Dreamcatcher

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- Sí Al, por supuesto.

- Cuídese, tía.

- Pues claro, hombre.

Qué mal me salía el acento español, esa gente me iba a odiar… Pero Al sólo se rió y me alborotó el cabello en forma de despedida. Le dirigí una sonrisa radiante en cuanto se alejó y entonces vi a mi mamá.

Viéndome con lágrimas en los ojos como una niña que perdió a su perrito en un parque desde hace tres días y una sonrisa fingida.

- Te visito apenas estés instalada.

- Más te vale.

- ¿Llevas todo? ¿Sabes adónde llegar?

- Todo listo, mamá. Te quiero.

- Te…  veo por Skype, te lo prometo.

- Claro, te aviso apenas llegue.

Eso era más de lo que había conseguido de ella desde hace mucho tiempo, y estaba bien. Nos abrazamos por última vez y me dirigí hacia las puertas de embarque. Me invadieron las lágrimas, así que no miré atrás y me senté a esperar.

 

 

 

 

CAPÍTULO 2

Ocho horas de vuelo, check out de maletas y 3 paquetes de toblerone después, llegamos a Sevilla.

La terminal era un río tortuoso de gente. Nunca pensé que tanta gente abordara en Sevilla pero al parecer era un aeropuerto muy concurrido.

Di vueltas por varios minutos hasta encontrar la dirección a la estación de taxis y pasaron varios minutos más hasta que encontré a uno que me dio un precio razonable para llevarme.

El taxista fue muy amable (Cosa que no esperaba) y me indicó todo lo que debía ver antes de que me acostumbrara a la ciudad y la emoción de conocer pasara.

Según su misma experiencia al llegar a España cuando tenía 12 años se sintió tan o hasta más emocionado que yo. Conocer un nuevo mundo, nueva cultura, sociedad y lugares. Pero el pasar del tiempo lo retiró de ese propósito y con los años fue desvaneciéndose hasta observar lugares increíbles con indiferencia, y se dijo a sí mismo que no permitiría que eso sucediese de nuevo a los viajeros que se le atravesarán en el camino.

- La Giralda[2] es increíble, y las setas son una maravilla de la arquitectura. Pero lo primero que debe hacer es ir a la plaza España, su vida cambiará después de eso. Tanta belleza y perfección no se aprecia en todo el mundo, porque es diferente, es una máquina del tiempo anclada en la ciudad y si presta la suficiente atención, viajará a momentos que muy pocos pueden apreciar.

- Lo tendré en cuenta, de verdad muchas gracias. Y le prometo no aguarme antes de conocer, no me lo permitiré.

- Coja mi tarjeta, trabajo a todas horas y sólo estoy a una llamada de distancia. Acá es su parada.

- Vale, que tenga un buen día.

Un modesto conjunto de apartamentos se dibujaba ante mí (O como se dice acá, un conjunto de pisos) -“Tengo que acostumbrarme a este léxico”- Blanco y azul, con ventanas hasta el piso de madera oscura y un pequeño balcón delante de cada una rodeado de una cerca de hierro forjado negro. Algunas decoradas con cortinas y plantas, otra con una sillita blanca en una esquina y un par sin nada y con las ventanas cerradas. –“Una de esas debe ser la mía”-.

Me apresuré a abrir y observar en el intercomunicador –“8-B, 8-B… Aquí” El único sin identificación. Al parecer mi compañera de casa no había llegado aún, lo que me daba ventaja para escoger la habitación más grande.

El casero había estado de acuerdo en recibir mi montón de chatarra en el traslado (Claro, por una propina importante) lo que me quitaba una preocupación desde hace un tiempo, las cosas estarían arriba sólo esperando a ser desempolvadas. 

- A la mierda…

Supuse mal… Muy mal. Un caos de cajas desordenadas por toda la habitación, amontonadas y a medio abrir era lo que me esperaba. Parecía una escena de un robo perpetrado por flojos que vieron mucho trabajo y dijeron “Ay no, vamos a otra casa donde todo pese menos”.

- Puto conserje...

- Es un capullo, ¿Verdad?

La voz pareció salir de las paredes, me quedé helada casi sin respirar para escuchar. Venían ruidos desde una de las habitaciones.

- ¿Ah?

- ¿Qué?

- ¿¡QUIÉN ANDA AHÍ!?

