Dolly

Dolly


Segunda parte » Capítulo 1

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CAPÍTULO 1

—Dime, Dolly, ¿por qué te has divorciado? Me extraña en ti y en él. Jamás me hubiera imaginado que un hombre orgulloso, creyente y recto como Edward...

—Por favor, Bod... Si continúas con esas preguntas voy a rogarte que no vuelvas a mi casa. Cuando se dijo por ahí que Edward y yo nos habíamos separado, tus amigos, los padres de tus amigos y toda la sociedad me rechazó. ¿Por qué no lo has hecho tú? Odio con toda mi alma a tu sociedad. Yo soy de otro mundo, de otras costumbres y lo que jamás me perdonan, de otra raza muy diferente a la vuestra. Hace solo medio siglo los judíos eran repudiados como si se tratara de dañinos animales. ¿Cómo quieres que ame a tu mundo? ¡Lo detesto!

Y en las pupilas rutilantes resplandeció un odio mortal que por un momento asustó al aristócrata.

—Eres maravillosa —exclamó Bod con fervor—. No me explico por qué Edward se separó de ti. ¿Por qué no accedes a mis ruegos? Te aseguro que yo soy diferente a Teddy. Estoy seguro que te harta feliz.

—Por Dios, te lo ruego, Bod. No hablemos de eso. Te lo he pedido centenares de veces. Yo no volveré a casarme jamás. La primera experiencia ha sido demasiado dura.

—Dolly, tú estás todavía muy enamorada de Teddy.

La mujer, ahora mucho más hermosa y formada tras aquellos interminables seis años, lanzó una carcajada nerviosa y le tembló la boca imperceptiblemente.

—No digas absurdos —pidió demasiado fuerte—. Tu amigo Teddy es para mí como otro hombre cualquiera. Menos que tú, puesto que a ti te aprecio lo suficiente para recibirte en mi casa. Aunque sé fijamente que tus visitas levantan... polvorilla.

—¿No quieres que vuelva?

—¡Claro que quiero! El mundo, querido Bod, me tiene sin cuidado. Tu propia hermana Ann se ha educado conmigo y en el mismo colegio... Hoy me encuentra en la calle y ni siquiera me saluda; es más, me vuelve la espalda. ¿Crees que eso me afecta? Tal vez antes sí, pero ahora he aprendido muchas cosas y entre ellas no mirar al que no me mira. Cuando llegué a la ciudad hace cinco años y encontré que mi padre había muerto, creí que no habría consuelo para mí... Me hice dura; olvidé en seguida. Por muy grande que fuera mi dolor jamás podría volverle a la vida. Para ellos, ese odioso mundo que me desprecia, era un judío, para mí era el mejor de los padres... Cuando más tarde murió el padre de Edward y supe que él había venido a cerrarle los ojos, me fui... Tardé más de dos años en regresar. Cuando, al fin, lo hice y destruí la casa que había sido del judío para edificar este regio palacio, la gente me censuró: «Edificar un palacio precisamente frente a la morada del que había sido su marido. ¡Qué desatino! ¡Qué poca vergüenza!». Estos fueron los comentarios, Bod. No lo niegues —sonrió con desdén. Bod bajó la cabeza asintiendo—. Pues bien, yo no me considero loca ni exenta de vergüenza. Tú, que me conoces bien, sabes que jamás he dejado de ser digna.

—¡Naturalmente, Dolly! ¡Por favor, no sigas atormentándote! Yo sé que sufres, Dolly.

—¿Sufrir? No me hagas reír, querido.

Y reía, reía con una mueca que por un momento engañó a Bod.

—Ahora dicen de nuestra amistad cosas terribles. ¿Piensas que me importa? ¡Bah! Dios sabe cómo soy, no ignora lo que piensa y lo que siento, y estando bien con él lo demás no me importa gran cosa. Vivo mi vida y creo no ofender a nadie.

—¡Si te casaras conmigo!

—No hablemos de eso, Bod, te lo ruego.

Eran las seis de la tarde. Hacía frío, pero ambos permanecían sentados en la terraza, desde la cual podía verse perfectamente el jardín del palacio de lord Clinton.

Habla edificado allí su regia morada. Pero ignoraba con qué objeto. Ella salía muchas veces de viaje y todos ignoraban a dónde se dirigía.

«Es una mujer libre», decían algunos. «No tiene moral.» «Claro, ¿qué se puede esperar de una hebrea?» «Por algo lord Glinton se separó de ella.»

Dolly oía indiferente los comentarios. ¡Qué sabían ellos! ¿Qué Edward se había divorciado de ella? ¡Estúpidos!

—Dolly —llamó Bod, un poco atragantado.

