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Después de tres meses lejos, la casa olía gracioso. Como a perro... combinado con la colonia

Chanel que mamá siempre usaba,

además de algún otro aroma indefinible que mi mente clasifica

como

hogar. Aún así era algo extranjero. Ya no pertenecía aquí, y mi cuerpo lo sabía.

Conecté mi bajo, todavía acurrucado con seguridad dentro de su estuche de viaje con ruedas. Sin padres y sin Coco, había pocas razones para llevarlo más

allá de la sala. Lo recargué contra la pared, donde permaneció como otro

mueble más. Las luces de la casa estaban programadas, ya que mamá y papá se habían ido. Decidí dejarlas encenderse y apagarse a su voluntad, con la excepción de la iluminación de la cocina y las lámparas en mi dormitorio, las cuales probablemente no se encenderían de otra manera.

Había comida en la despensa y el congelador, pero casi nada en el refrigerador. Mis padres se habían deshecho de todas las cosas perecederas antes de su viaje, sin saber que yo vendría a casa esta noche, ya que nunca les dije. Mamá me mandó un mensaje antes de que abordaran su avión, agregando:

Diviértete con Erin. Nos vemos

el próximo mes. Sin dudar jamás de mis planes, ella de alguna manera llegó a la conclusión de que me iría a casa con mi compañera.

Calenté una caja de Lasaña vegetariana orgánica para cenar y transferí una hamburguesa de pavo molido del congelador a la nevera, para mi almuerzo de acción de gracias. También había una mitad de un paquete de

Ttater Tots en el congelador, y encontré una botella sin abrir de cóctel cranberry en la despensa. La pasé a la nevera. TAH-dah! Acción de gracias para uno.

Después de ver un par de programas de comedia, apagué la televisión, moví la mesa para el café de nogal desde su lugar, perfectamente centrada sobre la alfombra tibetana hecha a mano y desempaqué mi bajo. Cuando no pude encontrar mi atril, improvisé con un soporte para masetas, tocando los inicios de una pieza de preludio, que había comenzado a componer para mi solo de fin de año.

Lo último que esperaba escuchar, mientras garabateaba notas era el timbre de la puerta. Nunca había tenido miedo de estar en casa sola, pero hasta entonces, nunca había estado tan completamente sola aquí. Me debatí entre pretender que no había nadie en casa, pero claro, quien fuera que era me había escuchado tocar y me escuchó dejar de hacerlo. Coloqué el bajo a un lado y me acerqué a la sólida puerta y me pare de puntitas para ver a través de la mirilla. Kennedy se encontraba allí, sonriendo directamente hacia mí, iluminado por el resplandor de las luces duales del porche. No podía verme, por supuesto, pero había abierto esta puerta muchas veces y sabía casi tan bien como yo la vista desde el interior.

Quité el cerrojo y abrí la puerta, pero no me moví de la entrada. — ¿Kennedy? ¿Qué estás haciendo aquí?

Miró detrás de mí y escuchó el silencio absoluto de la casa. —¿Salieron tus padres?

Suspiré. —No están aquí.

Él frunció el ceño. —¿No están aquí esta noche, o no están aquí durante las vacaciones?

Me había olvidado de lo fácil que Kennedy podía concentrarse en lo que no

fue dicho. Esa característica probablemente representaba la mayoría de sus victorias en debate. —No están en absoluto. pero ¿Por qué estás

aquí?

Recargó un hombro en el marco de la puerta. —Te mandé un mensaje pero no contestaste —Probablemente no escuché la alerta de texto. Poco se podía escuchar sobre el sonido de mi bajo, una vez que comenzaba a tocar—. Durante la cena, mamá me recordó de asegurarme de que vinieras mañana a la 1:00. y sí, lo que significa que nunca les dije que rompimos. Comencé esta noche, y entonces pensé que esto podría ser un escape bienvenido de Evelyn y Trent. ¿Dónde están, de todos modos?

Hice caso omiso a su pregunta. No pude evitar notar que dijo

rompimos, como si nuestra ruptura hubiera sido una decisión mutua. Como si yo no hubiera sido la idiota ciega de la ecuación.

—¿Quieres que vaya al almuerzo de acción de gracias y pretenda que estamos bien, para que no tengas que decirle a tus padres que rompimos?

Sonrió lo suficiente como para hacer que apareciera el hoyuelo. —No soy tan cobarde. Puedo decirles si lo deseas y decir que te he invitado a venir como una amiga. Pero no tenemos que revelarles nada, si no quieres. Confía en mí, son demasiado distraídos para enterarse de algo. Mi hermano menor consume marihuana desde hace más de un año. las fiestas son tan grandes que ponían la mayor parte de la hermandad en vergüenza, y no tienen ni idea.

—¿No te preocupas por él?

