Dreamcatcher

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Prólogo

Traté de abrir los ojos pero sentía un peso encima.

Toda mi fuerza se desvió a mis párpados y no ocurría nada.

Me arropaba como una tela espesa sofocando todos mis sentidos, no podía hablar, escuchar ni ver.

No sé cuánto tiempo había pasado luchando pero estaba al borde del colapso… Cuando al fin una pequeña luz empezó a colarse en mi campo visual y recuperaba el resto de mis habilidades con una lentitud tortuosa.

“¿Qué pasa? ¿Dónde estoy?”

Intenté formular las palabras sin mayor éxito que un balbuceo incoherente. Me removí en el lugar donde me encontraba tumbada, notando el frío debajo de mí. “Esta no es mi cama”.

Tanteé apenas para notar la placa metálica debajo, parecía una mesa de carnicería y al notar esto despertó mi pánico.

“¿Qué demonios pasa?”

Mi visión borrosa comenzaba a divisar el espacio. Una habitación blanca cubierta de plástico transparente, una mesa metálica en la que me encontraba atada, estantes metálicos y bandejas  plateadas con instrumentos extraños llenaban el lugar. Me debatía entre una carnicería muy pulcra o un quirófano abandonado y al juzgar por las esposas que me mantenían cernida a la tabla, me iba por la segunda opción.

“Mierda”.

- ¿Cómo carajo llegué aquí?

Las palabras comenzaron a formarse lentamente, y dieron a entender más o menos lo que quería decir. No estaba segura de si alguien me escucharía, ni de quién me tenía allí, ni como había llegado… En realidad no sabía nada.

- ¿Hola? ¡HOLA! ¿Alguien por ahí?

Nada… Grandioso. Me revolví con más fuerza que antes para intentar zafarme, y sentí una punzada en el costado antes de lograrlo.

- ¡AH! ¿Pero qué mierda es esta?

Una cicatriz de unos 20cms atravesaba mi costado en diagonal, cosida muy rudimentariamente. “Eso va a dejarme una marca”. Más confundida que antes empecé a luchar y gritar como nunca, presa del pánico no me importaba si el causante de mi cortada me escuchara y me matara, lo único que necesitaba era salir de allí.

El sudor frío se apoderaba de mí, y la pequeña bata de quirófano que me habían puesto ya me había dejado casi desnuda por mi lucha.

“¡SAL DE AQUÍ YA, YA MISMO, SAL!” era lo único que pasaba por mi cabeza, y mientras pasaban los minutos (Que parecían días) Mi ataque de terror empeoraba, llevándome al borde de las lágrimas y las súplicas.

- ¡AYUDA! ¡SÁQUENME DE AQUÍ! ¡ALGUIEN QUE ME AYUDE! ¡AUXILIO!

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 1.

“Dr. Mitchell Brann, nº pasaporte o documento equivalente 80567943 y domicilio en Sevilla - España, teniendo conocimiento de que su solicitud se encuentra propuesta para la concesión de beca para el desarrollo de actividades en el Área de ciencias de la salud de la Universidad de Sevilla, comunica que acepta la autorización de la mencionada beca comprometiéndose a cumplir en todos sus términos y lo estipulado en las bases de la convocatoria…”

Aquiles cruzó en la esquina y empezó a correr hasta la cuadra siguiente.

Estaba demasiado cansada para seguir detrás de él así que simplemente me detuve.

- ¡Ya, suficiente! Haz lo que se te venga en gana. Rómpelo, cómetelo, tíralo a la basura si te provoca… Idiota.

El desinterés en sus niñadas siempre hace que Aquiles desista al instante de lo que sea que esté haciendo, cuando se aburre no es necesario montar batalla para quitárselo de encima, y yo conocía ese detalle perfectamente.

- Ya, está bien. Toma tu papel... Nerd.

- Idiota.

- ¡Estás de vacaciones!  ¿No puedes esperar al mes que viene para eso? Las pruebas de admisión son dentro de mucho.

- ¿Pruebas de admisión?

- Bueno esto dice “Universidad”, las pruebas de admisión se usan para poder entrar en la universidad. No puedes llegar diciendo “Hola, soy la Srta. Perfección, tienen que darme un cupo”.

“¿Universidad?”

- Sigue en tu papel de sabiondo estúpido, esos son los que más sufren en las películas de terror.

- Sigue planeando todo lo que vas a hacer en la vida, así será más divertido verte vendiéndote en una esquina.

“Ud. Fue aceptada para desarrollar actividades académicas en el área de la salud de la Universidad de Sevilla, en calidad de inmigrante se proveerá la aprobación necesaria para la legalización de su estadía como estudiante…” bla, bla, bla. Aquiles tendía a tomarse las cosas muy a pecho y todavía no le había comentado sobre ese pequeño detalle. Ups.

En fin, uno de mis sueños se había cumplido y desvanecido con la rapidez de un rayo, así que igual era una tontería. Sin el dinero suficiente para costearme la vida al otro lado del charco mi oportunidad se fue por el WC.

Me dieron la idea de una beca (Cosa que hizo más que aceptable la idea que mi mamá me había metido en la cabeza desde que tengo memoria, “Buenas notas o no vuelvas a casa”), pero  desafortunadamente no soy la única que desea estudiar, conocer el mundo, y emborracharse en otro sitio que no sea la plaza al final de la calle.

