Dune

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Libro primero: Dune » Capítulo 10

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¿Qué tenía Dama Jessica para sostenerla durante el tiempo de su proceso? Pensad en este proverbio Bene Gesserit y quizá lo comprendáis: «Cualquier camino, si se sigue hasta el fin, no conduce exactamente a ningún lugar. Escalad tan sólo un poco la montaña para comprobar si es una montaña. Desde la cima de la montaña, no podréis ver la montaña».

De Muad’Dib, Comentarios Familiares, por la PRINCESA IRULAN

Al extremo del ala sur, Jessica descubrió una escalera metálica en espiral que terminaba en una puerta oval. Miró hacia el vestíbulo, y después de nuevo hacia la puerta.

¿Oval?, se preguntó. Qué extraña forma para una puerta en una casa.

Bajo la escalera en espiral se veían ventanas y, tras ellas, el atardecer. Largas sombras se extendían hacia el vestíbulo. Volvió su atención a la escalera. La fuerte luz que iluminaba los peldaños de metal revelaba fragmentos de tierra seca.

Jessica puso una mano en el pasamanos y empezó a subir. El pasamanos estaba frío bajo su húmeda palma. Se detuvo ante la puerta, observando que no había manija, sino tan sólo una leve depresión en la puerta allí donde tendría que haber estado la manija.

No creo que sea una cerradura a palma, se dijo. Una cerradura a palma debe ajustarse a la forma de una mano determinada y a las líneas de su palma. Sin embargo, parecía una cerradura a palma. Y conocía varios medios de abrir una cerradura a palma… los había aprendido en la escuela.

Jessica miró a sus espaldas para estar segura de que no era observada, apoyó la palma en la depresión de la puerta, volvió la cabeza y vio a Mapes avanzando hacia ella al pie de la escalera.

—Hay unos hombres en el gran salón: dicen que han sido enviados por el Duque para escoltar al joven amo Paul —dijo Mapes—. Llevan el sello ducal y la guardia los ha identificado. —Miró a la puerta, luego a Jessica.

Es prudente, esa Mapes, pensó Jessica. Es buena señal.

—Está en la quinta estancia de este lado del vestíbulo, un dormitorio pequeño —dijo Jessica—. Si tienes problemas para despertarlo, llama al doctor Yueh que está en la estancia contigua. Tal vez Paul necesite una inyección tónica.

Mapes dirigió otra penetrante mirada a la puerta oval, y Jessica detectó odio en su expresión. Antes de que Jessica pudiera preguntarle acerca de la puerta y lo que ocultaba, Mapes dio media vuelta y se apresuró a través del vestíbulo.

Hawat ha inspeccionado todo este lugar, pensó Jessica. No puede haber nada terrible ahí dentro.

Empujó la puerta. Se abrió hacia dentro, revelando una pequeña habitación con otra puerta oval en el otro lado. La otra puerta tenía un volante como manija.

¡Una compuerta estanca!, pensó Jessica. Bajó la vista y vio una calza caída en el suelo de la pequeña habitación. Llevaba la marca personal de Hawat. Debía mantener la puerta abierta, pensó. Alguien le dio probablemente un golpe y la hizo caer accidentalmente, y la puerta exterior se cerró con la cerradura a palma.

Franqueó el umbral y entró en la pequeña habitación.

¿Por qué una compuerta estanca en la casa?, se preguntó. Y súbitamente pensó en exóticas criaturas aisladas allí en climas especiales.

¡Climas especiales!

Parecía lógico en Arrakis, donde incluso las plantas más secas de otros lugares debían ser regadas.

La puerta a sus espaldas empezó a cerrarse. La detuvo y la bloqueó con la calza dejada por Hawat. Después se volvió hacia la puerta interior con el volante, y entonces vio una minúscula inscripción grabada en el metal sobre la manija. Reconoció las palabras en galach y leyó:

«¡Oh, hombre! He aquí una adorable porción de Creación de Dios; mira, y aprende a amar la perfección de Tu Supremo Amigo».

Jessica empujó el volante con todo su peso. Se ladeó hacia la izquierda y la puerta se abrió. Una ligera brisa rozó su mejilla, acariciando sus cabellos. Notó un cambio en el aire, un olor más intenso. Abrió totalmente la puerta, descubriendo una masa de vegetación iluminada por una luz dorada.

