Dreamcatcher

Dreamcatcher


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Observé alrededor. Era la misma habitación, pero ninguno de mis muebles se encontraba allí y en su lugar la carnicería del destripador había cobrado vida.

“¿Por qué demonios no había notado eso antes?” Quizá el pánico había distraído mi sentido de la razón, pero ya no me sorprendían las pesadillas.

Empecé a recordar las pesadillas de mi niñez. Me era imposible dormir en el auto, en hoteles y en general, en cualquier lugar que no fuese mi casa. Y no porque en mi hogar no me atacaran las pesadillas, pero por lo menos era la misma una y otra vez, cosa que podía llegar a ser reconfortante en comparación a la sorpresa del horror desconocido que me esperaba en otros sitios.

“Todas las noches, me levantaba de la cama usando un camisón azul cielo, me colocaba unas pantuflas acolchadas de color rosa chillón y bajaba las escaleras a una velocidad de tortuga. Sostenía una vela a medio gastar para alumbrar mi camino por las escaleras chirriantes hasta la cocina y observaba por la ventana de la puerta hacia la casa de Aquiles quién sabe por cuánto tiempo, en silencio y abrumada por la nostalgia y la soledad. Siempre deseaba con todas mis fuerzas algo dentro de esa casa, alguien. Pero nunca supe quién, me sentía confundida siempre y la sensación de saberlo todo y a la vez nada me invadía todas las noches. Luego de observar, las lágrimas se deslizaban sin control por mis mejillas, abría la puerta del horno y encendía el gas.

En ese momento el pánico me invadía sin control, y al irme arrodillando rogaba a Dios que se acabara antes de llegar al fin… Pero nunca era así.

De rodillas frente al horno lloraba desconsolada y dirigía mi cabeza dentro de él, siendo sofocada casi inmediatamente por el olor a gas. Un último momento de lucidez extrema se apoderaba de mí, y me decía que no era correcto lo que hacía, pero siempre era muy tarde y terminaba entumecida, sumergiéndome en un sueño profundo hasta que la realidad volvía abruptamente a mí y despertaba para salir corriendo a los brazos de mi mamá”.

La misma historia se repetía cada noche y aunque me aterraba, se volvió un suceso rutinario, y el miedo nunca pasaba de parecerse al que todos sentimos cuando vemos una película de terror repetida.

Mi madre era comprensiva, pero mi padre siempre creyó que estaba loca y la razón definitiva por la que nos dejó fue esa. El nunca lo dijo, mi madre siempre lo negó, pero todos sabíamos la verdad.

La señora Garmendia siempre venía a casa a hacer té con mi madre. No era la actividad favorita de ninguna de las dos, pero con el tiempo se volvió rutina y cuando falleció, las tardes parecían vacías sin sus galletas de mantequilla y el té de durazno que hacía mi madre para las tres. Solíamos discutir sobre el trabajo de mi mamá, las dolencias de la señora Garmendia y mis notas en el colegio.

Un día, surgió el tema de los sueños y mi mamá, con mucha cautela, le comentó sobre mis sueños y el recurrente que tenía en esa casa. Al oír la historia ella fue adquiriendo un aire pensativo y cuando mi madre terminó de contar, la sorpresa se había apoderado de su expresión.

“¡Pero qué curioso! Así murió Marge, la antigua dueña de la casa, ¿Podrá ser que escuchaste esa historia alguna vez, nena?”

Pero ninguno de nosotros sabía eso. El resto de los vecinos eran nuevos, como nosotros, y la única que todavía vivía para contar las historias del pasado de nuestra calle era ella.

Al descartar un subconsciente atrofiado por el conocimiento de la historia tenebrosa que rondaba la casa, la idea se fue por el lado sobrenatural.

“¿Crees que tu hija sea vidente?” Logré escuchar luego de que me mandaran a ver televisión, pero mi madre agitaba su cabeza frenéticamente indicando un NO rotundo.

Esa conversación había quedado olvidada en mis recuerdos hasta el día de hoy. ¿Sería posible la conspiración que la vecina y mi madre habían armado durante el té?

Desde la sala pude escuchar. “¿Y si tu hija percibe cosas del pasado? He escuchado gente hablar sobre eso”.

Los pensamientos fueron interrumpidos por un sonido metálico, algo se había caído y me había traído de vuelta a la pesadilla. Seguía siendo tan real y mientras más recordaba esas conversaciones entre mi vecina y mi madre, estaba más convencida de que todo eso no era una coincidencia.

Seguía estando en mi habitación, era mi habitación. Pero algo horrible había sucedido en ella y cada noche revivían esos horripilantes acontecimientos en mi cabeza sin control alguno. Eso sucedía cuando estaba creciendo, pero por una extraña razón todo se había detenido en un punto, y al ver que no regresaba, los recuerdos malos se habían desvanecido hasta un rincón de mi subconsciente.

Los sueños eran reales, ya habían sucedido. Quizá 2 años atrás, quizá 20. Pero habían sucedido y me gritaban por ayuda en mis momentos de descanso.

