Dreamcatcher

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Vica y Leonardo me observaban de pies a cabeza esperando mi historia. Pensaba ignorarlos, pero quizás no era prudente. Vica podía ser muy insistente, demasiado quizá.

- Estoy bien. Estaba corriendo y me distraje.

- ¿Te caíste? No pudiste haberte caído, a menos que fuese de un edificio para quedar así.

Preguntó Vica. “No formes un drama Vica”

- Crucé sin ver y venía un auto…

- ¡Dios mío! ¿Estás bien? ¡Necesitas un hospital pronto!

- Ya fui. El chico que me atropelló me acompañó y pagó mi taxi de vuelta, aunque no sé por qué lo hizo si todo fue mi culpa.

- ¿Quién es? ¿De veras te envió en un taxi de vuelta? ¡Gilipollas! Había conocido imbéciles en mi vida, pero por Cristo que nunca uno así.

Vica empezó a despotricar por todo el departamento mientras caminaba en círculos. Se alejaba profiriendo insultos y volvía para comprobar que yo estaba en una sola pieza.

- No Vica, no es un imbécil. Yo no quise volver con él, no sabía quién era. Además sólo tengo raspones, no pasó nada.

- ¡Claro que pasó! Que agradezca al cielo ese imbécil de no haber sido yo la atropellada porque estaría tras las rejas. ¿Llamaste a la policía?

- Sólo la ambulancia. No era necesario, de veras fue mi culpa.

Y la discusión sin fin continuó hasta que me harté y me fui a mi cama. Quería descansar del accidente, de Vica y su escándalo novelero, de mí… De todo.

Me quedé dormida y volví a soñar.

- Tu turno, preciosa.

“Ya vas a despertar, pronto acabará”

Pero no fue así.

El destripador se dirigió hacia mí, tenía una mascarilla así que no pude ver su cara, pero algo me decía que sus ojos serían difíciles de olvidar. Esos ojos color miel me escrutaban con una paciencia insoportable, hasta que salió de su trance.

- ¡Leví! Necesito tu ayuda.

Apareció el mismo hombre moreno y alto que había visto antes, y se dirigió hacia mí sin intercambiar palabra con el destripador. Entre los dos me bajaron del lugar donde me habían colgado y me colocaron en otra mesa metálica al lado de la ya no tan asustada mujer que antes observaba. Parecía dormir y se veía tan pacífica, pero las manchas de sangre en su bata decían que no era así.

“¡Suéltenme! ¡Ahora mismo, imbéciles!”

Por supuesto no podía hablar, ni moverme. Ya lo sabía pero no podía quedarme allí, sólo mirando sin luchar.

Se acercó a mí rápidamente y tomó otro bisturí de sus bandejas. Me observó con detenimiento y pude divisar una sonrisa debajo de la mascarilla. Quería escupirlo pero mi “No control” de la situación y de mi cuerpo me lo prohibían. Me estaba volviendo loca eso de estar atrapada en mi propio cuerpo.

“Ya comprendo a Clay Beresford[7]”.

Sentí una punzada en el costado y el dolor me invadió.

“¡AHHHHH!”.

Y desperté de nuevo en mi habitación.

“¡Ya basta!”

Esto no podía seguir sucediendo, no después de tanto tiempo. Una de las situaciones más frustrantes de mi vida había resurgido de las cenizas en el momento menos oportuno y la impotencia se apoderaba de mí.

Tomé una almohada y la lancé a lo que pretendía ser la pared pero terminó cayendo en el escritorio, derribando todo lo que estaba arriba.

- ¡UUUUGGGGGH! -“Cáete edificio, ¡ES EL MOMENTO! Y que una viga me atraviese el cuello”-.

Me levanté a recoger todo, ya que no ganaría nada con destrozar mi dormitorio, y dando un vistazo de vez en cuando al techo buscando, bueno ya saben, vigas… Por si acaso. Y entonces lo vi: El atrapasueños de Aquiles.

El había estado conmigo desde mi cumpleaños 16, el día que Aquiles me lo había obsequiado… Y el día que había dejado de soñar.

“¿Será posible?”

Yo no era de las que creía en… Bueno, en nada, sólo en Dios. Pero también era de las que no creía en casualidades.

- Aquiles, necesito hablar contigo. Pronto, me avisas cuando estés al skype.

Había enviado el mensaje y me había quedado viendo mi cuadro de “La noche estrellada” de Van Gogh. Podía llegar a comprender sus sentimientos, viendo desde esa cárcel a la que llamaban sanatorio la libertad de las estrellas.

Yo tenía mi propia cárcel: Mis sueños. No podía controlarlos, ni salir de ellos. Debía enfrentarlos, quisiera o no, como una cárcel.

Tocaron a la puerta.

- Pasa.

- ¿Te sientes mejor?

- Sólo estaba cansada, en realidad no me duele nada y los raspones no son tan grandes.

- ¡Eso es grandioso!

