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Tercera parte » Capítulo XXXIV

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Mientras tomaban una copa de coñac, después de la cena, Cannon le dijo a Fitz que todos los altos ejecutivos de su empresa estaban entusiasmados en relación con el proyecto. Agregó que había discutido la posible extensión unilateral de los límites marítimos de tres a doce millas con su equipo jurídico y que todos los miembros del equipo se habían mostrado de acuerdo en que no cabía la menor posibilidad de que eso se llevara a efecto. Todos los tribunales lo rechazarían, sin duda.

Fitz tenía poca o ninguna fe en los tribunales internacionales cuando tenían que enfrentarse al poder. De todos modos, se sentía satisfecho por haber cumplido con su deber: había advertido claramente a Lorenz, que era como ahora llamaba al presidente de la «Hemisphere Petroleum», a petición del propio Cannon. No era cuestión de Fitz el señalar que, si la Armada británica, en combinación con las Fuerzas Aéreas iraníes, decidían no permitir que la «Hemisphere» pusiera una plataforma para extracción petrolífera en el mar frente a Abu Musa, dicha plataforma jamás se alzaría sobre las aguas y el taladro nunca descendería hasta el fondo de las mismas.

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