Despertar

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Capítulo Veintidós

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Capítulo Veintidós

—Rhajena.

Eyrhaen miró fijamente a la parte superior de la cabeza del hombre, confundida. Detrás de él y a su lado, había más cabezas, y todas se doblaron en los hombres que se pusieron de rodillas, rindiéndole homenaje profundamente. Nunca había habido este tipo de respuesta a su padre, y había mucha gente quienes lo respetaban. No, esto era más. Había una vibración extraña en el aire.

Es miedo, dijo la voz de Radin tranquilamente en su mente. Están asustados de ti.

Parpadeó hacia él a través de las cabezas de todos los hombres que estaban entre ellos. Había ido al campo de prácticas antes de ella, abandonándola para que llegara sola. Pero… Ellos siempre han estado… Pero no así.

Ellos siempre han tenido mucho cuidado a tu alrededor, pero, ¿crees que ellos realmente te temieron?

¿ También lo hacen contigo?

Levantó una ceja. No, de hecho. No lo hacen.

Tragó saliva. ¿Qué debo hacer?

Él cruzó los brazos sobre su pecho desnudo. No lo sé. ¿Qué vas a hacer?

Apretó los dientes, y lo fulminó con la mirada desde la distancia. Un paso suave en la arena a su izquierda la sobresaltó. Su padre estaba de pie, con un chaleco largo abierto sobre unos pantalones de color violeta intenso. Las marcas de Rhae se destacaban en su piel negra, casi brillaban en la arena ampliamente iluminada. Aquí había un hombre merecía ese homenaje, no ella.

Él le dio una pequeña sonrisa, luego le hizo un gesto al hombre más cercano a ella. Quería estar a su lado, pero ella tenía que hacer algo.

Radin se compadeció. Toca algún hombro, da las gracias, y luego, pídeles a todos que se levanten.

Contenta de tener cualquier orientación, caminó hacia adelante y le tocó el musculoso hombro al más cercano. Casi se alejó cuando el hombre se estremeció, tensándose con su toque. Realmente tenía miedo.

—Gracias —Se aseguró que todos pudieran oírla. Nunca había visto en el espacio de la arena a tantas personas que se quedaran tan calladas—. Gracias a todos. Por favor, levantaros. Tenemos un combate de lucha libre que hacer —Agregó esto último por una corazonada, con la esperanza de romper la tensión en el aire.

Las caras se inclinaron hacia arriba para mirarla. Cuarenta caras, quizás más. A algunos los reconoció. De algunos estaba segura que habían estado entre los rebeldes. Radin le dijo que esta noche era importante, era el primer público que se reunía junto tanto leales como elementos renegados. Savous y él habían estado trabajando durante casi dos lunas para conseguir que sucediese. En todas aquellas caras, todo lo que vio fue un cauteloso miedo. No era una mirada que perteneciera a un orgulloso guerrero raedjour.

Savous la tomó del brazo, saludando para indicar que los hombres debían levantarse.

— ¡Buena suerte a todos!

Le siguió cuando la llevó hacia una estrecha escalera que conducía hacia uno de los balcones. Irin se sentaba en un canapé bajo, amplio al lado de la barandilla de piedra sobre la que ella podría ver toda la arena. Hyle y Gala descansaban en otro canapé a juego detrás de ella, y estaba ligeramente más elevado para que pudieran ver. Murmuró los saludos y le agradeció a Gala por la copa de vino mientras sacudía la cabeza a la bandeja de dulces.

Maldito seas. Se hundió en su asiento, fulminando con la mirada a Radin. Podrías haberme avisado.

No miró hacia ella, estrechando la mano a cada uno de los concursantes desnudos. ¿Por qué pensaría que me ibas a escuchar?

Se tragó su protesta. Eso fue a tenor de su respuesta a lo que había sucedido en las diez últimas noches. Apenas habían hablado además de discutir. Su cólera hirviendo a fuego lento vibró por el enlace entre ellos, hormigueando bajo su piel. Le permitía salir de la habitación durante la noche, quedándose generalmente a su lado, pero mantuvo tanto su comunicación verbal como la mental al mínimo. Cuando le acusó de enfurruñarse, él no se molestó en negarlo. Cuando trato de conseguir que se dirigiera a ella, no le hizo caso. Cuando se enfadó, él contuvo su magia, se protegió, y esperó mientras se agotaba. Y lo peor, no hubo nada de sexo. Cuando se quejó de eso, él le dijo que era más que bienvenida para que buscara un compañero complaciente. Esto podría haber sido lo más mortificante de todo. Realmente no se oponía a que ella encontrara a alguien más. Eso la dejó preguntándose si él ya había encontrado a alguien más para saciar sus propias necesidades. No creía que fuera Nialdlye. Una espantosa visita a su madre unas noches después del incidente le dio la pista de que ella mantenía su distancia con él a causa de Eyrhaen. La información había sido seguida por una diatriba de Irin por lo egoísta que era. Le había gritado contestándole que no sabía de lo que estaba hablando y se había marchado bruscamente. Esta era la primera vez que estaba en presencia de su madre desde entonces.