Para el momento en que comencé a revisar organizaciones que financiaban a “Estudiantes excepcionales, con un récord impecable de notas, presencia, elocuencia y apto para el cambio cultural” (Algo así se leía en la mayoría de los folletos y páginas web) ya era muy tarde. Las que seguían vigentes recibían la aplicación de más de 3000 mil personas y sólo financiaban a una o dos… Imposible.

Perdí mis esperanzas y por eso no consideré darle la noticia a mi amigo más viejo… Y necio, no era necesario.

Ese día mi mamá (Que investigaba tanto o más que yo acerca de las becas) llegó a casa con un sobre y se asomó a mi habitación. No me saludó, ni siquiera me miró. Sólo depositó un sobre en mi escritorio y me miró fijo hasta que me levanté a ver por qué demonios tenía esa cara nauseabunda “¿Al fin le habían enviado los papeles del divorcio? ¿Nos iban a quitar la casa? ¿Tengo cáncer?” Probablemente no era nada de eso pero observar a mi madre sin palabras es algo inusual y despertó un pánico irracional en mi cabeza. Aquiles venía detrás de ella (Normal en él, ya que se tomó en serio desde hace mucho tiempo lo de “Mi casa es su casa” y se presentaba sin  avisar cada vez que podía).

- ¿Lo vas a leer o prefieres que te golpee hasta que te provoque leerlo?

- No sé que me asusta más, que no hables o que lo único que hayas dicho hasta ahora sonara un poco en serio.

- ¡EVAN!

- ¡Ya voy, ya voy! Calma.

Me enderecé en la cama, apagué el iPod y me dirigí hacia el sobre. No alcancé a ojear lo que decía porque en el momento en que lo tomé en mis manos Aquiles, se adueñó del sobre y al ver mi expresión colérica “MIS COSAS NO SE TOCAN, Y MENOS CUANDO NO SÉ QUÉ ES” Se lanzó por las escaleras hasta salir al patio. “¿En serio tengo que perseguirlo? ¿En serio?”

- ¡NI SE TE OCURRA ABRIRLO, INÚTIL, TE GOLPEARÉ!

- ¡Primero alcánzame, idiota!

Un vecino, un amigo, un hermano… Nuestra relación era un poco complicada y ponerle una etiqueta tomaría mucho trabajo así que ignorábamos las designaciones, pero a veces se tomaba en serio lo de la hermandad y no desperdiciaba una oportunidad para hacerme la vida cuadritos.

- Eh, ¿Por qué dice España el sobre?

- Si me dejaras ver el sobre quizá podría entender qué demonios es, no veo con rayos X.

No quería contarle sobre la Universidad, de todas formas no podía asistir. Sólo quería el sobre para desecharlo junto a la pila de papeles desperdiciados que tenía sobre el escritorio, todos referentes a la misma Universidad y que ya no tenían validez alguna porque… Bueno, porque era pobre Jajaja… Jaja.

Tomé el sobre y observé las siglas pertenecientes a una de las organizaciones a las que escribí para pedir una beca.

“Ay no”

No sabía qué decirle a Aquiles y tampoco sabía qué tenía el sobre, nunca me habían contestado con una carta ninguna de las aplicaciones.

- Porque viene de España, supongo.

- ¿Te multaron en el viejo mundo? ¿O dejaste a algún iluso suspirando por allá? JAJAJA, era un chiste. ¿De cuánto es la multa?

¿Y ahora cómo le decía?

Debió notar algún gesto en mi cara porque comenzó a abrir el sobre. Se lo arrebaté de un manotazo antes de que pudiera leer y me lo guardé en el bolsillo trasero.

- ¿Sabes que no me importa quitártelo, verdad?

- ¿Sabes que te dejo estéril si lo haces, verdad?

Eso bastó para que diera tregua y me dejara regresar a casa, a mi habitación. Mi mamá seguía esperando en el mismo sitio dónde la dejé y cuándo entré adquirió la misma cara nauseabunda que tenía al llegar con el sobre.

- Te va a dar un infarto, cálmate. Un sobre pequeño nunca buena noticia así que no te emociones.

No dijo nada pero pareció relajarse un poco. A la que se le iba a crear un coágulo en el cerebro de los nervios era a mí, pero no iba a demostrarlo. Por más que haya intentado no ilusionarme fracasé, y finalmente cuando me daba por vencida, volvió una punzada en mi estómago. Hasta el más fuerte cae con esas puntadas de esperanza y yo no era precisamente Hulk.

“Keep it together, B”[1]

 

Conservar la calma era lo más prudente, pero mi frente empapada de sudor frío decía que mi “yo” interno pensaba diferente.

Me quedé parada viendo el “atrapa – sueños” que Aquiles me había dado por mi cumpleaños 16, con la expresión en blanco.

- ¿Entonces? ¡¿Qué dice?!

Su voz estaba 3 octavas por encima de lo normal.

“…, comunica que acepta la concesión de la mencionada beca comprometiéndose a cumplir en todos sus términos lo estipulado en las bases de la convocatoria…”

“Ehh…”

Sabía que la única manera de decírselo que conservaba un poco la posibilidad de que no me desterrara para siempre de su vida sería de frente. No sería un gran problema para muchos, pero para alguien que carece completamente de habilidades sociales, es un infierno hacer ese tipo de confesiones.