- Siii.

Traté de sonar entusiasta, pero no lo logré ni a medias.

- Vaya ánimo, pero ya sé qué puede animarte.

Vica me observaba con ojos de perrito “Ay no”.

- ¿Qué quieres?

- ¿Yo?, ¿Qué te hace pensar que quiero algo? Sólo quiero que tú te animes, es por ti.

- Vica…

- Ok, ok. ¿Recuerdas la fiesta de la compañía a la que nos invitó Leo?

“Lo sabía.”

- La verdad no. Quizá fue el accidente, ¡Oh no, necesito un médico pronto, tengo amnesia!

- Eso no tiene nada de gracioso, pudiste haber muerto. Pero te lo dejaré pasar. Como te venía diciendo, es hoy la fiesta y Leo va a estar con todos sus amigos. El y yo sólo estamos divirtiéndonos pero creo que él se está yendo por otro lado, me ve con cara de… No sé, hambre. Como si fuese su dueña y necesitara mi permiso para comer, es extraño. Te necesito allá por favor, por favor.

- Vica, tuve un accidente hoy. De veras no quiero salir.

- ¡Pero te necesito! Eres la única que conozco acá, y Leo me mostró fotos de la fiesta del año pasado. Es increíble Evan, se parecen a las fiestas de Gatsby. Por favor, vamos.

Los “Por favor” siguieron toda la tarde, hasta que a eso de las tres le solté un “¡NO ME HABLES HASTA LA HORA DE LA FIESTA! Iré a ver qué me pongo” y Vica saltó de felicidad hacia mí, haciendo que me desplomara sobre el puff y luego la alfombra.

    

Las fiestas me gustaban, y me gustaba bailar, pero estaba molida del accidente y no pensaba poder siquiera moverme. Sin embargo ya tenía a Vica metida de cabeza en mi clóset buscando algo que ponerme.

- Puedo elegir mi ropa, ¿Sabes?

- Sí, lo sé. Y hasta ahora he notado tu buen gusto, pero quiero asegurarme.

No iba a discutir con ella, era inútil.

Terminé siendo muñeca de pruebas. Maquillaje, cabello, ropa, zapatos, accesorios… Pero no me quejaba porque había escogido muy bien.

- Por hoy no me voy a quejar…

Esperamos a que Leo bajara a buscarnos jugando en la Xbox. Vica llevaba leggins de cuero y una blusa negra ajustada con volados en las caderas (Algo parecido a un traje de gatúbela pero chic), con accesorios dorados y tacones de unos 15cms que la hacían parecerse a la torre Eiffel.

Yo en cambio llevaba un vestido verde esmeralda por encima de la rodilla con un blazer negro ajustado y tacones a juego, sencillo en comparación a Vica, pero me pareció bien porque cubría la mayoría de mis raspones y no me veía nada mal.

-Ponte esto.

Vica me entregó un brazalete ancho y dorado, muy parecido a uno que ella usaba.

- Creo que así estoy bien, V.

- Póntelo, Leo me dijo que debíamos usarlo.

- Bueno, está bien…

No parecía ir muy a gusto con lo que estaba usando pero me lo puse. 20 minutos después sonó el timbre y estábamos en camino.

“Incómodo” quizá no era la palabra exacta para describir ese trayecto al lugar de la fiesta en el auto de Leo. Susurros, miradas, caricias, risitas ocultas y demás pasaba entre ellos dos y yo parecía un foco de estadio en el asiento de atrás. Cada semáforo era una oportunidad para besarse y yo optaba por hundirme en mi teléfono y rezar porque se pusiera en verde antes de que me tocara salir corriendo de allí.

No podía entender la actitud de Vica. Entiendo que es pronto para pensar en compromisos duraderos, pero esa repulsión me desconcertaba.

Su cara embobada decía todo lo contrario a lo que predicaba así que después de todo quizá era sólo su manera de protegerse.

- Hemos llegado bellas damas.

Leo salió del auto y me propuse a salir justo después.

- ¡No! Espera un segundo.

Gritó Vica, razón que comprendí cuando observé a Leo abriéndome la puerta y ayudándome a salir. Su cara de suficiencia tenía escrito en la frente “MI NOVIO ABRE PUERTAS, JÁ” después de que las dos estuvimos fuera del carro. El lugar parecía un depósito con un estacionamiento enorme, un cubo negro con puertas negras sin ningún tipo de letrero se formaba frente a mí y decidí esperar a que Leonardo marcara el paso. Al llegar a la entrada, posó su mano en la cintura de Vica y me hizo un ademán para que entrara mientras sostenía la puerta.

El lugar no podía ser más diferente dentro de fuera, era la perfecta descripción de “Nunca juzgues un libro por su portada”.

