Diablo

Diablo


Capítulo 14

Página 26 de 48

Desnuda, ardiente, abrió los ojos y vio la mano de Diablo entre pliegues. En su interior estalló una estrella. Las sensaciones se cristalizaron, ascendieron y luego se fracturaron, convirtiéndose en una lluvia de astillas plateadas que recorrió su interior, derritiéndole los músculos tensados y haciéndole cosquillas bajo la piel.

La descarga.

La descarga la barrió llevándose toda su tensión, sustituyéndola por un placer tan profundo que pensó que iba a morir. Sintió los labios de Diablo en su sien y sus manos ablandarse en suaves e íntimas caricias. Un dulce olvido la venció.

Cuando su cerebro volvió a la realidad, Honoria se descubrió del todo vestida, apoyada contra el respaldo del diván. Ante ella, Diablo se miraba en el espejo, poniéndose la corbata. Vio cómo sus diestros dedos hacían el nudo y sonrió.

Sus ojos se encontraron en el espejo y su sonrisa se ensanchó. Él arqueó una ceja.

—Acabo de comprender —dijo Honoria, recostándose más en el diván— porque no tienes criado personal. Como eres un lujurioso no puedes confiar en los servicios de un criado que pueda ponerte en un aprieto.

—Precisamente por eso. —Se compuso los extremos de la corbata de lazo y le lanzó una mirada displicente—. Y si ya has vuelto al mundo de los vivos, lo mejor será que vayamos a la sala de baile.

Se agachó y recogió su chaqueta del suelo. Honoria se dispuso a informarle de que ya había tomado su decisión, pero cambió de idea. Llevaban tanto rato fuera de la sala de baile que ya no había tiempo. Se lo diría a la mañana siguiente.

Se sentía como flotando, extrañamente alejada de la realidad. Mientras Diablo se ponía la camisa, algo llamó la atención de Honoria. Se volvió y miró entre los naranjos.

—¿Qué ocurre? —preguntó él, siguiendo su mirada.

—Me ha parecido ver a alguien, pero ha debido de ser una sombra.

—Vamos. —La tomó de la mano—. Sin necesidad de complicar más las cosas, los chismosos ya habrán hablado bastante.

Cruzaron el invernadero y al cabo de un momento salieron. La luna continuaba proyectando anchas franjas de luz en el suelo de baldosas de la estancia.

Una sombra alteró su trazado.

La silueta de un hombre, distorsionada hasta proporciones amenazadoras, cruzó el espacio iluminado del invernadero y desapareció en una esquina del recinto.

La luna bañaba la escena con una suave luz blanca e iluminaba los árboles, el cesto de mimbre y el diván con sus arrugados cojines.

Ir a la siguiente página

Report Page