- Relájate, mucho gusto. Me llamo Ludovica.

Salió una mujer de la habitación, era enorme y su semi afro la hacía parecer aún más alta. Usaba shorts deportivos fucsia y una camiseta negra.

La “roommate[3]”.

¿Ludovica? “El colegio debió haber sido un infierno para ella”.

Aunque después de observar su casi metro ochenta de estatura cambiaría de opinión.

Sabía desde un principio que compartiría el piso con alguien, pero nunca llegué a conocerla, sólo dije “¡Ese es!” al ver las fotos del lugar y al saber que sería una estudiante del extranjero, como yo.

- Mucho gusto, soy Evan. ¿Llevas mucho aquí?

- Llegué ayer, y puse la misma cara que tu al llegar. Nota mental: No se debe confiar en los conserjes europeos.

Pude observar el doble de los muebles que había enviado yo.

“Por supuesto, vas a vivir con alguien, ¿recuerdas?”

Y aunque no concordaban precisamente con los míos tengo que admitir que son fabulosos. Un sillón blanco, un puff fucsia, una mesita de café verde manzana muy moderna, varias lámparas, todas de distinto color y tamaño pero pude notar que fueron elegidas específicamente para unir el ambiente de distintos colores que había elegido. Todo impecable, contemporáneo y planeado.

No sé cómo integraría mi alfombra de cebra y mis muebles rojos y negros a la habitación, pero tenía un leve presentimiento que ella encontraría la manera de dejar todo a la perfección, inspiraba ese aire de control y resolución a leguas. Eso y el hecho de que estaba moviendo uno de mis muebles negros cerca de su puff fucsia.

Su acento marcado también llamó mi atención, algo de portugués se colaba en la conversación y por su mala referencia a los conserjes europeos en general, probablemente sea de Brasil. Y su cuerpo lo confirmaba.

“Una pelea con ella debe dejarme discapacitada por bastante tiempo”.

- También eres latina, tenemos algo en común. Cuéntame entonces, ¿Quién es Evan?

Refiriéndose a esa pregunta con dramatismo exagerado, recordándome un poco a Phoebe Buffay[4].

“No me tocará vivir con una amargada, punto para Sevilla”.

- Pues no hay mucho qué decir, hasta ahora debes haber descubierto que no soy muy buena decoradora, y estoy acostumbrándome al clima acá. Aunque por ahora no me parece nada mal. ¿Tú qué dices hasta ahora del lugar?

- A mí no me va tan bien como a ti, los taxistas no son nada amables y este clima no le va bien a mi cabello, gracias a Dios por la calefacción.

- A mí el taxista me trató muy bien, pero es latino así que tal vez no cuente.

- Presiento que los siguientes años de mi vida estarán llenos de extranjeros, porque la verdad los españoles no van conmigo. No puedo ser monótona, nunca, jamás.

Seguimos charlando toda la tarde, mientras desempolvamos los muebles y desciframos una manera de hacer encajar los dos ambientes tan distintos que habíamos llevado, todo al ritmo de Pablo Alborán y Maroon 5. Pablo en honor a España, y Maroon… Bueno porque es Maroon.

- Pues definitivamente no queda de otra que hacer dos ambientes, pero tenemos suficiente espacio. Usaremos tu sillón negro con mi sofá blanco y el puff para la sala, dejamos la alfombra con la mesa de café y las lámparas en este lugar, y el resto lo dejamos para el lado de la biblioteca y la televisión, ¿Te parece?

Nunca he sabido nada de decoración y sonaba algo extraño pero Ludovica ya había comenzado a mover muebles y se veía muy decida. Había comprobado que no tenía mal gusto así que no debería quedar mal, ¿no?

- Manos a la obra.

- Traje algo para inaugurar, no pensaba sacarlo si terminabas siendo una arpía pero ya comprobé lo suficiente. Además si me haces cambiar de opinión me iré al cuarto a acabármela yo sola.

Salió de la cocina (Donde el refrigerador, la cocina, platos y vasos eran los únicos artefactos desempacados) balanceando una botella de vino tinto y dos copas de plástico.

- Elegante.

- Hey, hey que estemos de mudanza no necesariamente quiere decir que tenga que dejar el glamour de lado… Bueno, el poco “glamour” que pude encontrar entre las cajas. Brindemos por la primera noche en Sevilla.

