Drive

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El mejor trabajo que le dieron a Driver fue el remake de

Camino de odio. Dos tercios de la película transcurrían al volante. Aquel Chevy del 56, con Driver dentro, era la verdadera estrella de la película.

La producción fue una de aquellas cosas que encajan sin saber por qué, dos tipos sentados en un bar, hablando de sus películas favoritas. Eran hermanos, y habían rodado un par de éxitos de taquilla destinados al público adolescente. Bastante raros, los dos, pero buenas personas. El mayor, George, era el que daba la cara, el que se ocupaba de los aspectos de producción, buscaba el dinero y esas cosas. El pequeño, Junie, se dedicaba sobre todo a la dirección. Escribían los guiones a cuatro manos, durante noches enteras, en los diversos Denny’s del centro de Los Ángeles.

Llevaban tres o cuatro minutos recordando escenas y réplicas de

Camino de odio, y los dos se quedaron en silencio a la vez.

—Podríamos hacerla —dijo George.

—Claro, joder, al menos intentarlo.

Al concluir el día siguiente, sin nada puesto sobre papel, sin ni una sola palabra del guión escrita, sin escaletas ni escenas piloto, ya se habían puesto en marcha. Algunos inversores se habían comprometido, un distribuidor, lo tenían todo. Su abogado había empezado a investigar los temas de derechos y permisos.

La puntilla definitiva fue que se pusieron en contacto con el actor joven de moda aquel año, que resultó ser un fan absoluto de Robert Mitchum. «Tío, pero si yo siempre he querido ser como Bob Mitchum», dijo, y firmó el contrato. Driver había trabajado en la película que lo llevó al estrellato. Ya entonces era un actor de mierda, y no había mejorado nada. Duró uno o dos años antes de que se lo tragara la tierra. A partir de entonces, aparecía a veces en la prensa del corazón. Había vuelto a la clínica de rehabilitación, volvía a estar listo para reaparecer, iba a participar como artista invitado en alguna comedia televisiva barata. Pero en aquel momento era lo más y, con él en el proyecto, todo el resto cayó por su propio peso.

Lo que mucha gente no sabe de la película original es que el Ford que usaron en la escena del choque tuvieron que fabricarlo especialmente. Le instalaron unos parachoques delanteros de acero, reforzaron considerablemente el chasis y la estructura, modificaron el motor para darle más potencia, y entonces se dieron cuenta de que no había ruedas normales capaces de resistir tanto peso y tanta velocidad, por lo que también tuvieron que fabricarlas especialmente, de goma maciza. Todos los coches de los malos que aparecían en la película eran de verdad. Eran de unos contrabandistas de licor auténticos que operaban en Ashevile, Carolina del Norte, y que se los vendieron a la productora. Con el dinero que sacaron se compraron otros coches más nuevos y más rápidos.

Driver era fundamental para la película, y casi todo el resto lo hacía Gordon Ligocki, un tío joven de Gary, Indiana. Llevaba un tupé de los cincuenta, un nomeolvides con

Tu nombre grabado en la placa, y hablaba tan bajito que tenías que pedirle que te repitiera la mitad de las cosas que decía.

—( ) —dijo el primer día mientras comían.

—¿Cómo dices? —le preguntó Driver.

—Digo que conduces bien.

—Tú también.

Siguieron ahí, los dos sentados, en silencio. Ligocki no paraba de beber latas de Coca-cola. Driver comía sándwiches y fruta, y daba sorbos al café, mientras pensaba que, si él bebiera tanto, la mitad de las veces tendría que interrumpir las escenas para ir a mear.

—( ).

—¿Qué?

—Digo que si tienes familia.

—No, vivo solo.

—¿Y llevas mucho tiempo aquí?

—Unos años. ¿Y tú?

—Va a hacer un año. En esta ciudad es difícil conocer a alguien. La gente te habla sin problemas aunque no te conozca de nada, pero nunca parece ir más allá.

Aunque durante uno o dos años pasaron ratos juntos, quedaban para comer de vez en cuando o para tomarse unas copas, aquellas fueron las frases más largas que le oyó pronunciar a Ligocki. Podían transcurrir noches enteras sin apenas nada entre el «¿Cómo te va?» y el «Hasta la próxima», algo con lo que los dos se sentían cómodos.

Aquella fue la película más difícil en la que Driver participó. Y también la que más le divirtió hacer. Para una secuencia en concreto, tardaron casi todo el día. Se metía por una calle a todo gas, se topaba con un control y debía pasar entre unos muros. Tenía que levantar el coche sobre dos ruedas, sin volcarlo, por lo que la velocidad y el ángulo debían ser perfectos. En las primeras dos pruebas, volcó. A la tercera creyó que ya estaba, pero el director le dijo luego que habían tenido un problema técnico y había que repetir la toma. Cuatro intentos más tarde, lo clavó.

Driver no supo qué había pasado, pero la película no llegó a estrenarse. Tal vez fuera un tema de derechos, o alguna cuestión legal, podía ser un problema cualquiera entre un centenar. La mayoría de cosas que empiezan como películas jamás acaban rodándose. Pero aquella sí la hicieron, y era buena.

Vete a saber.

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