Dreamcatcher

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- ¿Gracias? No, ¡NO! ¡¿Por qué gracias?! ¡¿Por qué has corrido por el medio de la calle a esta hora?! ¡¿Tu madre no te ha enseñado a ver antes de cruzar?!

Su cambio repentino de humor me tomó desprevenida.

“¿Me está regañando? ¿En serio?”

Siguió murmurando quién sabe qué mientras se frotaba el cabello y llamaba a una ambulancia. Entre sus palabras entendí muchos “Inconsciente”, “Despistada” y “Psicólogo”.

“Sí viejo amigo, no te voy a discutir”

- ¿Puedes calmarte ya? No soy suicida, estaba distraída. Perdona por abollarte el auto.

- ¿Abollarlo? ¿Crees que me importa eso? ¡No me interesa el estúpido auto! ¡Pudiste haber muerto y yo hubiese terminado en una cárcel por el resto de mi vida porque TÚ estabas distraída!

- Ok…

- ¡Y estás allí, como si nada hubiese sucedido! Eres increíble…

- Por si no lo notas Sherlock, no me muevo para no causarte más problemas… No quise acostarme a ver mariposas en el medio de la calle.

- Sarcasmo, muy oportuna…

- Cállate. Lárgate si te provoca. Sé que fue mi culpa pero el que terminó en el piso con grava hasta en la ropa interior no fuiste tú, así que cállate. La ambulancia está llegando.

- Tú cállate.

“Increíble. Este tipo es increíble”.

Quería portarse como mi padre pero un segundo después actuaba como un niño de dos años.

El dolor siguió aumentando así que no quise continuar con la discusión, sólo nos quedamos en silencio y cuando la ambulancia llegó les expliqué todo lo que había sucedido, me subieron en una camilla y lo vi acercarse a las puertas de la ambulancia.

¿Y tú adonde crees que vas?

- A acompañarte, ¿o es que crees que te voy a dejar tirada en una ambulancia?

- No, no. Estoy bien, te puedes ir.

- ¿Qué estás hablando? No te voy a dejar, deja de hablar estupideces.

- ¡Que no! ¡Te puedes ir! Lo juro que no te voy a acusar con nadie.

- Que no te voy a dejar, punto.

- ¿Y tu auto?

Se quedó mirándome fijo a través de sus lentes de pasta negra. Hasta ese momento no lo había notado pero no estaba nada mal. Iba a tratar de persuadirlo otra vez pero un gesto con la ceja proveniente de él bastó para que me callara.

- Está bien.

Sostuvo la puerta de la ambulancia hasta que la camilla estuvo dentro y la cerró.

En el camino la paramédico me dijo que lo más probable es que no tenía de qué preocuparme. No parecía tener nada roto ni me había golpeado la cabeza, pero me harían unos rayos X para asegurarse.

Unos minutos después, la ambulancia se detuvo y me bajaron en una entrada espaciosa, rodeada de paredes de ladrillo y coronada con un letrero enorme que pintaba en letras rojas “EMERGENCIAS”.

Antes de cruzar la puerta corrediza eché un vistazo a los lados y observé al chico grosero bajándose de su auto abollado y dirigiéndose hacia mí.

- ¿Qué haces aquí?

- Un placer verte de nuevo.

Los paramédicos encaminaron la camilla por el pasillo de la entrada y el chico grosero siguió caminando a mi lado.

- Perdona, no quería ser maleducada, es que pensé que te habías ido.

- No te dejaré sola en un hospital.

- Bueno, gracias…

- Pagaré lo que necesites.

- No es necesario.

- A juzgar por tu vestimenta, me parece que sí.

- ¿Por qué dices eso?

- Porque sólo tienes un chándal y una camiseta. ¿Cómo has podido salir a correr así, no te congelas?

Tenía razón, sólo llevaba las llaves colgadas del pantalón y un sweater delgado.

“Bien pensado, Evan”

- Digamos que no fue planeado.

- ¿Te perseguían? ¿Se terminó el agua caliente?  ¿Ha muerto alguien?, y perdona que haga tantas suposiciones, pero comprende que no existen muchas situaciones en las que una persona normal saldría de su casa así… Y dime por favor que no ha muerto nadie, porque me sentiré muy mal si es así.