- Qué sentimental.

- No lo soy, pero ciertas cosas lo ameritan.

- Touché, salud.

Y una botella entera después de vino habíamos terminado de armar la sala. Increíblemente pudimos encontrar una manera de decorar que nos fuera a gusto a las dos, y acabó quedando muy aceptable el espacio. Mi Xbox y blu – ray con su televisor enorme eran el enfoque del lugar (Y una combinación ganadora, si me lo preguntan), sólo quedaba pintar, desempacar los detalles, CDs, cuadros y fotos… Además del resto de las habitaciones, pero logramos un progreso.

Al parecer, Ludovica llegaba desde Brasil en el mismo plan que yo, pero ella estudiaría en la escuela de arte de Sevilla. Su familia no tenía mucho dinero pero a ella le había ido bien como guía de turista en Rio de Janeiro. Además, su padrino era dueño de una industria muy grande de… algo en Sao Paulo, y la ayudaba en la mayoría de sus necesidades.

”Gracias padrino por el televisor”

- ¿Instalaste bien esta cosa?

- Sí, estoy segura. Así se instalaba en mi televisor.

- Tal vez no funcione con este.

- Tiene que funcionar, eso no tiene sentido. Estás segura que no desconectaste el… Enchufaste el blu – ray?

- Ehh… Jajaja.

- El vino está surtiendo efecto.

- Definitivamente. ¿Nos vemos una película? No tengo sueño.

Normalmente mi horario está invertido, pero con el Jet – lag las cosas cambiaron, eran las 12 y no tenía ni una pizca de sueño. Pusimos a rodar “El gran Gatsby” y a devorar la chatarra que nos sobró a ambas de nuestro viaje.

Tom Buchanan aparece en su enorme jardín sobre su caballo para saludar a Nick, y en ese momento suena el timbre del piso.

“¿Quién demonios visita a alguien a estas horas?”

Tal vez no debería abrir, a horas como está, nada bueno puede estar al otro lado de tu puerta… Pero pensándolo bien el edificio tiene seguridad y no se permite la entrada de extraños después de las 9pm sin el consentimiento de algún inquilino.

“Ah sí, porque debe ser muy extraño que viva un psicópata en tu edificio.” “¡Ya! Suficiente. Eso sucedía en tu país, acá no.”

Mientras, Ludovica me observaba con expresión curiosa, quizá porque no había disimulado que existía un combate en mi asamblea mental sobre si abrir la puerta o no. “¿Y por qué ella no abre la puerta? También es su piso”. Pero eso no pareció cruzarle por la mente.

Me levanté a abrir mientras Ludovica ponía la película en pausa.

Al asomarme por la mirilla observé a un joven al otro lado. “Parece inofensivo… Y somos dos. Ludovica puede con él.” Tomé la botella vacía de vino en una mano y abrí con la otra.

- Ehmmm… Hola.

- ¡Hola! Perdona lo tarde, pero he escuchado el televisor encendido y risas entonces no me he resistido a ver a los nuevos inquilinos… ¡Vaya inquilinos!

Y por supuesto, había olvidado que seguía en las fachas de la tarde. Las leggins y la camiseta que uso para ir al gimnasio eran más ajustadas de lo que normalmente usaría cualquier día y nunca las usaría juntas pero mover muebles por doquier requería de mínimo exceso de tela para no partirme un brazo en una caída por enredo. En fin, el mal estaba hecho y no podía salir corriendo a ponerme la vieja camisa de los Yankees que le robé a Al. Traté de ignorar su comentario y proseguí mientras Ludovica aguantaba las risas.

- ¿Vives en frente?

- Arriba. Pero trabajo de plomero a tiempo parcial en el edificio, así me evito el pago de condominio.

- Ah, qué bien. Mucho gusto en conocerte, soy Evan.

- Soy Leonardo, un placer.

- ¡Soy Vica, mucho gusto plomero!

- Claro, ella es Vica, mi compañera de piso. “Vica, mucho mejor.”

- Si se estropea la ducha, o se atasca algo en el lavamanos estoy para serviros. Pero avísenle al conserje que vengo, así le consta que trabajo y no me hago el tonto para no pagar.

