Despertar

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Capítulo Ocho

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Capítulo Ocho

Le tomó tres noches para finalmente encontrar un buen momento para hacer honor a la petición de Savous, pero finalmente Nialdlye se sentó a la cabecera de Radin. Su primera mirada a él en mucho tiempo resultó ser sorprendente. No se había movido mucho por lo que ella podía decir, pero parecía más animado. Si era posible, más vivo.

Cuando se sentó en el colchón, no pudo evitar tocar los gruesos mechones errantes de cabello que parecían un charco sobre su almohada, y sus ojos se bebieron hasta la saciedad su hermoso rostro, en reposo. Permitiendo que los dos hombres que habían venido con ella encontraran su propio lugar en la habitación, dejando que su mano se cerniera sobre el pecho de Radin. Sus dedos se estremecieron y se quemaron en una forma inquietante, pero no del todo desagradable, a sólo la distancia de un nudillo de su piel. La subida y caída suaves, lentas, empujaron su mano, después la dejó descender, sin siquiera tocarlo.

—Está respirando.

Nalfien estaba junto a la cabecera de madera maciza frente a ella. Mirando.

—Sí.

— ¿Cuándo empezó a respirar?

Nalfien no respondió de inmediato.

Ella hizo una mueca.

—Déjame adivinar. ¿Desde que Eyrhaen lo visitó?

—Sí.

Nialdlye mantuvo su enfoque en sus manos. Su pelo derramado sobre sus hombros se agrupaba en su brazo y al lado de Radin, tocándolo en donde sus dedos no

podían. No por primera vez, se preguntó de qué se trataría y por qué estaría allí. ¿Sería su propia magia, manteniendo a todo el mundo alejado hasta que estuviera listo para despertar? ¿O Rhae lo estaría haciendo, para protegerle hasta que alguna desconocida llave lo despertara? No había estado así al principio.

Ella había estado inconsciente en ese momento, pero le habían dicho que cuando ella y Radin habían salido de la vetriese, un cuarto de siglo antes, parecía que él estaba apenas inconsciente. Un aura lo había rodeado, pero suponían que era por el hecho que había estado viviendo en el vacío durante tanto tiempo. Con la excitación de su llegada, no se habían dado cuenta de que no respiraba. Había sido llevado a su antigua suite y acostado en su cama. En pocos días, el aura se había extendido, casi solidificado, protegiéndolo de cualquier contacto. Había permanecido así por ciclos, con pocos cambios cuando ella había visitado a Radin por última vez cinco ciclos atrás. Pero ahora era diferente. Mucho menos sólida, mucho menos visible.

Y respiraba. Muy lentamente, muy superficialmente, pero sin duda estaba respirando.

— ¿Se ha movido?

—Nada importante, pero creo que su cabeza y piernas se han movido.

Asintiendo, miró detrás hacia los pies de Radin. Tenía una pierna ligeramente flexionada y resultaba estar una posición casual. El otro pie estaba ligeramente inclinado hacia el lado. Como si estuviera durmiendo.

— ¿Sabes si eso fue causado por Eyrhaen?

—No.

Dejó que su mirada pasara lentamente por su piel lisa, desnudo, sin sus pantalones. Musculoso y tonificado, sin nada atrofiado como debería estar tras estar acostado en una sola posición por veinticinco ciclos. Su atención se detuvo en su cintura

delgada, en la ingle y el pene que estaba ligeramente hacia un lado. Llevó la mano sobre él, empujándolo un poco más a través del aura.

— ¿Cuándo comenzó a tener una erección? ¿Al mismo tiempo?

—Eso ha ocurrido en las últimas noches.

Suspiró. No estaba erecto, pero no estaba suave. Su eje estaba medio hinchado, con la cabeza lisa sólo asomándose bajo su prepucio. La boca de Nialdlye se hizo agua simplemente con mirarlo. ¿Sería eso debido a Eyrhaen? ¿Podía haberlo tocado y no lo había confesado?

Determinada, Nialdlye hizo caso omiso a los pinchazos que bailaban sobre su piel, mientras empujaba sus dedos cada vez más cerca de su cuerpo. Nalfien y Salin no dijeron nada mientras lo hacía, simplemente vigilaban. Allí. Su corazón se detuvo cuando dos de sus dedos lograron acariciar la vena que se extendía a lo largo del eje de Radin. La piel estaba caliente, o al menos eso parecía por la sensación de hormigueo. Mantuvo la punta de los dedos sobre él todo el tiempo que pudo, antes de que sintiera como si su brazo fuera a caer. A regañadientes, se apartó.