Se encogió de hombros. —Sus calificaciones todavía son decentes. Él simplemente esta aburrido. Además, él no es

mi hijo.

—Pero es tu hermano menor —Sólo entendía las relaciones de hermanos en teoría, ya que nunca había tenido uno, pero asumí que por lógica, dictaría un sentido de responsabilidad. Kennedy no parecía sentir ninguno.

—Él no escucha nada de lo que tenga que decir.

—¿Cómo lo sabes? —Insistí.

Suspiró. —No lo sé. Tal vez porque él nunca lo ha hecho. Vamos. Ven mañana. Te recogeré justo antes de la 1:00. Será mejor que... cualquier cosa congelada que habías planeado para hacer en el microondas.

Rodé mis ojos y él rió.

—Todavía no entiendo por qué no les dices. Ha sido más de un mes.

Se encogió de nuevo. —No lo sé. Tal vez porque sé cuánto te ama mi familia

—Eso era una mierda. Levanté una ceja y se rió—. Bien, se acostumbraron a ti. a

nosotros. ¿Imagino que les dijiste a tus padres?

Encogí los dedos de mis pies en el suelo de frío mármol, el fresco del exterior penetraba en la entrada. —Le dije a mamá. Supongo que ella le dijo a papá. Parecía vagamente molesta, aunque no sé si la molestia era dirigida a ti por dejarme o a mí por no lograr retenerte —Quería pellizcarme por decir esas palabras que sonaron como si estuviera suspirando por él.

En la actualidad, mamá y yo habíamos revisado, la disputa que tuvimos cuando le dije mis planes para la universidad. No los había aprobado, alegando que las niñas inteligentes forjen sus propios caminos educativos; no siguen a sus novios de secundaria hasta la Universidad. “Pero haz lo que quieras. Siempre lo has hecho” dijo ella, acechándome desde mi habitación. No volvimos a discutir hasta que Kennedy rompió conmigo.

“Supongo que no te hace ningún bien ahora señalar que tenía razón acerca de él.” Ella había suspirado por teléfono. “Y tu imprudente decisión de seguirlo allí.”

Siempre que aparentaba haber ganado una discusión, mamá decía algo como, “Incluso los relojes rotos aciertan dos veces por día.” Había arrojado este poco de sabiduría en su rostro, y al igual que lo había hecho, cuando anuncié mis planes de colegio, ella daría un suspiro como si irremediablemente fuera un caso perdido y dejaba el tema. Poco sabía ella que en ese momento, estuve completamente de acuerdo, por una vez. Ir tras mi novio ha sido posiblemente la cosa más torpe que había hecho.

Kennedy se encontraba parado con sus pulgares enganchados en su pantalón, luciendo arrepentido. —Supongo que no tienes planes para la cena de acción de gracias con la familia de Dahlia, o de Jillian, o ya lo habrías dicho.

Prefiriendo esperar hasta que terminaran las fiestas de vacaciones, aún no había llamado a mis amigas del instituto para dejarles saber que me encontraba en casa. Jillian había reprobado al final del primer año, después de lo cual se había mudado a casa para capacitarse para la gestión de Forever 21 y comprometerse con algún chico que tenía una joyería en el centro comercial. Dahlia estaba en segundo año de su programa de enfermería en Oklahoma. Habíamos crecido separadas desde la graduación. Fue extraño, lo inconexas que las sentía a cada una de ellas ahora, cuando habíamos sido inseparables durante cuatro años de escuela secundaria.

Dahlia tenía su bola de amigos universitarios de enfermería en un estado vecino y Jillian tenía una franja azul en su cabello, un trabajo de tiempo completo y un novio. Ambas se sorprendieron cuando Kennedy y yo rompimos. Fueron las primeras a las que les mandé mensaje y llamé, lamentándose. o intentándolo, aunque nosotras no habíamos sido cercanas en más de un año. Esperaba que pudiéramos salir y ojala

no discutir sobre Kennedy hasta el cansancio.

—No tengo planes con nadie. Pensé que sería bueno estar en casa

sola. — Subrayé la última palabra, mirándolo fijamente.

—No puedes estar aquí sola en acción de gracias.

Odiaba la lastima subyacente de su exaltación, y le lancé una mirada asesina. —Sí, sí puedo.

El verde oscuro de sus ojos analizó mi cara. —Sí, si puedes —aceptó—. Pero no hay ninguna razón para que lo hagas. ¿Podemos ser amigos, correcto? Siempre vas a ser importante a mí. Lo sabes.

Y no sabía eso. Pero si decía que no, si insistía en quedarme en casa de mis padres sola y comer una hamburguesa de pavo calentada en el microondas para acción de gracias, se vería como si no pudiera superarlo. Como si estuviera tan lastimada que no pudiera estar a su alrededor.

—Muy bien —dije, casi lamentándolo instantáneamente.

