Dreamcatcher

Dreamcatcher


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En fin, todo era tan normal y aburrido que siempre me aferré a la idea de que la vida gris que llevaba se mantenía así para equilibrar todo la locura desenfrenada, diversión, éxito y situaciones extraordinarias que viviría en un futuro. “Gran consuelo”.

Caminé hasta que sentí las piernas entumecidas del frío y regresé al apartamento.

- ¿Vica, me ayudas a colgar esto?

Aún estando sobre la cama no alcanzaba a poner el cuadro como quería, porque aunque era alta, los techos del viejo edificio me la jugaban de vez en cuando “los antiguos dueños deben haber sido familia de Michael Jordan”.

- ¡Vica! ¡Ven a ayudarme!

“Muy oportuna para desaparecer, como siempre”. Intenté estirarme y casi logro enganchar el seguro del cuadro al clavo, pero estar de puntas sobre un colchón no era tarea fácil y terminé cayendo hacia un lado, seguido por la estrepitosa caída del cuadro sobre mí.

- ¿Qué demonios te pasó?

- ¿Ahora si apareces? Quería colgar esto allá arriba pero la pared de 500 metros de altura no estuvo de acuerdo.

- Tenía los audífonos, déjame intentarlo.

Me incorporé y Vica tomó el cuadro en sus manos, dejando al descubierto mi atrapasueños en el borde de la cama, deforme y con hilos sueltos gracias al peso del cuadro.

- ¡Maldita sea! Grandioso, simplemente perfecto.

- Cálmate, los venden en todos lados.

- Sí, pero ese era especial.

- Las cosas suceden por una razón, quizá era muy feo para tu decoración.

- Graciosa.

Traté de abrir los ojos pero sentía un peso encima, toda mi fuerza se desvió a mis párpados y no ocurría nada. Se sentía como una tela espesa sofocando todos mis sentidos, no podía hablar, escuchar ni ver.

No sé cuánto tiempo había pasado luchando pero estaba al borde del colapso, cuando al fin una pequeña luz empezó a colarse en mi campo visual y recuperaba el resto de mis habilidades con una lentitud tortuosa.

“¿Qué pasa? ¿Dónde estoy?” Intenté formular las palabras sin mayor éxito que un balbuceo incoherente. Me removí en el lugar donde me encontraba tumbada, notando el frío debajo de mí.

“Esta no es mi cama”.

Tanteé apenas para notar la placa metálica debajo, parecía una mesa de carnicería y al notar esto despertó mi pánico.

“¿Qué demonios pasa?”

Mi visión borrosa comenzaba a divisar el espacio. Una habitación blanca cubierta de plástico transparente, una mesa metálica en la que me encontraba atada, estantes metálicos y bandejas  plateadas con instrumentos extraños llenaban el lugar. Me debatía entre una carnicería muy pulcra o un quirófano abandonado y al juzgar por las esposas que me mantenían cernida a la tabla, me iba por la segunda opción.

“Mierda”.

- ¿Cómo carajo llegué aquí?

Las palabras comenzaron a formarse lentamente, y dieron a entender más o menos lo que quería decir. No estaba segura de si alguien me escucharía, ni de quién me tenía allí, ni como había llegado… En realidad no sabía nada.

- ¿Hola? ¡HOLA! ¿Alguien por ahí?

Nada… Grandioso. Me revolví con más fuerza que antes para intentar zafarme, y sentí una punzada en el costado antes de lograrlo.

- ¡AH! ¿Pero qué mierda es esta?

Una cicatriz de unos 20cms atravesaba mi costado en diagonal, cosida muy rudimentariamente. “Eso va a dejarme una cicatriz”. Más confundida que antes empecé a luchar y gritar como nunca, presa del pánico no me importaba si el causante de mi cortada me escuchara y me matara, lo único que necesitaba era salir de allí. El sudor frío se apoderaba de mí, y la pequeña bata de quirófano que me habían puesto ya me había dejado casi desnuda por mi lucha.

“¡SAL DE AQUÍ YA, YA MISMO, SAL!” era lo único que pasaba por mi cabeza, y mientras pasaban los minutos (Que parecían días) Mi ataque de terror empeoraba, llevándome al borde de las lágrimas y las súplicas.

- ¡AYUDA! ¡SÁQUENME DE AQUÍ! ¡ALGUIEN QUE ME AYUDE! ¡AUXILIO!

Todo se volvió negro de repente.

Sentí la tela espesa sobre mí de nuevo, intentando luchar sin éxito con ella, hasta que me hundí en la oscuridad.

Quizá pasaron minutos, quizá meses cuando empecé a recuperar mi dominio; nunca pude diferenciarlo.

Al sentir que tenía algo de control comencé a luchar otra vez, puse toda mi fuerza en un revolcón que me lanzó de la placa metálica y me di de trompadas contra el suelo.

“¿Ah?”

El único problema con la situación fue que al abrir los ojos no estaba en el cuarto blanco con plástico, sino mi habitación.

“Maldita sea, una pesadilla”.