Todo el mundo estaba del lado de Radin. Todo el mundo quería que ella siguiera adelante. Pero era ridículo. ¡Estaban vinculados!

Irin miró su cara y se sentó, alcanzando su mano.

— ¿Estás bien?

La tomó, aliviada de que su madre estuviera hablando con ella.

—No lo sé —Se dejó caer en una almohada al lado de Irin, mirando con aire taciturno a la reunión de abajo—. Tienen miedo de mí.

Irin le acarició con una mano su espalda, echando su trenza sobre su hombro, para que no se sentara sobre ella.

—Tienes que darles tiempo, cariño. Acaban de sentirse cómodos con Radin.

—Pero conozco a la mayoría de ellos.

Irin suavemente tomó su barbilla entre el pulgar y su índice, y le inclinó la cara hacia arriba.

—Y has cambiado tanto en sólo las últimas lunas.

Eyrhaen parpadeó, recordando sus ojos. Recordando que apenas había estado en su sano juicio, por lo menos en las dos últimas temporadas antes de que Radin se despertara.

—Adivino que lo he hecho.

Irin asintió con la cabeza, y soltó su barbilla.

—Dales tiempo.

Suspiró y se echó hacia atrás, acunando su copa. Tiempo. Eso era todo lo que tenía | estos días. Tiempo para sentarse y mirar las maravillas que Radin y Savous estaban haciendo con su gente. Los raedjour renacían. Los rebeldes habían vuelto de nuevo a la ciudad. Habían establecido contacto con los humanos para hacerles saber que ahora sería más seguro viajar por el bosque. Esta noche era especial, ya que muchos de estos rebeldes se habían inscrito como participantes en el combate de lucha. Con la ayuda de Radin, y la orientación de su padre, muchos rencores se habían solucionado, y las heridas del pasado estaban siendo dejadas de lado. Era un tiempo para regocijarse.

Incluso si ella se sentía miserable.

Eyrhaen bebió unos sorbos de su vino, y decidió que esta noche, estaría de buen humor. No había visto un combate de lucha por lo que había parecido siglos.

Debajo, aún había más personas en una arcada abierta baja al lado de su balcón.

Casi todo el mundo de la ciudad había asistido. Los sofás a lo largo de las paredes ya se habían llenado, y la gente se sentaba en plataformas, y en otros lugares, incluso en el suelo de la arena. Los diez balcones estaban llenos. Salin y Diana se unieron a ellos en el balcón de sus padres, los ojos de la mujer mayor brillaron con un entusiasmo salvaje.

Eyrhaen se inclinó hacia delante y cruzó sus brazos sobre la barandilla, dándose cuenta que estaba sentada con otras tres parejas. Considerando el entusiasmo despertado por el combate, sin duda habría actividad sexual.

Buscó a Radin entre la muchedumbre de abajo, y le encontró sentado con Jarak y su verdadera pareja, Marisol.

¿Te sentarás con nosotros? ^

El no alzó la vista. No.

¿ Cuánto tiempo vas a estar castigándome?

No hubo respuesta. No era ninguna sorpresa. Le había preguntado y la había

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ignorado antes, la respuesta implícita de esto es que ella era libre para divertirse.

Tratando de recordar su determinación de estar de buen humor, se deslizó hasta la

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esquina de su sofá, dándoles espacio a sus padres, y luego apoyó la barbilla en el

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dorso de sus manos y miró lo que sucedía abajo.

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Cuando Lanthan caminó en la arena, seguido de Tykir y Brevin, su forzado buen humor cayó a plomo. Sintió que le arrancaban el corazón. Lanthan estaba desnudo y sin armas, lo que significaba que sería un competidor. Su pelo había sido cortado corto en los lados y atrás, y más largo por encima de la frente, escondiéndola y rozando sus cejas. Los músculos lisos de su magnífico cuerpo se contraían perfectamente con sus movimientos, hipnotizándola con su gracia. Brevin y Tykir lo seguían, vestidos y armados, por lo que planeaban mirar solamente. Típico.