Abrí los ojos y observé el lugar otra vez. Ya el pánico no me invadía porque sabía que todo iba a terminar. Pero el miedo seguía latente mientras al otro lado de la cortina, unas sombras se desplazaban tranquilamente de un lado a otro, haciendo ruidos metálicos, como un cirujano al inspeccionar su kit de cirugía.

- Señor…

- ¿Está lista?

- Sí señor pero…

- ¿Pero qué?

- ¿Está seguro de esto, señor?

- ¿Por qué demonios me preguntas eso? No es la primera vez, ni la segunda…

- Sí señor, es cierto pero nunca habíamos tenido tantos inconvenientes.

- Siempre hay inconvenientes, Leví. No seas paranoico.

- Sí, señor. Pero…

- ¡Por el amor de Dios, Leví! Termina de decir qué demonios te tiene así.

- Señor, ella es la hija de Víctor Shaw.

- ¡Oh por Dios! ¡Llamemos a la policía!... ¿Qué mierda te sucede, Leví? ¿Quién coño es Víctor Shaw y por qué debería preocuparme?

- Señor… El tiene reputación.

- ¡Ya basta! A mí no me valen reputaciones, a mi lo único que me vale es el repuesto que necesito. Que no se preocupe… Pronto tendrá a su nena de vuelta, con una refacción menos.

El silencio volvió a apoderarse de la sala, y sentí un río de sudor recorriéndome la espalda. Estaba inmovilizada en una habitación absurdamente fría con la mínima cantidad de ropa posible, y sin embargo el miedo se había apoderado de mi regulador de temperatura, haciendo que llamaradas subieran desde mi estómago a mi boca al ritmo de los latidos desenfrenados de mi corazón.

Trate de luchar pero mi estado de semi – control corporal hacía inútil mi esfuerzo. Mi corazón dejó de seguir un ritmo para convertirse en una banda escolar dirigida por el desastre.

El aire se volvía cada vez más denso y respirar me era imposible, la vida se me iba entre un montón de explosiones que semejaban flashes de cámaras en mi cerebro. Un dolor intenso se apoderó de la boca de mi estómago, como si me hubiesen golpeado con un montón de ladrillos y todo el aire que hubiese en él y mis pulmones se esfumase de mí. Mis órganos envasados al vacío trataban de recuperar el aire con desesperación, mientras los flashes aumentaban y un ruido ensordecedor como el que hace un micrófono cercano a un amplificador se apoderaba de mi audición.

La sensación era desesperante e insoportable. Segundos que parecieron una eternidad pasaron, hasta que los flashes, el ruido y los latidos fueron reemplazados por la nada. Mi mente se quedó en negro, colgando en un mar que tenía todo y nada a la vez. Mi corazón se agotó y pasó de correr sin sentido a dar unas últimas patadas desesperadas, hasta que paró.

Y desperté.

- ¡VICAAAAAAAAAAAAAAAAAA!

Quizá no era lo más prudente, y lo más probable es que me tildara de loca pero no podía seguir callándome esas pesadillas.

Las palabras de la señora Garmendia rebotaban en mi memoria de un lado a otro para hacerse notar y decirme “Hey, tengo razón”, pero eso era imposible. Para darle la razón tenía que dejar atrás todas mis creencias, y todo aquello de lo que siempre me burlé debía tomar partido en la realidad de mi cabeza.

“No, no puede ser”.

- ¡VICAAAAAA!

- ¿¡Pero qué coño te ha picado!? ¿Por qué demonios gritas así?

Vica entró a mi habitación en medio de la oscuridad. Su cara era un poema de insultos esperando a salir, y su cabello desenfrenado me decía que debía ser demasiado tarde o tal vez demasiado temprano para la gritería que había montado. No me había percatado de la hora antes, y al ver que el reloj marcaba las 3:24 de la mañana desee no haber gritado a la brasileña enfadada que tenía en frente.

- Mierda, la hora. Perdóname Vica, no se me ocurrió ver el reloj antes de gritarte. Vuelve a dormir.

- Cállate y dime que pasó. Y ya sé que eso es contradictorio pero son las tres de la mañana así que si dices algo te golpearé con la silla idiota que usas en tu escritorio de mierda.

- Bueno… Ya veo que no eres amante de las mañanas.

- No soy amante de las madrugadas. ¡Habla!

Se desplomó a mi lado en la cama y me arrebató el cojín rojo que tenía entre los brazos, se lo puso sobre los ojos y con las piernas en el aire giro su cara para observarme con expresión de “Habla, zorra”

- Está bien, cálmate. Tuve una pesadilla.

- Ok, tuviste una pesadilla… ¿Entonces?

- Tengo días teniendo la misma pesadilla.