Estaba lleno de decoraciones en azul cobalto, negro y dorado, semejante a los adornos de París en los años ’30. Los candelabros y las cortinas dominaban el lugar que se dividía en varios ambientes: La entrada con sofás y sillas, todos de diferente tamaño. Luego estaba la pista de baile en el centro del lugar, dominada por una lámpara de araña enorme en hierro forjado, de la que salían cadenas negras formando un techo del que colgaban la mayoría de las cortinas. Por último, se veían claramente las áreas restantes: La del bar a un lado, un área parecida a un restaurant y en el piso de arriba toda un área que asumía que era una especie de VIP.

- ¿Qué os parece?

- ¡Es increíble, Leo! Cuando llegamos pensé que nos traías a un depósito de repuestos.

- En realidad esto era un depósito, pero como nadie lo usaba los dueños decidieron arreglarlo para las fiestas que lanzan cada año.

Noté que la mayoría de las mujeres llevaba el brazalete dorado, y me di cuenta que era el pase de entrada. Leo llevaba una corbata dorada y cuando comencé a observar al resto de los hombres que estaban en el lugar comprendí que ese era el pase de ellos.

“Sofisticado”

- Venga y os presento a unos amigos. Ellos son Márquez, Andrade y Tamayo. Y ella es la consentida, Cosette.

- Un gusto en conocerlos a todos, soy Evan.

Tres hombres de más o menos 1.80m cada uno, todos con el mismo corte de cabello y color de piel parecidos. “¿Cuál es cuál?” y una chica con un cabello negro azabache interminable y unos ojos enormes que me saludaba con amabilidad. Todos portaban sus respectivos brazaletes y corbatas.

No habían pasado dos minutos cuando Vica y Leo se excusaron para “ir a saludar a los jefes” dejándome botada en el medio del grupo.

- Entonces Evan, no sois de por acá ¿no es cierto?

La chica me preguntó mientras yo pedía un vino tinto en la barra.

- No, vengo de fuera a estudiar. ¿Trabajas con Leo?

- No exactamente. Mi padre es el que trabaja en esta compañía.

- Vale, comprendí. ¿Pedirás un trago?

- No bebo, pero gracias. Entonces, ¿Has venido de chaperona?

- Algo así. Pero al parecer ya no me necesitan para nada. Quizá termine yéndome en un rato, si consigo un taxi por estos lados.

- Lo dudo. Pero no te vayas, eres la única mujer que no me habla de Joyas y de lo mucho que desean follarse a algún millonario de los que está acá.

- Jajaja.

“Ehh, ¿Qué hacen? ¡Vamos a bailar!”

Llegó uno de los tres chicos y nos llevó al centro de la pista.

“Pues no perderé las dos horas que tardé arreglándome, más vale que lo disfrute”.

No sé cuánto pasamos en la pista, pero tenía mucho tiempo sin bailar tanto. Todas las dolencias habían desaparecido así que me dejé llevar.

Mucho después, decidieron salir por aire fresco para contrarrestar el efecto del vino y los margaritas. No había rastro de Leonardo ni Vica por ningún lado así que me fui con ellos.

- Ehh, qué fiesta ¿No?

- Está asombrosa, y ustedes han hecho que la pase mejor, chicos.

- Un placer complacerla pequeña Cosette, pero con su permiso nos retiraremos. “¡The devil is coming[8]!”

- Corran por sus vidas, os cubriré Jajaja.

Tamayo señalaba hacia el edificio mientras el resto veía hacia el río. Volteé para observar al diablo, que venía con un traje negro perfectamente ajustado, una camisa negra y una corbata dorada, como el resto. Se veía guapo, hasta que observé su rostro y quedé inmóvil.

“No puede ser”

- Cosette, ¿Qué haces afuera? Está helado, entra ahora mismo.

- No tengo once, Nino. Además ya iba a entrar y no estoy sola.

Cuando Cosette dijo esto, él se giró para verme y puso una expresión muy parecida a la que debí haber puesto cuando lo vi.

- ¿Y tú no deberías estar en cama?

Me dijo frunciendo el entrecejo. Cosette nos veía con curiosidad y él seguía mirándome con ojos desaprobatorios.

“Qué nervios con este tipo. ¿Será que su madre lo único que le enseñó fue regañar?”

- Te dije que sólo habían sido raspones.

- A mí no me ha parecido así, pero los locos tienen su propia lógica.

- ¿Me llamaste loca?

- ¿Yo? Nunca haría eso con alguien que no conozco.

- Bueno chicos, al parecer ya se conocían y mi madre me está llamando. Vuelvo pronto, me esperáis aquí, no os mováis.

- No, Cosette…

Pero ya se había ido.

- Entonces, Te han abandonado en la fiesta.

- ¡No me abandonaron! Mis amigos están dentro.

- Y supongo que te están buscando.

Quería borrar esa sonrisita socarrona de su cara, pero la verdad es que tenía razón. Fui un saco de papas que trajeron para darle valor a Vica, eso es todo.

- Sí, soy patética, ¿Feliz?

- Pues, triste no estoy.

- Adiós.