- Nadie ha muerto, relájate. No sé, fue un impulso de momento.

Seguía observándome incrédulo y con mucha razón. Eso de impulso no era nada cuerdo pero quizá la historia de mis sueños era muchísimo peor. “Tengo pesadillas y por eso salí corriendo”. Si le decía aquello quizá hubiese pensado en llevarme a un sanatorio al terminar los rayos X.

Se frotaba el entrecejo lo que hacía subir y bajar sus lentes, gesto que lo hacía parecer un tanto gracioso… Eso hasta que se veía su expresión de preocupación, la cual me hizo reprimir una sonrisa.

Una hora después todo estaba listo, y me dieron de alta con un analgésico y heridas limpias esperando a cicatrizar.

- ¿Te llevo?

Su pregunta me tomó desprevenida y aunque lo menos que quería era caminar al departamento, no podía irme con él. “Es lindo, pero no lo conoces, no Evan”.

- No te preocupes…

- Insisto, te he abollado. Déjame llevarte.

- Me iré caminando…

- Te has vuelto loca, no lo harás.

- Adiós, chico grosero.

- No te irás así…

En cuanto dijo eso me dirigí hacia donde creía que estaba el apartamento, aunque en realidad no tenía la menor idea.

- ¡Está bien! Está bien, no te vayas conmigo. coge un taxi y yo lo pagaré. Te debo eso, al menos.

- No pasa nada de verd...

- ¿Podrías dejar de ser tan terca y coger el maldito taxi y no hacerme perseguirte en el auto hasta que te subas o llegues a tu apartamento?

Pobre, parecía más exasperado de lo que estaba cuando se dio cuenta que me había atropellado. Me cogió del brazo para que no siguiera avanzando y me observó con cara de “POR FAVOR HAZME CASO” y bueno, le hice caso. No sabía cómo llegar al apartamento y así él se quedaba tranquilo.

- Está bien, cálmate.

Me ayudó a entrar a un taxi pero antes de cerrar la puerta me miró por encima de los lentes con sus ojos color miel y me dijo:

- Ehh, este… Me llamo Ignazio.

- Evan.

- ¡¿Y a ti qué te ha pasado?!

Leonardo estaba en el departamento sentado en el sillón con Vica y fue el primero en reaccionar.

- ¿Dónde andabas? ¿Qué demonios te pasó? Tienes una pinta horrible.

- Cálmense los dos. Fue un pequeño accidente.

Vica y Leonardo me observaban de pies a cabeza esperando mi historia. Pensaba ignorarlos, pero quizás no era prudente. Vica podía ser muy insistente, demasiado quizá.

- Estoy bien. Estaba corriendo y me distraje.

- ¿Te caíste? No pudiste haberte caído, a menos que fuese de un edificio para quedar así.

Preguntó Vica. “No formes un drama Vica”

- Crucé sin ver y venía un auto…

- ¡Dios mío! ¿Estás bien? ¡Necesitas un hospital pronto!

- Ya fui. El chico que me atropelló me acompañó y pagó mi taxi de vuelta, aunque no sé por qué lo hizo si todo fue mi culpa.

- ¿Quién es? ¿De veras te envió en un taxi de vuelta? ¡Gilipollas! Había conocido imbéciles en mi vida, pero por Cristo que nunca uno así.

Vica empezó a despotricar por todo el departamento mientras caminaba en círculos. Se alejaba profiriendo insultos y volvía para comprobar que yo estaba en una sola pieza.

- No Vica, no es un imbécil. Yo no quise volver con él, no sabía quién era. Además sólo tengo raspones, no pasó nada.

- ¡Claro que pasó! Que agradezca al cielo ese imbécil de no haber sido yo la atropellada porque estaría tras las rejas. ¿Llamaste a la policía?

- Sólo la ambulancia. No era necesario, de veras fue mi culpa.

Y la discusión sin fin continuó hasta que me harté y me fui a mi cama. Quería descansar del accidente, de Vica y su escándalo novelero, de mí… De todo.

Me quedé dormida y volví a soñar.

- Tu turno, preciosa.