- A mí me pasaba eso. Soñaba que veía un dulce delicioso en el medio de la calle, y corría a comérmelo.  Cuando lo terminaba me daba cuenta que era el dulce más grasoso y aparecía un espejo frente a mí. Me veía como la mujer más gorda del mundo. Entonces empezaba a llorar y mis sollozos hacían que se abriera un hueco hasta el centro de la tierra donde caía para quemarme por el resto de la eternidad.

De verdad recordaba eso con auténtico terror cosa que me causaba gracia, pero al observar su mirada fulminante mi sonrisa fue reemplazada por una cara de compresión. Algo falsa, pero le bastó.

- Bueno… Esa pesadilla es un poco extraña Vic. Pero no me refiero a ese tipo de pesadillas.

- ¿Entonces?

- Vas a decirme loca.

- Lo pienso desde hace bastante ya. A menos que estés soñando con violaciones infantiles o Jack, el destripador, nada me sorprenderá.

- Bueno, no es Jack exactamente pero…

Vica volvió a quitarse el cojín del rostro y me observó con cara de desconcierto. Al ver que hablaba en serio me prestó atención y se enderezó en la cama.

- Cálmate. No soy ninguna pedófila ni asesina en serie. Te lo diré pero si me envías a un sanatorio haré lo imposible por salir de allí para estrangularte.

- Adelante, cuenta que ya lo de asesina en serie no sería tan sorprendente.

- Desde pequeña, cada vez que me duermo en un sitio dónde ha sucedido un asesinato sueño con lo que pasó, y en esos sueños siempre siento lo que esas personas sintieron antes de morir.

La expresión de Vica cambió, pero no era la reacción que esperaba. En vez de aberración o shock, su cara denotaba algo de sorpresa, pero no la que se observa normalmente cuando cosas sobrenaturales surgen en la conversación “O la cara que yo hubiese hecho”. Me miró con curiosidad y sonrió.

- Eres vidente.

- No soy vidente.

- Eres vidente. No de las que tienen un tabaco encendido en un cenicero y una bola de cristal, pero eres vidente.

- Pero son cosas que pasaron, no soy vidente. Si acaso soy un reproductor de películas malas muy viejas que nunca llegaron a Hollywood.

- Eres vidente.

La sonrisa de Vica se hizo aún más amplia, y sin decir palabra se levantó de la cama y se fue a dormir.

“Perfecto”.

   

En la mañana un olor a tocino entró a la habitación, asumí que era Vica así que decidí pararme para ayudarla (Y ver si pensaba que estaba loca, o la loca era ella).

- Maldito frío.

Tenía las piernas dormidas por el frío y mi torpeza entumecida me hizo tropezar con el escritorio. El atrapasueños de Aquiles seguía allí, esperando su rescate y con apariencia de cachivache de venta de garaje. Quise tomarlo entre mis manos y escribirle a Aquiles, pero un mensaje desvió mi atención.

-¿Has ido por más pistacho?

 

Asdfghjkl.

 

-¿Heladería las 24 horas del día? Interesante

-Podría incluir servicio de gasolina si eso lo hace más lógico

-Deberías plantearle eso al nonno, estoy segura que lo consideraría increíble.

-Ja, ja

“No eres Julia Roberts, Evan”

- ¡Madame Julí, hay tocino en la cocina!

- Hola esclava, gracias por el desayuno.

- ¿No lo has visto en tus sueños de anoche?

- Idiota.

- Calma, era un chiste. Entonces eres vidente.

- Pues… Eso creo.

- Qué bueno. ¿Y no has intentado con pastillas o algo para no soñar?

- Sí, pero no funciona.

- ¿Y con un atrapasueños de esos que te venden los brujos en el mercado de las pulgas?

- Ehh, bueno… Tuve un atrapasueños… Y funcionó hasta que se rompió. Hey, ¿Por qué sabes eso?

- En Brasil la religión es importante, y saber sobre ciertas cosas a veces no está mal.

- ¿O sea que dices que mis sueños vienen de una maldición o algo así?

- Sí, y vas a morir en quince días.

Le dirigí una mirada fulminante y comencé a comer mi desayuno. Tenía que empezar a comprar todo lo que iba a necesitar para el semestre que estaba por iniciar y los nervios que todo primer día de clases conlleva ya me estaban afectando, debía estar preparada para no entrar en pánico el día antes de comenzar porque me faltaba un lápiz °2.

- ¿Me acompañas?

- Nunca. Eres la peor persona que existe en el mundo para ir a caminar.

- No será como el otro día…

- Exacto, porque yo no estaré.

- Bueno… ¿Te traigo almuerzo?

- Mejor no vuelvas si no lo haces.

En ese momento ya iba de entrada a la ducha, y de allí pronto a la civilización.

Por supuesto caminar  por la ciudad estaba en el tope de las prioridades, y después de un rato el resto de mi lista quedó opacada por la pereza y la inercia que llega cuando empiezo a deambular. “¿Será?”

-¿Ya el nonno acordó financiarte la gasolinera?

-No puedo hablar, Evan.

...

Y por razones como esa es que Julia Roberts es la única que consigue a Hugh Grant al final de la historia.