- Ehh, pero no te molestes. Sólo he hecho una broma, además a mí también me han dejado solo.

- ¿En serio?

- No, pero eso te hizo sentir mejor ¿no?

- Eres un idiota.

- Me lo dicen mucho.

- Entonces idiota, ¿Ya le quitaste la abolladura al auto?

- Está como nuevo. No necesité mucho la verdad, si me hubieses roto el vidrio sería otra historia. ¿De dónde conoces a Cosette? Ella siempre evita a las mujeres en estas fiestas.

- Sí, ya me dijo la razón. La conocí al llegar. ¿Y tú?

- Debiste haber causa una buena primera impresión. Cosette es mi hermana.

“¡Oh!” Al observarlo bien, podía notar su parecido con ella. Sus ojos eran idénticos y tenían ese mismo aire de “Estoy acá por obligación”. Aunque los rasgos de Cosette eran más delicados, (El era más tosco, pero en el buen sentido de la palabra). Su nariz era prominente y sus cejas pobladas, pero la mirada seguía delatando su relación consanguínea. “Los ojos nunca fallan”.

- No lo sabía, Este mundo es pequeño.

- Y lleno de casualidades.

- No creo en las casualidades.

- ¿Ah no? ¿Entonces a que se debe nuestro encuentro?

“Ah, mierda”

- No lo dije por eso, es sólo que no creo en esas cosas.

- Por supuesto, pero quizá si exista una razón para que suceda todo.

- Puede ser.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo 4.

- ¿Adónde fuiste anoche? Te buscamos por todos lados.

- Me fui con mis nuevos amigos después que me botaron… Gracias, por cierto.

- ¿Nuevos amigos? ¿Y tú no me habías dicho que eras asocial? 

- Al parecer el jet lag hace milagros.

- Vaya, ¿y qué tal?

Quería contarle sobre el “Chico accidente”. No quería despertar otro arranque maternal en Vica pero por alguna razón no quería aguantármelo mucho más. “Sí Evan, el que te atropelló es un buen partido… La soledad te está volviendo loca”

- Varios. La cosa estaba en diferenciarlos, eran idénticos.

- ¿Verdad que sí? Parecían salidos de la academia militar. Hasta Leonardo se veía medio del montón en esa fiesta.

- … Y estaba el chico con el que me encontré temprano.

- ¿Cuál chico?

- El del accidente.

- ¿Y qué hacía ahí?

- Al parecer su padre trabaja para la empresa. Es el hermano mayor de la chica que nos presentó Leo, Cosette.

- ¡¿Nino Abruzzi?! Bueno, debo decir que mi ira hacia el chico accidente definitivamente se ha reducido bastante.

- ¿Lo conoces?

- Lo vi anoche, Leo me habló de él y Cosette.

- ¿Qué te dijo?

- Uy, ¿Desde cuándo tanto interés?

- Cállate, era sólo una pregunta. Si quieres no me digas.

- Ya relájate. Su padre es uno de los socios mayoritarios de la empresa, pero es el menor de los mayores. ¿Entiendes?

- No

- Quiere decir que de los accionistas mayoritarios, es el que menos poder tiene. Esa empresa es de familia y él es uno de los hermanos que la posee pero al parecer los otros son más codiciosos y compraron acciones adicionales, entonces el quedó rezagado.

Claro, su papá es jefe del vecino/Novio de mi compañera de cuarto.

“¿Por qué me extraña que me sucedan esas cosas? Digno de una película de Hugh Grant y Julia Roberts ¿no?”

El detalle es que yo no era Julia Roberts. Las películas sucedían porque alguien pagaba mucho para hacerlas pasar y yo no era ninguna productora de cine, así que adiós Hollywood.

- ¿Y cómo sabes todo eso? ¿Leo te contó?

- No. Leo me dijo que era su jefe y ya pero me dejó cinco minutos con un grupo de mujeres y en ese lapso de tiempo aprendí cuánto me costaría una cirugía de senos, cómo hacer sentir culpable a tu hombre para que te regale un auto nuevo y el expediente personal de todos los altos mandos de la empresa.

- Wow, qué productivo.

- En serio, esas mujeres son increíbles. Si hubiese ocurrido un incendio todas estarían formando una montaña de plástico derretido ahora mismo.

- Pues muy bien por eso, te lo merecías. ¡Me botaste!

- No parece que la hayas pasado tan mal, tienes cabello “Postfiesta”.

- No la pasé mal pero igual me botaste.

- Te lo recompensaré, te lo prometo.

El cojín que tenía entre manos le asestó muy bien en la cara -“Bien Evan, has mejorado la puntería”- Pero Vica no se quejó, simplemente me vio con ojos de perro arrepentido y se dirigió a la cocina.

“Entonces Nino y Cosette son hermanos… Interesante”

Ese tema seguía debatiéndose en mi cabeza. ¿Cómo era posible que cosas así sucedieran en la vida real? “¡Hollywood, deja de jugarme bromas!”.