—Así que tú y el idiota de mi hermano nuevamente están juntos, ¿O qué? — preguntó Carter, en voz baja.

Si no fuera tan grande, Carter habría sido una copia de su hermano mayor: mismos ojos verde y mismo pelo rubio cenizo. Pero cuando Kennedy era alto y esbelto, Carter había adquirido la misma altura, pero con la circunferencia y el músculo de atleta. Ya que lo conocía desde que era un nervudo de catorce años, cuando Kennedy todavía era más alto que él, su transformación fue alucinante. Lo recordaba como un muchacho tranquilo, taciturno, eclipsado por su hermano mayor. Claramente había terminado con esa fase.

Miré detrás de nosotros mientras poníamos la mesa, aliviada de que nadie más pudiera escuchar. —No.

Siguió detrás de mí, colocando los tenedores sobre las servilletas que había doblado. —Que mal por él.

Mis ojos se ampliaron un poco con esto, y cuando lo miré, sonrió burlonamente. —¿Qué? Cualquiera puede ver que eres demasiado buena para él. Así que ¿por qué estás aquí?

—Hum, gracias. Y mis padres salieron a Breckenridge.

Retrocedió, asombrado. —Joder ¿Hablas en serio? Y pensé que

mis padres eran los idiotas más grandes en esta ciudad.

No pude evitar sonreír, aunque lo reprimí tanto como me fue posible. Carter siempre parecía indomable y emocional junto al resto de su lógica familia de mentalidad fría. Nunca había considerado que tan extraño se ha de haber sentido con ellos —el impetuoso niño de en medio entre Kennedy y su hermana pequeña, Reagan, quien daba la impresión de haber nacido con treinta años de edad.

—Lenguaje, Carter —dijo Kennedy, dando vuelta en la esquina.

—Jódete, Kennedy —replicó Carter, sin perder un segundo.

Contener completamente mi reacción era imposible. Mi mandíbula se volvía como una roca en el intento, pero un pequeño bufido se me escapó, lo que valió una gran sonrisa de Carter. Él me guiñó un ojo, antes de arrastrarse fuera a la cocina para ayudar a su madre. Parpadeé, imaginando que las pobres muchachas en mi antigua escuela secundaria debían de colapsar contra sus casilleros cuando él pasaba caminando.

Kennedy frunció el ceño.

—¿Que sucedió con “él no es mi hijo”? —Pregunté, colocando la última cuchara antes de girarme hacia él—. ¿Está bien regañarlo por dejar caer la bomba J, pero te lavas las manos para ayudarlo a patear un problema de drogas? —Definitivamente pedía aquello. Ganar un debate contra Kennedy era imposible.

Él inclinó su cabeza. —Buen punto.

Parpadeé nuevamente, pensando que los chicos Moore iban a dejarme en un estado de shock hasta matarme, para el momento que me fuera de la ciudad.

Grant y Bev Moore fueron tan ajenos a todo como Kennedy había prometido. No parecieron detectar el aire tenso entre su hijo y yo en las cuatro horas que pasé con ellos, o la ausencia de nuestra habitual demostración de afecto. Él pasó un brazo por la espalda de mi silla durante la comida, y aunque impulsó mi silla en cuanto me senté —como había sido planteado— él no besó mi mejilla o tomó mi mano. Cuando Reagan redujo sus ojos afilados de trece años sobre nosotros, pretendí no notar su observación. Carter, por supuesto, me acosaba y coqueteó conmigo escandalosamente, tratando de hacerme reír y molestar a su hermano. Tuvo éxito en ambos casos, mientras sus padres no discernían nada.

Sin tocarnos, excepto por la presión que ejercía su pierna contra la mía, Kennedy y yo nos sentamos lado a lado durante el juego de fútbol de pantalla plana del tamaño de la pared, lo cual puso a Carter tan furioso que se levantó y maldijo a la pantalla un par de veces, para que su familia entera —cuatro de ellos— tranquilamente le reprendieran. En el segundo tiempo, salió de la sala dando fuertes pisadas y desapareció durante varios minutos. Por la manera en que flexionaba su mano cuando regresó, me dio la sensación de que fue a su dormitorio y golpeó algo.

Tan pronto como Kennedy se detuvo frente a mi casa para dejarme, salí del coche, le di las gracias por invitarme y dejé en claro que iba adentro sola. Sonrió abiertamente. —Debemos salir el sábado. Te llamaré —Afortunadamente, no hizo ningún movimiento para salir del coche.

Como si él no hubiera propuesto nada, le di las gracias nuevamente y me dijo adiós. Una vez dentro, lo miré desde una ventana. Miró fijamente la puerta cerrada durante un minuto, antes de sacar su teléfono y llamar a alguien mientras volvía a la calle.