¿Qué demonios sucedía conmigo? ¿Por qué de repente me importaba tanto lo que pasaba con alguien? La indiferencia regía mis acciones en cuanto a los hombres, y ya tenía suficientes pruebas para comprobar que era la mejor opción.

A través de los años fui dejando los chicos de lado, y fui centrándome en lo que de veras me importaba: Mi futuro, mi familia y mi progreso.

El problema es que cada cierto tiempo llegaba uno que arruinaba el sistema, y había podido hacer control de daños con éxito en el pasado justo antes de que sucediera, hasta que el más original de todos me llevó por delante con su carro.

“Debo darle crédito al destino… Ese fue original”

Pero, aunque odiaba admitirlo, ya las visiones ilusas de un “Quizá…” tenían que irse. Se sentía bien sonreír con un mensaje, o un comentario… Aunque sólo fuese un par de veces pero debía seguir adelante.

“Ok. ¿Estás escuchando lo que dices, Evan? ¡NO ESTABAN SALIENDO! ¿Qué demonios te sucede? Ves a un hombre 3 veces y ya te creas un divorcio. ¡Qué vergüenza! Eres más que eso, olvídalo. Sólo fue un pobre idiota con remordimiento que te llevó por delante… Debes salir más seguido”.

Ese pensamiento llegó abruptamente a mi cabeza mientras caminaba, como si alguien dentro de mí arrojara cordura al mar de pensamientos ilógicos que estaba teniendo.

- De verdad tengo que salir más.

Pasé el resto de la caminata alternando pensamientos que tendría una mujer que acaba de terminar con su marido luego de ser engañada y otros muy distintos que cualquier feminista que se respeta tendría si un idiota le contestara como lo hizo el Sr. Pistacho.

En resumen, las frases “Es un idiota, Evan.” Y “Tú eres la idiota, Evan” se repetían constantemente en mi cabeza.

Encontré todo lo que necesitaba y decidí pasar por un helado en la “Gelatto”… La sed me mataba -“Y ver a los nonnos quizá rayaría en el borde del acoso pero nadie dijo que comer un helado fuese un delito”.

- Por supuesto.

Claro. La heladería estaba cerrada. “Ok, ok. Entiendo… El acoso no es lo mío, entendí la indirecta”.

Mis pensamientos se dirigieron a la nada y al ver el local de al lado abierto, entré a comprarle lo que le había prometido a Vica para irme directo al apartamento.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 6

Al llegar al edificio, noté que la puerta estaba abierta y una sensación extraña me invadió.

- ¿Hola?

No hubo respuesta.

“Idiotas. Nos matarán a todos algún día por la incapacidad de esta gente”.

- ¡LAS PUERTAS SE HICIERON PARA CERRARSE!

Grité a la nada y cerré de un portazo detrás de mí. Me dirigí hacia el ascensor y noté desde lejos que se abría y cerraba como si algo obstruyera el camino de las puertas. Lo observé unos segundos y al irme acercando vi una pierna sobresalir, obstaculizando el cierre de las puertas.

- ¿Qué demonios?

Gotas de sudor recorrían mi espalda, y los nervios habían activado el sensor de náuseas que poseía. “Oh, mierda, mierda”. No sabía si dirigirme hacia él o salir corriendo.

- Ehh… ¿Alguien ahí? Ayuda…

La voz sonaba apagada y quejumbrosa, pero podía jurar que conocía esa voz. Me acerqué rápidamente para confirmar y una imagen espantosa se dibujó ante mí.

- ¡LEO!

Corrí hacia él, observando sangre por todos lados y la ropa desgarrada que lo cubría apenas.

- ¡Por Dios Leo! ¿Qué pasó? ¿Estás bien?

- Ayúdame… Estoy bien… Pero sácame de aquí.

Como pude lo moví dentro del ascensor y lo arrastré por el pasillo hasta el apartamento.

- ¡Vica, demonios abre! ¡Ayúdame!

- ¿Pero qué carajo te sucede, mujer? No tienes llaves acaso…

Vica salió del apartamento y al ver a Leo se quedó muda. Su cara adoptó una expresión de terror que nunca pensé que ella podría lograr, y menos por Leo.

- ¡Leo! ¿Qué ha pasado? ¡Pide ayuda, Evan! Llama a emergencias.

Vica se puso de rodillas junto a él y tomó su cara en sus manos, Leo la tomó por las muñecas y la observó con una sonrisa torcida para tranquilizarla.

- No llames a nadie, Evan. Estoy bien, son sólo golpes. ¿Podrían sacarme del pasillo, por favor?

Vica y yo lo arrastramos a la sala del apartamento, no sin antes cruzar ciertas miradas de incertidumbre. Entre las dos pudimos subirlo al sofá, y ya Leo parecía estar recuperando total conciencia.

- ¿Qué coño ha pasado?

