Don Juan

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ACTO CUARTO » Escena IV

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DON LUIS, DON JUAN, SGANARELLE y LA VIOLETA)

LA VIOLETA: Señor, aquí está vuestro señor padre.

DON JUAN: ¡Ah, estoy arreglado! Sólo me faltaba esta visita para enfurecerme.

DON LUIS : Bien veo que os trastorno y que prescindiríais gustoso de mi llegada. A decir verdad, nos molestamos mutuamente de modo singular; y si os desagrada verme, también a mi me desagrada vuestra conducta. ¡Ay! ¡Cuán poco sabemos lo que hacemos al no dejar que el Cielo cuide de las cosas que necesitamos, al querer ser más prudentes que Él y al importunarle con nuestros ciegos deseos y nuestras peticiones irreflexivas! Deseé u hijo con ansia sin igual; lo pedí sin cesar con arrebatos increíbles, y este hijo que logré cansando al Cielo con mis súplicas es el pesar y el suplicio de esta vida misma, de la cual creía que iba a ser la alegría y el consuelo. ¿Con qué ojos, en vuestro sentir creéis que puedo ver este cúmulo de acciones indignas, cuyo aspecto cuesta gran trabajo paliar a los ojos del mundo; esta serie continua de malvadas andanzas, que nos obligan en todo momento a cansar la bondad del soberano y que han agotado, para él, el mérito de mis servicios y el crédito de mis amigos? ¡Ah, qué bajeza la vuestra! ¿No os sonroja nada el merecer tan poco vuestra alcurnia? ¿Tenéis derecho, decidme, a envaneceros de ello? ¿Qué habéis hecho en el mundo para ser caballero? ¿Creéis que basta con llevar un hombre y unas armas, y que es para nosotros un timbre de gloria llevar una sangre noble, si vivimos afrendosamente? No, no; la estirpe no significa nada sin la virtud. Por eso no participamos de la gloria de nuestros antepasados, sino en la medida en que procuramos parecernos a ellos; y el esplendor de sus acciones, que se difunde sobre nosotros, nos impone el compromiso de hacerles el mismo honor, de seguir las huellas que nos trazan y de que no degenere su virtud, si queremos ser considerados como verdaderos descendientes suyos. Así pues, vos descendéis en vano de los antepasados a quién debéis la vida; os niegan por su sangre, y todo cuanto han realizado de grande no os da ninguna ventaja; por el contrario, su lustre no recae sobre vos sino para deshonor vuestro, y su gloria es una antorcha que ilumina a los ojos de quienquiera la vergüenza de vuestras acciones. Sabed, en fin, que un caballero que vive en la maldad es un monstruo de la Naturaleza; que la virtud da el primer título de nobleza; que yo considero mucho menos el hombre con que se firma los actos que uno realiza, y que estimaría más al hijo de un ganapán que fuera hombre honrado que al hijo de un monarca que viviera como vos..

DON JUAN : Señor, si os sentaseis, estaríais mejor para hablar..

DON LUIS : No, insolente; y no quiero sentarme ni hablar más, y bien veo que todas mis palabras no hacen mella alguna en tu alma; más quiero que sepas, hijo indigno, que la ternura paterna ha llegado a su límite con tus acciones; que sabré, antes de lo que figuras, poner coto a tus desórdenes; prevenir, respecto a tí, el enojo del Cielo, y lavar, con tu castigo, la vergüenza de haberte dado la vida. (

Vase)

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