Brevin a veces decidía luchar, pero era Lanthan el que realmente disfrutaba de la

competición física. Su musculoso guerrero tenía que golpear a alguien de forma regular o se ponía inquieto.

¿Su guerrero? No. Tenía que dejar de pensar en ellos de esa manera. Sin embargo, se bebió la vista de los tres, no había visto a ninguno desde ese horrible día. No había tenido el coraje de preguntar, y ellos no habían preguntado por ella, por lo que sabía. Sabía que les había hecho daño, pero, ¿cómo podría explicarse? Ellos habían sabido sobre Radin antes de que se hubiera despertado. Pero sabía de primera mano que saber y ver que sucedía eran dos cosas muy diferentes.

Vio a Lanthan cuando saludó a Radin. Se estrecharon las manos amistosamente, y Radin le dijo algo que hizo que Lanthan asintiera con la cabeza. ¡Qué injusto! ¿Por qué no estaba enojado Lanthan con Radin también?

Radin la miró cuando se marchó Lanthan. Ella desvió su mirada e hizo todo lo posible para bloquear sus pensamientos.

Estaba tan atrapada en su hervor interior que no levantó la vista de nuevo hasta que Fallil caminó al centro del círculo. La voz del bardo llegó claramente a través del amplio espacio, por la arena y los balcones, dando la bienvenida a todo el mundo al combate.

Eyrhaen se tomó el último trago de vino de su copa y la dejó antes de mirar hacia debajo de nuevo.

¿Qué?

Lanthan estaba de pie en una banda, hablando con Brevin y Tykir. Esto no era algo fuera de lo normal. Pero, se habían unido a Nialdlye en su sofá. Estaba sentada entre Brevin y Tykir, sus piernas de color rojo brillante se veían debajo del dobladillo de su falda que llegaba a medio muslo. Sus pechos estaban desnudos y erguidos, con una gran cantidad de collares que llamaban la atención sobre ellos, su pelo suelto también, cayendo en rizos negros y rojos sobre sus hombros. Estaba sentada sonriendo, mientras compartía con ellos. Mientras Eyrhaen miraba, ella se puso de pie para poder tomar la mandíbula de Lanthan en sus manos y darle un

breve beso en los labios. No lo suficientemente breve para ser amistoso. No podía ver su rostro, ya que estaba de espaldas a ella, pero el beso se demoró unos segundos más de lo debido. Entonces, cuando Lanthan fue llamado para unirse a los otros concursantes en el centro del ring, Nialdlye se recostó de nuevo en el cojín, recostada contra Brevin. Él estiró su brazo sobre el respaldo del sofá, y Tykir se sentó un poco encorvado, inclinándose un poco hacia adelante para que su hombro descansara contra Nialdlye. Se quedaron así, hablando en voz baja. Ella jugaba con uno de los largos mechones de pelo de Tykir. Su postura sugiriendo intimidad. Intimidad reciente.

Las uñas de Eyrhaen rasparon la barandilla de piedra.

Buscó a Radin en el piso de abajo. ¿Hiciste tú esto?

Haciendo una pausa en su conversación, él la miró. ¿Hice qué?

¿La sentaste con Brevin y Tykir?

Él les echó un vistazo, su expresión fría. Teniendo en cuenta que la quiero para mí, ¿por qué la sentaría yo con alguien? Él miró a lo lejos. Ella no me ha hablado desde entonces.

“Desde”, es decir desde aquella tarde en el jardín. Habían discutido demasiado a menudo sobre eso para que Eyrhaen no supiera a qué se refería.

¿Sabías que estaba sucediendo esto?

Su atención estaba en ella otra vez, aquellos ojos rojos intensos, incluso a la distancia. ¿Por qué te importa?

Sus fosas nasales llamearon cuando Fallil dio un paso hacia las líneas laterales, su voz elevándose mientras contaba hacia atrás para que empezara el combate.

No me importa.

Por supuesto.

El combate comenzó.

Centró su atención en la lucha. Había mucho que ver. Docenas de cuerpos desnudos masculinos llegando a la arena, esforzándose por ganar una ventaja contra un opositor a la vez. El ruido de los espectadores llenaba el amplio espacio abierto, la emoción subiendo cuando los cuerpos aceitados se agarraban. Las primeras víctimas gritaron sus protestas cuando los vencedores los fijaban y hundían sus pollas duras en el culo. La tensión sexual crecía a medida que los perdedores dejaban la arena, dejando más espacio para los nuevos emparejamientos. Lanthan permanecía en el concurso, su pequeña sonrisa más un testimonio de su entusiasmo que la erección entre sus piernas. Folló a su oponente hasta la sumisión, y luego con habilidad salió de él antes de que otro concursante pudiera tratar de aprovechar su trasero desnudo.