La voz de Vica sonaba autoritaria, molesta, monótona y amenazadora. Lo fulminaba con la mirada mientras Leo parecía irse lejos en sus pensamientos.

- No puedo decirlo.

- ¿Qué? ¿No pagaste las drogas? ¿Mataste a quién no era? ¿Querías salir de la mafia pero no te dejaron? He visto muchas cosas como estas y si no me dices lo contrario, puedo sacar conclusiones muy malas… Yo no ando con matones ni drogadictos, Leonardo.

Leo bajó la mirada con cara de derrota, pero al ver que Vica se alejaba, la jaló por el borde del short y la abrazó. Ella suavizó el rostro, pero seguía tensa y preocupada.

- No he matado a nadie, no tomo drogas… ¡Joder, ni siquiera bebo! Algo ha pasado con Enzo y la compañía. Las cosas no están bien, chicas.

- ¿Pero qué coño puede ser tan grave como para recibir una paliza así?

Leo no contestaba y yo seguía en silencio observando la conversación. Me dirigí al maletín de primeros auxilios para buscar algo con qué limpiar sus heridas, y a la vez darles algo de espacio para hablar. Me dirigí a Vica y le entregué algo de gasa, desinfectante y cicatrizante.

- Acá tienes. Límpiale las heridas para que no se infecten y si ves una muy grande avísame y lo llevamos a emergencias. Sin peros, Leo. Los dejo solos para que hablen...

- No, Evan. Espera… Creo que las cosas se han salido de nuestras manos y necesitamos ayuda.

- ¿Necesitamos? ¿Qué pasa? ¿En qué te has metido y con quién?

- Calma. Os contaré. Mi tío Enzo ha visto muchas cosas en la compañía con el pasar de los años y siempre se ha hecho la vista gorda porque, como él dice, “Si no peligra nadie, ciertas reglas se pueden flexionar un poco”, pero eran cosas como mal uso de las tarjetas de la compañía y retraso en pagos… Nada grave. Pero últimamente lo he observado y siempre está nervioso, todo lo sobresalta y la mirada de “algo no está bien” no ha salido de su cara por semanas.

- ¿Y le has preguntado?

- Sí, pero solo me ha dicho que está preocupado.

Vica se levantó de repente con los brazos en jarras y observó a Leo con expresión severa.

- Sí, sí. ¿Y qué tiene que ver eso con el hecho de que pareces salido de la segunda guerra mundial?

- Bueno… Que empecé a seguirlo. Descubrí algunas cosas pero no estaba muy seguro de lo que era, hasta que hablé con Cosette.

- ¿Cosette? ¿Y qué descubrieron?

- Ella había observado una actitud similar en su padre, y antes de que Enzo y el Sr. Emilio cambiaran su ánimo insistente no habían sido muy amigos. Pero lo que sea que los dejó tensos, los unió también.

Mi ceño fruncido se hizo notar y Leo lo captó.

- Está bien, pero igual eso no explica nada.

- Cosette y yo empezamos a seguir a Enzo y al Sr. Emilio y al parecer, ellos están en una persecución propia. En la compañía está pasando algo muy raro y ellos quieren descubrir qué es.

- ¡AL GRANO, LEONARDO!

Vica se levantó exasperada y le lanzó una gasa al ojo.

- ¡AU, Joder! ¿Por qué coño has hecho eso? Ya les he dicho que hay algo raro en la compañía y hemos querido ver qué es.

- Sí, pero eso no explica la golpiza que te han dado, tío.

- A eso iba, cálmate. Queríais saber todo, pues se los he contado todo.

- Cálmate, Vic.

- ¡Calma un rábano! Mi novio parece pera de boxeo de Rocky Balboa, no me calmo hasta saber que ha pasado.

- ¿Soy tu novio?

La cara de idiota que asestó a Leonardo era impresionante y Vica se quedó muda mirando al piso.

- Pues, sí… O no, no sé. Olvida eso.

- Si quieren me retiro, chicos.

- No, no. Después hablaremos de eso. Os seguiré contando.

Leo seguía observando a Vic con cara de idiota mientras ella tenía cara de “Las cagué” pero se concentró en la historia.

- En fin, hemos escuchado a Enzo y al señor Emilio de un “Cargamento” que harían hoy los socios de la empresa, y que irían a averiguar, así que Cosette y yo decidimos hacer lo mismo.

- ¿Os habéis vuelto locos?

- Sólo íbamos a observar desde lejos, por curiosidad y por asegurarnos de que ellos estuviesen bien. De no ser por el torpe de Nino nada de esto hubiese pasado.

- ¿Nino?

Me enderecé en el puff antes de darme cuenta que no debía reaccionar así.

- Ehh… Sí, Nino. Cosette quiso acompañarme aunque yo he insistido en que no lo hiciera y Nino la ha escuchado en una de las llamadas y… Espera, ¿Por qué tanta importancia?

- Lo ha visto en calzones.

Vica se levantó con desinterés en la expresión y se dirigió a la cocina.

- ¡¿Qué qué has dicho?!