No recordaba la última vez que había tenido una pesadilla, mucho menos una que fuese tan real. Sudaba frío todavía y al ver por la ventana observé que era de noche aún, quizá de madrugada (O había pasado un mes, no lo sabía).

Me levante hacia el computador y vi que eran las tres de la madrugada del 12 “Sigue siendo hoy, al menos… Bueno, mañana”. En mi mente la noche de ayer seguía borrosa y no podía recordar el momento en el que había decidido dormir.

Lo último que recordaba era el cuadro cayendo sobre mí, que ahora se encontraba apoyado contra el mural aún sin terminar en el que trabajaba Vica. Debajo de la ventana estaba mi escritorio y sobre él se encontraba el atrapasueños roto.

- Tú como que de verdad funcionabas. Esa pesadilla hizo que te extrañara.

“Tus nervios están demasiado alterados, empezaste a hablarle a las cosas otra vez”

Despejé la mente con un vaso de agua en la cocina y observé a Vica dormida en el sofá. Quizá había estado viendo una película porque el blu – ray estaba encendido y la pantalla estaba en el menú de inicio de algo. Apagué todo y la dejé a que despertara por sí sola. Obviamente esa noche no pude dormir más, así que decidí hundirme en un libro de John Katzenbach.

El sol empezó a colarse por la ventana y sin más decidí comenzar el día. “De todas maneras no podré dormir”.

- ¡Wow! Alguien estuvo de stalker en las cuentas de Martha Stewart anoche.

- Si no puedes con ellos, ponte a cocinar… ¿O así no iba?

Las dos nos echamos a reír y nos sentamos en la isla de la cocina a desayunar. Había desempolvado las recetas que me había enseñado mi mamá cuando era pequeña y el mesón estaba lleno de huevos revueltos, tostadas, panqueques, malteadas de fresa, y frutas. “No he perdido el toque”.

- ¿Dónde aprendiste a hacer los panqueques así?

- Mi mamá. ¿Son insuperables verdad?

- Gracias, mamá de Evan. 

Los días pasaron como cualquier otro, entre reparaciones, pintura y música. Todo estaba casi en orden, a excepción de la ducha y su insistencia en desperdiciar agua.

- Será mejor que llamemos a Leonardo.

- Sí, ya la mancha amarillenta en la bañera se está volviendo permanente. Además, no estará nada mal verlo en acción… y mojado.

- ¡Vica! ¿Es en serio?

- ¿Qué? Ya uno no puede notar las virtudes de nadie porque empiezan los gritos.

- No te grito. Es que me sorprendiste, lo hemos visto una sola vez.

- TÚ lo has visto una sola vez.

Vica se echó a reír y me observaba con expresión maliciosa “¿En serio se estaba viendo con Leonardo sin yo darme cuenta?” Reconozco mis dotes de despistada pero no pensé que llegarían a estos extremos.

“Evan, sal de tu cabeza que te vas a volver loca”.

Obviamente entendía a Vica. Leonardo no era un hombre que se dejara pasar fácilmente sin darle siquiera una miradita pero ¡llevamos sólo dos semanas aquí! “La única lela que nunca piensa en los potenciales eres tú Evan, deja de sorprenderte”.

Siempre tenía una excusa: “Los exámenes no me dejan pensar en nadie”, “No quiero responsabilidades”, “No me gusta el compromiso”, cuando la verdad era que nunca nadie había llegado, simplemente así. Es muy difícil comprometerse con una idea, ya que lo único que se presentaba cerca era eso, ideas de alguien que estuviese ahí para mí y sólo para mí.

Deje de preocuparme por ello cuando perdí las esperanzas de que llegara y admití para mí misma que nunca iba a pasar. “Toda familia tiene una tía solterona, y esta vez te tocó a ti”. 

Algunas noches la aceptación se iba de paseo y me dejaba pensando en el futuro, en lo vacío que podía llegar a ser si esto realmente sucedía pero la mayoría del tiempo simplemente la idea estaba allí “Nunca va a pasar, y eso está bien. El mundo también necesita relleno”.

Como en las películas, yo sería una “extra” en el mundo, tomando café en el fondo o caminando por la acera donde los verdaderos protagonistas decían sus diálogos.

“En la próxima vida será”.

Dos horas después Leonardo llegó. Jeans, una camiseta gris con cuello en V y botas eran su vestimenta y venía ataviado con herramientas en lo que parecía ser una caja. La camiseta iba ceñida al cuerpo y se notaba lo muy en forma que estaba mientras caminaba por la sala.- “Suertuda Vica” -le dirigí una mirada mientras ella lo observaba fascinada sin disimular siquiera un poco, aunque creo que yo tampoco lo estaba haciendo. “Haz algo antes de que se dé cuenta”.

- ¿Quieres agua antes de comenzar? Al parecer ya habías empezado a trabajar y debes estar cansado.

- No os preocupéis… Evan ¿no?

- Sí, exacto. Pues cualquier cosa nos dices a Vica o a mí y estaremos a la orden.

- Gracias, Vica me mostrará dónde es la filtración.

