Don Juan

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V EL ESPÍRITU DE LA PEQUEÑA CIUDAD

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V

EL ESPÍRITU DE LA PEQUEÑA CIUDAD

Roma, la Edad Media, el Renacimiento, han dejado su sedimento espiritual en la pequeña ciudad. Los fragmentos de muralla que quedan son romanos; romano es también el puente sobre el río Cermeño. La catedral es gótica. Son del Renacimiento la casa del maestre, la Audiencia y el Consejo. Los siglos han ido formando un ambiente de señorío y de reposo. Sobre las cosas se percibe un matiz de eternidad. Los gestos en las gentes son de un cansancio lento y grave. El blanco y el azul, en el zaguán de un pequeño convento humilde, nos dice, por encima del arte, eternidad. El arfe, que ha hecho espléndida la ciudad, ha realizado, andando los siglos, el milagro supremo de suprimirse él mismo y de dejar el ambiente maravilloso por él formado. Ese muro blanco y azul de un patizuelo, en una calle desierta, es la expresión más alta del ambiente creado. Lo más remoto se ha apropincuado a lo más cercano. No es en la catedral, ni en los palacios del Renacimiento, donde sentimos más hondamente el espíritu de la pequeña ciudad. Desde lo alto de una. calleja contemplamos en lo hondo un fornido pedazo de muralla romana. Las lomas labrantías aparecen, por encima, al otro lado del río: esas lomas son verdes unas veces, otras, negruzcas. Más arriba de las lomas está el cielo azul... No vemos más. Las casas de la calle son pobres; no pueden atraemos con sus primores. Esas tres notas simples, claras, permanentes —la muralla, la colina y el cielo—, es lo que solicita profundamente nuestro espíritu. Como contemplaran este espectáculo hace dos mil años. otros ojos, lo contemplamos nosotros ahora. En su permanencia está la norma definitiva de la vida. No nos cansamos de contemplar la muralla, la colina y el cielo. La voz de un romano nacido en España llega hasta nosotros. "Todo el mundo —dice Séneca en su tratado De vita beata—; todo el mundo aspira a la vida dichosa; pero nadie sabe en qué consiste. De ahí proviene la grande dificultad de llegar a ella. Porque cuando más nos apresuramos, no habiendo tomado el verdadero camino, más nos apartamos del término apetecido. De esta suerte, nuestro afán por la vida dichosa no sirve sino para alejarnos de ella cada vez más."

Bajo el cielo, azul o gris, está la colina, verde o negruzca; luego, más abajo, la recia muralla romana. Vivere omnes beate volunt, sed ad providendurn quid sit, quod beatam vitam efficiat, caligant...

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