- Vica, eres una idiota. No la escuches, no es así. Sólo me pareció extraño, no sabía que eran amigos.

- No lo somos. Como he dicho antes, fue a vigilar a Cosette porque la muy gilipollas no quiso quedarse bajo ninguna circunstancia.

- ¿Y por qué es su culpa que los hayan atrapado?

- Porque no entendió que el concepto de “vigilar de incógnito” requiere apagar los celulares, o dejarlos en silencio al menos. Ese tío tiene algo mal en la cabeza.

“No, no… No fue mi culpa. ¿Cómo va a ser mi culpa? Debe hablar con una veintena de personas al día… Pudo haber sido cualquiera.”

- Luego de que sonara el teléfono se ha vuelto un manojo de nervios y lo ha tirado, haciendo que sonara el reproductor y alguien nos ha pillado. La golpiza vino por darle tiempo a Cosette de huir.

“Fue mi culpa, genial… Aunque, ¿Por qué debería asumir que mis mensajes lo pondrían nervioso? Cállate, Evan.”

Aunque me decía a mí misma que ese “algo” estaba sólo en mi cabeza, una parte (Que en estos momentos detestaba) deseaba tener la culpa de ese manojo de nervios.

“Bien Evan, sólo te falta dormir en los arbustos de su casa para ser una acosadora legal”.

- Tengan. Creo que todos necesitamos relajarnos un poco.

- ¿Qué es esto, Vica?

- Un té que me enseñó a hacer mi madre, huele raro pero cae bien.

Con cara de desagrado disimulado Leo y yo tomamos un trago, y aunque tenía un sabor extraño el efecto tranquilizante llegó casi de inmediato.

- Entonces Leo, ¿A Nino le ha pasado lo mismo que a ti?

- Como que si le has visto los calzones, Evan…

- Calla, sólo quiero saber todo lo que ha pasado, y asumo que Cosette ha escapado porque si no, no estarías tan tranquilo.

- Eso es cierto. Pues asumes bien, Cosette ha escapado y se ha encerrado en el auto hasta que llegamos. Estaba muy asustada, pero ha podido conducir hasta acá. Yo estaba bien, eran solo golpes pero me he mareado de repente y caí en el ascensor.

- Tienes que ir a emergencias, puede ser una contusión.

- Prefiero esperar. No quiero ser paranoico pero quizá los gorilas sigan molestos y no quiero arriesgarme a que me vean por ahí hoy.

Vica se acercó a él y lo rodeó con sus brazos. Al parecer si eran solo golpes porque al limpiarlo con la gasa solo se notaban cortes pequeños en su cuerpo.

- Deberíais llamar a Nino a ver qué tal está, Evan.

- ¿Ah? ¿Y tú cómo sabes que hablamos?

- No lo sabía.

No existe deseo más incontrolable que borrar una sonrisita socarrona de la cara de Leo… “Bueno, quizá de la de Nino… ¡NO, BASTA!”

Tomé un cojín y se lo asesté a la cara.

- Idiota.

- ¡AU! ¿Es que ninguna de las dos se ha dado cuenta que estoy herido?

- Y el óscar es para… Deja de actuar, estás bien. Sólo debes chequearte esa cabeza tuya apenas se te pase la paranoia.

Me levanté a llevar las tazas ya vacías a la cocina y seguí escuchando la conversación.

- ¿Y han logrado ver algo?

- Pues… Antes de que nos escucharan no habíamos visto nada extraño y tampoco vimos a Enzo y Emilio. Pero unos minutos antes pasó algo raro… Del depósito de la empresa que usan para las fiestas, salieron dos hombres vestidos como “Los hombres de negro”[9], y llevaban una especie de cava como si la cabeza del presidente fuese allí. Fue extraño.

- ¿Crees que sean drogas?

- No parecía eso. No lo sé, no entiendo nada.

¿Una cava? No parecía tener sentido… Quizá si eran drogas, deben ingeniárselas para no parecer sospechosos. Aunque una cava llevada por los hombres de negro no es precisamente la fachada perfecta.

Las cosas estaban turbias, pero no comprendía todavía la función de Leo, Cosette y Nino en la ecuación. El papel de detectives emocionaba a cualquiera, y quizá se les subió a la cabeza un concepto errado de espiar.

“Ya no tendrán ganas de seguir emulando a Sherlock, eso es seguro”.

- ¡Ehh, Evan! ¿Podrías prestarme tu móvil? Creo que en la jodida persecución he perdido el mío.

- Toma.

Le entregué el teléfono a Leo y me fui a mi cuarto. A lo lejos escuché a Leo gritando algo como “Y era cierto lo de Abruzzi, eh? ¡Bien por ti, picarona!”

“Idiota.”

Encendí  el computador y lo primero que observé fue la intermitente del Skype. “Aquiles, Aquiles, Aquiles, Aquiles…”

¿Qué demonios sucede?

“No estaba cerca del computador, perdona. ¿Qué sucede? ¿Estás bien?”