Los dos intercambiaron miradas y se dirigieron hacia el baño. “Mostrar donde está la filtración, claro”.

Resolví no acercarme al baño a menos que fuese totalmente necesario, y aún así preferiría ir a una gasolinera antes de ver algo que no deseaba. Me encerré en el cuarto y puse música mientras charlaba con mi madre por skype, aunque sólo fue unos minutos porque debía ir a recoger unos muebles para su nueva residencia.

- Saludos a Al, dile que extraño sus sándwiches explosivos.

- Vale, besos nena.

- Igual nena.

Seguí viendo videos, escuchando música, y charlando banalidades con las amistades que había dejado del colegio mientras el cansancio se iba asentando en mi interior. Había olvidado que la pesadilla me había arrebatado casi todas mis posibilidades de descanso de la noche anterior. Me paré, cerré las cortinas y me quedé esperando el sueño. En un instante estaba en un profundo mar negro.

Algo me picó en la punta de la nariz.

Intenté estirar el brazo para rascarme, pero algo me lo impedía.

“¿Qué demonios?”

Mi cuerpo se sentía pesado y fuera de control, no controlaba mis párpados, que seguían cerrados mientras mi voluntad luchaba sin éxito por liberarse.

Intenté gritar pero no pude siquiera hacer un gesto. Era parecido a estar encerrado en una urna, o estar anestesiado sin haber perdido la conciencia. El desespero se apoderó de mí y lágrimas empezaron a correr de mis ojos, todavía sin abrir. “¡AYÚDENME! ¡AUXILIO! ¡SÁQUENME DE AQUÍ!” Cosa que sólo podía pensar porque mi cuerpo no respondía.

¿Por qué pedía que me sacaran? ¿De dónde tenía que salir? Entonces una voz resonó en otra de las habitaciones.

- ¡No puede hacerme esto! ¡Prometió que lo conseguiría!

Resonó la voz suplicante de una mujer.

- ¡¿Cómo entró aquí?! ¡Leví! ¡¿Dónde demonios estás?! ¡Sácala de aquí ahora mismo!

- Lo siento señor, escuché disturbios en la calle y salí a comprobar. Cuando me di cuenta ya había entrado.

- ¡No! ¡No puede hacerme esto! ¡Lo prometió!

Escuché vidrio romperse y cosas cayendo. La mujer gritaba sin cesar mientras al parecer alguien la arrastraba fuera de allí.

“Algo anda muy mal”

Comencé a sentir pánico y el sudor frío recorría mi espalda, mi cuerpo intentó liberarse sin éxito cuando escuché pasos dirigiéndose hacia mí.

- Las promesas no valen nada cuando el dinero falla, ¿Verdad preciosa?

Parecía dirigirse hacia mí pero era inútil tratar de contestarle. Se detuvo justo a mi lado y sentí su mirada sobre mí.

- Es una lástima que todas sean tan bonitas, una verdadera lástima.

De repente, un sonido como el que se produce cuando el odontólogo enciende sus artefactos empezó a resonar en la habitación.

“Esto está mal, muy mal”

Me hice presa del terror y traté frenéticamente de liberarme, pero era muy tarde. Una punzada se produjo en mi costado y algo comenzó a cortarme.

- ¡AAAAAHH!

Todo se volvió negro de nuevo. Desperté sobresaltada en mi habitación otra vez. Mi respiración era entrecortada, y a pesar del frío que hacía estaba empapada en sudor. Revisé mi costado y comprobé que estaba intacto.

“Otra pesadilla, maldita sea”

“¿Será la mudanza?” Dicen que puede ser traumático el cambio de escenarios, dejar todo atrás, bla, bla… Pero nunca pensé que podría llegar a afectarme así. Además, no parecía una pesadilla normal, puedo jurar que sentí como me cortaba lo que sea que estuviese usando ese hombre. ¿Y quién era él? ¿Por qué no podía verlo? Y la verdadera pregunta: ¿Por qué sigo soñando esto?

Era mejor que no siguiera pensando en ello. La sensación de no saber si habían pasado minutos o años se repetía y la necesidad de comprobar la hora fue lo único que me hizo levantarme y salir de la habitación.

- ¿Vica? ¿Leonardo?

Nadie contestó.

Me senté en la barra de la cocina y me quedé pensando otra vez sobre el vívido sueño que acababa de tener. Las pesadillas solían perseguirme cuando era pequeña pero mi madre siempre acostumbraba calmarme diciendo que no era real, y me lo repetía a mí misma debajo de las sábanas “No es real, nada es real” para conciliar el sueño nuevamente.

Vi el reloj de la cocina y marcaba las cinco de la tarde. Había dormido unas horas y no estaba totalmente segura de en qué momento había dejado de estar despierta así que no podía asegurar cuánto tiempo había pasado. Ese extraño sentimiento de confusión en el tiempo me invadía cada vez que despertaba de una de esas pesadillas.

“Quizá necesite un psicólogo”.

