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II

La religión de Dune

Antes de la llegada de Muad’Dib, los Fremen de Arrakis practicaban una religión cuyas raíces, como puede ver cualquier escolar, se hallaban en el Maometh Saari. Muchos, sin embargo, han hecho notar la variedad de elementos tomados de otras religiones. El ejemplo más citado es el Himno al Agua, una copia directa del Manual Litúrgico Católico Naranja, con su invocación a las nubes traedoras de lluvia, que nunca han sido vistas en Arrakis. Pero existen otros puntos de contacto más profundos entre el Kitab al-Ibar de los Fremen y las enseñanzas de la Biblia, el Ilm i el Fiqh.

Cualquier comparación entre las creencias religiosas dominantes en el Imperio en tiempos de Muad’Dib debe tener presente las grandes fuerzas espirituales que han edificado tales creencias:

Los seguidores de los Catorce Sabios, cuyo Libro era la Biblia Católica Naranja, y cuyas convicciones se hallan expresadas en los Comentarios y en la demás literatura producida por la Comisión de Traductores Ecuménicos (C. T. E.);

La Bene Gesserit, que privadamente negaba ser una orden religiosa pero que operaba dentro de un esquema casi impenetrable de misticismo ritual, y cuyos adiestramiento, simbolismo, organización y métodos de enseñanza internos eran casi completamente religiosos;

La agnóstica clase dominante (incluida la Cofradía), para la cual la religión era tan sólo una forma de espectáculo de marionetas para divertir al pueblo y mantenerlo dócil, y que creía esencialmente que todos los fenómenos —incluidos los fenómenos religiosos— podían ser reducidos a explicaciones mecánicas;

Los autollamados Antiguos Maestros, incluidos aquellos preservados por los Nómadas Zensunni del primer, segundo y tercer movimiento Islámico; El Navacristianismo de Chusuk, la Variante Budislámicas de los tipos dominantes en Lankiveil y Sikum, la Miscelánea del Mahayana Lankavarata, el Zen Hekiganshu de Delta Panovis III, el Tawrah y el Zabur Talmúdico que sobrevivieron en Salusa Secundus, el penetrante Ritual Obeah, el Muad Quran con sus Puros Ilm y Figh preservados por los plantadores de arroz de Caladan, las formas de Hinduismo que se encuentran un poco por todas partes en el universo en pequeñas colectividades de pyon aislados, y finalmente la Jihad Butleriana.

Sin embargo hay una quinta fuerza que ha dado origen a creencias religiosas, pero su efecto es tan universal y profundo que merece ser considerada aisladamente.

Se trata, por supuesto, de los viajes espaciales… y en cualquier análisis de las religiones merecen ser escritos así:

¡VIAJES ESPACIALES!

Los logros de la humanidad a través del espacio han dado un sello inconfundible a las religiones durante los ciento diez siglos que han precedido a la Jihad Butleriana. Aunque ampliamente extendidos, los viajes espaciales, en los primeros tiempos, eran lentos, inseguros e irregulares, y antes del monopolio de la Cofradía, eran realizados confusamente de mil modos distintos. Las primeras experiencias espaciales, sobre las cuales circulaban pocas informaciones, extremadamente distorsionadas, favorecieron las más desenfrenadas tendencias a las especulaciones místicas.

Inmediatamente, el espacio dio otro sentido y un sabor distinto a las ideas de la Creación. Esta diferencia puede ser observada perfectamente en los más importantes movimientos religiosos de este periodo. En todas las religiones, la esencia de lo sagrado fue tocada por la anarquía de las tinieblas del espacio.

Fue como si Júpiter y todas las formas descendientes de él se hubieran retirado al seno de las tinieblas primordiales para ser reemplazadas por una inmanencia femenina llena de ambigüedad y cuyo rostro estaba compuesto por innumerables terrores.

Las antiguas fórmulas se mezclaron, interpenetrándose como si se hubieran adaptado a las necesidades de las nuevas conquistas y a los nuevos símbolos heráldicos. Fue como una continua interacción entre las bestias demoníacas a un lado y las antiguas plegarias e invocaciones al otro.

Nunca hubo una decisión definida.

Durante este período, se dijo que el Génesis fue interpretado de nuevo, permitiendo a Dios decir:

—Creced y multiplicaos, y llenad el universo, y sometedlo, y reinad sobre todas las especies de bestias extrañas y de criaturas vivientes en las infinitas tierras y debajo de ellas.