Eyrhaen era capaz de perder todo de vista, excepto a él, concentrándose en su

natural valor y su habilidad ganada con el esfuerzo. No era el más grande, o el más fuerte, pero se mantuvo firme contra sus opositores. Le había visto hacerlo antes,

pero eso no quitaba mérito al espectáculo. Luchó cuerpo a cuerpo con un hombre una cabeza más alto que él, y con los hombros más anchos, luego se dejó caer en el suelo, llevando al otro con él. Ella jadeó, insegura de que fuera adrede, hasta que se giró y le dio la vuelta, serpenteando alrededor del hombre más grande. Este |

refunfuñó, tratando de hacer rodar a Lanthan de nuevo hacia abajo. Tuvo éxito, rodando encima de Lanthan, pero en su espalda. De alguna manera Lanthan logró tomarle desde abajo. Eyrhaen no era la única persona gritando su aprobación por ese movimiento en particular.

La tensión estalló en la sala. Ella se negó a prestar atención, pero no podía evitar ^ saber que muchos de los espectadores estaban implicados ahora unos con los otros.

Los perdedores se unían a la multitud para aliviar las duras erecciones que la lucha final les había causado. Las pocas mujeres que había en las bandas gemían.

Muchos hombres más también gemían. Evito mirar a Radin o a Nialdlye. No quiso saber. Mantuvo su atención en Lanthan. Animándole. Se mordió el labio cuando se enfrentó con Arkir, un hombre que ella conocía. Y lo que era más importante aún,

un hombre que lo conocía y conocía sus trucos también. Se inclinó hacia adelante, aguantando la respiración cuando se tomaban las medidas entre ellos. Estaban entre las cinco últimas parejas. Arkir agarró a Lanthan y logro mantener su asimiento cuando el hombre más pequeño se retorció. Ambos cayeron al suelo, quedó debajo Arkir sobre la espalda. Se las arregló para girar, dejando a Lanthan debajo de él, pero este le dio un empujón y se deslizó lejos. Quedaron de rodillas, golpeando los brazos del otro mientras luchaban por el agarre. Ella sostuvo el aliento cuando Arkir se coló bajo el brazo de Lanthan, y lo atrapó en una llave. Reconoció la posición de combates previos, y sabía que no podría ser rota fácilmente. Arkir aulló cuando hizo rodar a Lanthan debajo de él. Lanthan luchó, la cara y su polla aplastadas contra la arena. Eyrhaen no podía ver, pero el giro y el empuje de las caderas de Arkir contaban la misma historia que hizo su aullido triunfante. Había ganado.

Lanthan cayó en la arena, palmeando en el polvo con cada empuje de Arkir en él una y otra vez. Sus dedos se clavaron en la arena cuando Arkir se retiró para encontrar a otro oponente. Eyrhaen mantuvo su atención en Lanthan, y no en las tres parejas restantes. Mirándolo arrodillarse hasta levantarse del polvo. Su polla erecta gruesa y orgullosa entre el medio de sus muslos, y tuvo muchas ganas de ser la que tomara un paño para limpiarlo. Quería ser la persona que lo tomara en su boca, su coño o su culo. Quería estar allí con él.

Incluso se puso de pie, con la vaga intención de dejar el balcón.

No se fue. Él se puso de pie en un movimiento grácil y se desplazó los siete pasos que lo llevaron a la banca donde estaban sentados Nialdlye, Brevin y Tykir. Tykir tenía el paño. Se puso de rodillas para limpiarlo, insensible de la arena que caía sobre él del pecho y hombros de Lanthan. Brevin se puso de pie, otra tela en su mano. Pegó su boca a la suya para un beso descuidado, hambriento antes de separarse para limpiar el polvo de su espalda y culo.

Entonces sucedió. Le habían limpiado en un momento. Eyrhaen pensó que vería a Tykir haciéndole una mamada. Pensó que tal vez Brevin, se bajara los pantalones

para dejar que Lanthan lo follara. Pero no. Tykir y Brevin se hicieron a un lado, y Lanthan se sentó en el sofá con ella.

No.

Ella extendió sus muslos, y él se encajó entre ellos, encima de ella, deslizándose como si él perteneciera a ese lugar.

No.