Aunque seguramente le atribuiría todo al estrés de la mudanza y se centraría en mi asamblea mental “No está bien hablar con tus 15 personalidades en tu cabeza Evangelina, no lo está”.

Sonaron unas llaves en la cerradura y el corazón me dio un vuelco. Un golpe asestó a la puerta y se repitió dos veces más. Me quedé congelada esperando, con el terror a punto de ebullición en mi garganta.

- Nos vemos mañana.

- Por supuesto, piel canela.

Escuché las voces juguetonas y las risitas de Leonardo y Ludovica en la entrada. El alivió me invadió y pude respirar con normalidad.

- Pero ¿Qué te pasa? Parece que viste un fantasma.

- Nada, es que pensé que seguías aquí y tu llegada me agarró fuera de base.

- El plomero terminó hace un par de horas y fuimos por un frozen yogurt en las setas.

- ¿”El plomero”? Después de la despedida que acabo de escuchar se me dificulta creer que lo trates de plomero.

- No niego nada, amiga mía. Pero es divertido seguir llamándolo así. “Plomero” ¡Grr!

- ¡Vica!

Nos echamos a reír y eso alivió la tensión que todavía seguía rondándome.

Vica y yo chismorreamos por un rato más hasta que se cansó de hablar del plomero sexy y decidí salir a otro de mis recorridos nocturnos por la ciudad.

- ¿Segura que no quieres ir?

- Mis CDs están en caos y no podré pegar un ojo esta noche si siguen así, mañana puede ser. Que tengas buenas noches nena.

- Buenas noches nena.

Mientras paseaba por la avenida de La Constitución y observaba la perfección de la arquitectura que formaba la catedral me di cuenta de la amistad tan rápida que había formado con Vica. Se me dificultaba eso de socializar y ella lo hacía muy fácil. A decir verdad, muchas cosas habían cambiado de mí desde que llegué a este país y presentía que muchas cambiarían en un futuro.

“Aunque es una suertuda de porquería. Tiene tres semanas en Sevilla y ya encontró a un ejemplo exacto del hombre perfecto”.

Detestaba mi pizca de envidia pero no podía seguir renegando de ella. Leonardo derretía al hielo más duro y seco que pudiese encontrarse en su camino, y eso sólo con una sonrisa.

No me malinterpreten, no quiero decir que me gusta,  pero envidio esa facilidad para encontrar a alguien que te estampe una sonrisa boba en la cara apenas entre en tu campo visual, cuando no te importa que te estén viendo ni quién te esté viendo, lo importante es que llegó.

“Sólo eso, nada más quiero. Alguien que pueda provocar eso en mí”.

Pero mi asamblea mental muy bien sabe que no va a suceder, y rápidamente esfumé esos pensamientos de mi cabeza.

“Todo el dinero del estado debería ir siempre a la arquitectura, estas estructuras no tienen precio”. Y aunque sabía que lo que pensaba no contaba con el mínimo atisbo de sentido común, igual quería que fuese así. Las calles iluminadas, los edificios antiguos, la increíble forma de los puentes, las calles y aceras con adoquines me tenían enamorada y mi ánimo volvió a subir. Tomé algunas fotografías y regresé al departamento.

Noté que todo estaba en silencio así que me deslicé por el pasillo hasta la puerta, abrí la cerradura y cuando estaba a punto de entrar escuché un ruido en las escaleras.

“Mierda”.

Una sombra se quedó inmóvil en las escaleras y me paralicé del miedo. No podía entrar ni correr, ni siquiera respirar. La sombra empezó a volverse más grande y en el momento en el que reaccioné era muy tarde.

- ¿Qué tienes Evan? ¿Has visto un fantasma?

“Últimamente veo muchos fantasmas donde no están”

- Lo siento Leonardo, me asustaste. No esperaba ver a alguien en las escaleras. “Hay un ascensor ¿Sabes?”

- Llámame Leo, perdona por asustarte. No me gusta tomar el ascensor, la claustrofobia me gana y las escaleras me mantienen en forma.

“Vaya que sí”

- No te preocupes Leo, ¿Tuviste algún problema resolviendo lo de la ducha? Noté que quedó como nueva.

- Para nada. Un poco de agua por todos lados pero Ludovica se encargó de eso.

Noté su sonrisa radiante al decir esto y no pude evitar comentar.

- Por tu cara veo que las cosas van muy bien.

- Notaste bien. Nunca había conocido a alguien tan interesante y sorpresiva como ella. Sé que es una locura y que ni siquiera debería pensar en ello, pero ella es de las que se conservan por mucho tiempo.

- ¡Wow! Pues les deseo la mejor de las suertes. No te consumo más tiempo, entraré porque me congelo, que tengas buenas noches Leo.

- Buenas noches… ¡Ah! Y antes de que lo olvide, le he comentado a Ludovica sobre una fiesta de los dueños de la compañía donde trabajo, quizá ya te lo ha dicho pero reaseguro tu invitación. Tengo disponibles varios boletos y la mayoría de mis amigos ya trabaja allí así que si deseáis invitar a alguien házmelo saber. Descansa Evan.