“Ya vas a despertar, pronto acabará”

Pero no fue así.

El destripador se dirigió hacia mí, tenía una mascarilla así que no pude ver su cara, pero algo me decía que sus ojos serían difíciles de olvidar. Esos ojos color miel me escrutaban con una paciencia insoportable, hasta que salió de su trance.

- ¡Leví! Necesito tu ayuda.

Apareció el mismo hombre moreno y alto que había visto antes, y se dirigió hacia mí sin intercambiar palabra con el destripador. Entre los dos me bajaron del lugar donde me habían colgado y me colocaron en otra mesa metálica al lado de la ya no tan asustada mujer que antes observaba. Parecía dormir y se veía tan pacífica, pero las manchas de sangre en su bata decían que no era así.

“¡Suéltenme! ¡Ahora mismo, imbéciles!”

Por supuesto no podía hablar, ni moverme. Ya lo sabía pero no podía quedarme allí, sólo mirando sin luchar.

Se acercó a mí rápidamente y tomó otro bisturí de sus bandejas. Me observó con detenimiento y pude divisar una sonrisa debajo de la mascarilla. Quería escupirlo pero mi “No control” de la situación y de mi cuerpo me lo prohibían. Me estaba volviendo loca eso de estar atrapada en mi propio cuerpo.

“Ya comprendo a Clay Beresford[7]”.

Sentí una punzada en el costado y el dolor me invadió.

“¡AHHHHH!”.

Y desperté de nuevo en mi habitación.

“¡Ya basta!”

Esto no podía seguir sucediendo, no después de tanto tiempo. Una de las situaciones más frustrantes de mi vida había resurgido de las cenizas en el momento menos oportuno y la impotencia se apoderaba de mí.

Tomé una almohada y la lancé a lo que pretendía ser la pared pero terminó cayendo en el escritorio, derribando todo lo que estaba arriba.

- ¡UUUUGGGGGH! -“Cáete edificio, ¡ES EL MOMENTO! Y que una viga me atraviese el cuello”-.

Me levanté a recoger todo, ya que no ganaría nada con destrozar mi dormitorio, y dando un vistazo de vez en cuando al techo buscando, bueno ya saben, vigas… Por si acaso. Y entonces lo vi: El atrapasueños de Aquiles.

El había estado conmigo desde mi cumpleaños 16, el día que Aquiles me lo había obsequiado… Y el día que había dejado de soñar.

“¿Será posible?”

Yo no era de las que creía en… Bueno, en nada, sólo en Dios. Pero también era de las que no creía en casualidades.

- Aquiles, necesito hablar contigo. Pronto, me avisas cuando estés al skype.

Había enviado el mensaje y me había quedado viendo mi cuadro de “La noche estrellada” de Van Gogh. Podía llegar a comprender sus sentimientos, viendo desde esa cárcel a la que llamaban sanatorio la libertad de las estrellas.

Yo tenía mi propia cárcel: Mis sueños. No podía controlarlos, ni salir de ellos. Debía enfrentarlos, quisiera o no, como una cárcel.

Tocaron a la puerta.

- Pasa.

- ¿Te sientes mejor?

- Sólo estaba cansada, en realidad no me duele nada y los raspones no son tan grandes.

- ¡Eso es grandioso!

- Siii.

Traté de sonar entusiasta, pero no lo logré ni a medias.

- Vaya ánimo, pero ya sé qué puede animarte.

Vica me observaba con ojos de perrito “Ay no”.

- ¿Qué quieres?

- ¿Yo?, ¿Qué te hace pensar que quiero algo? Sólo quiero que tú te animes, es por ti.

- Vica…

- Ok, ok. ¿Recuerdas la fiesta de la compañía a la que nos invitó Leo?

“Lo sabía.”

- La verdad no. Quizá fue el accidente, ¡Oh no, necesito un médico pronto, tengo amnesia!

- Eso no tiene nada de gracioso, pudiste haber muerto. Pero te lo dejaré pasar. Como te venía diciendo, es hoy la fiesta y Leo va a estar con todos sus amigos. El y yo sólo estamos divirtiéndonos pero creo que él se está yendo por otro lado, me ve con cara de… No sé, hambre. Como si fuese su dueña y necesitara mi permiso para comer, es extraño. Te necesito allá por favor, por favor.