“Tenemos mucho tiempo sin hablar… ¿Qué pasa?”

“¿Qué pasa de qué?”

¿Por qué eres tan cortante, Evan? Sólo quería ver cómo estabas…”

“No quise ser cortante, lo siento. Es que un amigo tuvo un problema y lo estaba ayudando”

“¿Ya tienes amigos? ¡Qué rápido!”

“Sí… Necesitaba mi ayuda y me ocupé en eso”

“Está bien… ¿Y cuando piensas volver?”

“…”

“¿Qué?”

“No voy a regresar en bastante tiempo y lo sabes, ¿Estás bien, Aquiles?”

“Sí, sólo quería asegurarme de que todo estaba bien…”

“Todo está bien, ¿Estás libre mañana para una video llamada?, Estoy muy cansada”

“Por supuesto, qué descanses”

“Te espero.”

 

Me tiré en la cama y me froté los ojos.

“Deja la intensidad con ese tipo, Evan. Sácatelo ya”.

Pero era más probable que me sacara los ojos antes de sacarlo de mi cabeza, así que en vez de luchar en su contra me quedé pensando en lo que quisiese venir a mi cabeza.

Me recosté, dejé caer mis manos detrás de mi cabeza… Y me dormí.

“¡Tenemos que irnos de aquí!”

“Estás hablando incoherencias, Leví”

“Señor, nos descubrieron… ¡Saben que estamos aquí!”

“No seas estúpido, por supuesto que la gente sabe que estamos aquí, ¡Si no lo supiesen no tendríamos trabajo, idiota!”

“No, señor… Shaw… Sabe que estamos aquí y lo sabe todo”

“¿Cómo demonios podría saber todo? ¿Estuviste tomando agua del retrete? Estás siendo paranoico”

 

Escuché la voz de dos hombres desde lejos. Se escuchaban gritos que iban y venían de los dos, profiriendo insultos a la nada y calentando la discusión.

 

“¡¿Qué coño es lo que pasa contigo, Leví?! La razón por la que te contraté fue porque pensé que eras mejor que esto. No me hagas cambiar de opinión.”

“Mire, señor”

 

El silencio se adueñó del lugar.

“¿Lugar? ¿Qué lugar?”

No había notado que lo único que hacía era escuchar y no veía nada. Tenía la sensación de seguir durmiendo.

Había recordado irme a recostar un rato luego de hablar con Leo y quedarme dormida.

“¡Oh, mierda! ¡Mierda! ¿Quién coño está en mi cuarto?”

Pero era inútil. No podía moverme ni abrir los ojos, no podía hacer nada.

“Un sueño… Maldita sea.”

Alguien rompió el silencio desgarrando algo de papel y escuché pasos apresurados por el lugar.

“Maldito”.

“Sí, señor… Pero como usted dijo: La gente sabe donde estamos, sino no tendríamos trabajo. No sabemos quién fue”

“¡Pues descúbrelo! Nos iremos de aquí ya mismo, envía a alguien a recoger. Terminaré el trabajo.”

 

Algo metálico cayó al piso. Uno de los hombres suspiró y caminó lentamente, haciendo que los pasos se escucharán cada vez más cerca hasta detenerse justo a mi lado.

- Hola, preciosa. No hemos tenido el placer de conversar un rato… Perdona mi mala educación, pero han surgido ciertos improvistos que han provocado mi descortesía.

Dentro de mí una furia inexplicable surgió, y comencé a sentir la urgencia de salir de allí y matar a ese hombre. El odio se arremolinaba dentro de mí, y un escozor en el pecho terminó de estallar haciendo que me removiera sin control en donde fuera que estuviese acostada.

- Ehh, calma cariño. Así sólo lograrás hacerte moretones y nadie quiere que tu piel se vea fea.

Traté de gritar pero me habían amordazado y lo máximo que pude lograr fueron chillidos patéticos que apenas se escuchaban en la habitación. Un sentimiento de impotencia me embargó y las lágrimas comenzaron a resbalar por el rabillo de mis ojos. Sabía que iba a morir… Y que no podía hacer nada para impedirlo.

El hombre me acarició la frente en un intento enfermizo de calmarme pero eso despertaba más mi rabia y mis ganas de asesinarlo a sangre fría.

- No lo tomes personal, preciosa. Eres un espécimen excepcional y costó bastante hacerme tomar el trabajo. Existen personas a las que no les cae muy bien tu papá, y les gusta trabajar al estilo de “El padrino”. Un poco exagerados, diría yo, pero cada quién tiene su manera de operar, no los juzgo.

El hombre comenzó a jugar con mi cabello y me quedé inmóvil. Sólo quería morir, morir de una vez y no tener que seguir escuchándolo.

Sentí su mano cubrir la venda que tapaba mis ojos, y suavemente tirar de ella hasta descubrir mi vista. La luz me cegaba y una silueta se formó delante de mí. En segundos recuperé la visión y observé a un hombre con un gorro quirúrgico y tapabocas, contemplándome con lástima y acariciando mi cabello.