“Como si tuviera a alguien a quién llevar”

Después de hablar un rato con mi mamá me dispuse a acosar a Aquiles telepáticamente hasta que se conectara, y aparentemente funcionó.

 

- Hola colega.

- Good evening, captain.[5]

- ¿Cómo te trata la vida por esas tierras lejanas? ¿Ya comenzó a afectarte el salto al charco lejos de mí?

- Para nada. No pienso en ti ni un poquito.

- Mentirosa.

- Por supuesto que lo soy. ¿Y qué tal tú? ¿La prueba?

- Es mañana, Tom 10 segundos.[6]

- Lo siento, los días se me pasan como si no estuviesen en el calendario.

- Gracias a ti y tu ayuda en diciembre no me preocupa, lo tengo en la palma de la mano.

- Claro que no estás preocupado, por eso es que luces como si tuvieses 20 kilos menos y una adicción nueva a la cocaína.

- Gajes del oficio, cariño.

- Pues te deseo suerte colega, verás que serás la máxima puntuación.

- Si pones la lista de cabeza puedo terminar de primero.

- Gracioso, deja la negatividad. Te preparaste y aunque siempre reniegues de ello, sabes que eso da frutos.

Aquiles solía subestimarse más que cualquier otra persona que haya conocido en el mundo. Era brillante, pero su obstinación era su perdición.

- Ya es un poco tarde para ti, colega.

- Y absurdamente tarde para ti, Aquiles. Debe ser de día ya. Vete, y cuando regreses de tu examen que lo primero y único que llegue a tu cabeza sea contactarme.

- Por supuesto, captain. Hablamos más pronto que tarde, te quiero.

Y aunque nunca se lo había dicho mi conciencia me decía que estaba bien hacerlo estando a tantos kilómetros de distancia, de todas maneras, era verdad.

- Yo también te quiero.

 

E inmediatamente después de decirlo cerré el skype y apagué el computador. Su sorpresa tampoco lo había dejado decir nada así que aproveché ese momento.

Volví a ese horrible lugar.

El quirófano endemoniado con cortinas de plástico y perfectamente pulcro que había visto antes.

“Estoy soñando de nuevo”

El pánico golpeaba a mi puerta pero yo no lo dejaría entrar. “No es real. Es un sueño, no es real”. Seguía repitiéndome aquello mientras controlaba la respiración.

Ahora no me encontraba en la camilla metálica. Estaba suspendida en el aire, sostenida por las muñecas con cuerdas a un lado de la habitación con vista en primera plana a la tabla de metal que había conocido antes. “¿Qué mierda es esta?”

Me veía ahí acostada, con la misma bata quirúrgica que me habían puesto antes y lo que parecía ser dormida. “¿Ves? Es un sueño. Te estás viendo, es un sueño, un mal sueño”

Me seguí repitiendo esto esperando despertar, pero nada de lo que hacía parecía lograrlo. Mi “yo” acostada comenzó a removerse en la camilla, como una persona cuando tiene pesadillas “¿En serio tienes que ser tan irónica?” pero mientras se retorcía noté algo.

“Esa no soy yo”.

Su cabello y su color era el mismo que tenía yo, pero al voltear su cara vi que no era otra versión de mí. Era otra mujer puesta en la misma situación en la que me había visto en otros sueños.

“Bueno… Me estoy volviendo loca”.

La chica abrió sus ojos desorbitados y comenzó a parpadear. Se veía tan confundida que me enterneció, sólo quería bajar de allí y abrazarla, decirle que todo estaría bien.

“Todo estará bien”.

Pero yo seguía sin poder hablar. Nada me lo impedía, no tenía una media enterrada hasta la garganta ni nada por el estilo, sólo no podía hablar. O mejor dicho, no podía controlar nada de mi cuerpo.

La chica clavó su mirada en mí con ojos como platos. Su mirada suplicante y llena de lágrimas me recorría de arriba abajo y cuando notó que estaba igual que ella (O peor, diría yo) se quedó inmóvil, mirándome con lo que parecía decepción y derrota. Volteó de nuevo hacia el techo y comenzó a llorar. Luchaba con todas sus fuerzas en contra de las esposas y trataba de gritar, las dos cosas en vano porque las esposas ni siquiera hacían un ruido y al parecer a ella si le habían metido una media hasta la garganta.

Ya el miedo no me invadía ni intentaba hacerlo, me sentía como un espectador en un juego de beisbol, y aunque la última vez que estuve en este lugar terminé siendo rebanada por un psicópata algo me decía que la pesadilla hoy no iba a ser protagonizada por mí.

“Palomitas por favor”

Escuché a dos personas hablar afuera, o quizá dentro. En realidad no sabía dónde estaba ni el tamaño del lugar, era una simple suposición.

Las voces comenzaron a escucharse cada vez más, hasta que al fin pude entender algo de lo que decían.

- Señor, han venido los “ayudantes” del Sr. Venturi. Dejaron un mensaje para vosotros.