Después de hacer planes el viernes por la noche con Dahlia y Jillian, practiqué mi bajo en el salón hasta que el temporizador de la lámpara hizo clic afuera justo antes de las 11 pm en la oscuridad, dejé mi instrumento contra la pared a tientas y coloqué el arco en una estantería del librero. Mi teléfono se encendió, señalando un mensaje, y me paré en la oscuridad, leyendo y contestando.

Lucas: ¿Cuándo regresaras al campus?

Yo: Probablemente el domingo. ¿Tú?

Lucas: El sábado.

Yo: ¿Drama familiar?

Lucas: No. El que me dio el aventón debe irse en ese entonces.

Lucas: Quiero saber si vas a volver temprano. Quiero verte.

Lucas: Necesito dibujarte de nuevo.

Yo: ¿Oh?

Lucas: He hecho un par de memoria pero no son lo mismo.

Lucas: No se puede lograr hacer la forma de tu mandíbula. La línea del cuello.

Lucas: Y tus labios. Necesito pasar más tiempo mirándolos fijamente y menos tiempo saboreándolos.

Yo: No puedo decir que estoy de acuerdo con esa idea.

Lucas: Más de ambos, entonces. Mándame un mensaje cuando vuelvas.

Bien, así que dormir se descarto.

Releí el mensaje mientras recuerdos discretos de sus labios sobre los míos me atravesaban, encendiendo pequeñas llamas de un deseo que crecía y se fusionaba con mis recuerdos de la noche del sábado, se reproducían con detalle gráfico. De pie en la oscuridad, cerré mis ojos.

Debería estar furiosa, o al menos preocupada acerca de dónde Lucas/Landon se encontraba, pero intenté indignarme acerca de su pecado de omisión, pero simplemente no podía. Razonaba que era la sobrecarga de resentimiento entre Kennedy y Buck y en comparación, Lucas parecía más un acertijo que un riesgo. Mi plan para él, después de todo, había sido usarlo como un rebote,

operación fase chico malo, y no era como si hubiera estado completamente próxima acerca de eso.

Intentando controlar mis pensamientos volátiles, agarré una botella de agua de la nevera y subí a mi dormitorio, la única habitación que puede encender luces en toda la casa.

Cuando revisé mi correo, vi que había uno de L. Maxfield en medio de las ofertas de crédito e información de servicios, y mi ritmo cardíaco dio un salto. Él lo había enviado esta tarde, horas antes de nuestro intercambio de mensajes. Lejos de la escuela, empezaba a conectar a mi tutor con Lucas —el Lucas que me hablaba por detrás de este alias Landon. Quería saber por qué, pero no quería preguntar: quería que él me dijera.

“Jacqueline,

Descubrí que el Bait &Tackle ha añadido un café y wifi, junto con un nuevo nombre para promover estas características innovadoras. Joe (el propietario) no se molestó en hacer un letrero nuevo —él simplemente lo agregó al antiguo original. Ahora el pintado a mano señala y se lee: Bait &Tackle &Coffe, y en "Coffe" que dice "&wifi."

Tienen tres mesas pequeñas y un par de forales y grumosas sillas mullidas — como un

Starbucks, si este hubiera sido decorado con los muebles de la venta de patio de la abuela de alguien. Es el único lugar en la ciudad que abre hoy, por lo que está abarrotado de gente. El café en realidad no es horrible, pero esa es la mejor recomendación que honestamente puedo darle. Y como era de esperarse, todo el lugar huele a pescado, lo cual como que denigra el ambiente previsto de bar.

¿Tu día va como lo previsto?

¿Te encierras y pones alarmas en tu casa cada noche, cierto? No quiero sonar insultante, pero dijiste que ibas a estar sola en la casa.

LM”

“Landon,

Sí, estoy ampliamente capacitada en encerrarme por la noche. El sistema de alarma participa plenamente. (Y no me siento insultada. Agradezco la preocupación).

Pasé el día en la casa de mi ex. Sus padres no tienen ni idea de que rompimos —nunca les dijo, por alguna razón. Fue incomodo. No sé por qué lo dejé hablarme de ir. Él quiere verme el sábado para "hablar". Puede que me vaya al campus temprano. Aún no lo he decidido.

Veré a mis amigas mañana, así que eso debería ser más divertido.

¿Qué pasa con tu familia? ¿Qué hiciste?

JW“

No podía estar segura cuándo recibiría mi respuesta, ya que necesitaría el wifi de Bait &Tackle &Coffe para conectarse. Después de una noche inquieta — una que sigue arrastrándose, dejándome más agotada de cuando comencé— hice café y entré a mi correo de la escuela. Como era de esperar, no había nada nuevo desde L. Maxfield en mi bandeja de entrada. Pensé en mandarle un mensaje a Lucas, ¿Pero qué le diría? ¿Que había estado dando vueltas en la cama toda la noche, pensando en sus manos sobre mí?

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