- Es una lástima tener que terminar así. Hubiese sido un placer conocerla, Madeimoselle.[10]

Se retiró y pude observar su cara mirándome con una sonrisa radiante y enfermiza.

- Esto no va a doler.

Abrí los ojos y me sentía entumecida, como la sensación que se tiene luego de salir de una cirugía.

- Maldita sea, malditos sueños. Los odio, ¡Los odioooooooooooooo!

Me tapé la cara con un cojín y escuché la puerta de mi habitación abrirse.

- ¿Otro sueño?

- Sí… No estoy loca.

- Lo sé, eres vidente.

- ¡Cállate!

La sonrisa socarrona de Vica inundaba la habitación. ¡¿Por qué demonios tenía que ser así?! ¿Acaso creía que estaba jugando? No podía lograr que me tomara en serio, y con toda razón. “Si una loca psicópata me dijera ese tipo de cosas la enviaría derechito a un sanatorio”

- ¡Coño! Sé que suena disparatado pero es hora de que me tomes en serio.

- Siempre te he tomado en serio, ¿Por qué dices eso?

- Te ríes de mí cada vez que te hablo de los sueños. Yo sé que es una locura pero por lo menos actúa como si no pensaras que estoy loca.

- ¡No pienso que estás loca! Te dije que mi familia es muy religiosa, pero he visto cosas increíbles toda mi vida, claro que te creo. He conocido gente como tú.

- ¿Qué?

“¡Ehh, Vica! ¡Evan, vengan acá!”

Vica me dirigió un guiño y se encaminó a la puerta llevándome arrastras con ella hasta donde estaba Leo.

- ¿Qué pasa?

- ¿Chicas, podríais acompañarme a casa de Cosette? Quería ver cómo están ella y el inspector Gadget.

Ambos voltearon a verme y les dirigí un gesto maleducado que involucró mi dedo medio.

- No fue suficiente con tu cara de matón herido para que los taxis huyeran de nosotros, ¿verdad? Tenías que olvidar la casa.

- Ya, vale… Tienen razón. ¿No sabes cuál es, Evan?

“Estúpido, idiota.”

- No. ¿Por qué no llamas a Cosette?

- Les he dicho que extravié el móvil.

Tomé el teléfono y se lo atiné a la oreja. Quizá no era lo más prudente por hacer, podía terminar sin teléfono por una niñada pero Leo reaccionó al golpe y aunque profirió varios insultos, logró atajarlo en el aire.

- ¡Definitivamente no sois una persona comprensiva! ¡ME HAN GOLPEADO HOY, COÑO, DEJA DE HACERLO TU TAMBIÉN!

- ¡DEJA DE SER MENSO Y DEJARÉ DE HACERLO!

El vigilante de la urbanización donde se encontraba la casa de Cosette se asomó por la puerta para ver de dónde venía el escándalo y Leo y yo nos quedamos mudos hasta que se concentró en su partido de fútbol nuevamente.

- ¡¿Ven lo que van a lograr?! Niños malcriados. ¿¡Qué esperas para llamar!?

Vica susurraba en gritos y Leo se alejó para hablar con Cosette portando su mejor cara de “regañado por la maestra”.

- ¿Y cuál es el plan?

- ¿Plan de qué?

- Para tus sueños, ¿Qué vas a hacer para resolverlo?

- No hay nada qué hacer.

- Claro que sí, tiene que haber algo qué hacer. ¿No has ido a ver un brujo o algo así?

- ¡No! Esas cosas me dan escalofríos.

- Pero sabes que muchas son ciertas.

- ¿De verdad me vas a decir que el vudú, los videntes y esas cosas existen?

- Quizá mucho sea charlatanería pero créeme, existen más cosas de las que aceptas.

Leo nos hizo un gesto con la barbilla y vimos a Cosette caminar hacia nosotros. Nos dirigimos hacia ella y sin mediar palabra la seguimos a su casa. Su expresión era un tanto seria.

La casa era pequeña y moderna, de color blanco con ventanas negras y un tapete rojo en la entrada… Demasiado seria para dos chicos (Ya que según había entendido vivían solos).

Entramos, todavía sin intercambiar saludos y observé el mismo patrón dentro de la casa. Las paredes en varios tonos de gris y negro dominaban el lugar y los accesorios en blanco, rojo y negro terminaban la decoración.

No se sentía impersonal. Tenían fotos familiares, flores, adornos… Pero seguía sintiendo la sensación de que ese espacio no era en lo más mínimo parecido a ellos dos.

- Está precioso el sitio, Cosette.

- Gracias, Vica. Todavía necesita toques. Mi casa es su casa, siéntanse cómodos, llamaré a Nino.

Sentí la mirada burlona de Leo en mi cara, pero lo ignoré.

“Ya, cálmate. Cálmate, cálmate, cálmate, cálmate… ¡CÁLMATE!”

 

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