- Lo que sea que dijeron no es de mi interés. Esos bastardos cruzaron la raya cuando acabaron con el parabrisas de mi auto.

- Señor… Puede que le parezca importante.

- ¿Qué? ¿Que su esposa va a morir? ¿Que me pagarán el triple si lo consigo ya mismo? ¿Que no quiero cometer un error? Lo he escuchado todo Leví, y no me asusta. Debió pensarlo mejor antes de querer joderme.

- Pero señor…

- ¡Está dicho Leví! Si vuelven por acá infórmale a los Señores que ya mis servicios no están disponibles para el Sr. Venturi. Y que si vuelvo a escuchar alguna mierda sobre su esposa o ver siquiera un mínimo rayón en mi Corvette, lo pagarán. Yo también tengo mis “ayudantes”.

- Sí, señor.

- Ve a tu lugar, Leví. Tengo un trabajo por terminar.

Un hombre de se acercó a la camilla donde estaba la “No yo”, la observaba con una sonrisa en la cara que no le llegaba a los ojos.

- Siempre tan lindas, es una lástima.

Después de decir esto tomó el brazo de la mujer, y le inyectó una sustancia que la dejó inconsciente en cuestión de segundos. Observé cómo se paseaba por la habitación, buscando algo entre las bandejas. Parecía un jugador de ajedrez pensando su próxima jugada.

No estoy segura de cuánto tiempo pasó, pero al cabo de un rato escogió algo que parecía un bisturí y se dirigió de nuevo a la camilla.

- Buenas noches, damita.

Vi horrorizada como extraía algo de ella.

“¿Un riñón?”

Luego el otro. Las imágenes llegaban a mí como retazos dispersos y al final observé cómo metía todo en una especie de cava metálica.

Cuando hubo terminado, desechó los guantes y se dirigió a un gabinete. Sacó un par de guantes más y se los colocó.

“Oh, mierda”

- Es tu turno, preciosa.

Desperté gritando.

- Esto no es normal. Aquí sucede algo… Estoy perdiendo la cabeza!!!!

No era el estrés de la mudanza, no eran las ansias de comenzar la universidad, ni un miedo escondido a la medicina. Dentro de mí estaba segura de que algo pasaba, o algo pasó.

“Esto sucedió. Ya sucedió y no estoy loca”

Mi cabeza iba a estallar y decidí salir a tomar aire, aunque por el pánico que todavía desprendía, mi cuerpo decidió primero que yo y al terminar ese pensamiento ya estaba trotando escaleras abajo.

Cuando llegué a la entrada del departamento no paré. Tampoco paré cuando llegué a la siguiente calle. Lo único que deseaba era huir y dejar esas horribles pesadillas atrás. Pero sentía que un letrero enorme con luces de neón atado encima de mi cabeza decía: “NO ES UN SUEÑO, PASÓ EVAN, PASÓ”.

Tenía que tomar una decisión ahora mismo. O pensaba que eran pesadillas y que realmente había perdido la cabeza, internarme en un manicomio y ver por una ventana sucia a la gente normal en resto de mi vida, O terminar de creer que era real (Más o menos) y que debía enfrentarlo.

- No es un sueño, es real.

Y seguí trotando hasta la biblioteca.

 

 

 

Capítulo 3.

Probablemente fue el pánico lo que me cegó para seguir adelante mucho después de recordar que no sabía dónde estaba la biblioteca. Tampoco sabía qué investigar, ni cómo. Quizá colocar: “Asesinatos de mujeres en cuarto lleno de plástico” en wikipedia no me iba a ayudar mucho.

Pero por alguna extraña razón seguí avanzando.

Aunque, quizá no era tan extraña. ¡Estaba soñando con asesinatos! La verdad es que no quería regresar al apartamento… Nunca.

Seguí trotando, ya no tanto por huir, sino porque necesitaba drenar la frustración que sentía. “¿Cómo demonios evitas algo que sencillamente sucede? ¿Qué no puedes tocar, impedir? ¡UGH!”

Comenzaron a llegar recuerdos de mi infancia, cuando las pesadillas formaban parte de mi vida. Eran tan recurrentes que, aunque seguían asustándome, ya no me sorprendían. Había decidido aprender a vivir con ello, porque ningún psicólogo pudo descifrar la razón de las mismas, ellos sólo comenzaban a darle vueltas al asunto y nunca dieron con un diagnóstico, no podían decir que estaba enferma porque mi manera de razonar era normal para mi edad en ese entonces. No tenía traumas, no tenía fobias, pensamientos extraños… Algunos hasta llegaron a decir que era “demasiado madura para mi edad” refiriéndose a ello como si fuese malo, y la causa de todo.

Mi madre se cansó de buscar la razón del problema y comenzó a lidiar con él como si fuese parte de la familia.

“¿Soñaste hoy?, ¿Qué soñaste?, ¿Sabes que no es real verdad?” Solía decirme todas las mañanas y algunas noches en que el miedo me invadía y la despertaba.

Pasó el tiempo así y se volvió tan normal que ya apenas lo tomaba en cuenta, hasta que cumplí 16.