- Vica, tuve un accidente hoy. De veras no quiero salir.

- ¡Pero te necesito! Eres la única que conozco acá, y Leo me mostró fotos de la fiesta del año pasado. Es increíble Evan, se parecen a las fiestas de Gatsby. Por favor, vamos.

Los “Por favor” siguieron toda la tarde, hasta que a eso de las tres le solté un “¡NO ME HABLES HASTA LA HORA DE LA FIESTA! Iré a ver qué me pongo” y Vica saltó de felicidad hacia mí, haciendo que me desplomara sobre el puff y luego la alfombra.

    

Las fiestas me gustaban, y me gustaba bailar, pero estaba molida del accidente y no pensaba poder siquiera moverme. Sin embargo ya tenía a Vica metida de cabeza en mi clóset buscando algo que ponerme.

- Puedo elegir mi ropa, ¿Sabes?

- Sí, lo sé. Y hasta ahora he notado tu buen gusto, pero quiero asegurarme.

No iba a discutir con ella, era inútil.

Terminé siendo muñeca de pruebas. Maquillaje, cabello, ropa, zapatos, accesorios… Pero no me quejaba porque había escogido muy bien.

- Por hoy no me voy a quejar…

Esperamos a que Leo bajara a buscarnos jugando en la Xbox. Vica llevaba leggins de cuero y una blusa negra ajustada con volados en las caderas (Algo parecido a un traje de gatúbela pero chic), con accesorios dorados y tacones de unos 15cms que la hacían parecerse a la torre Eiffel.

Yo en cambio llevaba un vestido verde esmeralda por encima de la rodilla con un blazer negro ajustado y tacones a juego, sencillo en comparación a Vica, pero me pareció bien porque cubría la mayoría de mis raspones y no me veía nada mal.

-Ponte esto.

Vica me entregó un brazalete ancho y dorado, muy parecido a uno que ella usaba.

- Creo que así estoy bien, V.

- Póntelo, Leo me dijo que debíamos usarlo.

- Bueno, está bien…

No parecía ir muy a gusto con lo que estaba usando pero me lo puse. 20 minutos después sonó el timbre y estábamos en camino.

“Incómodo” quizá no era la palabra exacta para describir ese trayecto al lugar de la fiesta en el auto de Leo. Susurros, miradas, caricias, risitas ocultas y demás pasaba entre ellos dos y yo parecía un foco de estadio en el asiento de atrás. Cada semáforo era una oportunidad para besarse y yo optaba por hundirme en mi teléfono y rezar porque se pusiera en verde antes de que me tocara salir corriendo de allí.

No podía entender la actitud de Vica. Entiendo que es pronto para pensar en compromisos duraderos, pero esa repulsión me desconcertaba.

Su cara embobada decía todo lo contrario a lo que predicaba así que después de todo quizá era sólo su manera de protegerse.

- Hemos llegado bellas damas.

Leo salió del auto y me propuse a salir justo después.

- ¡No! Espera un segundo.

Gritó Vica, razón que comprendí cuando observé a Leo abriéndome la puerta y ayudándome a salir. Su cara de suficiencia tenía escrito en la frente “MI NOVIO ABRE PUERTAS, JÁ” después de que las dos estuvimos fuera del carro. El lugar parecía un depósito con un estacionamiento enorme, un cubo negro con puertas negras sin ningún tipo de letrero se formaba frente a mí y decidí esperar a que Leonardo marcara el paso. Al llegar a la entrada, posó su mano en la cintura de Vica y me hizo un ademán para que entrara mientras sostenía la puerta.

El lugar no podía ser más diferente dentro de fuera, era la perfecta descripción de “Nunca juzgues un libro por su portada”.

Estaba lleno de decoraciones en azul cobalto, negro y dorado, semejante a los adornos de París en los años ’30. Los candelabros y las cortinas dominaban el lugar que se dividía en varios ambientes: La entrada con sofás y sillas, todos de diferente tamaño. Luego estaba la pista de baile en el centro del lugar, dominada por una lámpara de araña enorme en hierro forjado, de la que salían cadenas negras formando un techo del que colgaban la mayoría de las cortinas. Por último, se veían claramente las áreas restantes: La del bar a un lado, un área parecida a un restaurant y en el piso de arriba toda un área que asumía que era una especie de VIP.

