con Chaz? ¿Por mí?

Se colocó una camisa que le llegaba hasta la mitad de sus muslos y que claramente pertenecía a Chaz. Gruñendo, se la sacó de nuevo por la cabeza, la arrugó y la lanzó. —No. Rompí con Chaz porque es un jodido idiota.

—Pero.

—Jacqueline —levantó una mano, como oficial de tránsito haciendo señas para detenerse—. Ni lo digas. Rompí con Chaz porque demostró lo que era importante para él. Los hermanos antes que las mujeres. Siempre. Bueno, que se joda. No vendré de segunda luego de un puñado de sus estúpidos amigos, y definitivamente no vendré de segunda de algún imbécil que les pase por encima a las mujeres. Además. nunca iba a ser algo permanente, ¿verdad? ¿Quién hace eso en la universidad, de todas formas?

Se giró y comenzó a rebuscar en la primera gaveta de nuestro pequeño closet, buscando ostensivamente alguna camisa que previamente no hubiese pertenecido a Chaz. Escuché un lloriqueo ahogado y supe que estaba llorando. Maldito Chaz. Maldito Buck. Maldito Lucas/Landon/quienquiera que demonios sea.

* ¡a ¡a

La Clase de Autodefensa para Mujeres del campus era dada en uno de los salones, en el primer piso del edificio de actividades. Encontramos la habitación y tiré mi vaso de café en el bote de basura del pasillo, con Erin bostezando luego de una noche sin descanso, lo cual sabía perfectamente, ya que su incansable inquietud y lloriqueos me habían mantenido despierta. Alrededor de las cuatro de la madrugada había gateado hasta mi cama, enroscándose contra mí mientras yo le apartaba el pelo de la cara. Por suerte, se quedó dormida casi inmediatamente, y yo la seguí casi al instante.

—Oye. ¿No es ese.? —Erin habló sin mover sus labios, como un ventrílocuo. Lucas se encontraba de pie en medio de la habitación con dos hombres mayores, vestía unos pantalones de tela negros y una franela también de ese color.

—Sí —siseé al tomar nuestros asientos, mientras bajaba la mirada hacia el manual del material del curso, el cual mostraba en la portada a un hombre atacando a una mujer que se encontraba en posición de defensa—. Erin, no creo que pueda hacer esto.

—Sí que puedes —contestó, tan rápido que debió haber anticipado mi respuesta.

—Buenos días, damas —comenzó el hombre más pequeño y mayor, silenciando cualquier otro tipo de respuesta por mi parte—. Soy Ralph Watts, el Jefe de Policía Asistente en el campus. Este tipo endeble a mi izquierda es el Sargento Don, y el feo es Lucas, uno de nuestros oficiales de vigilancia del estacionamiento. —Todas rieron, ya que Don y Lucas eran totalmente lo opuesto a endeble o feo—. Nos alegra que hayan renunciado a las mañanas de sus sábados para incrementar sus conocimientos en seguridad personal.

Miré a Erin cuando me golpeó con su rodilla. —¿Oficial de vigilancia en el estacionamiento? Jesús, ¿Cuántos trabajos tiene? —murmuró por la esquina de su boca.

—No jodas —murmuré de vuelta. Y ni siquiera sabía del trabajo como tutor.

—Podría ser ardiente. —murmuró—. Especialmente si usa uniforme. O esposas.

Suspiré.

Mirando alrededor del semicírculo de sillas desplegables, noté que sólo habían como una docena de nosotras —algunas estudiantes, profesoras y personal administrativo. La mayor era una señora de color con el cabello canoso que debía tener la edad de mi abuela.

Me dije a mi misma que si ella podía venir aquí a aprender cómo patearles el trasero a potenciales violadores, entonces yo también podía hacerlo.

Incluso si Lucas se encontraba del otro lado de la habitación, alternándose entre mirarme y evitar completamente mi mirada.

La primera hora y media, discutimos los principios básicos de la defensa personal. Ralph nos dijo que el noventa por ciento de aquello consistía en reducir el riesgo de ataque, en primer lugar. —En un mundo ideal, todos podríamos caminar hacia nuestros trabajos sin el miedo de ser asaltados.

Desafortunadamente, ese ideal no representa la realidad.

Mi rostro se calentó al recordar como Lucas me regañaba por caminar enviando textos por el oscuro estacionamiento, detrás de la casa de la fraternidad, en vez de prestarle atención a mi alrededor. Hice círculos en el “90%” con tinta azul hasta que oscurecí las palabras en cada lado. Pero luego recordé la última cosa que me dijo esa noche: No fue tu culpa. Nos animaron a hacer sugerencias para una segura prevención y que las escribiésemos todas; cerrar con seguro las puertas, caminar o ejercitarse con algún amigo, usar zapatos que no sean molestos para correr.

La sugerencia de Erin que consistía en “Evitar a los imbéciles” fue muy popular.

—Tres cosas son necesarias para un asalto: un asaltante, una víctima y una oportunidad. Remueve la oportunidad y te quedas con un chance enorme de reducir la probabilidad del ataque —Ralph aplaudió una vez—. De acuerdo, vamos a tomarnos un corto descanso, y cuando regresemos, es hora de hacer algo de esa pateadura de traseros por las que ustedes, damas, se inscribieron para infligir en Don y Lucas.

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