Esa fue la primera noche desde que podía recordar que ningún sueño extraño rodeaba mi cabeza, todo era paz y no había sangre en ningún rincón de mi subconsciente. La sorpresa y el alivio a la mañana siguiente fueron indescriptibles. Bajé las escaleras como un rayo y le salté encima a mi mamá. “¿Qué pasa?, ¿Qué soñaste?, Sabes que no es real” repetía acariciándome el cabello mientras yo lloraba en sus brazos, pero lo que ella no entendía es que no estaba asustada. Por primera vez en mi vida no había despertado asustada y lloraba de felicidad, claro, ella no lo sabía porque no leía mentes y la emoción no me había dejado hablar. “¡NO SOÑÉ!” Pude soltar sollozando y gritando mientras su cara de desconcertada comprendía lo que sucedía, hasta que fue poco a poco tornándose en la cara más feliz que había visto en ella alguna vez.

Sonó una bocina a mi lado pero ya era muy tarde.

El hilo de pensamiento que estaba siguiendo me había distraído completamente de lo que hacía, y simplemente seguí trotando sin ver a los lados. Era muy temprano y no había casi autos en la vía, pero eso no impidió que tomara por sorpresa a un conductor distraído al que se le hizo muy tarde evitarme.

- ¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!

Trató de frenar pero no logró hacerlo a tiempo.

Intenté cubrirme la cara, pero todo sucedió tan rápido que al terminar este pensamiento ya estaba tirada en el pavimento delante del auto negro.

“Esto me va a doler mañana… Mucho”.

Había abollado el capó, por lo que podía observar desde mi lugar. El golpe del auto no fue tan fuerte, pero la gravilla incrustada en mi brazo y pierna derecha decían lo contrario. “Es el shock, no te muevas”.

- ¡Oh mierda! Mierda, mierda, mierda…

El conductor había abandonado el Peugeot negro y se encontraba mirándome inmóvil, repitiendo una y otra vez lo mismo.

“¿Y el no piensa ayudarme?”

- Mierda, mierda…

“No. No me va a ayudar”

Parecía más asustado que yo así que decidí no moverme para no causar más problemas. Podía mover los pies así que no había quedado paralítica ni nada por el estilo, pero no quería tentar la suerte y con un golpe así lo menos que necesitaba era sacudirme y dañar lo que sea que se hubiese mantenido bien.

“Y si así está él ahorita, no imagino su cara si llegara a quedar chueca”

En cualquier otra situación me hubiese quedado sin voz tras insultarlo sin parar, pero debía aceptar que era mi culpa. Las personas normales no corrían a las 5am sin ver a los lados… Y menos aquí.

“¿Y por qué yo corría a la biblioteca a esta hora?”

Definitivamente el terror obliga hasta al más cuerdo a tirar toda su compostura a la basura.

- Eh… Perdona, chico grosero. ¿Me llamas una ambulancia? No me traje el teléfono.

Absorto en sus pensamientos pareció reaccionar con mi voz.

- Oh, mierda… Digo, perdón. Perdona el vocabulario… Ya la llamo, ¿estás bien?

“No.”

- Estoy bien, pero llama a la ambulancia para asegurarnos.

- Me alegra que estéis bien… Estás bien. No te he visto, saliste de la nada y por más que he intentado no he podido esquivarte, estabais corriendo y…

- No te preocupes, no te voy a denunciar ni nada por el estilo.

- No me vais a denunciar, gracias…

- No pasa nad…

- ¿Gracias? No, ¡NO! ¡¿Por qué gracias?! ¡¿Por qué has corrido por el medio de la calle a esta hora?! ¡¿Tu madre no te ha enseñado a ver antes de cruzar?!

Su cambio repentino de humor me tomó desprevenida.

“¿Me está regañando? ¿En serio?”

Siguió murmurando quién sabe qué mientras se frotaba el cabello y llamaba a una ambulancia. Entre sus palabras entendí muchos “Inconsciente”, “Despistada” y “Psicólogo”.

“Sí viejo amigo, no te voy a discutir”

- ¿Puedes calmarte ya? No soy suicida, estaba distraída. Perdona por abollarte el auto.

- ¿Abollarlo? ¿Crees que me importa eso? ¡No me interesa el estúpido auto! ¡Pudiste haber muerto y yo hubiese terminado en una cárcel por el resto de mi vida porque TÚ estabas distraída!

- Ok…

- ¡Y estás allí, como si nada hubiese sucedido! Eres increíble…

- Por si no lo notas Sherlock, no me muevo para no causarte más problemas… No quise acostarme a ver mariposas en el medio de la calle.

- Sarcasmo, muy oportuna…

- Cállate. Lárgate si te provoca. Sé que fue mi culpa pero el que terminó en el piso con grava hasta en la ropa interior no fuiste tú, así que cállate. La ambulancia está llegando.

- Tú cállate.

“Increíble. Este tipo es increíble”.

Quería portarse como mi padre pero un segundo después actuaba como un niño de dos años.