- ¿Qué os parece?

- ¡Es increíble, Leo! Cuando llegamos pensé que nos traías a un depósito de repuestos.

- En realidad esto era un depósito, pero como nadie lo usaba los dueños decidieron arreglarlo para las fiestas que lanzan cada año.

Noté que la mayoría de las mujeres llevaba el brazalete dorado, y me di cuenta que era el pase de entrada. Leo llevaba una corbata dorada y cuando comencé a observar al resto de los hombres que estaban en el lugar comprendí que ese era el pase de ellos.

“Sofisticado”

- Venga y os presento a unos amigos. Ellos son Márquez, Andrade y Tamayo. Y ella es la consentida, Cosette.

- Un gusto en conocerlos a todos, soy Evan.

Tres hombres de más o menos 1.80m cada uno, todos con el mismo corte de cabello y color de piel parecidos. “¿Cuál es cuál?” y una chica con un cabello negro azabache interminable y unos ojos enormes que me saludaba con amabilidad. Todos portaban sus respectivos brazaletes y corbatas.

No habían pasado dos minutos cuando Vica y Leo se excusaron para “ir a saludar a los jefes” dejándome botada en el medio del grupo.

- Entonces Evan, no sois de por acá ¿no es cierto?

La chica me preguntó mientras yo pedía un vino tinto en la barra.

- No, vengo de fuera a estudiar. ¿Trabajas con Leo?

- No exactamente. Mi padre es el que trabaja en esta compañía.

- Vale, comprendí. ¿Pedirás un trago?

- No bebo, pero gracias. Entonces, ¿Has venido de chaperona?

- Algo así. Pero al parecer ya no me necesitan para nada. Quizá termine yéndome en un rato, si consigo un taxi por estos lados.

- Lo dudo. Pero no te vayas, eres la única mujer que no me habla de Joyas y de lo mucho que desean follarse a algún millonario de los que está acá.

- Jajaja.

“Ehh, ¿Qué hacen? ¡Vamos a bailar!”

Llegó uno de los tres chicos y nos llevó al centro de la pista.

“Pues no perderé las dos horas que tardé arreglándome, más vale que lo disfrute”.

No sé cuánto pasamos en la pista, pero tenía mucho tiempo sin bailar tanto. Todas las dolencias habían desaparecido así que me dejé llevar.

Mucho después, decidieron salir por aire fresco para contrarrestar el efecto del vino y los margaritas. No había rastro de Leonardo ni Vica por ningún lado así que me fui con ellos.

- Ehh, qué fiesta ¿No?

- Está asombrosa, y ustedes han hecho que la pase mejor, chicos.

- Un placer complacerla pequeña Cosette, pero con su permiso nos retiraremos. “¡The devil is coming[8]!”

- Corran por sus vidas, os cubriré Jajaja.

Tamayo señalaba hacia el edificio mientras el resto veía hacia el río. Volteé para observar al diablo, que venía con un traje negro perfectamente ajustado, una camisa negra y una corbata dorada, como el resto. Se veía guapo, hasta que observé su rostro y quedé inmóvil.

“No puede ser”

- Cosette, ¿Qué haces afuera? Está helado, entra ahora mismo.

- No tengo once, Nino. Además ya iba a entrar y no estoy sola.

Cuando Cosette dijo esto, él se giró para verme y puso una expresión muy parecida a la que debí haber puesto cuando lo vi.

- ¿Y tú no deberías estar en cama?

Me dijo frunciendo el entrecejo. Cosette nos veía con curiosidad y él seguía mirándome con ojos desaprobatorios.

“Qué nervios con este tipo. ¿Será que su madre lo único que le enseñó fue regañar?”

- Te dije que sólo habían sido raspones.

- A mí no me ha parecido así, pero los locos tienen su propia lógica.

- ¿Me llamaste loca?