Eyrhaen. La advertencia mental de Radin no ayudó. Lo busco para encontrarlo vestido todavía, al borde de la plataforma, mientras Jarak y Marisol follaban detrás de él.

La flexión del culo de Lanthan llamó su atención. Las piernas rojas de Nialdlye se cruzaron sobre su espalda. Ni siquiera ayudó que Brevin estuviera chupando la polla de Tykir al lado de ellos. Lo único que importaba era que Lanthan sólo la estaba tocando a ella. Eyrhaen podía fácilmente imaginar a cualquiera de ellos tres, a los tres con ella.

¡No!

¿Por qué te importa? No son tuyos.

Sí. Ese era el pensamiento lógico. Lo sabía a algún nivel. Pero eso no calmó la ira que hervía y calentaba su pecho, e hizo que la parte de atrás de su cabeza vibrara. La piedra bajo sus dedos comenzó a derrumbarse.

Eyrhaen. Su control corrió alrededor de ella, sujetándola, conteniéndola.

Pero ella no estaba atacando. Lo contenía. Ella quería atacar, pero estaba teniendo problemas encontrando un foco. ¿Por qué me importa?, se preguntó. Quería arremeter contra Nialdlye, pero estaba mal. Ella jodía con hombres no apareados. ¿Por qué no ellos? Quería arremeter contra Radin, pero probablemente él sentía tanto dolor como ella. Pensó arremeter contra Brevin, Lanthan o Tykir, fracasando de nuevo. Los había herido. Se merecían encontrar consuelo. La frustración y la

cólera zumbaban, haciendo su visión borrosa. Se esforzó por contener la magia salvaje, el miedo de todas las caras de los raedjour en su mente. No causaría ese miedo esa noche. No lo haría. Se sostendría, se contendría, y se maldeciría por ser lo que tenía que ser.

Contra la que quería arremeter era contra ella misma. Era la culpable.

Unas manos se cerraron sobre sus hombros, devolviéndole el sentido. Alguien dijo su nombre, sonidos reales para que sus oídos oyeran ahora. Alguien estaba allí para ayudarla. Los brazos de alguien la rodearon, y un amplio pecho encontró su mejilla. Radin.

Estoy aquí. No había usado ese tono calmante en muchas noches. Estás bien.

Ella le agarró, intentó atrapar sus pensamientos como luciérnagas que revoloteaban sobre ella. Los he perdido.

Déjalos ir por el momento, la calmo. Déjalos ir.

Todo es mi culpa. Sintió los dedos calmantes del hechizo del sueño filtrándose en su mente. No. No me pongas a dormir.

Será más fácil así.

Yo. No. Lo. Quiero. Fácil. Los dedos se clavaron en sus caderas, y se apartó de él. Con los ojos cerrados, se concentró en respirar. Sus manos eran consoladores pesos sobre sus hombros, ayudándola a permanecer sobre el suelo. La rodeaba, pero no la ayudaba. Mantuvo a todo el mundo a salvo de ella, mientras ella luchaba por el control.

Y ganó.

Poco a poco, volvió en sí misma. Temblando, permaneció quieta hasta que pensó que su visión podría ser de nuevo normal. Esperó hasta que sintió que su respiración se sentía normal de nuevo. Entonces abrió los ojos.

Le estaba sonriendo, su orgullo llenando en un torbellino sus ojos rojos y negros. —Bien hecho.

Ella se dejó sonreír, dejándose caer sobre él con alivio. Sólo entonces se dio cuenta de la atención de los otros en el balcón. Por encima del hombro de Radin, vio a sus padres mirando atentamente, con suma preocupación en sus caras. Hyle se inclinaba hacia adelante con una expresión similar, Gala cerniéndose a su lado. Salin y Diana estaban en un abrazo flojo, también mirando.

Tragó saliva y se alejó, su atención hacia abajo instantáneamente. Milagrosamente, nadie pareció haberse dado cuenta. Ella y Radin permanecían en las sombras del balcón, lejos de la barandilla que casi había destruido. La mayor parte de los espectadores aclamaban al ganador del combate o estaban implicados en sus propios encuentros. Su posición actual no le permitió ver ni a Nialdlye, ni a Lanthan, Brevin o Tykir.

La mano de Radin se posó en su mejilla y la hizo volverse para mirarlo. La sonrisa todavía estaba allí.

—No te preocupes por ellos ahora — limpió una lágrima de su mejilla—. Debes estar orgullosa de lo que tú sola llevaste a cabo.

Ella sonrió tímidamente.

—Lo hice, ¿verdad?

Él la abrazó.

—Ciertamente lo hiciste.

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