El dolor siguió aumentando así que no quise continuar con la discusión, sólo nos quedamos en silencio y cuando la ambulancia llegó les expliqué todo lo que había sucedido, me subieron en una camilla y lo vi acercarse a las puertas de la ambulancia.

¿Y tú adonde crees que vas?

- A acompañarte, ¿o es que crees que te voy a dejar tirada en una ambulancia?

- No, no. Estoy bien, te puedes ir.

- ¿Qué estás hablando? No te voy a dejar, deja de hablar estupideces.

- ¡Que no! ¡Te puedes ir! Lo juro que no te voy a acusar con nadie.

- Que no te voy a dejar, punto.

- ¿Y tu auto?

Se quedó mirándome fijo a través de sus lentes de pasta negra. Hasta ese momento no lo había notado pero no estaba nada mal. Iba a tratar de persuadirlo otra vez pero un gesto con la ceja proveniente de él bastó para que me callara.

- Está bien.

Sostuvo la puerta de la ambulancia hasta que la camilla estuvo dentro y la cerró.

En el camino la paramédico me dijo que lo más probable es que no tenía de qué preocuparme. No parecía tener nada roto ni me había golpeado la cabeza, pero me harían unos rayos X para asegurarse.

Unos minutos después, la ambulancia se detuvo y me bajaron en una entrada espaciosa, rodeada de paredes de ladrillo y coronada con un letrero enorme que pintaba en letras rojas “EMERGENCIAS”.

Antes de cruzar la puerta corrediza eché un vistazo a los lados y observé al chico grosero bajándose de su auto abollado y dirigiéndose hacia mí.

- ¿Qué haces aquí?

- Un placer verte de nuevo.

Los paramédicos encaminaron la camilla por el pasillo de la entrada y el chico grosero siguió caminando a mi lado.

- Perdona, no quería ser maleducada, es que pensé que te habías ido.

- No te dejaré sola en un hospital.

- Bueno, gracias…

- Pagaré lo que necesites.

- No es necesario.

- A juzgar por tu vestimenta, me parece que sí.

- ¿Por qué dices eso?

- Porque sólo tienes un chándal y una camiseta. ¿Cómo has podido salir a correr así, no te congelas?

Tenía razón, sólo llevaba las llaves colgadas del pantalón y un sweater delgado.

“Bien pensado, Evan”

- Digamos que no fue planeado.

- ¿Te perseguían? ¿Se terminó el agua caliente?  ¿Ha muerto alguien?, y perdona que haga tantas suposiciones, pero comprende que no existen muchas situaciones en las que una persona normal saldría de su casa así… Y dime por favor que no ha muerto nadie, porque me sentiré muy mal si es así.

- Nadie ha muerto, relájate. No sé, fue un impulso de momento.

Seguía observándome incrédulo y con mucha razón. Eso de impulso no era nada cuerdo pero quizá la historia de mis sueños era muchísimo peor. “Tengo pesadillas y por eso salí corriendo”. Si le decía aquello quizá hubiese pensado en llevarme a un sanatorio al terminar los rayos X.

Se frotaba el entrecejo lo que hacía subir y bajar sus lentes, gesto que lo hacía parecer un tanto gracioso… Eso hasta que se veía su expresión de preocupación, la cual me hizo reprimir una sonrisa.

Una hora después todo estaba listo, y me dieron de alta con un analgésico y heridas limpias esperando a cicatrizar.

- ¿Te llevo?

Su pregunta me tomó desprevenida y aunque lo menos que quería era caminar al departamento, no podía irme con él. “Es lindo, pero no lo conoces, no Evan”.

- No te preocupes…

- Insisto, te he abollado. Déjame llevarte.

- Me iré caminando…

- Te has vuelto loca, no lo harás.

- Adiós, chico grosero.

- No te irás así…

En cuanto dijo eso me dirigí hacia donde creía que estaba el apartamento, aunque en realidad no tenía la menor idea.

- ¡Está bien! Está bien, no te vayas conmigo. coge un taxi y yo lo pagaré. Te debo eso, al menos.

- No pasa nada de verd...

- ¿Podrías dejar de ser tan terca y coger el maldito taxi y no hacerme perseguirte en el auto hasta que te subas o llegues a tu apartamento?

Pobre, parecía más exasperado de lo que estaba cuando se dio cuenta que me había atropellado. Me cogió del brazo para que no siguiera avanzando y me observó con cara de “POR FAVOR HAZME CASO” y bueno, le hice caso. No sabía cómo llegar al apartamento y así él se quedaba tranquilo.

- Está bien, cálmate.

Me ayudó a entrar a un taxi pero antes de cerrar la puerta me miró por encima de los lentes con sus ojos color miel y me dijo:

- Ehh, este… Me llamo Ignazio.

- Evan.

- ¡¿Y a ti qué te ha pasado?!

Leonardo estaba en el departamento sentado en el sillón con Vica y fue el primero en reaccionar.

- ¿Dónde andabas? ¿Qué demonios te pasó? Tienes una pinta horrible.

- Cálmense los dos. Fue un pequeño accidente.

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