Fue un tiempo de brujas cuyos poderes eran reales. La medida de ello puede observarse en el hecho de que nunca se vanagloriaron de mantener las teas con sus manos desnudas.

Luego vino la Jihad Butleriana… dos generaciones de caos. El dios de la lógica mecánica fue entonces derribado por las masas, y se impuso un nuevo concepto:

«El hombre no puede ser reemplazado».

Esas dos generaciones de violencia constituyeron una pausa talámica para toda la humanidad. Los hombres miraron a sus dioses y sus rituales y vieron que ambos estaban llenos de la más terrible de todas las ecuaciones: miedo más ambición.

Vacilantes, los jefes de las religiones cuyos seguidores habían vertido la sangre de millones de sus semejantes se reunieron para intercambiar sus puntos de vista. Era un movimiento animado por la Cofradía Espacial, que había comenzado a detentar el monopolio sobre los viajes interestelares, y por la Bene Gesserit, que llamaba hacia sí a las brujas.

Estas primeras reuniones ecuménicas iniciaron dos importantes desarrollos:

El reconocimiento de que todas las religiones tienen al menos un mandamiento común: «No desfigurarás el alma».

La Comisión de Traductores Ecuménicos. La C. T. E. se reunió en una isla neutral de la Vieja Tierra, cuna de las religiones madres. Se reunieron «en la común convicción de la existencia de una Esencia Divina en el universo». Cada confesión que poseyera al menos un millón de seguidores estaba representada y, sorprendentemente, llegaron al acuerdo inmediato de una declaración de finalidades comunes: «Estamos aquí para eliminar una de las grandes armas de manos de las religiones en disputa: la pretensión de ser los poseedores de la auténtica, la única revelación».

El júbilo ante este «signo de profundo acuerdo» se reveló prematuro. Durante más de un año estándar, esta declaración fue la única proclamada por la C. T. E. La gente empezó a hablar amargamente del retraso. Los trovadores compusieron canciones mordaces acerca de los ciento veintiún «Viejos Chiflados», como terminaron por ser apodados los delegados de la C. T. E. Una de las canciones, «Brown descansa», se puso de moda en diversas ocasiones y es popular aún hoy en día:

Míralo bien,

Brown descansa… y

la tragedia

lo rodea por todas partes.

¡Chiflado! ¡Todos ellos chiflados!

Están cansados… tan cansados…

Todos los días discutir lo mismo.

Sólo hay tiempo para una cosa,

¡escuchar la hora del Señor Bocadillo!

Ocasionalmente se filtraron rumores de las sesiones de la C. T. E. Se decía que se comparaban textos e, irresponsablemente, disturbios antiecuménicos y, naturalmente, inspiraban nuevas chanzas.

Pasaron dos años… luego tres. Los Comisionados, nueve de los primitivos murieron y fueron reemplazados, interrumpieron sus deliberaciones para permitir que los sustitutos se instalaran oficialmente, y anunciaron que estaban trabajando en la elaboración de un libro del cual estarían extirpados «todos los síntomas patológicos» de las pasadas religiones.

—Estamos produciendo un instrumento de Amor para ser utilizado de todas las maneras —dijeron.

Muchos consideraron extraño que esta declaración provocara las peores explosiones de violencia contra el ecumenismo. Veinte delegados fueron reclamados por sus congregaciones. Uno de los comisionados se suicidó robando una fragata espacial y arrojándose con ella al sol.

Los historiadores estiman que los disturbios costaron ochenta millones de vidas. Esto significa aproximadamente seis mil muertos por cada planeta perteneciente por aquel entonces a la Liga del Landsraad. Considerada la época, esta estimación no es excesiva, aunque cualquier pretensión de proporcionar cifras exactas seguirá siendo siempre tan sólo esto… una pretensión. Las comunidades entre mundos estaban por aquel entonces en su nivel más bajo. Los trovadores, por supuesto, se ensañaron más que nunca.

En una comedia musical que se hizo muy popular en la época, uno de los delegados de la C. T. E. estaba sentado en una playa de blanca arena, bajo una palmera, y cantaba:

¡Por Dios, las mujeres y el esplendor del amor

henos aquí divirtiéndonos sin miedo ni temor!