—Eso es mucho más cerca de lo que yo he conseguido estar — observó Nalfien.

¿Y menos que Eyrhaen? Mantuvo la pregunta para sí misma. Nialdlye sacudió la mano como si fuera a ayudar a que la rastrera sensación se desvaneciera.

—Es más de lo que podía manejar antes.

— ¿Qué sientes?

—Hormigueo. Pero no es doloroso. Ale’tone tenía un hechizo que se sentía similar para algunos de los libros que quería que yo leyera, pero no tocara.

— ¿En serio? —Nalfien pasó un dedo por su mandíbula hasta la barbilla—. ¿Entiendo que no te enseñó este hechizo?

—No —hizo una mueca—. Y no se sentía exactamente así. Nunca sentí el cosquilleo, sólo resistencia.

Él asintió mientras se apartaba de ella para sentarse en la mesa de al lado donde había dejado sus materiales para escribir. Sentándose, levantó la pluma del tintero y empezó a tomar notas en el libro abierto ante él.

Ella miró de regreso a Salin a los pies de la cama. Sus largos brazos desnudos estaban apoyados en la pesada madera, ardientes ojos carmesís estaban fijos en la cara de su hermano.

— ¿Has tratado de tocarlo?

Salin asintió, quitándose un pesado mechón de cabello de color gris-blanco que caía sobre su ojo derecho. ^

—Mi mano se acercó casi tanto como la tuya, y luego se detuvo. Nunca he podido empujarme a través de él para tocarlo.

— ¿Puedes oírlo?

Un atisbo de algo parecido al dolor cruzó su afilado rostro antes de que lo suavizara.

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—No. Siento una toma de conciencia leve cuando estoy cerca, pero nada como lo que era antes.

Digirió eso. Salin, era lo más cercano a Radin, más que nadie, más cerca tal vez que Savous e Irin. Hermanos de sangre, ambos con magia, aunque Salin había optado por no utilizar la suya, habían compartido una relación de mente a mente y la habían mantenido en secreto entre ellos hasta pocos días antes de que Radin hubiera desaparecido en el vacío. Eso había sido todo un logro. Les había tomado un fino y poderoso toque de magia para manejar una relación mental con otro. Ale’tone había intentado en varias ocasiones formar una con Nialdlye, pero todos los intentos habían fracasado. Tenía que ver con la confianza, y finalmente había

tenido que admitir que no podía obligarla a confiar en él. De lo que le habían dicho, Radin no sólo había conseguido uno con su hermano, sino que lo había mantenido en secreto tanto de su maestro Nalfien, como de su aprendiz Savous, pero él también había formado vínculos con Savous e Irin. Entre más descubría Nialdlye de los poderes de Radin, más entendía por qué se le consideraba tan especial, aún por su propia diosa.

Una vez más, admiró su cuerpo largo y esbelto. Su piel brillaba, viva y vibrante a la luz de las velas. Las marcas ondulantes a ambos lados de su vientre se veían casi como si la sangre estuviera atrapada en el diseño justo debajo de la superficie de su piel. Con las manos cruzadas con calma sobre su cintura, largos dedos se entrelazaban entre sí. Cernió la mano sobre las nítidas cejas, deseando que pudiera levantar esas gruesas pestañas cubiertas de nieve para revelar sus brillantes ojos rojos. Empujó la barrera otra vez y buscó su cuadrado mentón, y su amplia y magnífica boca. Después de un pequeño pulso doloroso, sus dedos tocaron la curva de su labio inferior.

Sus labios se abrieron muy ligeramente, y oyó un suave suspiro de aliento saliendo.

—Nalfien —Muchas sensaciones la obligaron a mover la mano hacia atrás, mientras un anhelo fuerte tiró de su corazón—. Movió los labios.

El brujo estuvo de vuelta en su lugar en la cabecera de la cama en un instante. Sonrió.

—Parece que Eyrhaen y tú estáis teniendo un efecto sobre él.

— ¿Qué significa eso? —Preguntó Salin.

La sonrisa de Nalfien murió.

—Sólo puedo suponer que pronto despertará.

Él no lo dijo, pero ella sabía que no estaba convencido de que eso fuera algo bueno.