¿Un sol amarillo?, se preguntó. Y luego: ¡Cristal filtrante!

Avanzó, y la puerta se cerró a sus espaldas.

—Un invernadero —susurró.

Estaba rodeada de plantas y arbustos en macetas. Reconoció una mimosa, un membrillo en flor, un sondagi, una pleniscenta de flores aún en capullo, un akarso estriado de verde y blanco… rosas…

¡Incluso rosas!

Se inclinó para respirar la fragancia de un grupo de flores rosadas, después se incorporó y miró a su alrededor.

Un sonido rítmico invadió sus sentidos.

Apartó una muralla de hojas y miró al centro de la habitación. Descubrió allí una fuente baja, con el pilón acanalado. El ruido rítmico era ocasionado por un hilillo de agua que se elevaba formando un arco y luego caía tamborileando sobre el fondo metálico de un pilón.

Jessica se situó en estado de percepción acrecentada, e inició una inspección metódica del perímetro de la habitación. Parecía tener unos diez metros de lado. Por su situación en el extremo del vestíbulo y algunas sutiles diferencias en su construcción, dedujo que había sido añadida a aquella ala del edificio mucho tiempo después de la construcción original.

Se detuvo en el lado sur de la habitación, ante la gran superficie de cristal filtrante, mirando a su alrededor. Cada espacio útil en la habitación estaba ocupado por plantas exóticas típicas de climas húmedos. Algo se movió en el verdor. Se tensó, luego se relajó al ver el sencillo servok automático con una manguera y un brazo de riego. En el brazo de riego llevaba un nebulizador, que proyectó una fina película de agua cerca de su mejilla. El brazo se retiró, y Jessica pudo ver la planta regada: un helecho arborescente.

Había agua por toda la habitación… en un planeta donde el agua era el más precioso jugo de la vida. Tanta agua malgastada hizo que se inmovilizara, aturdida.

Miró hacia afuera, al sol amarillo por el filtro. Colgaba suspendido del cielo, sobre un dentado horizonte de rocas en pico que formaban parte de la inmensa cadena de rocosas montañas conocidas como la Muralla Escudo.

Cristal filtrante, pensó. Transforma un sol blanco en algo más suave y más familiar. ¿Quién ha podido concebir un lugar así? ¿Leto? Sería digno de él el sorprenderme con un regalo así, pero no ha tenido tiempo. Y tiene problemas mucho más importantes en qué pensar.

Recordó el informe acerca de que muchas casas de Arrakeen tenían selladas puertas y ventanas con compuertas estancas a fin de conservar y condensar la humedad interna. Leto había dicho que, como deliberada declaración de poder y riqueza, aquella casa ignoraba tales precauciones. Puertas y ventanas estaban selladas únicamente contra el omnipresente polvo.

Pero aquella habitación implicaba un estatus mucho más significativo que la ausencia de sellos de agua en las puertas exteriores. Calculó que aquella agradable habitación usaba tanta agua como la necesaria para sustentar a mil personas en Arrakis… posiblemente más.

Jessica se desplazó a lo largo de la pared de cristal, continuando su exploración de la estancia. Se desplazó hasta una superficie metálica que observó cerca de la fuente, una mesa sobre la cual había un bloc de notas y un estilete, parcialmente ocultos por una amplia hoja que colgaba sobre ellos. Se acercó a la mesa, vio los controles dejados por Hawat, y estudió el mensaje escrito en el bloc:

A DAMA JESSICA:

Que este lugar os dé tanto placer como me ha dado a mí. Permitid que esta habitación os recuerde una lección que hemos aprendido de los mismos maestros: la proximidad de una cosa deseable hace tender a la indulgencia. Ahí acecha el peligro.

Con mis mejores deseos,

MARGOT DAMA FENRING

Jessica asintió, recordando que Leto se había referido al anterior enviado del Emperador en Arrakis como el Conde Fenring. Pero el mensaje contenido en aquella nota exigía toda su atención, ya que las palabras habían sido elegidas de tal modo que informaran que la autora era otra Bene Gesserit. Un amargo pensamiento tocó por un instante a Jessica: El Conde se casó con su Dama.