¡Trovador, trovador, cántame otra melodía,

por Dios, las mujeres y el esplendor del amor!

Revueltas y comedias son síntomas profundamente reveladores de una época. Traducen el clima psicológico, las profundas incertidumbres… y la esperanza de algo mejor, mezclada con el miedo de que todo se traduzca en nada.

Las más eficaces barreras contra la anarquía, en aquel período, fueron la entonces embrionaria Cofradía, la Bene Gesserit, y el Landsraad, que alcanzaba sus 2.000 años de existencia pese a los graves obstáculos que había tenido que superar. El papel de la Cofradía parecía claro: ofrecía el transporte gratuito para todos los asuntos del Landsraad y de la C. T. E. El papel de la Bene Gesserit es más oscuro. Ciertamente fue en aquella época cuando consolidó su poder sobre las brujas, exploró el campo de los narcóticos más refinados, desarrolló el prana-bindu, adiestró y organizó la Missionaria Protectiva, aquel brazo negro de la superstición. Pero fue también el periodo que vio la composición de la Letanía contra el Miedo y en el que fue compilado el Libro de Azhar, aquella maravilla bibliográfica que preserva el gran secreto de las creencias más antiguas.

El comentario de Ingsley es quizá el único posible: «Fueron tiempos de profundas paradojas».

Durante casi siete años, sin embargo, la C. T. E. siguió trabajando. Y al acercarse su séptimo aniversario, preparó al universo humano para un anuncio histórico. En aquel séptimo aniversario, fue desvelada la Biblia Católica Naranja.

—Esta es una obra digna y significativa —dijeron—. He aquí cómo la humanidad puede adquirir la consciencia de sí misma como parte de la total creación de Dios.

Los hombres de la C. T. E. fueron calificados como arqueólogos de las ideas, inspirados por Dios en la grandiosidad de aquel redescubrimiento. Fue dicho que habían puesto a la luz «la vitalidad de los grandes ideales sepultados en el polvo de los siglos», que habían «reforzado los imperativos morales que surgen de la consciencia religiosa».

Con la Biblia Católica Naranja, la C. T. E. presentó el Manual Litúrgico y los Comentarios, un trabajo notable en muchos aspectos, no sólo a causa de su brevedad (menos de la mitad del tamaño de la Biblia Católica Naranja) sino también a causa de su ingenuidad y de su mezcla de autopiedad y autojusticia.

El inicio es una obvia llamada a los dirigentes agnósticos: «Los hombres, no encontrando respuesta a las sunnan (las diez mil preguntas religiosas del Shari’ah) se sirven ahora de la propia razón. Todos los hombres desean ser iluminados. La religión es el camino más antiguo y honorable a través del cual los hombres se han esforzado en discernir un sentido al universo creado por Dios. Los científicos buscan las leyes que regulan los acontecimientos. La tarea de la religión es descubrir el lugar del hombre en estas leyes».

En su conclusión, sin embargo, los Comentarios poseen un tono duro que anunciaba ya su destino: «Mucho de aquello que hasta ahora ha sido llamado religión contenía en sí una actitud de inconsciente hostilidad hacia la vida. La verdadera religión debe enseñar que la vida está repleta de alegrías gratas a los ojos de Dios, y que el conocimiento sin la acción está vacío. Todos los hombres deben recordar que la enseñanza de una religión sólo por medio de reglas y ejemplos ajenos es una completa mixtificación. Una enseñanza justa y correcta se reconoce fácilmente. Se intuye de inmediato, porque despierta en uno la sensación de algo que se ha conocido desde siempre».

Hubo una extraña sensación de calma mientras las prensas y las imprentas de hilo shiga trabajaban y la Biblia Católica Naranja se difundía a través de los mundos. Algunos la interpretaron como una señal de Dios, un presagio de unidad.

Pero los propios delegados de la C. T. E. revelaron lo engañoso de esta calma apenas volvieron a sus respectivas congregaciones. Dieciocho de ellos fueron linchados en el término de dos meses. Cincuenta y tres se retractaron en el término de un año.