Traté de alejar mi mente de ello con mi distractor principal: John Katzenbach. La sangre, los crímenes y el misterio me caían exquisitos siempre pero últimamente los sueños sangrientos han vuelto esa experiencia con John un tanto nauseabunda.

“Grandioso, ya ni con John puedo contar”.

Entonces me rendí con el libro y decidí salir ese día. Ya los recorridos empezaban cada vez más temprano, y no era mala idea intentar unas fotografías de día.

- Ehh Vic, me voy a dar una vuelta. ¿Vienes?

- ¡Ven acá primero!

Me acerqué a la cocina y vi una pizza de revista puesta sobre el mesón.

- ¿Cómo demonios hiciste eso tan rápido?

- Muy fácil.- Dijo Vica mientras sostenía una bolsa plástica donde se leía “Pizza fácil” – Te dije que te iba a recompensar, y no sé cocinar mucho así que confórmate.

- Se ve deliciosa, gracias. ¿Andas libre?

- Pensaba salir con Leo, pero más tarde. Iré a cambiarme mientras comes, ya yo me llené con las salsas y los chorizos que le puse a la pizza.

- Perfecto, más para mí.

Terminé la pizza, esperé 20 minutos adicionales a Vica porque es una obsesionada con el control y aunque salió casi igual de la habitación no le dije nada. Para ella era perfecto o nada, y decirle que seguía igual significarían 30 minutos más de la espera… “Mejor no”.

- ¿Lista?

- Perfecta, vamos.

Decidimos darnos una vuelta por la Avenida de La Constitución y pasearnos por las vías de del tranvía. La vista siempre es increíble en cualquier calle de Sevilla así que arrastré a Vica por todos lados para tomar varias fotos y enviárselas a Al y mi madre.

Vic es de las activas al ejercitarse y toda la cosa, pero no le dije exactamente que íbamos a recorrer medio Sevilla y ya comenzaba a matarme con la mirada mientras yo trotaba al lado de las bicicletas tratando de conseguir una foto.

- ¿Vas bien, Vic?

- Si me hubieses advertido que no usara tacones para la caminata estuviese perfecta.

- Te hubieses cambiado completamente si te hubiese dicho eso.

- Bueno… quizá no.

- Ajá.

- En fin, estoy cansada. ¿Podemos sentarnos?

- Vale, ya deja de quejarte. Vamos.

Ya estábamos cerca de uno de los puentes así que sugerí sentarnos cerca del canal, aunque creo que Vica no me escuchó, simplemente se quería desplomar en algún sitio donde no pareciera una mendiga. Ni siquiera me dirigió una palabra cuando vio un banco vacío, solo se precipitó hacia él y se dejó caer.

- Gloria a Dios y a todos los santos.

- Exagerada.

No había mucha gente por esos lados, sólo unas pocas personas caminando por la acera y una chica en medio del puente.

- Ehh Vic, ¿Esa no es Cosette? ¡EHH, COSETTE!

- Tu futura cuñada.

- Cállate.

Cosette volteó y nos saludó sonriendo. Vio hacia el horizonte de nuevo y se dirigió hacia nosotras.

- Lo siento Cosette, tú y Evan tendrán que buscarse otro banco. Encontré mi nueva cama.

- No os preocupéis, este lugar no es para andar sentado. ¿Nos damos una vuelta mientras tu amiga se recupera? Tiene una pinta “post – maratón” horrible.

- Todo es culpa de Evan y sus caminatas interminables por toda la ciudad sin pre – aviso. Si hubiese sabido que hacías esto todas las noches, me habría puesto ropa de gimnasia.

- Exagerada. Vamos Cosette, quiero sacar unas fotos antes de perder ese atardecer. Descansa, Vic. Ya volvemos.

- Coge un taxi Evan, yo pediré uno hasta el apartamento, no regreso contigo ni a sueldo.

- Vale. “drama queen”

Cosette y yo seguimos hablando mientras tomaba unas fotos desde el puente. La vista estaba insuperable con un atardecer rosáceo de película

“Esto le encantará a Al”.

- Entonces, ¿Qué haces por aquí?

- Esperaba a mi hermano, pero se ha retrasado. Estaba por acá cerca echándole un ojo a esa librería.

- Mmm.

- ¿De dónde has conocido a mi hermano? Me habéis dicho que eras nueva en la ciudad.

- Digamos que tuve un pequeño accidente y él me ayudó.

- Qué extraño. No suele andar por ahí.

- ¿Un ermitaño?

- Más bien aburrido.

- Interesante. En fin, creo que llegó.

El Peugeot ya sin rastros de nuestro primer encuentro se acababa de estacionar del otro lado del puente, y decidí que quizá era buen momento para irme.

- Te dejo Cosette. Espero que nos veamos pronto, cuídate.

- Ehh no, tú no te vas. Ven, te llevaremos a casa.

- ¡No, no! No te preocupes, iré bien caminando a casa.