“Lo comprenderá, no seas estúpida. Ve a decirle y explícale que sabías que haría un alboroto antes de tener resultados y por eso esperaste… Sí, me va a odiar”.

Aquiles sabía tanto sobre mi vida que podría escribir una enciclopedia de 20 volúmenes con mis resbalones, secretos y no tan secretos. Quizá porque desde los 8 años rondaba mi casa a todas horas, situación que la mayoría del tiempo lo dejaba en el medio de todo. El divorcio de mis padres, las depresiones de mi madre, mi menarquía (Quizá ésta fue la más embarazosa y extraña de todas las circunstancias en las que hemos estado juntos, de esas que no se comentan y te dejan con un trauma incurable), mis caídas, mis despechos, mi todo. El formaba parte de mi todo, ese todo que comencé odiando rotundamente y que ahora sé que nunca quiero dejar atrás.

Los vecinos apostaban a nuestra boda, improbable pero entiendo porque algunos podrían pensar así. Nuestra relación era algo extraña, pero nos funcionaba. Siempre sería el vecino necio que no se va, y aunque las demostraciones de cariño mutuas eran prácticamente inexistentes, nos queríamos.

En fin, no sabía por qué, pero él era algo importante para mí. Y era el momento de poner las cartas sobre la mesa.

Lo dejaría dentro de poco, y no podía darme el lujo de perseguirlo por semanas para que lograra hablarme. Su terquedad era insoportable y cuando se sentía herido empeoraba.

- ¿Dónde estás?-

- M xtrañas?-

- Cállate, ¿Dónde estás?-

- N la plaza, el spañol t embarazó? Tendremos un bastardito en la familia?-

- Idiota, no te muevas, voy.-

- NO APLICO ABORTOS!!!!!-

Idiota.

- ¿Qué demonios haces aquí con este calor infernal?

- No hay tanto sol.

- ¡Claro que hay sol! Estás buscando un cáncer de piel donde no se te ha perdido.

- Exagerada.

Se levantó del banco de la plaza, el único que se encontraba en medio de la nada, sin árboles, techo, nada.

En medio de las jardineras, ya de color marrón por la sequía, destacaba más con su cabello negro azabache y su piel fantasmal, escena que lo hacía parecer un personaje de Tim Burton.

Se dirigió al pie del árbol más grande, donde la sombra abarcaba un espacio considerable y subió ambos brazos hasta la rama más baja. Su altura y delgadez se remarcaban con este gesto, lo que lo hacía parecer una aparición más que una persona.

- Te dije que  no atiendo abortos.

“Insoportable”

Tomé la rama suelta más próxima y se la lancé a la cara. La esquivó pero se sorprendió con mi rapidez. “Deben ser los nervios”.

- El papel era de la universidad.

“Ya. No hay vuelta atrás”.

- ¿Qué universidad?

- La Universidad de Sevilla. Apliqué cuando fui de vacaciones y me aceptaron.

Silencio. Para este momento Aquiles se había reducido a una mirada que no se desviaba de mí, cosa que me incomodaba muchísimo, pero no pensaba quejarme. Al cabo de unos minutos se limitó a ver la fuente seca y las hojas moverse con la brisa, absorto en sus pensamientos.

- ¿Cuándo te vas?

- Enero.

- ¿Cuándo comienzas?

- Marzo.

- ¿Te vas sola?

- Sí.

Me limité a contestar sus preguntas, que parecían programadas. Luego de que supo lo necesario se sacudió el polvo y se fue.

Al día siguiente todo volvió a la normalidad. Parecía no saber o no importarle que me fuera, seguía siendo el mismo indiscreto inoportuno de siempre. Tal vez era difícil para mí, porque me iba y para él era una situación más. Las semanas pasaron y el asunto no volvió a mencionarse.

Para finales de noviembre ya Aquiles se encontraba absorto en sus libros, preparándose para la prueba de admisión a Ingeniería en la central y yo desarrollando un papel mediocre como su tutora personal.

No sabía de números, matemáticas, física ni nada que pudiera serle útil pero a él siempre le había gustado mi manera de explicar y escuchar sus explicaciones, lo que me hacía su compañera perfecta.

- Repasa los vectores, estás dejando física y te vas a quedar lelo en el examen. Sabes que va a salir.

- Eso no va a salir, y si sale ya lo sé. La maldita factorización es la que me va a dejar en la ruina.

- No maldigas, y anda a comer algo.

Su facilidad para subestimarse lo llevaba al borde del colapso con el estrés, haciendo que se saltara comidas desde hace varias semanas, cosa que comenzaba a notarse. El fantasma que llevaba dentro salía cada vez más a relucir y su aspecto pasó de peculiar a preocupante.

- ¿Qué dice tu papá de tu cambió de residencia repentino?

Me sorprendió con el tema, venía esperándolo desde hace un par de meses pero la tardanza hizo que lo dejara de lado en mi mente.

- El sabe, mi mamá trató de comentárselo pero como de costumbre sus ataques coléricos no dejaron que terminara.

- ¿Por qué no le dices tú?

- Porque no hablamos, lo sabes.

- Hablan lo necesario, esto es necesario. ¿No crees?

Ese repentino cambio en defensa de mi padre era ilógico. Aquiles y él nunca se habían llevado bien y hasta los momentos sólo se saludaban cuando era demasiado evidente para evitarlo.