La Biblia Católica Naranja fue denunciada como un trabajo producido por «la insolencia de la razón». Se dijo que sus páginas vomitaban llamadas a la lógica demasiado engañosas. Comenzaron a aparecer versiones revisadas, adaptadas a la intolerancia popular. Estas revisiones se basaban en simbolismos ya aceptados (Cruces, Medias Lunas, Plumas, los Doce Santos, Buda y cosas así), y muy pronto se hizo evidente que las antiguas supersticiones y creencias no habían sido absorbidas por el nuevo ecumenismo.

La etiqueta puesta por Halloway a los siete años de esfuerzos de la C. T. E.: «Determinismo Galactofásico», fue tomada ávidamente por miles de millones de individuos, que interpretaron las iniciales D. G. como «Dios en Galeras».

El presidente de la C. T. E., Toure Bomoko, un Ulema de los Zensunni y uno de los catorce delegados que no se retractaron nunca de la Biblia Católica Naranja («Los Catorce Sabios» de la historia popular) admitió por fin que la C. T. E. había cometido un error.

—No hubiéramos debido intentar nunca crear nuevos símbolos —dijo—. Hubiéramos tenido que darnos cuenta de que no era tarea nuestra introducir incertidumbres en las creencias aceptadas, que no era tarea nuestra suscitar curiosidades acerca de la naturaleza de Dios. Cada día nos vemos enfrentados a la terrible inestabilidad de las cosas humanas, y pese a todo permitimos que nuestras religiones se vuelvan cada vez más rígidas y controladas, cada vez más conformistas y opresivas. ¿Qué es esta sombra que atraviesa el gran camino del Mandamiento Divino? Es una advertencia a la que resisten las instituciones, a la que resisten los símbolos incluso cuando han errado todo significado y es imposible concentrar en una única suma todo el conocimiento.

El amargo doble significado de esta «admisión» no escapó a los enemigos de Bomoko, el cual, no mucho tiempo después, se vio obligado a huir al exilio, con su vida dependiendo del compromiso de silencio de la Cofradía. Se dice que murió en Tupile, honrado y amado, y que sus últimas palabras fueron:

—La religión debe seguir siendo un medio que permita a la gente decirse a sí misma: «No soy el tipo de persona que querría ser». No dejéis nunca que se corrompa entre gente satisfecha de sí misma.

Es hermoso pensar que Bomoko había captado el valor profético de sus propias palabras: «Las instituciones resisten». Noventa generaciones más tarde, la Biblia Católica Naranja y los Comentarios se habían extendido por todo el universo religioso.

Cuando Paul Muad’Dib se detuvo con su mano derecha apoyada en el túmulo de piedra que albergaba el cráneo de su padre (la mano derecha del bendecido, no la siniestra del condenado), citó palabra por palabra del «Legado de Bomoko»:

—Tú que fracasaste, dite a ti mismo que Babilonia ha caído y que sus obras han sido derribadas. Yo te digo que el juicio del hombre aún no ha terminado, que todos los hombres permanecen aún en el banquillo de los acusados. Cada hombre es una pequeña guerra.

Los Fremen decían de Muad’Dib que era parecido al Abu Zide, cuyas fragatas habían desafiado a la Cofradía y había llegado un día hasta allí y regresado. Allá, usado en ese contexto y según la mitología Fremen, es el lugar del espíritu ruh, el alam al-mithal, donde todas las limitaciones han desaparecido.

El paralelo entre esto y el Kwisatz Haderach es evidente. El Kwisatz Haderach, que era el fin de la Comunidad Bene Gesserit a través de su programa genético, venía interpretado como «El camino más breve» o «Aquel que puede estar en dos lugares al mismo tiempo».

Pero puede demostrarse que esas dos interpretaciones derivan directamente de los Comentarios: «Cuando la ley y el deber religioso son una misma cosa, el yo encierra en sí mismo el universo».

Muad’Dib decía de sí mismo: «Soy una red en el mar del tiempo, entre el futuro y el pasado. Soy una membrana móvil a la que no puede escapar ninguna posibilidad».

Estos pensamientos son idénticos y recuerdan el Kalima 22 de la Biblia Católica Naranja, que dice: «Un pensamiento, sea o no expresado en palabras, es algo real, y tiene los poderes de la realidad».

Leyendo los comentarios del propio Muad’Dib, «Los Pilares del Universo» tal como son interpretados por sus fieles, los Qizara Tafwid, podemos observar cuáles son las correlaciones entre la C. T. E. y los Fremen-Zensunni.