- Tonterías, vienes con nosotros.

- No Cosette, de verdad no es nec…

- Por supuesto que no es molestia, vienes con nosotros.

Sonó la voz grave y severa de Nino detrás de mí. Llevaba una cazadora negra sobre una camiseta en V color vino.

“Ay Dios”

Los lentes de pasta negra remarcaban sus cejas pobladas y llevaban la atención justo a sus ojos color miel. “Demonios”.

- Está bien.

“Demonios, demonios”

Luego de haber escupido ese “Está bien” al verlo, no tenía vuelta atrás. Me quedé viéndolos a los dos, mientras Cosette se alejaba e Ignazio esperaba a que avanzara.

- ¿Amanecemos aquí? Me han dicho que es hermoso.

- ¿ah?

- Pues, como no te mueves me has hecho pensar que querías amanecer aquí parada.

“Idiota” Le dirigí una mirada fulminante y me encaminé hasta el carro, con él pisándome los talones.

- No necesito niñero ¿sabías?

- Contigo no se sabe, puedes salir corriendo al medio de la calle sin razón alguna y abollarle el carro a algún idiota.

- Eres insoportable.

Me hizo una mueca burlona sacando la lengua y se adelantó. Sentí el calor subir hasta mis orejas, lo ignoré y me dirigí a la parte de atrás del auto.

- Entonces… ¿Dónde vives?

- En el edificio…

- Vive en el edificio de Leonardo, Nino.

- Ah, vale… Cierto, por eso has ido a la fiesta de la compañía.

Dio vuelta en la esquina y se dirigió en dirección al edificio. Sevilla era mágica, a lo largo del día cambiaba sus tonalidades y en 24 horas puedes observar los matices que te hacen pensar que vives en 5 ciudades distintas… Simplemente mágico.

Me puse a pensar mientras observaba las luces de la ciudad por la ventanilla del auto, y recordé lo que acababa de decir Nino. Su tono fue un tanto desdeñoso. “¿Acaso no me quería allá? ¿Qué se cree?”

- Sí, ¿Algún problema?

Él y Cosette me observaron con desconcierto, quizá por la reacción tardía, pero ya era muy tarde para retirar la respuesta infantil. Nino debió haber pensado lo mismo porque su sonrisita socarrona me cegaba por el espejo retrovisor.

“Engreído”.

- Es por aquella calle, ese edificio…

- Gracias, sé dónde es. ¿Te molestaría acompañarnos a un sitio primero, Evan?

- ¿Un sitio? ¿Adónde? No creo que…

- Perfecto, sólo serán unos minutos.

Al parecer Nino no tomaba en cuenta la opinión de nadie. Cosette lo miraba con cara de “Nino, deja las tonterías” pero a él no parecía importarle. Quería mostrarse serio pero la diversión no abandonaba su mirada.

Pensé en protestar, pero no iba a servir de nada. Pasamos justo frente a mi edificio y seguimos avanzando, las calles relucían con esa luz nostálgica que delatan las farolas viejas y las bombillas amarillas de los postes en la vía. Ese ambiente le daba una calidez increíble a la noche y moría por intentar unas fotos entre esos paisajes perdidos en el pasado.

- ¿Puedes parar un momento?

- ¿Para qué?

- Sólo dos segundos, no me bajaré.

Su cara fue invadida por la intriga y Cosette se había limitado a ignorarnos hundiéndose en el teléfono, bajé la ventanilla mientras el aparcaba y disparé la cámara varias veces apuntando a la vereda, enfocando las hileras de farolas, los transeúntes enamorados, los grupos de jóvenes haciendo tonterías, los niños con sus triciclos y de fondo un cielo completamente negro. “Perfecto”.

- Ya.

- ¿Ya?

- Sí, ya.

- Está bien.

Retomamos la vía y a los pocos minutos aparcamos de nuevo cerca de un conjunto residencial.

- Pasa adelante.

- ¿Qué?

- Que pases adelante, no soy tu chofer.

En ese momento Cosette se bajó, y se despidió de ambos. Me dirigió una sonrisita de complicidad y se adentró entre las residencias. Subí al auto de nuevo y emprendimos camino otra vez.

- Bonito lugar, ¿Vive acá?

- Cosette y yo, nos queda cerca de la universidad.

- ¿Van a la misma universidad?

- Ella va a la escuela de arte, yo estudio Derecho, pero ambas quedan cerca de este lugar.

- Vale… ¿Me vas a decir de qué va todo esto?

Me miró, y pude notarlo dudando en su interior.

- Ya lo verás.

“¿Qué demonios le sucede a este tipo? ¿Qué hago yo en este auto? No sé quién es, podría hasta… ¿Me va a matar? ¡Pero en España la gente no mata, no así! Tienes que dejar de idealizar este país, Evan. Antes de que alguien te mate de verdad… ¿Y quién dice que eso no va a pasar hoy? Me van a matar”.