- Por supuesto Leonardo. Te invitaría a pasar pero…

- No te preocupes, es tarde y tengo que llevar estas cosas a mi piso, antes de que se dañen. Que tengáis buenas noches.

Y siguió subiendo con sus bolsas de compras hasta el piso siguiente. Me quedé fuera para comprobar que de hecho vivía en el piso de arriba (Una ventaja, o tal vez desventaja de los apartamentos es que hasta el más mínimo ruido se podía percibir) y al escuchar la cerradura abrir y cerrar, entré a seguir con la película.

- Eres medio paranoica ¿sabías?

- Es un extraño a la medianoche tocando la puerta, no está de más chequear. Además, ni siquiera moviste un dedo para abrirle.

- ¿Y si era un asesino psicópata? No iba a arriesgarme, contigo como carnada podía correr.

- Idiota.

Al despertar Vica ya no estaba. Probablemente salió a correr “Psicópata, con este frío nadie en su sano juicio saldría a hacer nada”. En mi cuarto sólo estaba la cama armada, y me había quedado dormida en la ropa del día de ayer, me apresuré a ducharme y cambiarme para seguir en la faena. Armar el resto de mis estantes, sacar mi ropa y colgar las fotos dejando cuidadosamente una pared libre. Vica me había enseñado su trabajo en algunas fotos, y acordamos que la dejaría trabajar en una de mis paredes. Ya había comenzado con el resto del departamento y no pensaba protestar, honestamente todo estaba quedando increíble.

La verdad terminé mi dormitorio y la cocina mucho antes de lo que esperaba, y Ludovica no volvía. Limpié un poco y desempolvé el balcón. Coloqué unas sillitas blancas y una mesita a juego para decorar afuera (Y porque no tenía donde ponerlas) y al quedar satisfecha con todo me duché para descansar un rato. El atrapasueños estaba sobre mi cama, como siempre. Me quedé observándolo y pensando en cómo estarían todos en casa… En cómo estaría Aquiles.

Encendí la laptop y comencé a hablar con Alan, le había escrito que se conectara a esta hora para charlar y llevó a mi madre con él.

Al parecer todo estaba bien. Estaban planeando la mudanza juntos ya y pensaban conseguir un perro. Mi madre comenzó a llorar pero paró antes de que fuera demasiado obvio. Hablamos durante casi una hora sobre Vica, Sevilla y el departamento.

 

- ¿Y Aquiles? ¿Lo has visto?

- No cariño, no he estado mucho por la casa últimamente.

- Ehh… Vale. Saludos a la abuela y también a tu mamá Al. Nos vemos pronto.

- Hablamos Evan, no te pierdas, te queremos.

- Y yo, ¡Adiós!

Me quedé revisando el twitter y viendo videos por youtube, cuando observo “Aquiles se ha conectado” en skype. Dos segundos después suena una notificación.

“Hey, hasta que te apareces por acá.”

“Ya sé que tu vida sin mí es vacía y sin sentido”.

“Muy graciosa, atiende”

- No me he despegado de la PC desde hace dos días, mal Lina, muy mal.

- Te envié un texto apenas llegué, no seas melodramático.

- Sí pero no habíamos hablado.

- ¡Agua pasada! Ya estamos hablando. ¿Y la prueba?

- Sigo estudiando, es la semana que viene. ¿Y Sevilla?

- Perfecta, ya me he encontrado dos tíos guapísimos, me gané una bola de pasta y rebajé 10 kilos.

- Por supuesto, se te despertó el humor en el vuelo.

- Mi humor siempre está alerta, pero tú no lo aprecias.

- Claro, lo que tú digas.

Pude notar su atrapasueños sobre su cama. El azul marino resaltaba sobre la pared beige de fondo, y se veía casi igual al mío.

- Ah, entonces te gustó mi regalo de despedida ¿No?

- No podía ser mejor.

- Pero no me pidas nada de cumpleaños.

- Tacaña.

- Jajaja.

- Hablando en serio, si fue perfecto. Un pedacito de mí allá, uno de ti acá… Como si nunca nos hubiésemos separado.

- Como si nunca nos hubiésemos separado, salud por eso.

 

Ocho días después y ya el departamento comenzaba a sentirse como nuestro. Vica y yo dedicábamos las mañanas a pintar y ubicar todo mientras hacíamos una lista de lo que faltaba para salir a comprarlo en las tardes. Como había prometido al taxista, dejaba las noches para pasear y conocer los alrededores.