Muad’Dib: «La ley y el deber son una sola cosa; así sea. Pero recordad esas limitaciones: nunca seréis completamente conscientes de vosotros mismos. Siempre estaréis inmersos en el tau Comunitario. Siempre seréis menos que un individuo».

Biblia Católica Naranja: idénticas palabras (Revelación 6).

Muad’Dib: «La religión participa a menudo del mito del progreso que nos protege de los terrores del incierto futuro».

Comentarios de la C. T. E.: idénticas palabras. (El libro de Azhar atribuye esta afirmación a un escritor religioso del siglo primero, Neshou, según una paráfrasis).

Muad’Dib: «Si un niño, una persona no adiestrada, una persona ignorante o una persona alocada causa problemas, es fallo de la autoridad que no ha sabido prever o prevenir estos problemas».

Biblia Católica Naranja: «Todo pecado puede ser adscrito, al menos en parte, a una nociva tendencia natural que es una circunstancia atenuante aceptable por Dios». (El Libro de Azhar hace remontar esta sentencia al antiguo Taurah).

Muad’Dib: «Tiende tu mano y toma lo que Dios te da; y cuando te sientas saciado, alaba al Señor».

Biblia Católica Naranja: una paráfrasis con idéntico significado. (El Libro de Azhar le da un sentido ligeramente distinto tomado del Primer Islam).

Muad’Dib: «La ternura es el inicio de la crueldad».

Kitab al-Ibar de los Fremen: «El peso de la ternura de un Dios es aterrador. ¿Acaso Dios no nos ha dado un sol que quema (Al-Lat)? ¿Acaso Dios no nos ha dado las Madres de la Humedad (las Reverendas Madres)? ¿Acaso Dios no nos ha dado a Shaitán (Iblis, Satán)? ¿Y acaso no hemos recibido de Shaitán el sufrimiento de la velocidad?».

(Este es el origen del dicho Fremen: «La velocidad viene de Shaitán». Consideremos: por cada centenar de calorías producidas por el ejercicio —la velocidad— el cuerpo evapora alrededor de seis onzas de sudor. La palabra Fremen que significa transpiración es bakka, o sea lágrimas, y en cierto sentido puede traducirse por «La esencia de la vida que Shaitán exprime de vuestras almas»).

La llegada de Muad’Dib fue calificada como de «religiosamente tempestiva» por Honeywell, pero la tempestividad tenía poco que ver con todo esto. Como dijo el propio Muad’Dib: «Estoy aquí; así pues…».

Sin embargo, para comprender el influjo religioso de Muad’Dib, no hay que perder nunca de vista un hecho: los Fremen eran un pueblo del desierto habituado desde hacía generaciones a vivir en un ambiente hostil. No es difícil caer en el Misticismo cuando cada instante de supervivencia debe ser duramente ganado. «Estáis aquí, así pues…».

Con tal tradición, el sufrimiento es aceptado: quizá como un castigo inconsciente, pero aceptado de todos modos. Y hay que hacer notar que los rituales Fremen liberan casi completamente los sentimientos de culpabilidad. Esto no era necesariamente debido a que para ellos ley y religión fueran idénticos, haciendo de la desobediencia un pecado. Sería más exacto decir que los Fremen se libraban fácilmente de cualquier complejo de culpabilidad debido a que su propia supervivencia cotidiana exigía decisiones brutales (a menudo mortales), que en un medio menos hostil hubieran provocado en quienes las aplicaban sentimientos de culpabilidad insoportables.

Esta sin duda fue una de las principales razones de la gran incidencia de las supersticiones entre los Fremen (aún sin tener en cuenta la contribución de la Missionaria Protectiva). ¿Por qué el silbido de la arena es un presagio? ¿Por qué hay que hacer el signo del puño a la salida de la primera luna? La carne de un hombre le pertenece y su agua pertenece a la tribu… y el misterio de la vida no es un problema que hay que resolver, sino una realidad que hay que experimentar. Los presagios sirven para que uno recuerde esto. Y, puesto que uno está aquí, puesto que uno tiene la religión, finalmente la victoria no podrá escapársele a uno.

Tal como la Bene Gesserit había enseñado a lo largo de los siglos, antes de entrar en conflicto con los Fremen: «Cuando religión y política viajan en el mismo carro, y el carro es guiado por un hombre santo viviente (baraka), nada puede detenerlo en su camino».

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