La paranoia se apoderaba de mí al darme cuenta que me encontraba en un auto con una persona que sólo había visto dos veces en mi vida, amigo de otras personas que no había visto hasta hace unas semanas. -“Oh mierda, mierda” -El pánico comenzó a invadirme mientras el silencio reinaba en el auto.

Mis manos sudaban y mi corazón latía rápidamente.- “Relájate, Evan. Piensa que es una cita. Si fuese una cita saldrías así con alguien después de haberlo conocido y sería perfectamente normal”.- Pero no era una cita, ¿Qué demonios estaba pensando al hacer esto? Las historias de amor surrealistas que me había estado leyendo a lo largo de los años me habían quitado toda capacidad de alerta el día de hoy, y la conciencia había vuelto muy tarde.

“¿Y si tiene que ver con los sueños? ¿Si esto era lo que me habían querido decir?”- Había pasado todo el trayecto tratando de desechar esa idea porque era imposible, absurdo y paranoico. Pero el silencio seguía siendo dueño y señor del lugar y ya había comenzado a hiperventilar.

- ¿Estás bien?

- Oye, creo que esto no es una buena idea…

- ¿Qué?

- Quiero regresar.

- Pero ni siquiera…

- ¡QUIERO REGRESAR!

La calma se había esfumado y el pánico ya estaba a flor de piel. Nino me observó con duda, frunciendo el ceño, sorprendido y observándome con detenimiento. No respiré esos interminables segundos, hasta que su expresión pareció entender y soltó una carcajada.

- ¿Qué te pasa?

- Espera un momento… ¿Estabas pensando que te haría algo?

- ¿Qué? No, es que estoy cansada y…

Su risa incontrolable no me dejó seguir y lo único que podía hacer era sentirme estúpida y removerme en el asiento esperando que se calmara.

- Ya, pues. Fue suficiente.

- Perdona, perdona de verdad. Es que me ha parecido muy gracioso todo eso. Quise disculparme contigo por haberte atropellado, no haber insistido en llevarte a tu edificio luego de salir del hospital, por ser un idiota en la fiesta… Por ser demasiado yo, a veces. Y cuando te vi con Cosette he pensado que podía llevarte a conocer una heladería que me agrada mucho. Debí haberlo aclarado desde el principio pero sabía que no aceptarías y nunca pensé que tu cabeza podría transformarme en un asesino serial.

- Discúlpame tú a mí, ando un poco nerviosa últimamente.

- ¿Por qué?

- He tenido unos sueños un tanto raros, o mejor dicho pesadillas y me tienen con los pelos de punta.

- Ah, vale. ¿Y de qué van?

- ¿Los sueños? Pues tonterías, no es nada. Pronto pasarán.

- ¿Segura?

- Sí, debe ser el estrés de la mudanza.

- Vale, aquí es.

Sabía que no era eso pero no podía decirle mis teorías conspirativas. No si quería conservar mi vida fuera de un psiquiátrico.

Miré por la ventanilla y observé un montón de mesitas de madera y hierro forjado, cubiertas por toldos de color vino y alumbradas por los faroles de la vereda lo que le daba ese toque nostálgico que tanto me gustaba. Un pizarrón hacía las veces de anuncio y señalaba la entrada de la heladería.

- Es muy bonito.

- Y la vista es increíble.

Nino señaló al otro lado del puente, el lado donde quedaba mi edificio y me fijé en que tenía razón. El agua se veía negra como la noche y las luces de los puentes y las aceras hacían una vista increíble… La había observado antes desde el otro lado, pero debo decir que este panorama no tiene nada que envidiarle a aquél.

- Ven, entremos.

Bajamos del auto y pasamos al interior de la heladería que tenía las mismas tonalidades color vino y beige del exterior, con ese aire italiano deambulando por ahí.

Un hombre bastante mayor se encontraba en la barra, usando una boina marrón que a decir verdad le quedaba muy bien, al verlo no podía evitar pensar en Santa Claus.

- Te recomiendo el de pistacho, me lo agradecerás.

- Bueno, veremos entonces.

- ¡Ignazio! Come stai, figlio mio?

- Tutto bene, e tu nonno?

Nino se acercó a la barra y el hombre que se encontraba del otro lado tomó su cabeza entre ambas manos y le estampó un beso en la frente. Nino irradiaba felicidad en ese momento y no pude evitar sonreír.

- ¿Quién es la chica hermosa?

- Es Evan, Nonno, una amiga de Cosette. Se merecía una disculpa mía y ¿qué mejor disculpa que tu helado de pistacho?

- A las mujeres no se les debe dar razones para deberles una disculpa, Graciela se molestará contigo si se entera.

- No se va a enterar, ¿Verdad, Nonno?

- Por esta vez… Entonces, querida: ¿Pistacho?

Se dirigió hacia mí con una sonrisa que le derretiría el corazón al más duro, y además contagiosa. Después de todo era inevitable sonreírle de vuelta al Santa.