“Señor taxista, me alegro de haber seguido su consejo” pensaba mientras admiraba La Giralda y paseaba en las cercanías del lugar. Sevilla siempre me pareció un sueño, y nunca en mis 18 años hubiese imaginado que terminaría aquí.

Mi vida siempre fue simple, los únicos acontecimientos relevantes que sucedieron en mi adolescencia quizá fueron la separación de mis padres (Nada sorprendente por supuesto, porque emparejaría a cualquier par de personas en la calle, quien sea, pero nunca a ellos dos) y la pérdida de Downey, mi sharpay endemoniado que terminó bajo las ruedas de un camión.

En fin, todo era tan normal y aburrido que siempre me aferré a la idea de que la vida gris que llevaba se mantenía así para equilibrar todo la locura desenfrenada, diversión, éxito y situaciones extraordinarias que viviría en un futuro. “Gran consuelo”.

Caminé hasta que sentí las piernas entumecidas del frío y regresé al apartamento.

- ¿Vica, me ayudas a colgar esto?

Aún estando sobre la cama no alcanzaba a poner el cuadro como quería, porque aunque era alta, los techos del viejo edificio me la jugaban de vez en cuando “los antiguos dueños deben haber sido familia de Michael Jordan”.

- ¡Vica! ¡Ven a ayudarme!

“Muy oportuna para desaparecer, como siempre”. Intenté estirarme y casi logro enganchar el seguro del cuadro al clavo, pero estar de puntas sobre un colchón no era tarea fácil y terminé cayendo hacia un lado, seguido por la estrepitosa caída del cuadro sobre mí.

- ¿Qué demonios te pasó?

- ¿Ahora si apareces? Quería colgar esto allá arriba pero la pared de 500 metros de altura no estuvo de acuerdo.

- Tenía los audífonos, déjame intentarlo.

Me incorporé y Vica tomó el cuadro en sus manos, dejando al descubierto mi atrapasueños en el borde de la cama, deforme y con hilos sueltos gracias al peso del cuadro.

- ¡Maldita sea! Grandioso, simplemente perfecto.

- Cálmate, los venden en todos lados.

- Sí, pero ese era especial.

- Las cosas suceden por una razón, quizá era muy feo para tu decoración.

- Graciosa.

Traté de abrir los ojos pero sentía un peso encima, toda mi fuerza se desvió a mis párpados y no ocurría nada. Se sentía como una tela espesa sofocando todos mis sentidos, no podía hablar, escuchar ni ver.

No sé cuánto tiempo había pasado luchando pero estaba al borde del colapso, cuando al fin una pequeña luz empezó a colarse en mi campo visual y recuperaba el resto de mis habilidades con una lentitud tortuosa.

“¿Qué pasa? ¿Dónde estoy?” Intenté formular las palabras sin mayor éxito que un balbuceo incoherente. Me removí en el lugar donde me encontraba tumbada, notando el frío debajo de mí.

“Esta no es mi cama”.

Tanteé apenas para notar la placa metálica debajo, parecía una mesa de carnicería y al notar esto despertó mi pánico.

“¿Qué demonios pasa?”

Mi visión borrosa comenzaba a divisar el espacio. Una habitación blanca cubierta de plástico transparente, una mesa metálica en la que me encontraba atada, estantes metálicos y bandejas  plateadas con instrumentos extraños llenaban el lugar. Me debatía entre una carnicería muy pulcra o un quirófano abandonado y al juzgar por las esposas que me mantenían cernida a la tabla, me iba por la segunda opción.

“Mierda”.

- ¿Cómo carajo llegué aquí?

Las palabras comenzaron a formarse lentamente, y dieron a entender más o menos lo que quería decir. No estaba segura de si alguien me escucharía, ni de quién me tenía allí, ni como había llegado… En realidad no sabía nada.

- ¿Hola? ¡HOLA! ¿Alguien por ahí?

Nada… Grandioso. Me revolví con más fuerza que antes para intentar zafarme, y sentí una punzada en el costado antes de lograrlo.

- ¡AH! ¿Pero qué mierda es esta?