- ¿Yo? Nunca haría eso con alguien que no conozco.

- Bueno chicos, al parecer ya se conocían y mi madre me está llamando. Vuelvo pronto, me esperáis aquí, no os mováis.

- No, Cosette…

Pero ya se había ido.

- Entonces, Te han abandonado en la fiesta.

- ¡No me abandonaron! Mis amigos están dentro.

- Y supongo que te están buscando.

Quería borrar esa sonrisita socarrona de su cara, pero la verdad es que tenía razón. Fui un saco de papas que trajeron para darle valor a Vica, eso es todo.

- Sí, soy patética, ¿Feliz?

- Pues, triste no estoy.

- Adiós.

- Ehh, pero no te molestes. Sólo he hecho una broma, además a mí también me han dejado solo.

- ¿En serio?

- No, pero eso te hizo sentir mejor ¿no?

- Eres un idiota.

- Me lo dicen mucho.

- Entonces idiota, ¿Ya le quitaste la abolladura al auto?

- Está como nuevo. No necesité mucho la verdad, si me hubieses roto el vidrio sería otra historia. ¿De dónde conoces a Cosette? Ella siempre evita a las mujeres en estas fiestas.

- Sí, ya me dijo la razón. La conocí al llegar. ¿Y tú?

- Debiste haber causa una buena primera impresión. Cosette es mi hermana.

“¡Oh!” Al observarlo bien, podía notar su parecido con ella. Sus ojos eran idénticos y tenían ese mismo aire de “Estoy acá por obligación”. Aunque los rasgos de Cosette eran más delicados, (El era más tosco, pero en el buen sentido de la palabra). Su nariz era prominente y sus cejas pobladas, pero la mirada seguía delatando su relación consanguínea. “Los ojos nunca fallan”.

- No lo sabía, Este mundo es pequeño.

- Y lleno de casualidades.

- No creo en las casualidades.

- ¿Ah no? ¿Entonces a que se debe nuestro encuentro?

“Ah, mierda”

- No lo dije por eso, es sólo que no creo en esas cosas.

- Por supuesto, pero quizá si exista una razón para que suceda todo.

- Puede ser.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo 4.

- ¿Adónde fuiste anoche? Te buscamos por todos lados.

- Me fui con mis nuevos amigos después que me botaron… Gracias, por cierto.

- ¿Nuevos amigos? ¿Y tú no me habías dicho que eras asocial? 

- Al parecer el jet lag hace milagros.

- Vaya, ¿y qué tal?

Quería contarle sobre el “Chico accidente”. No quería despertar otro arranque maternal en Vica pero por alguna razón no quería aguantármelo mucho más. “Sí Evan, el que te atropelló es un buen partido… La soledad te está volviendo loca”

- Varios. La cosa estaba en diferenciarlos, eran idénticos.

- ¿Verdad que sí? Parecían salidos de la academia militar. Hasta Leonardo se veía medio del montón en esa fiesta.

- … Y estaba el chico con el que me encontré temprano.

- ¿Cuál chico?

- El del accidente.

- ¿Y qué hacía ahí?

- Al parecer su padre trabaja para la empresa. Es el hermano mayor de la chica que nos presentó Leo, Cosette.

- ¡¿Nino Abruzzi?! Bueno, debo decir que mi ira hacia el chico accidente definitivamente se ha reducido bastante.

- ¿Lo conoces?

- Lo vi anoche, Leo me habló de él y Cosette.

- ¿Qué te dijo?

- Uy, ¿Desde cuándo tanto interés?

- Cállate, era sólo una pregunta. Si quieres no me digas.

- Ya relájate. Su padre es uno de los socios mayoritarios de la empresa, pero es el menor de los mayores. ¿Entiendes?

- No

- Quiere decir que de los accionistas mayoritarios, es el que menos poder tiene. Esa empresa es de familia y él es uno de los hermanos que la posee pero al parecer los otros son más codiciosos y compraron acciones adicionales, entonces el quedó rezagado.

Claro, su papá es jefe del vecino/Novio de mi compañera de cuarto.

“¿Por qué me extraña que me sucedan esas cosas? Digno de una película de Hugh Grant y Julia Roberts ¿no?”

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