- ¿Y de cuando acá te importa tanto mi relación con mi papá? No pareció interesarte cuando chocamos el Toyota en la cerca de los Garmendia.

- No me importa, sólo decía.

- Pensé que ya no lo recordabas, nunca dijiste una palabra desde que te conté.

- Me lo contaste cuando todo estaba listo, no pensé que mi opinión importaba.

Cuando comienza a hablar así hay problemas.

- No quería que te molestaras o ilusionaras sin razón. Además, se tornó serio muy poco antes de decírtelo, era sólo un juego hasta entonces.

- Fuiste a Europa por eso.

- Igual iba de vacaciones a algún lado, lo sabes. Mi mamá tenía mucho tiempo esperando un viaje así.

- ¡Vaya viaje!

- Basta. No entiendo tu molestia. Pensé que quizá te entristecería que me vaya, pero sólo te molesta que no te haya dicho. Es por mi bien, no es que me voy a Europa a prostituirme y vender drogas. ¡Voy a estudiar!

- Que te vaya bien.

- ¿En serio es todo lo que tienes que decir?

- Sí.

Salí de allí y no volví a verlo.

Maletas.

Año nuevo normalmente pasa entre visitas de 5 minutos, frituras, música y mi papá con su invitación (Siempre rechazada) a la fiesta que dan en su compañía, a la que asisten principalmente mayores de 40 divorciados y secretarias en busca de un aumento. Este año si tenía una excusa verdadera, aunque no era necesariamente una mejoría del escenario.

Se acercaba el día y aunque la mayoría de mis cosas ya estaban en camino, todavía faltaba lo más pequeño, lo importante. Mientras desempolvaba fotos y guardaba CDs me encontré con el atrapasueños.  Aquiles se había tomado el tiempo suficiente para encontrar uno que no se viera cursi. Verde manzana era su tonalidad; ni muy grande ni muy pequeño. Era perfecto. Me acompañaba en mi habitación desde mis 16, y por supuesto me acompañaría allá.

Habían pasado varios días desde nuestro encontronazo en su habitación y de su desaparición de mi casa. Mi mamá ya me había preguntado y sólo le había dicho que estaba ocupado estudiando, lo más probable es que si se enteraba lo traería en contra de su voluntad y no era la mejor idea, él tenía que ceder.

- Mamá, ¿Dónde está el cinturón de cuero?

- ¿El marrón?

- El único.

- Creo que lo dejé en el porche.

“¿Ah?, ¿Qué demonios hacía en el porche?”

Mi madre carecía de la habilidad para organizar, pero ciertamente ya se estaba tornando ridículo.

Salí al frente y mientras rebuscaba detrás de los cojines en el sofá de la esquina escuché un ruido. Aquiles estaba allí, sentado con los codos apoyados en las rodillas, viendo los fuegos artificiales de los vecinos y bebiendo una cerveza.

- Te guardé una.

Estiró el brazo con la cerveza en la mano hacia mí. No volteó así que no la tomé hasta que me miró.

- Gracias.

- ¿Cuándo te vas?

- En tres días.

- No quiero que te vayas.

- Volveré.

- ¿Cuándo?

- No lo sé… Hablaremos.

- Lo sé. Igual no quiero que te vayas.

Nos quedamos allí viendo los fuegos artificiales.

Mi mamá llegó después con más frituras y un sweater para cada uno. Los sweaters de mi papá le quedaban algo grandes a Aquiles, pero a juzgar por su cara de alivio no le importó mucho. Fue el mejor fin de año, Con las dos personas que más quería en el mundo, comida, licor, chistes y anécdotas.

- Nunca olvidaré la cara de Aquiles cuando escuchó a Evan decirme…

- Cállate mamá.

El último día en casa me lo pasé escuchando covers de Matthias Harris y Passenger, en mi cuarto que ya no parecía tan mío.

Era un caparazón vacío que me hizo recordar el pasado, el presente y despertó ese miedo del futuro que venía evitando desde hacía meses. Dejar atrás esa habitación de 4x4 con el “mural” de diez colores que adornaba el espacio, las repisas en hierro forjado, y la ventana que daba vista al patio trasero de la casa de Aquiles era más difícil de lo que alguna vez pensé que llegaría a ser. ¿Desde cuándo yo era tan sentimental para esas cosas? “Hormonas… Deben ser las hormonas”.

Mi mamá había pasado toda la mañana haciendo un asopado de mariscos como sólo ella sabe, y de a ratos se sentaba conmigo en el piso de la habitación a terminar de organizar.

Ese ser sería el que más extrañaría, sin duda alguna. Ella y Alaín pensaban mudarse ahora que yo me iba, quedarse sola según ella no sería problema. Pero a mi saber, tenía mucho tiempo queriendo dar ese paso y evitándolo sólo por mí (A pesar de mi insistencia, Alaín era mi segundo padre y el que me apoyaba cada vez que lo necesitaba). Él la hacía feliz y eso me bastaba; sus principios exagerados eran los que no dejaban al pobre Alaín tener lo que siempre quiso con ella, una familia. Me costó convencerla, pero el hecho era que no tenía motivo alguno para seguir sola y al final cedió.

- ¿Cómo quedó?

- Salado, horrible, no vuelvas a cocinar eso… Dame más.

- Graciosa. Al viene por nosotras en dos horas, ¿Terminaste todo?

