Don Juan

Don Juan


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—Hermano Juan: ¿por qué es usted tan pobrecito? ¿Es verdad que ha sido usted muy rico?

—Todos hemos sido ricos en el mundo; todos lo somos. Las riquezas las llevamos en el corazón. !Ay del que no lleve en el corazón las riquezas!

—Hermano Juan: si ha sido usted rico, ¿cómo se puede acostumbrar a vivir tan pobre?

—Yo no soy pobre, hija mía. Es pobre el que lo necesita lodo, y no tiene nada. Yo no necesito nada de los bienes del mundo.

—Pero sus riquezas, hermano Juan, ¿Las perdió usted por azares de la fortuna, o las abandonó usted de grado?

—Mi pensamiento está en lo futuro, y no en el pasado; mi pensamiento está en la bondad de los hombres, y no en sus maldades.

—Hermano Juan: dicen que usted vivía en un palacio. ¿Es verdad?

—Mis palacios son los vientos, y el agua, las montañas, y los árboles.

—Hermano Juan: ¿cuántos criados tenía usted?

—Los criados que tengo son las avecicas del cielo y las florecillas de los caminos.

—Hermano Juan: su mesa de usted era espléndida; había en ella de los más exquisitos manjares.

—Mis manjares son ahora el pan de los buenos corazones.

—Hermano Juan: usted ha visitado todos los países del mundo. ¿Habrá visto usted todas las maravillas?

—Las maravillas que yo veo ahora son la fe de las almas ingenuas y la esperanza que nunca acaba.

—Hermano Juan; no me atrevo a decirlo; pero he oído contar que usted ha amado mucho y que todas las mujeres se le rendían.

—El amor que conozco ahora es el amos más alto. Es la piedad por todo.

(Una palomita blanca volaba por el azul.)

Madrid, 1922.

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