Y simultáneamente, mientras pensaba en ello, empezó a buscar el mensaje oculto. Tenía que estar allí. La nota visible contenía una frase clave que cada Bene Gesserit, a menos que estuviera inhibida por un Interdicto de la Escuela, debía transmitir a otra Bene Gesserit cuando las condiciones lo exigieran: «Ahí acecha el peligro».

Jessica pasó las yemas de sus dedos por encima del bloc, buscando perforaciones en clave. Nada. Inspeccionó el borde con los dedos. Nada. Volvió a dejarlo donde lo había hallado, sintiendo una sensación de urgencia.

¿Algo en la posición del bloc?, se preguntó.

Pero Hawat había inspeccionado la habitación, y sin duda había movido el bloc. Miró la gran hoja encima del bloc. ¡La hoja! Pasó los dedos por la parte inferior de su superficie, siguiendo el borde, a lo largo del peciolo. ¡Ahí estaba! Sus dedos detectaron los sutiles puntos en clave, leyendo el mensaje a medida que los recorría:

«Vuestro hijo y el Duque corren un peligro inmediato. Un dormitorio ha sido diseñado de modo que atraiga a vuestro hijo. Los H lo han llenado de trampas mortales, de modo que todas sean descubiertas excepto una, que escapará a todas las detecciones». Jessica luchó contra el impulso de correr hacia Paul: debía leer el mensaje hasta el final. Sus dedos recorrieron rápidamente los puntos: «No conozco la naturaleza exacta de la amenaza, pero tiene algo que ver con un lecho. La amenaza para vuestro Duque es la traición de un compañero fiel o de un lugarteniente. El plan de los H prevé ofreceros el regalo de uno de sus favoritos. Por lo que puedo saber, este jardín botánico es seguro. Perdonad que no pueda deciros más. Mis fuentes son pocas, ya que mi Conde no está a sueldo de los H. Apresuradamente, MF».

Jessica soltó la hoja y se volvió para correr hacia Paul. En aquel momento, la compuerta se abrió. Paul entró de un salto, llevando algo en su mano derecha, y cerró la puerta tras él de un golpe seco. Vio a su madre, y se abrió camino hacia ella a través de las plantas, echó una mirada a la fuente, alargó la mano y colocó bajo el chorro el objeto que aferraba.

—¡Paul! —Jessica lo cogió por los hombros, mirando su mano—. ¿Qué es esto?

Paul habló casualmente, pero había un asomo de tensión en su tono.

—Un cazador-buscador. Lo cogí en mi dormitorio y le he roto la punta, pero quiero estar bien seguro. El agua tendría que cortocircuitarlo.

—¡Sumérgelo! —ordenó ella.

Obedeció.

—Ahora suéltalo —dijo ella luego—. Déjalo en el agua y retira la mano.

Paul sacó su mano, se sacudió el agua de ella y miró el inerte metal en la fuente. Jessica cortó una hoja y con el tallo movió la aguja asesina.

Estaba muerta.

Dejó caer la hoja en el agua y miró a Paul. Sus ojos estaban examinando la estancia con una penetración que ella conocía bien… la Manera Bene Gesserit.

—Este lugar podría esconder cualquier cosa —dijo él.

—Tengo razones para creer que es seguro —dijo ella.

—Mi habitación fue supuestamente considerada segura, también. Hawat dijo…

—Era un cazador-buscador —le recordó ella—. Había alguien dentro de la casa operándolo. La onda de control del buscador tiene un radio de acción limitado. Es posible que fuera ocultado en el dormitorio después de la investigación de Hawat.

Pero, al mismo tiempo, pensaba también en el mensaje de la hoja: «… la traición de un compañero fiel o de un lugarteniente». No Hawat, seguramente. Oh, seguramente no Hawat.

—Los hombres de Hawat están registrando toda la casa, ahora —dijo Paul—. Ese buscador estuvo a punto de matar a la vieja mujer que acudió a despertarme.

—La Shadout Mapes —dijo Jessica, recordando su encuentro al pie de la escalera—. Tu padre te llamaba para…

—Eso puede esperar —dijo Paul—. ¿Por qué estás convencida de que este lugar es seguro?