- Todo listo. Sólo me falta una cosa.

- ¿Qué?

Justo donde pensé que lo encontraría.

Estaba sentado debajo del árbol de la plaza, escuchando música, comiendo un sándwich y viendo la mudanza de los vecinos de en frente.

- Día de mudanzas ¿eh?

Por supuesto no volteó, los audífonos lo aislaban completamente de cualquier ruido y francamente la pereza que me despertó el asopado era tan grande que necesitaría la fuerza de todas mis fibras para poder gritar. Tomé una piedra del piso y le di en la oreja.

- ¡AU! ¿Por qué no puedes saludar como una persona normal?

- Porque a los raros no se les saluda normal.

- ¿Ya te vas?

- Sí, pero primero quería darte algo.

Lo había visto hacía un tiempo, y lo guardaba para su cumpleaños pero faltaba un mes para eso. Me parecía suficientemente importante la ocasión como para adelantar la entrega y a él pareció alegrarle eso. Era una caja pequeña y beige, con una cinta vino tinto haciendo un lazo en el centro. Siempre me habían gustado los envoltorios simples que se usaban hace muchos años, sin dobleces, papel, escarcha ni muñecos en 3D.

- ¿Qué es?

- Ábrelo.

- Dime.

- Que lo abras dije.

“Necio”. Comenzó a abrirlo y sacó el atrapasueños azul marino que le había comprado. Era más o menos del mismo tamaño que él mío, pero sin las plumas ni el colorido. “El regalo perfecto para cerrar el ciclo”, había pensado; soltó una sonrisa tímida al verlo y me abrazó.

Muy rara vez aquello sucedía, pero me abrazó tan fuerte que pensé que mis costillas iban a ceder. Luego aflojó, pero no me soltó.

- Buena manera que tienes de despedirte. Mi alma te va a extrañar.

- Eso suena desagradable.

- Suena más lógico así, ¿No eras tú la que decías que el corazón es sólo un músculo?

- Tienes razón… Me vas a hacer falta.

- Tú a mí no.

- Ok.

Quise zafarme pero no me dejó y continuó.

-No me vas a hacer falta porque no te dejaré en paz, te voy a extrañar porque no te tendré aquí para no dejarte en paz. Será más difícil molestarte, pero me propongo a lograrlo.

-Más te vale.

Y esa fue nuestra despedida.

Al terminó de subir las maletas al auto, nos llevó a mi mamá y a mí al aeropuerto y esperó con nosotras en el check in de maletas hasta su apertura para el vuelo.

- Quiero fotos, todos los días.

- Por supuesto Al. Una de cada pisada que dé, con suerte me encontraré un chicle en el camino.

- Me creé un Skype para que hablemos, y le creé uno a tu mamá también.

Tan pronto aprenda a usarlo te avisaré.

- Eso es una novedad, gracias Al.

En ese momento, regresó mi mamá con su café y las galletas de Al. No había dicho una palabra desde que nos montamos en el auto así que me tocó empezar.

- Entonces, me dijeron que tienes Skype.

- Eso lo hizo Alan, todavía no sé encenderlo siquiera.

- El skype no se enciende… Al te enseñará.

- Primero tiene que enseñarse él.

Al le dirigió una mirada burlona y un beso. En ese momento sus ojos se llenaron de lágrimas y me abrazó sin decir nada. Yo le correspondí y me quedé allí hasta que llamaron a las puertas del check in de maletas.

- Ya no pueden seguir conmigo.

- Lo sabemos… Por favor cuídate, avísame cuando llegues, ¿Tienes dinero para el taxi al llegar?

- Sí Al, por supuesto.

- Cuídese, tía.

- Pues claro, hombre.

Qué mal me salía el acento español, esa gente me iba a odiar… Pero Al sólo se rió y me alborotó el cabello en forma de despedida. Le dirigí una sonrisa radiante en cuanto se alejó y entonces vi a mi mamá.

Viéndome con lágrimas en los ojos como una niña que perdió a su perrito en un parque desde hace tres días y una sonrisa fingida.

- Te visito apenas estés instalada.

- Más te vale.

- ¿Llevas todo? ¿Sabes adónde llegar?

- Todo listo, mamá. Te quiero.

- Te…  veo por Skype, te lo prometo.

- Claro, te aviso apenas llegue.

Eso era más de lo que había conseguido de ella desde hace mucho tiempo, y estaba bien. Nos abrazamos por última vez y me dirigí hacia las puertas de embarque. Me invadieron las lágrimas, así que no miré atrás y me senté a esperar.

 

 

 

 

CAPÍTULO 2

Ocho horas de vuelo, check out de maletas y 3 paquetes de toblerone después, llegamos a Sevilla.

La terminal era un río tortuoso de gente. Nunca pensé que tanta gente abordara en Sevilla pero al parecer era un aeropuerto muy concurrido.

Di vueltas por varios minutos hasta encontrar la dirección a la estación de taxis y pasaron varios minutos más hasta que encontré a uno que me dio un precio razonable para llevarme.

El taxista fue muy amable (Cosa que no esperaba) y me indicó todo lo que debía ver antes de que me acostumbrara a la ciudad y la emoción de conocer pasara.