Moviendo la mano en un intento de sacudir los pinchazos que se arrastraban bajo su piel, miró de vuelta a su cuerpo.

— ¿Por qué están rojas? —Musitó, mirando las ondas sobre su vientre.

Ninguno de los dos le respondió. No era una pregunta nueva. Nadie podía entender por qué las marcas que habían sido blancas ahora eran de color rojo. Tampoco podían adivinar por qué las marcas habían desaparecido por completo de su cara.

— ¿Qué querían decir las runas de su cara?

—Poder. Errante — la voz de Salin fue suave.

— ¿Errante?

—Viajaba mucho. Creo que se las arregló para recorrer todo el perímetro del bosque durante su vida.

—Y gran parte del interior —Coincidió Nalfien.

Toda una hazaña para un hombre que no podía ser atrapado a la luz del día. Además, en ese entonces los raedjour había sido un secreto oscuro para los seres humanos, por lo que también debía permanecer oculto.

— ¿Sabéis si sus andanzas comenzaron antes o después de que Ella lo marcaran?

Ambos hombres se rieron de forma independiente, lo que la hizo sonreír.

—Radin nunca se quedó dentro de los límites —Le aseguró Salin, el recuerdo puso una sonrisa en sus labios suavizándole—. No llegó totalmente a romper todas las reglas pero…

—Pero sólo las seguía cuando le convenía —Terminó Nalfien con un cariño exasperado en su voz.

— ¿Errante?

—Viajaba mucho. Creo que se las arregló para recorrer todo el perímetro del bosque durante su vida.

—Y gran parte del interior —Coincidió Nalfien.

Toda una hazaña para un hombre que no podía ser atrapado a la luz del día. Además, en ese entonces los raedjour había sido un secreto oscuro para los seres humanos, por lo que también debía permanecer oculto.

— ¿Sabéis si sus andanzas comenzaron antes o después de que Ella lo marcaran?

Ambos hombres se rieron de forma independiente, lo que la hizo sonreír.

—Radin nunca se quedó dentro de los límites —Le aseguró Salin, el recuerdo puso una sonrisa en sus labios suavizándole—. No llegó totalmente a romper todas las reglas pero…

—Pero sólo las seguía cuando le convenía —Terminó Nalfien con un cariño exasperado en su voz.

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Lo aman todavía, se dijo, lo que era fácil de creer. Sólo lo había conocido poco tiempo, cuando era una simple sombra, y se había enamorado de él.

—Nos decía en broma que Ella lo había marcado como vagabundo simplemente poniendo un sello de aprobación a lo que ya era.

Echó un vistazo a los blancos diseños intrincados que cubrían el ancho pecho de Salin. Un líder de hombres, un guerrero, así lo señalaba. A Nialdlye le parecía que Ella marcaba a sus hombres también.

Cernió la mano sobre su vientre de nuevo.

— ¿Y estas? ¿Qué quieren decir? — ¿Por qué nunca se le había ocurrido preguntar eso antes?

—Proezas.

Ella se unió a su risa esta vez, después de haber escuchado una multitud de historias sobre las conquistas sexuales de Radin. Un sobresaliente seductor entre una raza de hombres criados para tener relaciones sexuales. Frunció el ceño, pensando.

—En realidad, creo que significa más o menos lo mismo para mi pueblo.

La silla detrás de ella se movió.

Ella se unió a su risa esta vez, después de haber escuchado una multitud de historias sobre las conquistas sexuales de Radin. Un sobresaliente seductor entre una raza de hombres criados para tener relaciones sexuales. Frunció el ceño, pensando.

—En realidad, creo que significa más o menos lo mismo para mi pueblo.

La silla detrás de ella se movió.

— ¿Qué?

Siguió contemplando las marcas mientras Nalfien se volvía para ponerse a la cabeza de la cama.

—Ale’tone tenía un libro de runas que tomó de mi pueblo —El dolor de su pérdida se empujó de su corazón, pero era un dolor antiguo y difícil de soportar—. Era muy básico, pero… creo recordar esa. ¿"Proeza"? No, "potencia"… —Ella arrastró aire por encima de las marcas. Había cuatro líneas en pendiente negativa en los apartados anteriores de la cadera, luego un pequeño arco más grueso pasaba justo por su ombligo—. ¿“Fértil”? —Suspiró—. Lo siento, no puedo recordar, pero sé que he visto estas.

