Don Juan

Don Juan


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Don Juan del Prado y Ramos era un gran pecador. Un día adoleció gravemente...

En el siglo XIII, un poeta, Gonzalo de Berceo, escribe los

Milagros de Nuestra Señora. Nuestra Señora ha salvado muchas almas precitas. Del báratro las ha vuelto de nuevo al mundo. En el milagro VII, Berceo refiere el caso de un monje sensual y mundano:

Era de poco seso, facie mucha locura.

No le contenían en sus locuras ni admoniciones ni castigos. Todos sus pensamientos eran para los regalos y deleites terrenos:

Por salud de su cuerpo o por vevir más sano,

usaba lectuarios apriesa e cutiano,

en yvierno calientes, e fríos en verano;

debrie andar devoto, e andaba lozano.

Finó en la contumacia. Pero el monasterio en que había profesado estaba bajo la advocación de San Pedro. San Pedro quiso salvar al pecador. No pudo su solicitud lograr del Señor el milagro. Entonces se dirigió a María. Entre María y el Señor se entabló una patética y tierna contestación. Alegaba el Señor el menoscabo que con la violación de iodo lo establecido sufrirían las Escrituras:

Serie menoscabada toda la Escriptura.

Pero, al fin, vence Nuestra Señora...

Don Juan del Prado y Ramos no llegó a morir; pero su espíritu salió de la grave enfermedad profundamente transformado.

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