Jessica señaló la nota y le explicó su significado.

Paul se relajó ligeramente.

Pero Jessica siguió tensa, pensando: ¡Un cazador-buscador! ¡Madre Misericordiosa! Tuvo que acudir a todo su adiestramiento para reprimir un temblor histérico.

—Son los Harkonnen, por supuesto —dijo Paul tranquilamente—. Hemos de destruirlos.

Alguien llamó a la puerta… usando el código de los hombres de Hawat.

—Adelante —dijo Paul.

La puerta se abrió, y un hombre alto vistiendo el uniforme de los Atreides con la insignia de Hawat en la gorra entró en la estancia.

—Estáis aquí, señor —dijo—. El ama de llaves nos ha dicho que os encontraríamos aquí —su mirada recorrió la estancia—. Hemos encontrado un túmulo en el sótano y a un hombre escondido en él. Tenía consigo el dispositivo de control del buscador.

—Quiero asistir a su interrogatorio —dijo Jessica.

—Lo siento, mi Dama. Hemos tenido que luchar para capturarlo. Ha muerto.

—¿No hay nada que pueda identificarlo? —preguntó.

—Todavía no hemos hallado nada, mi Dama.

—¿Era un nativo de Arrakis? —preguntó Paul.

Jessica inclinó aprobadoramente la cabeza ante lo hábil de la pregunta.

—Tiene el aspecto de un nativo —dijo el hombre—. Lo habían metido en el túmulo hace más de un mes, según parece, para esperar nuestra llegada. Las piedras y el mortero estaban intactos ayer, cuando inspeccionamos el lugar. Pongo mi reputación en ello.

—Nadie pone en duda vuestra meticulosidad —dijo Jessica.

—Nadie, salvo yo mismo, mi Dama. Deberíamos haber usado sondas sónicas.

—Presumo que esto es lo que estáis haciendo ahora —dijo Paul.

—Por supuesto, señor.

—Hacedle saber a mi padre que llegaré con retraso.

—Inmediatamente, señor. —Miró a Jessica—. Las órdenes de Hawat son de que bajo tales circunstancias el joven amo sea mantenido en lugar seguro. —Sus ojos escrutaron de nuevo la estancia—. ¿Lo es este lugar?

—Tengo razones para creer que es seguro —dijo ella—. Tanto Hawat como yo lo inspeccionamos a fondo.

—Entonces montaré guardia en el exterior, mi Dama, hasta que hayamos inspeccionado toda la casa una vez más. —Se inclinó, tocó su gorra en un saludo a Paul, dio media vuelta y cerró la puerta tras él.

Paul rompió el repentino silencio.

—¿No sería mejor inspeccionar más tarde nosotros mismos la casa? Tus ojos podrían captar cosas que los demás hayan ignorado.

—Esta ala era el único lugar que yo no había examinado aún —dijo ella—. La había dejado para el final porque…

—Porque Hawat se había ocupado personalmente de ella —dijo Paul.

Ella le dirigió una rápida e interrogativa mirada.

—¿Acaso desconfías de Hawat? —preguntó.

—No, pero se está haciendo viejo… y está agobiado de trabajo. Deberíamos descargarlo de algunas de sus obligaciones.

—Esto lo avergonzaría y reduciría su eficacia —dijo ella—. Después de lo ocurrido, ni siquiera un insecto podrá insinuarse en esta ala sin que él lo sepa inmediatamente. Sentirá vergüenza de…

—Tenemos que tomar nuestras propias medidas —dijo Paul.

—Hawat ha servido a tres generaciones de Atreides con honor —dijo ella—. Merece todo el respeto y la confianza de nuestra parte… mucho respeto y mucha confianza, y por mucho tiempo.

—Cuando mi padre se enfada contigo por algo —dijo Paul—, exclama: «¡Bene Gesserit!» como si fuera una blasfemia.

—¿Y cuándo se enfada tu padre conmigo?

—Cuando discutes con él.

—Tú no eres tu padre, Paul.

Y Paul pensó: Esto va a lastimarla, pero debo explicarle lo que me dijo la mujer Mapes acerca de un traidor entre nosotros.