—En rojo —Reflexionó Nalfien—. Tal vez no se trata de sus marcas anteriores, sino de nuevas. Por un nuevo dios.

Salin gruñó.

—No nuevamente, viejo. Este es él.

—No estoy negando eso por el momento, sólo especulando que tal vez ha sido bendecido por otro dios —Los hombres cerraron miradas sobre su cabeza—. Por el Dios de Nialdlye.

Nialdlye parpadeó, con la mirada cayendo de nuevo a sus manos.

— ¿Qué?

—La señal está ahí. Si las runas son de tu idioma, en un rojo que se adapta ^ perfectamente a tu tono de piel… tal vez es una señal de tu dios.

— ¿De Tohon?

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Nalfien se sentó en el borde de la cama delante de ella.

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—Háblanos de él. |

Ella sacudió la cabeza.

—No sé mucho, y todo es a partir de Ale’tone, así que no puedo decir cuánto es verdad —El hombre la había elegido sólo enseñarle lo que pensaba que ella debería saber, y la opinión de su dios y de su gente había sido muy baja. |

—Dinos lo que puedas.

Se encogió de hombros.

—Era un dios caprichoso de la fertilidad. Mi pueblo vivía en el desierto de Tohonowee y existía para el sexo. Pero nada como lo que tiene el raedjour. No había orden para él, ni tradiciones, sólo sexo y procreación. Y éramos fértiles con

prácticamente cualquier cosa, independientemente de la especie —Nunca había entendido cómo una raza así se había extinguido—. Me sorprende que incluso tuvieran una forma básica de escritura. La única cosa que fascinó a Ale’tone sobre mi gente fue como había muy pocos cuando éramos fértiles con cualquiera.

— ¿Qué pasó con Tohon?

—No lo sé. Sólo sé que Él nos abandonó. Sin Él ya no fuimos tan fértiles. Sin ningún tipo de sociedad real, nos redujimos a la nada.

—Un descuido. Similar a Rhae dejándonos sin mujeres.

—Pero por lo menos Ella os dejó una alternativa.

Nalfien alcanzó con su pulgar una lágrima de la mejilla de Nialdlye, una de la que no había sido consciente que estaba saliendo.

—No quise decirlo para molestarte.

Le apretó el antebrazo antes de que él dejara caer la mano.

—No lo hiciste. Nunca conocí a mi dios. Es por eso que estuve tan feliz de venir aquí.

—No es que tampoco tengamos una diosa —Se quejó Salin.

—No por el momento —Acordó Nalfien, pero desvió su mirada hacia el hombre en la cama.

A Nialdlye le hubiera gustado haber llevado la conversación más lejos, pero un escalofrío de placer se apoderó de su piel. Mirando hacia arriba, vio que Nalfien había sentido lo mismo.

Suspiró, poniéndose de pie.

—Eyrhaen está a punto de venir.

Salin se apartó de la cama, pasando los dedos por su pelo corto.

—Su presencia se hace cada vez más y más pronunciada cada día, ¿no?

Nialdlye apretó los dientes. No quería irse. Quería explorar esa nueva idea de Nalfien. ¿Podría Radin realmente haber estado marcado por el dios de su gente desaparecido hace mucho tiempo? Tohon no era el único dios que prefería el color, pero ¿era sólo una coincidencia que las marcas de Radin no fueran sólo a juego con su piel, sino runas de la lengua básica de su pueblo?

La nube de la presencia de Eyrhaen rodó sobre ella, difícil de ignorar. El calor suavizado bajo su piel hundiéndose y batiéndose en el fondo de su vientre, obligándola a retorcerse. Si pudiera, habría subido a la parte superior de Radin y lo habría tomado en ese mismo momento. No, no habría nada más para ella por esta noche. No podía estar en la misma habitación que la mujer más joven y que Radin.

Se puso de pie, alisando la parte delantera de la túnica sencilla de azul medianoche

que la cubría desde los hombros hasta las rodillas.

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— ¿Podemos encontrarnos aquí mañana por la noche? —Preguntó a Nalfien.

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El asintió, recogiendo su material de escritura. ^

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—Si quieres.

