Don Juan

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XXXVI LA ROSA SECA

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XXXVI

LA ROSA SECA

Ángela y Jeannette han ido a ver las antigüedades de doña María. Antes de marcharse a París desean saber si doña María tiene algunos otros trastos bonitos. Han estado un rato curioseando por las salas. Ante la puerta de don Juan, Jeannefte ha dicho, aparentando inocencia:

—¿Tiene usted aquí también antigüedades, doña María?

—Aquí es donde para don Juan, el amigo de ustedes —ha contestado la anciana. Han entrado en 1a estancia. Don Juan hace dos días que está, con el doctor Quijano, fuera de la ciudad. Todo estaba en orden y limpio. La mancha de las cortinillas rojas, en las vidrieras de la alcoba, destacaba en el fondo, En las paredes había una serie de litografías antiguas, francesas. Tenían ancho marco de roble, pulimentado, con redondeles de metal dorada en los ángulos. Representaban la historia de Latude y de la Pompadour. En la primera de la serie estaba de pie Latude, lindo y apuesto garzón, rehusando una bolsa de oro que le alargaba la bella marquesa, en otra, la justicia venía a prender a Latude, que estaba en la cama con una camisa de encajes, en otra, Latude se descolgaba, de noche, por un alío torreón...

Jeannette ha comenzado a leer la inscripción de la primera estampa: "Latude, né en 1725, á Montagnac, en Languedoc, ambitieux, mais plus étourdi que coupable..."

Después, meditativa, ensoñadora, ha exclamado mirando a la bella marquesa, con peinado alto y su falda cuajada de rosas:

—¡Qué bonita era la Pompadour!

En una de las litografías, en la primera, entre el cristal y el marco, había clavada una rosa: una gran rosa seca. Era la rosa que Jeannette había regalado a don Juan noches antes. Jeannette la ha cogido y la ha colocado en la litografía en que la justicia prende a Latude.

Y cuando iban a salir de la estancia las visitantes, Jeannette se ha vuelto otra vez hacia las litografías y ha exclamado:

—¡Qué elegante era la Pompadour!

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