—¿Qué es lo que me estás ocultando? —preguntó Jessica—. Esto no es propio de ti, Paul.

Él se alzó de hombros, explicándole su conversación con Mapes.

Y Jessica pensó en el mensaje de la hoja. Tomó una repentina decisión, mostró la hoja a Paul, y le tradujo el mensaje.

—Mi padre debe conocer esto inmediatamente —dijo el muchacho—. Voy a radiografiarlo en clave y llevárselo.

—No —dijo ella—. Espera hasta que podamos estar a solas con él. Esto es algo que debe saber el menor número de personas posible.

—¿Quieres decir que no debemos confiar en nadie?

—Hay otra posibilidad —dijo ella—. El mensaje podría haber sido dejado para que lo descubriéramos. La gente que lo ha enviado puede estar convencida de que es cierto, pero es posible que su única finalidad sea la de impresionarnos.

La expresión de Paul se hizo terca y sombría.

—Para hacer que desconfiáramos y sospecháramos de nuestras propias filas, y así debilitarnos —dijo.

—Debes hablar privadamente de ello a tu padre, y ponerle en guardia sobre este aspecto de la cuestión —dijo Jessica.

—Comprendo.

Ella se volvió hacia la gran superficie de cristal filtrante, mirando hacia el sol de Arrakis que se ponía por el sudoeste… una esfera dorada hundiéndose entre las montañas.

Paul se volvió también hacia él, diciendo:

—De todos modos, no creo que sea Hawat. ¿Tal vez Yueh?

—No es ni un lugarteniente ni un compañero —dijo ella—. Y puedo asegurarte que odia a los Harkonnen tan profundamente como nosotros.

Paul dirigió su atención hacia las montañas, pensando: Y no puede ser Gurney… o Duncan. ¿Quizá uno de los subtenientes? Imposible. Todos pertenecen a familias que nos son leales desde hace generaciones… por excelentes motivos.

Jessica se pasó una mano por la frente, sintiendo su propia fatiga. ¡Hay tantos peligros aquí! Miró hacia afuera, hacia el paisaje amarillo a través de los filtros, estudiándolo. Más allá de los terrenos ducales había una llanura que albergaba un depósito de mercancías, rodeado por una alta barrera: hileras de silos de especia protegidos por numerosas torretas de vigilancia erguidas sobre largos sustentadores que les daban el aspecto de enormes arañas al acecho. Podía ver al menos veinte recintos semejantes, repletos de silos, extendiéndose hasta casi los límites de la Muralla Escudo… silos tras silos, multiplicándose a todo lo ancho de la explanada.

Lentamente, el filtrado sol se hundió tras el horizonte. Las estrellas empezaron a brillar. Una de ellas, muy baja sobre el horizonte, destacada de las demás, parpadeaba con un claro, preciso ritmo: blink-blink-blink-blink-blink-blink…

Paul se movió a su lado, entre las sombras de la estancia.

Pero Jessica se concentró en aquella singular estrella luminosa, observando que estaba demasiado baja, que debía brillar en el mismo borde de la Muralla Escudo.

¡Alguien estaba haciendo señales!

Intentó descifrar el mensaje, pero era emitido en un código que desconocía.

Otras luces se encendieron en la llanura bajo las montañas: pequeñas luces amarillas esparcidas en la azul oscuridad. Y otra luz a su izquierda creció en intensidad y empezó a brillar, encendiéndose y apagándose rápidamente en dirección a las montañas… muy rápidamente: ¡destello largo, parpadeo, destello!

Y se extinguió.

La falsa estrella desapareció también inmediatamente.

Señales… Jessica se sintió invadida por una premonición.

¿Por qué están utilizando luces para hacer señales a lo largo de la llanura?, se preguntó. ¿Por qué no usan la red normal de comunicaciones?

La respuesta era obvia: cualquier comunicación podía ser interceptada por los agentes del Duque Leto. Las señales luminosas significaban que aquellos mensajes habían sido intercambiados entre sus enemigos… entre agentes Harkonnen.

Llamaron a la puerta detrás de ellos, y oyeron la voz del hombre de Hawat.

—Todo está a punto, señor… mi Dama. Es tiempo de conducir al joven amo hasta su padre.

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