Escuchó lo que él no dijo. Si Eyrhaen no está aquí. Dudaba que pasara más tiempo con su supuesta aprendiza desde la reunión con Savous. Y dudaba que realmente le importara. |

Siguió a Salin fuera de la habitación justo cuando la puerta exterior a la habitación de Radin se abría. Brevin iba delante, con su altura, el torso desnudo llenando el A

quicio de la puerta antes de que se hiciera a un lado y fuera seguido de cerca por Tykir. Ambos jóvenes se detuvieron al ver a las otras personas, intercambiando una breve mirada justo antes de que Eyrhaen cruzara el umbral y se quedara inmóvil.

Se veía… desaliñada. Como si llevara la misma ropa con la que había dormido, con su pelo normalmente meticulosamente peinado, recogido en una descuidada cola. Demasiado blanco se mostró a los ojos clavados en Nialdlye. Después sus cejas se levantaron.

— ¿Qué estás haciendo aquí?

Lanthan se deslizó en la habitación después de ella, dejando la puerta abierta. Cada uno de los tres jóvenes parecía cauteloso. Cansados.

¿Qué habría pasado en tan sólo unos días? Nialdlye apretó las manos a los costados.

—Vine a ver a Radin.

—No es necesario que lo hagas.

Calma.

—Yo quería verlo.

Eyrhaen dio dos pasos amenazantes hacia ella mientras los hombres en la habitación se quedaban en un tenso silencio.

—Tú no perteneces a este lugar.

Nialdlye frunció el ceño. Tanto como no le caía bien la otra, esta era la primera vez que Eyrhaen la había desafiado directamente.

—Vine porque tu padre me lo pidió.

—Él no sabe nada —Le espetó y señaló la puerta abierta—. Sal y no vuelvas. Nialdlye se boquiabierta.

Salin se acercó al lado de Nialdlye.

—Eyrhaen, no tienes la autoridad para mantener a Nialdlye lejos de aquí.

Ardientes ojos de color rojo miraron con rabia a Salin. Algo de su ira se calmó. Por lo menos, no parecía querer atacarlo.

—Ella lo va a estropear todo.

— ¿Qué es “todo”?

Eyrhaen negó, con ambas manos pasando por su cabello en las sienes, tirando más de la seda blanca de su cola de caballo.

— ¡Tú no entiendes! —Sus ojos brillaban bajo el borde de sus pestañas—. Ninguno de vosotros lo hace. Simplemente… permanecer fuera de mi camino —Con eso, saltó delante de ellos empujando a Nialdlye en su camino hacia el dormitorio.

Salin atrapó fácilmente a Nialdlye, ambos sin palabras al verla desaparecer.

Tykir siguió su paso, con la cabeza inclinada.

—Lo siento —Murmuró al pasar, y luego cerró la puerta detrás de él.

Algo andaba mal. El pulso errático de la magia de Eyrhaen estaba aún más salvaje que de costumbre. Había estado más controlado sólo unas pocas noches antes.

Sin soltar los hombros de Nialdlye, Salin se volvió hacia su hijo.

— ¿Qué fue eso?

Nialdlye no estaba segura, pero Brevin y la falta de reacción de Lanthan a la explosión de Eyrhaen podría haber sido más sorprendente que la propia explosión. Brevin simplemente se encogió de hombros, cruzando los brazos sobre su pecho. Su pelo también estaba despeinado, como si hubiera pasado las manos varias veces por él. Lanthan llevaba una daga más en la cadera, adicional a las dos dagas delgadas que estaban atadas normalmente a sus antebrazos.

—Respóndeme, muchacho.

Él intercambió una mirada en blanco con Lanthan.

—No estoy seguro de cómo contestar, señor.

Con un nuevo paso hacia atrás a la habitación, Salin señaló la puerta exterior. Brevin asintió y abrió su camino de vuelta al pasillo. Lanthan permaneció detrás mientras Nialdlye y Nalfien los seguían. Brevin siguió caminando hasta el final del pasillo, se dio la vuelta en el rellano de las escaleras. Salin se detuvo junto a él, esperando.

Brevin no era en absoluto alguien que evitara mirarlos. Igual de alto e imponente que su padre, rara vez evitaba el contacto visual, como lo hacía ahora.

¿Avergonzado? No, no del todo.

—Ha estado así durante las últimas noches.

— ¿Siempre? ¿O sólo aquí? —Movió la cabeza hacia atrás para indicar la suite de Radin.

—Sobre todo aquí. Se ha obsesionado.

Eso Nialdlye lo sabía. Gran parte de la razón por la que le había tomado tres días venir a ver a Radin se debía a que había tratado de encontrar un momento para estar allí cuando Eyrhaen no lo estuviera.

