Don Juan

Don Juan


XXIV DON FEDERICO

Página 26 de 42


XXIV

DON FEDERICO

A las tres de la mañana abandona don Federico su despachito de la Redacción. Ya ha visto el primer ejemplar del día siguiente; su olfato ha percibido, una vez más, sobre las páginas recientes, el perdurable olor a tinta fresca. Una bombilla pende sobre la mesa, con una pantalla de papel de periódico; hay en las paredes una fila de garfios con abultados números de periódicos; se ven periódicos sobre la mesa.

La ciudad duerme. Brillan las estrellas en lo alto, parecen como cansadas en las calles las lucecitas de la noche. Encima de la mesa del comedor tiene preparados don Federico, aseados y limpios, unos mantenimientos. En las alcobas, seis cabezas de niño y una de mujer, orlada de rubia cabellera, descansan en las almohadas. Al día siguiente, a las doce, dan unos golpecitos tenues en la puerta. Dos o tres niños entran y suben presta y alegremente a la cama de don Federico.

¿Dónde han nacido estos niños? Don Federico ha trabajado en Madrid, en Barcelona, en Bilbao, en Valencia. Treinta años lleva sentándose frente a las cuartillas y llenándolas con su letra. Su ropa está limpia, sin una mancha; pero un poco usada. Ya para él declina la vida. Las cosas le son un poco indiferentes. Cuando en la Redacción se entabla una polémica sobre los méritos de los políticos, y le preguntan a don Federico, el buen periodista no contesta. Don Federico, en silencio, ladea la cabeza y enarca las cejas. Cuando un redactor le trae un artículo violento, don Federico dice:

—Queridos amigos, un poquito de tolerancia.

Don Juan va muchas noches, después de la tertulia del maestre, a estar un rato con don Federico en la Redacción. Don Federico, al llegar a la Redacción, va hojeando los periódicos del día, y luego prepara las cuartillas. Hay un profundo gesto de cansancio en este hombre; muchas veces, mientras arregla las cuartillas, hace su gesto habitual de resignación y de indiferencia: tuerce la cabeza y enarca las cejas. ¿Qué será de estos niños y su mujer cuando él no pueda escribir?

Una noche ha encontrado don Juan al buen periodista un poco nervioso.

—Don Juan —le ha dicho don Federico—, deseo consultarle a usted sobre un asunto importante.

Don Juan, al oír estas palabras, rápidamente se ha puesto de pie; se ha acercado a los rimeros de periódicos, que penden de las paredes, y ha preguntado algo, aparentando indiferencia.

—Don Juan —ha repetido don Federico—, deseo consultarle una cosa importante que me sucede.

Don Juan seguía aparentando indiferencia. Lo que le ocurre a don Federico es que un amigo suyo le escribe desde Madrid diciéndole que regrese a la corte; el problema de la vida de don Federico está resuelto; el amigo cree poder asegurárselo así al buen periodista.

—¿Qué cree usted, don Juan?

Don Juan, con íntima y ligera emoción, ha contestado:

—Creo, querido don Federico, que debe usted ir a Madrid.

Cuando ha vuelto don Federico esta noche a su casa, ha ido besando dulcemente las cabecitas que reposaban en la almohada.

Ir a la siguiente página

Report Page