- Por supuesto señor…

- ¡Qué mala educación! Mucho gusto señorita, mi nombre es Lázaro.

- El gusto es mío, Sr. Lázaro.

- Acá está su helado, Srta. Evan. Y espero verla de vuelta pronto.

- Por supuesto, Sr. Lázaro.

Esperamos el helado de Ignazio y salimos a comerlos en la orilla de la vereda. Hacía un frío increíble todavía pero era soportable, hasta placentero podría decir.

No dijimos ni una palabra por un rato, pero no era un silencio incómodo, simplemente las palabras no cabían en el momento que estaba muy bueno como para ser arruinado.

No era una cita, donde estás nerviosa la mayoría del tiempo y no sabes qué decir así que se tornó muy agradable pasar el rato con alguien que apreciaba los silencios, y la noche se transformó en una salida de amigos muy gratificante… Eso cuando los lentes no se cruzaban en mi campo visual.

- ¿Y qué tal la disculpa?

- Deberías atropellarme todos los días, este helado está brutal.

- Te lo dije, mi nonno tiene 40 años acá y nadie ha logrado superar sus helados.

- Lo quieres mucho, ¿Verdad?

- Es inevitable querer a tus abuelos, ¿o no Evan?

- Wow, no lo sabía. Tu abuelo es agradable.

- Mi abuela te caería muy bien también, ella hace los helados en la parte de atrás y el nonno se encarga de la barra. Son una máquina bien aceitada cuando están juntos.

- Ohh, no lo sabía. Qué afortunados son de tenerse.

- Nadie se merece más el uno al otro que ellos.

- Interesante…

- Y cuéntame, ¿Tus abuelos qué?

- Mi abuelo es el único que sigue en pie, los demás fallecieron antes de que yo naciera.

- Lo siento mucho.

- No te preocupes, con mi roble es suficiente.

Terminamos los helados, entramos a despedirnos y nos dirigimos al auto de nuevo.

- Muchas gracias. No tenías que hacer esto.

- Sé que eres nueva en la ciudad, y he sido muy grosero contigo.

Aunque fueses una loca suicida no debí tratarte así después de arrollarte.

- Gracias… Creo.

- Yo también soy nuevo acá. Antes venía de visita a ver a mis abuelos cada vez que podía, pero ahora me estabilicé para estudiar y cuidar a Cosette. Así que… Tienes dos amigos más acá para cuando lo necesites.

- Igualmente, y lo digo en serio.

Me dejó en mi casa y subí prácticamente en las nubes hasta el apartamento.

“Maldición, esos lentes”.

Y así como llegó despejé ese pensamiento en segundos. No podía empezar a pensar así, me había ofrecido su amistad y quizá podría terminar siendo una duradera si no me ponía a fantasear con pajaritos rosados. En estos momentos lo que necesitaba era amistades y Cosette y Nino parecían caídos del cielo para ello.

- ¿Y tú adónde fuiste?

- Fui con Cosette a comer helados.

Vica seguía con la misma ropa y los tacones hechos a un lado en el sillón. Una pequeña mentira no iba a hacerle daño, porque aunque tenía poco tiempo conociéndola había notado su tendencia a exagerar las cosas.

- Fue bastante largo el paseo.

- Sí, un día de estos le dices a Leo que te lleve y me traes uno de pistacho. Queda al otro lado del puente.

- Bueno, que tengas buenas noches. Sigo muerta por tu culpa.

- Buenas noches, drama queen.

El día de hoy fue el más impredecible de todos. No podía dejar de notar que estaba haciendo lo que nunca pensé que podría lograr: Rehacía mi vida a kilómetros de mi casa, y todo iba tan rápido que ya mi vieja vida se comenzaba a ver lejana.

Muchas cosas sucedieron, y muchas seguirán sucediendo porque ya este era mi hogar, por lo menos en mi futuro inmediato. Tenía que aprender a lidiar con ello y sacarle provecho. Había hecho amigos, me había instalado en mi nueva casa, ya conocía poco a poco la ciudad y el tiempo me gritaba desde lejos que así era la vida, continuaba aunque no lo quisieras.

Me recosté en mi cama, algo cansada pero no lo suficiente para que el sueño me invadiera. Observé el techo y el cuadro que tenía en la pared sobre mí. Mis cavilaciones querían imaginar la noche estrellada de Van Gogh, cómo habían sido en realidad pero en lo único que podía pensar mientras veía el techo de la habitación era en esos lentes de pasta negra.

  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 5.

Un escalofrío me recorrió toda la médula espinal y pude notar gotas de sudor escurriéndose por mi espalda.

“Maldita sea, otra vez”

Inmediatamente abrí los ojos y vi el techo de mi dormitorio nuevamente. El alivio recorrió mi cuerpo porque seguía estando en mi cuarto, hasta que el olor inconfundible a guantes de látex y alcohol me hizo notar que algo andaba mal.

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