—¿Qué decías, Bod?

El muchacho pareció indeciso. Dudó un momento, después, como haciendo un gran esfuerzo preguntó:

—¿Desde cuándo no has visto a Edward?

—Seis años.

—¿Y sabes que ha rehecho su fortuna?

No, no lo sabía. Se estremeció levemente e interrogó con los ojos un poco entornados:

—Pues así es, Dolly. Ayer me dijeron en el círculo que Edward Glinton regresaba esta mañana.

El esfuerzo que hizo la mujer fue tan desesperado, que pudo conseguir que Bod no observara su turbación. ¿Que había vuelto Edward? ¿Vuelto? ¿Y qué sucedería ahora?

Se puso en pie.

—No me importa en absoluto, Bod —dijo volviendo la cabeza al otro lado—. No me liga lazo alguno con él.

—Su vida le pertenece como me pertenece a mí la mía.

Pudo disimular y Bod se despidió hasta el día siguiente. Cuando quedó sola miró hacia adelante, clavando los ojos en el bello jardín del palacio de los Glinton, que eran su propia familia aunque el estúpido mundo creyera lo contrario.

¿Cómo reaccionaría Edward? ¿Qué pensaría de ella? ¿De su amistad con Bod? ¿Del desprecio de su sociedad para con ella?

* * *

Abrió la puerta y subió lentamente hasta su alcoba. Desde el amplio ventanal también podía ver el palacio de su marido. Apoyó la frente ardorosa en el frío cristal y permaneció muy quieta, con los ojos húmedos clavados en el regio palacio de los Glinton.

¿Quién había sido el primero que hizo correr la noticia de que ella se había divorciado? ¡Bah! Nunca lo supo ni le interesó demasiado averiguarlo. Cualquiera que fuera, se preocupó bien pronto de que la noticia cundiera por todas partes y en seguida se admitió aquel el divorcio como la cosa más natural del mundo. Jamás lo desmintió, ¿para qué? No merecía la pena puesto que jamás se reuniría con Edward nuevamente. Aquello estaba bien muerto.

Recordó el día que vio a su padre muerto. Cuando más tarde murió el padre de Edward y supo que este había acudido a su lado. Se alejó. No quería verle. Desde aquel momento se admitió el asunto del divorcio como seguro. Tal vez Edward lo ignoraba, o por el contrario, fue él quien dio la primera noticia. ¡Qué más daba!

Más tarde, al regresar, hizo edificar aquel palacio, donde ahora vivía. Lo llenó de criados y desde entonces vivió como una princesa encantada. Se dijo de ella muchas cosas: que era una mujer libre, que no tenía moral, que si esto que si lo otro. Ella permaneció indiferente. El único que no le negó la amistad fue Bod... ¿Por qué Bod era tan bueno con ella? ¿Tal vez por ser íntimo amigo de Edward? ¿Qué sucedería ahora que lord Glinton había regresado?

Algún tiempo después recibió un cheque... Era de Edward. Le devolvía todo el capital que un día le había prestado su padre, con sus intereses correspondientes y con el desprecio que Dolly, muerta de rabia y de dolor, leyó en aquel papel verde, el cual estrujó en sus manos de tal forma que jamás sirvió para cosa alguna. Tenía bastante dinero. No quería el de Edward. Si su padre se lo había prestado, allá él. Se consideraba esposa de. Edward y sus bienes eran tanto suyos como de ella. Días después devolvió el sobre con el cheque arrugado dentro. Lo envió a nombre del administrador de los Glinton y nuevamente le fue devuelto, con una nota adjunta que decía:

Lord Glinton no, puede hacerse cargo de ese dinero.

No lo cobró. Lo rompió en mil pedazos y quedó satisfecha, Algún tiempo después supo que todas las propiedades de los Glinton habían sido vendidas, excepto el palacio. ¿Dónde estaba Edward? ¿Y qué hacía?

Durante algún tiempo ella se recluyó en el campo, tuvo un hijo, del que el mundo ignoró siempre su existencia. Y un día, dos años después de haber regresado en compañía de Samuel, el criado de su padre y ahora suyo y fiel hasta la muerte, decidió hacer una visita a la casita oculta en el bosque.

Volvió más decepcionada aún. La casita se hallaba cerrada y todo parecía muerto y abandonado desde hacía mucho tiempo. ¿Dónde estaba Edward?

Nunca pudo dar una respuesta a la interrogante. Decidió olvidarle para siempre y cuando regresó para instalarse en el nuevo palacio fue cuando él mundo la rechazó abiertamente, quedándole solo la consoladora amistad de Bod.

Ahora, Edward había regresado. ¿Qué sucedería?

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