Don

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Capítulo 20

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—Ricardo… Espera… ¿Qué vas a hacer? —Rezaba su padre desde el suelo como un soldado desesperado—. ¡Por el amor de Dios, basta ya de tonterías! Deja eso donde está, por el amor de Dios… Te lo suplico…

Pero las plegarias llegaron demasiado tarde al correo del verdugo.

Con un fuerte grito que lo sumió en un trance explosivo, Ricardo dejó de ser el joven que era para siempre. El afilado disco rajó el pecho del hombre y continuó hacia arriba hasta atascarse en el rostro. Un baño de sangre tiñó la escena en una postal que quedó marcada sobre su memoria como el peor de los tatuajes.

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