Según su misma experiencia al llegar a España cuando tenía 12 años se sintió tan o hasta más emocionado que yo. Conocer un nuevo mundo, nueva cultura, sociedad y lugares. Pero el pasar del tiempo lo retiró de ese propósito y con los años fue desvaneciéndose hasta observar lugares increíbles con indiferencia, y se dijo a sí mismo que no permitiría que eso sucediese de nuevo a los viajeros que se le atravesarán en el camino.

- La Giralda[2] es increíble, y las setas son una maravilla de la arquitectura. Pero lo primero que debe hacer es ir a la plaza España, su vida cambiará después de eso. Tanta belleza y perfección no se aprecia en todo el mundo, porque es diferente, es una máquina del tiempo anclada en la ciudad y si presta la suficiente atención, viajará a momentos que muy pocos pueden apreciar.

- Lo tendré en cuenta, de verdad muchas gracias. Y le prometo no aguarme antes de conocer, no me lo permitiré.

- Coja mi tarjeta, trabajo a todas horas y sólo estoy a una llamada de distancia. Acá es su parada.

- Vale, que tenga un buen día.

Un modesto conjunto de apartamentos se dibujaba ante mí (O como se dice acá, un conjunto de pisos) -“Tengo que acostumbrarme a este léxico”- Blanco y azul, con ventanas hasta el piso de madera oscura y un pequeño balcón delante de cada una rodeado de una cerca de hierro forjado negro. Algunas decoradas con cortinas y plantas, otra con una sillita blanca en una esquina y un par sin nada y con las ventanas cerradas. –“Una de esas debe ser la mía”-.

Me apresuré a abrir y observar en el intercomunicador –“8-B, 8-B… Aquí” El único sin identificación. Al parecer mi compañera de casa no había llegado aún, lo que me daba ventaja para escoger la habitación más grande.

El casero había estado de acuerdo en recibir mi montón de chatarra en el traslado (Claro, por una propina importante) lo que me quitaba una preocupación desde hace un tiempo, las cosas estarían arriba sólo esperando a ser desempolvadas. 

- A la mierda…

Supuse mal… Muy mal. Un caos de cajas desordenadas por toda la habitación, amontonadas y a medio abrir era lo que me esperaba. Parecía una escena de un robo perpetrado por flojos que vieron mucho trabajo y dijeron “Ay no, vamos a otra casa donde todo pese menos”.

- Puto conserje...

- Es un capullo, ¿Verdad?

La voz pareció salir de las paredes, me quedé helada casi sin respirar para escuchar. Venían ruidos desde una de las habitaciones.

- ¿Ah?

- ¿Qué?

- ¿¡QUIÉN ANDA AHÍ!?

- Relájate, mucho gusto. Me llamo Ludovica.

Salió una mujer de la habitación, era enorme y su semi afro la hacía parecer aún más alta. Usaba shorts deportivos fucsia y una camiseta negra.

La “roommate[3]”.

¿Ludovica? “El colegio debió haber sido un infierno para ella”.

Aunque después de observar su casi metro ochenta de estatura cambiaría de opinión.

Sabía desde un principio que compartiría el piso con alguien, pero nunca llegué a conocerla, sólo dije “¡Ese es!” al ver las fotos del lugar y al saber que sería una estudiante del extranjero, como yo.

- Mucho gusto, soy Evan. ¿Llevas mucho aquí?

- Llegué ayer, y puse la misma cara que tu al llegar. Nota mental: No se debe confiar en los conserjes europeos.

Pude observar el doble de los muebles que había enviado yo.

“Por supuesto, vas a vivir con alguien, ¿recuerdas?”

Y aunque no concordaban precisamente con los míos tengo que admitir que son fabulosos. Un sillón blanco, un puff fucsia, una mesita de café verde manzana muy moderna, varias lámparas, todas de distinto color y tamaño pero pude notar que fueron elegidas específicamente para unir el ambiente de distintos colores que había elegido. Todo impecable, contemporáneo y planeado.

No sé cómo integraría mi alfombra de cebra y mis muebles rojos y negros a la habitación, pero tenía un leve presentimiento que ella encontraría la manera de dejar todo a la perfección, inspiraba ese aire de control y resolución a leguas. Eso y el hecho de que estaba moviendo uno de mis muebles negros cerca de su puff fucsia.

Su acento marcado también llamó mi atención, algo de portugués se colaba en la conversación y por su mala referencia a los conserjes europeos en general, probablemente sea de Brasil. Y su cuerpo lo confirmaba.

“Una pelea con ella debe dejarme discapacitada por bastante tiempo”.

- También eres latina, tenemos algo en común. Cuéntame entonces, ¿Quién es Evan?

Refiriéndose a esa pregunta con dramatismo exagerado, recordándome un poco a Phoebe Buffay[4].

“No me tocará vivir con una amargada, punto para Sevilla”.

- Pues no hay mucho qué decir, hasta ahora debes haber descubierto que no soy muy buena decoradora, y estoy acostumbrándome al clima acá. Aunque por ahora no me parece nada mal. ¿Tú qué dices hasta ahora del lugar?

- A mí no me va tan bien como a ti, los taxistas no son nada amables y este clima no le va bien a mi cabello, gracias a Dios por la calefacción.

- A mí el taxista me trató muy bien, pero es latino así que tal vez no cuente.

- Presiento que los siguientes años de mi vida estarán llenos de extranjeros, porque la verdad los españoles no van conmigo. No puedo ser monótona, nunca, jamás.