Una cicatriz de unos 20cms atravesaba mi costado en diagonal, cosida muy rudimentariamente. “Eso va a dejarme una cicatriz”. Más confundida que antes empecé a luchar y gritar como nunca, presa del pánico no me importaba si el causante de mi cortada me escuchara y me matara, lo único que necesitaba era salir de allí. El sudor frío se apoderaba de mí, y la pequeña bata de quirófano que me habían puesto ya me había dejado casi desnuda por mi lucha.

“¡SAL DE AQUÍ YA, YA MISMO, SAL!” era lo único que pasaba por mi cabeza, y mientras pasaban los minutos (Que parecían días) Mi ataque de terror empeoraba, llevándome al borde de las lágrimas y las súplicas.

- ¡AYUDA! ¡SÁQUENME DE AQUÍ! ¡ALGUIEN QUE ME AYUDE! ¡AUXILIO!

Todo se volvió negro de repente.

Sentí la tela espesa sobre mí de nuevo, intentando luchar sin éxito con ella, hasta que me hundí en la oscuridad.

Quizá pasaron minutos, quizá meses cuando empecé a recuperar mi dominio; nunca pude diferenciarlo.

Al sentir que tenía algo de control comencé a luchar otra vez, puse toda mi fuerza en un revolcón que me lanzó de la placa metálica y me di de trompadas contra el suelo.

“¿Ah?”

El único problema con la situación fue que al abrir los ojos no estaba en el cuarto blanco con plástico, sino mi habitación.

“Maldita sea, una pesadilla”.

No recordaba la última vez que había tenido una pesadilla, mucho menos una que fuese tan real. Sudaba frío todavía y al ver por la ventana observé que era de noche aún, quizá de madrugada (O había pasado un mes, no lo sabía).

Me levante hacia el computador y vi que eran las tres de la madrugada del 12 “Sigue siendo hoy, al menos… Bueno, mañana”. En mi mente la noche de ayer seguía borrosa y no podía recordar el momento en el que había decidido dormir. Lo último que recordaba era el cuadro cayendo sobre mí, que ahora se encontraba apoyado contra el mural aún sin terminar en el que trabajaba Vica. Debajo de la ventana estaba mi escritorio y sobre él se encontraba el atrapasueños roto.

- Tú como que de verdad funcionabas. Esa pesadilla hizo que te extrañara.

“Tus nervios están demasiado alterados, empezaste a hablarle a las cosas otra vez”

Despejé la mente con un vaso de agua en la cocina y observé a Vica dormida en el sofá. Quizá había estado viendo una película porque el blu – ray estaba encendido y la pantalla estaba en el menú de inicio de algo. Apagué todo y la dejé a que despertara por sí sola. Obviamente esa noche no pude dormir más, así que decidí hundirme en un libro de John Katzenbach.

El sol empezó a colarse por la ventana y sin más decidí comenzar el día. “De todas maneras no podré dormir”.

- ¡Wow! Alguien estuvo de stalker en las cuentas de Martha Stewart anoche.

- Si no puedes con ellos, ponte a cocinar… ¿O así no iba?

Las dos nos echamos a reír y nos sentamos en la isla de la cocina a desayunar. Había desempolvado las recetas que me había enseñado mi mamá cuando era pequeña y el mesón estaba lleno de huevos revueltos, tostadas, panqueques, malteadas de fresa, y frutas. “No he perdido el toque”.

- ¿Dónde aprendiste a hacer los panqueques así?

- Mi mamá. ¿Son insuperables verdad?

- Gracias, mamá de Evan. 

Los días pasaron como cualquier otro, entre reparaciones, pintura y música. Todo estaba casi en orden, a excepción de la ducha y su insistencia en desperdiciar agua.

- Será mejor que llamemos a Leonardo.

- Sí, ya la mancha amarillenta en la bañera se está volviendo permanente. Además, no estará nada mal verlo en acción… y mojado.

- ¡Vica! ¿Es en serio?

- ¿Qué? Ya uno no puede notar las virtudes de nadie porque empiezan los gritos.

- No te grito. Es que me sorprendiste, lo hemos visto una sola vez.

- TÚ lo has visto una sola vez.

Vica se echó a reír y me observaba con expresión maliciosa “¿En serio se estaba viendo con Leonardo sin yo darme cuenta?” Reconozco mis dotes de despistada pero no pensé que llegarían a estos extremos.

“Evan, sal de tu cabeza que te vas a volver loca”.

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