Don Juan

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ACTO TERCERO » Escena III

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Escena III

(DON JUAN, DON CARLOS y SGANARELLE, al fondo de la escena)

SGANARELLE: Mi amo es un verdadero loco yendo a precipitarse a un peligro que no le atañe… Mas, a fe mía, la ayuda ha servido, y dos han hecho huir a tres..

DON CARLOS (Envainando su espada): Se ve, ante la fuga de esos ladrones, la potencia de vuestro brazo. Permitid, señor, que agradezca tan generosa acción y que….

DON JUAN: No he hecho nada, señor, que no hubierais hecho en mi lugar. Nuestro propio honor está empleado en tales aventuras, y la acción de esos bergantes era tan cobarde que hubiera sido una verdadera complicidad no oponerse a ella. Más, ¿cómo os habéis encontrado entre sus manos?

DON CARLOS: Habíame separado, por azar, de mi hermano y de todos los de nuestro séquito; y cuando intentaba reunirme con ellos, topé con esos ladrones, que primeramente mataron a mi caballo y que, a no ser por vuestro arrojo, hubieran hecho lo mismo conmigo..

DON JUAN: ¿Deseáis ir en dirección a la ciudad?

DON CARLOS: Sí, mas sin entrar en ella; nos vemos precisados, mi hermano y yo, a permanecer en el campo a causa de uno de esos asuntos que obligan a los caballeros a sacrificarse, en unión de su familia, a la severidad de su honor, ya que, en fin, la más grata fortuna es siempre funesta en estos casos, y si no se deja uno la vida, e ve forzado a dejar en el reino; en lo cual encuentro desdichada la condición de caballero, al no poder en modo alguno librarse, aún con toda la prudencia y honradez de su conducta, de estar sojuzgado por las leyes del honor al desorden de la conducta ajena, y de ser su vida, su reposo y sus bienes depender del capricho del primer osado al que se le ocurra hacerle una de esas ofensas ante las cuales un hombre de honor debe morir..

DON JUAN: Tiene uno la ventaja de hacer correr el mismo riesgo, y de que lo pasen mal también aquéllos a quiénes se les antoje ofenderos a sabiendas. Más ¿no sería indiscreto preguntaros cuál puede ser vuestro negocio?

DON CARLOS: La cosa ha llegado a un extremo tal que no exige secreto y, una vez descubierta la injuria, nuestro honor no tiene por qué ocultarla afrenta, sino hacer ostensible nuestra venganza y difundir incluso el propósito que abrigamos. Así, pues, caballero, no me recataré de deciros que la ofensa que queremos vengar es una hermana seducida y raptada de un convento y que el autor de esa ofensa en un tal don Juan Tenorio, hijo de don Luis. Le buscamos hace unos días, y le hemos seguido esta mañana por los informes de un criado, que nos ha dicho que salía a caballo acompañado de cuatro o cinco y que marchaba bordeando esta costa; más todos nuestros afanes han resultado inútiles, y no hemos podido averiguar lo que ha sido con él.

DON JUAN: ¿Conocéis, caballero, a ese don Juan de que habláis?

DON CARLOS: No, por lo que a mí se refiere. No le he visto nunca, y solamente se lo he oído describir a mi hermano; más su fama no dice nada bueno de él, y es hombre cuya vida….

DON JUAN: Deteneos, señor, si os place. Es algo amigo mío, y resultaría cobarde en mí oír hablar mal de él.

DON CARLOS: Por consideración a vos, caballero, no diré nada, ya que lo menos que os debo, después de haberme salvado la vida, es el callarme ante vos acerca de una persona a la que conocéis, cuando sólo puedo hablar mal de ella; más, por amigo suyo que seáis, me atrevo a esperar que no aprobaréis su acción, ni encontraréis extraño que procuremos tomar venganza de ello.

DON JUAN: Al contrario, quiero ayudaros a ello y evitaros afanes inútiles. Soy amigo de don Juan, no puedo remediarlo. Mas no es razonable que ofenda él impunemente a unos caballeros, y me comprometo a daros satisfacción en su nombre.

DON CARLOS: ¿Y qué satisfacción puede darse ante esa clase de injurias?

DON JUAN: Todas las que pueda desear vuestro honor; y sin molestaros en buscar más a don Juan, me obligo a hacerle comparecer en el sitio que queráis y cuando os plazca.

DON CARLOS: Esa esperanza es muy halagüeña, caballero, pero unos corazones ofendidos; más, después de lo que os debo, sería para mía un dolor demasiado sensible el que les sirvierais de compañero en la contienda.

DON JUAN: Estoy tan ligado a don Juan que no podría él batirse sin que me batiera yo también; más, en fin, respondo de él como de mi mismo, y no tenéis más que decirme adónde queréis que acuda él a daros satisfacción.

DON CARLOS: ¡Qué cruel es mi destino! ¡Deberos la vida y que sea Don Juan amigo vuestro!

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