Seguimos charlando toda la tarde, mientras desempolvamos los muebles y desciframos una manera de hacer encajar los dos ambientes tan distintos que habíamos llevado, todo al ritmo de Pablo Alborán y Maroon 5. Pablo en honor a España, y Maroon… Bueno porque es Maroon.

- Pues definitivamente no queda de otra que hacer dos ambientes, pero tenemos suficiente espacio. Usaremos tu sillón negro con mi sofá blanco y el puff para la sala, dejamos la alfombra con la mesa de café y las lámparas en este lugar, y el resto lo dejamos para el lado de la biblioteca y la televisión, ¿Te parece?

Nunca he sabido nada de decoración y sonaba algo extraño pero Ludovica ya había comenzado a mover muebles y se veía muy decida. Había comprobado que no tenía mal gusto así que no debería quedar mal, ¿no?

- Manos a la obra.

- Traje algo para inaugurar, no pensaba sacarlo si terminabas siendo una arpía pero ya comprobé lo suficiente. Además si me haces cambiar de opinión me iré al cuarto a acabármela yo sola.

Salió de la cocina (Donde el refrigerador, la cocina, platos y vasos eran los únicos artefactos desempacados) balanceando una botella de vino tinto y dos copas de plástico.

- Elegante.

- Hey, hey que estemos de mudanza no necesariamente quiere decir que tenga que dejar el glamour de lado… Bueno, el poco “glamour” que pude encontrar entre las cajas. Brindemos por la primera noche en Sevilla.

- Qué sentimental.

- No lo soy, pero ciertas cosas lo ameritan.

- Touché, salud.

Y una botella entera después de vino habíamos terminado de armar la sala. Increíblemente pudimos encontrar una manera de decorar que nos fuera a gusto a las dos, y acabó quedando muy aceptable el espacio. Mi Xbox y blu – ray con su televisor enorme eran el enfoque del lugar (Y una combinación ganadora, si me lo preguntan), sólo quedaba pintar, desempacar los detalles, CDs, cuadros y fotos… Además del resto de las habitaciones, pero logramos un progreso.

Al parecer, Ludovica llegaba desde Brasil en el mismo plan que yo, pero ella estudiaría en la escuela de arte de Sevilla. Su familia no tenía mucho dinero pero a ella le había ido bien como guía de turista en Rio de Janeiro. Además, su padrino era dueño de una industria muy grande de… algo en Sao Paulo, y la ayudaba en la mayoría de sus necesidades.

”Gracias padrino por el televisor”

- ¿Instalaste bien esta cosa?

- Sí, estoy segura. Así se instalaba en mi televisor.

- Tal vez no funcione con este.

- Tiene que funcionar, eso no tiene sentido. Estás segura que no desconectaste el… Enchufaste el blu – ray?

- Ehh… Jajaja.

- El vino está surtiendo efecto.

- Definitivamente. ¿Nos vemos una película? No tengo sueño.

Normalmente mi horario está invertido, pero con el Jet – lag las cosas cambiaron, eran las 12 y no tenía ni una pizca de sueño. Pusimos a rodar “El gran Gatsby” y a devorar la chatarra que nos sobró a ambas de nuestro viaje.

Tom Buchanan aparece en su enorme jardín sobre su caballo para saludar a Nick, y en ese momento suena el timbre del piso.

“¿Quién demonios visita a alguien a estas horas?”

Tal vez no debería abrir, a horas como está, nada bueno puede estar al otro lado de tu puerta… Pero pensándolo bien el edificio tiene seguridad y no se permite la entrada de extraños después de las 9pm sin el consentimiento de algún inquilino.

“Ah sí, porque debe ser muy extraño que viva un psicópata en tu edificio.” “¡Ya! Suficiente. Eso sucedía en tu país, acá no.”

Mientras, Ludovica me observaba con expresión curiosa, quizá porque no había disimulado que existía un combate en mi asamblea mental sobre si abrir la puerta o no. “¿Y por qué ella no abre la puerta? También es su piso”. Pero eso no pareció cruzarle por la mente.

Me levanté a abrir mientras Ludovica ponía la película en pausa.

Al asomarme por la mirilla observé a un joven al otro lado. “Parece inofensivo… Y somos dos. Ludovica puede con él.” Tomé la botella vacía de vino en una mano y abrí con la otra.

- Ehmmm… Hola.

- ¡Hola! Perdona lo tarde, pero he escuchado el televisor encendido y risas entonces no me he resistido a ver a los nuevos inquilinos… ¡Vaya inquilinos!

Y por supuesto, había olvidado que seguía en las fachas de la tarde. Las leggins y la camiseta que uso para ir al gimnasio eran más ajustadas de lo que normalmente usaría cualquier día y nunca las usaría juntas pero mover muebles por doquier requería de mínimo exceso de tela para no partirme un brazo en una caída por enredo. En fin, el mal estaba hecho y no podía salir corriendo a ponerme la vieja camisa de los Yankees que le robé a Al. Traté de ignorar su comentario y proseguí mientras Ludovica aguantaba las risas.

- ¿Vives en frente?

- Arriba. Pero trabajo de plomero a tiempo parcial en el edificio, así me evito el pago de condominio.

- Ah, qué bien. Mucho gusto en conocerte, soy Evan.

- Soy Leonardo, un placer.

- ¡Soy Vica, mucho gusto plomero!