Brevin parecía… vacío. Perdido. Nialdlye lo conocía lo suficientemente bien como para saber que esa no era su vitalidad normal.

— ¿Pasó algo? —Preguntó Nialdlye.

Brevemente, Brevin encontró su mirada, y luego la apartó.

—Hemos… tratado de que hable con nosotros acerca de lo que la está impulsando a hacer las cosas que hace.

No ha ido bien.

— ¿Se lo has dicho a Savous o a Hyle?

—Lo hemos intentado —Brevin se pasó una mano por la cara, con un suspiro—. Pero tenían que irse.

—Maldita sea.

El día después de la primera incursión de Eyrhaen a través de la vetriese, el líder de una de las principales bandas de rebeldes había solicitado una audiencia con Savous. Este se había llevado a Hyle y a un buen contingente de guerreros del Comandante Jarak y se aventuró a la superficie a su encuentro. No estarían de vuelta por varios días.

— ¿Dijo ella algo importante? —Preguntó Nalfien en voz baja.

Brevin miró por la ventana que iluminaba el final del pasillo.

Salin puso una mano sobre su hombro.

—Escúpelo, muchacho.

Brevin sacudió ligeramente la cabeza, haciendo una mueca.

—Ella piensa que él podría ser su pareja verdadera.

El estómago de Nialdlye cayó a sus pies. Miró a Brevin, tratando de decidir lo que sus palabras podrían significar otra cosa que lo que había dicho.

Salin siseó.

— ¿En serio?

—Sí —Brevin se volvió de nuevo hacia ellos, pero sus ojos permanecieron bajos. —No es verdad —Espetó Nialdlye.

Finalmente Brevin miró hacia arriba, con una pequeña medida de esperanza en sus ojos.

— ¿Puedes probarlo?

Nialdlye tragó, y fue su turno para lanzar su mirada hacia abajo.

—No. Pero… No. — ¡No puede ser verdad!No quería que fuera verdad.

—Bueno… —Dijo Salin después de que todos se quedaran en silencio con sus propios pensamientos por unos segundos— Eso explica su obsesión.

Lo hacía. Por desgracia, lo hacía. Nialdlye cerró los ojos. ¿Podía ser cierto?

Ella sintió la mano de Nalfien en su espalda, acariciándola en círculos lentos, suaves.

—No hay nada que podamos hacer ahora —Continuó Salin—. Brevin, ¿te encuentras bien?

—Estoy bien —No fue del todo convincente. La infelicidad era la menor de las emociones sombrías vertiéndose por él. Muchos niveles de frustración y rabia se mezclaban allí. Su habitual calma de guerrero fue rota por una rara inquietud que hizo que su brazo izquierdo se contrajera y se meciera de un pie a otro.

— ¿Nos avisarás si necesitas ayuda?

—Sí, señor.

—Bien. Vuelve allí.

Brevin estaba a unos pasos de distancia cuando Nialdlye se sobresaltó y fue detrás de él. Estaba tan sorprendida como él cuando lo tomó del brazo para detenerlo.

Ansiosa, alcanzó hasta tomar su mandíbula fuertemente con ambas manos. No podía soportar ver lo que la obsesión por Eyrhaen le había hecho a un hombre magnífico.

—Si me necesitas, si necesitas liberación, cualquiera de vosotros, buscarme —Le sostuvo la mirada, deseando que él supiera que hablaba en serio—. ¿Me escuchaste?

Sus ojos se abrieron. Había follado con todos ellos antes, pero no desde que Eyrhaen había madurado. Desde que la joven había puesto su reclamación. Pero Nialdlye no se mantendría al margen y solo miraría como arruinaba a tres jóvenes en su mejor momento, no si podía ayudar.

—Dejaré palabra en la torre para que se te permita el acceso a mí en cualquier momento —Sacudió su barbilla suavemente—. Díselo a Lanthan y a Tykir.

Él parpadeó. Tragó. Asintió.

—Lo haré.

Se tuvo que poner de puntillas y tirar de él hacia abajo para que sus labios llegaran hasta los suyos y darle un breve beso. Después lo soltó. Él le dio una leve sonrisa rápida, y luego continuó por el pasillo. ^

Lo vio alejarse. No voy a verlos sufrir, se dijo. Se preocupaba por ellos. Su oferta no había sido sólo un bálsamo para sus celos.

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