- Claro, ella es Vica, mi compañera de piso. “Vica, mucho mejor.”

- Si se estropea la ducha, o se atasca algo en el lavamanos estoy para serviros. Pero avísenle al conserje que vengo, así le consta que trabajo y no me hago el tonto para no pagar.

- Por supuesto Leonardo. Te invitaría a pasar pero…

- No te preocupes, es tarde y tengo que llevar estas cosas a mi piso, antes de que se dañen. Que tengáis buenas noches.

Y siguió subiendo con sus bolsas de compras hasta el piso siguiente. Me quedé fuera para comprobar que de hecho vivía en el piso de arriba (Una ventaja, o tal vez desventaja de los apartamentos es que hasta el más mínimo ruido se podía percibir) y al escuchar la cerradura abrir y cerrar, entré a seguir con la película.

- Eres medio paranoica ¿sabías?

- Es un extraño a la medianoche tocando la puerta, no está de más chequear. Además, ni siquiera moviste un dedo para abrirle.

- ¿Y si era un asesino psicópata? No iba a arriesgarme, contigo como carnada podía correr.

- Idiota.

Al despertar Vica ya no estaba. Probablemente salió a correr “Psicópata, con este frío nadie en su sano juicio saldría a hacer nada”. En mi cuarto sólo estaba la cama armada, y me había quedado dormida en la ropa del día de ayer, me apresuré a ducharme y cambiarme para seguir en la faena. Armar el resto de mis estantes, sacar mi ropa y colgar las fotos dejando cuidadosamente una pared libre. Vica me había enseñado su trabajo en algunas fotos, y acordamos que la dejaría trabajar en una de mis paredes. Ya había comenzado con el resto del departamento y no pensaba protestar, honestamente todo estaba quedando increíble.

La verdad terminé mi dormitorio y la cocina mucho antes de lo que esperaba, y Ludovica no volvía. Limpié un poco y desempolvé el balcón. Coloqué unas sillitas blancas y una mesita a juego para decorar afuera (Y porque no tenía donde ponerlas) y al quedar satisfecha con todo me duché para descansar un rato. El atrapasueños estaba sobre mi cama, como siempre. Me quedé observándolo y pensando en cómo estarían todos en casa… En cómo estaría Aquiles.

Encendí la laptop y comencé a hablar con Alan, le había escrito que se conectara a esta hora para charlar y llevó a mi madre con él.

Al parecer todo estaba bien. Estaban planeando la mudanza juntos ya y pensaban conseguir un perro. Mi madre comenzó a llorar pero paró antes de que fuera demasiado obvio. Hablamos durante casi una hora sobre Vica, Sevilla y el departamento.

 

- ¿Y Aquiles? ¿Lo has visto?

- No cariño, no he estado mucho por la casa últimamente.

- Ehh… Vale. Saludos a la abuela y también a tu mamá Al. Nos vemos pronto.

- Hablamos Evan, no te pierdas, te queremos.

- Y yo, ¡Adiós!

Me quedé revisando el twitter y viendo videos por youtube, cuando observo “Aquiles se ha conectado” en skype. Dos segundos después suena una notificación.

“Hey, hasta que te apareces por acá.”

“Ya sé que tu vida sin mí es vacía y sin sentido”.

“Muy graciosa, atiende”

- No me he despegado de la PC desde hace dos días, mal Lina, muy mal.

- Te envié un texto apenas llegué, no seas melodramático.

- Sí pero no habíamos hablado.

- ¡Agua pasada! Ya estamos hablando. ¿Y la prueba?

- Sigo estudiando, es la semana que viene. ¿Y Sevilla?

- Perfecta, ya me he encontrado dos tíos guapísimos, me gané una bola de pasta y rebajé 10 kilos.

- Por supuesto, se te despertó el humor en el vuelo.

- Mi humor siempre está alerta, pero tú no lo aprecias.

- Claro, lo que tú digas.

Pude notar su atrapasueños sobre su cama. El azul marino resaltaba sobre la pared beige de fondo, y se veía casi igual al mío.

- Ah, entonces te gustó mi regalo de despedida ¿No?

- No podía ser mejor.

- Pero no me pidas nada de cumpleaños.

- Tacaña.

- Jajaja.

- Hablando en serio, si fue perfecto. Un pedacito de mí allá, uno de ti acá… Como si nunca nos hubiésemos separado.

- Como si nunca nos hubiésemos separado, salud por eso.

 

Ocho días después y ya el departamento comenzaba a sentirse como nuestro. Vica y yo dedicábamos las mañanas a pintar y ubicar todo mientras hacíamos una lista de lo que faltaba para salir a comprarlo en las tardes. Como había prometido al taxista, dejaba las noches para pasear y conocer los alrededores.

“Señor taxista, me alegro de haber seguido su consejo” pensaba mientras admiraba La Giralda y paseaba en las cercanías del lugar. Sevilla siempre me pareció un sueño, y nunca en mis 18 años hubiese imaginado que terminaría aquí.

Mi vida siempre fue simple, los únicos acontecimientos relevantes que sucedieron en mi adolescencia quizá fueron la separación de mis padres (Nada sorprendente por supuesto, porque emparejaría a cualquier par de personas en la calle, quien sea, pero nunca a ellos dos) y la pérdida de Downey, mi sharpay endemoniado que terminó bajo las ruedas de un camión.

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