Despertar

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Capítulo Doce

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Capítulo Doce

Morir sería bueno, Brevin decidió mientras arrancaba la espada de su pecho. Ni siquiera se molestó en mirar al hombre que le había, de alguna manera, pillado desprevenido, se puso de rodillas para observar la sangre salir de su herida. A su alrededor había gritos y sonidos de la batalla, pero se había acabado. La ira surgió conforme se desplomaba. Ira hacia sí mismo por salir disparado hacia una oscura caverna, ira hacia Lanthan por no detenerle, ira hacia Eyrhaen por mantener sus emociones tan descentradas que ni siquiera conocería nunca más qué eran sentimientos normales.

Su mandíbula golpeó el suelo. Sus ojos se cerraron. Sería bueno descansar.

Ansiosas manos le levantaron. Le pusieron de lado, luego sobre su espalda.

— ¡Brevin!

Sus ojos abiertos miraron hacia Tykir. Los ojos del brujo resplandecían al rojo vivo,

la única luz en la caverna. Trató de sonreír, de abrir su boca para hablar, pero un

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espeso líquido barboteó en su garganta, manteniéndole en silencio.

—No hables —Fuertes manos presionaban su herida—. Déjame…

Brevin cerró sus ojos. Tykir era un brujo experto, pero no un curandero. Heridas pequeñas, quizá. Pero esto, no. Brevin quería alcanzarle, tomar sus manos, pero descubrió que sus miembros estaban más cómodos donde yacían.

Entonces lo golpeó el dolor.

No pudo gritar, pero hizo lo que pudo, barboteando lo que debía ser sangre que se escurría por su boca.

— ¡Maldita sea, Brevin, no!

Más dolor del que hubiera sentido antes. Menos mal que se mantenía a distancia. Qué extraño. ¿Por qué no había pensado antes en parar el dolor que Eyrhaen provocó con el limpio corte de su espada? Si sólo pudiera decírselo a Lanthan y Tykir.

Lanthan gritó, el sonido del choque de las espadas les rodeaba. Brevin no estaba preocupado. Lanthan viviría. No había encontrado la muerte. Hombre listo.

—Brevin —Tykir con lágrimas en su voz—. Brevin, no.

El tiempo se detuvo.

El sonido se detuvo.

El dolor se detuvo.

Las hojas repiquetearon contra la piedra. Golpes apagados de cuerpos cayendo. Lanthan respiraba con dificultad. Los dedos de Tykir escarbaban en la piel que rodeaba la herida de Brevin.

Un efusivo calor emanó del alma de Brevin, arqueando su espalda, expandiendo sus pulmones para forzarlos a respirar. La sangre obstruyó su garganta, haciéndole toser. Se giró sobre su lado, abrió la boca para expulsar el líquido mientras su pecho luchaba por coger aire. Su cuerpo entero crepitó, su garganta estaba en carne viva, dentro de su pecho sentía como si alguien le hubiera hecho tragar trozos de vidrio. Pero estaba… ¿vivo?

Sacudiendo su cabeza, se apoyó sobre un codo, utilizando la otra mano para limpiarse la sangre de la boca. Parpadeó, incapaz de dar sentido a lo que veía.

Batalla. Lucha. Seguramente esos gruñidos y golpes eran… No. Gruñidos y golpes, sí, pero la batalla no era con espadas. La batalla hacía caso omiso de las espadas desenvainadas y las dagas que yacían diseminadas, olvidadas. La ropa hecha trizas y las extremidades enredadas. Los hombres forcejearon, luchando por la dominación. Lanthan estaba cerca, su adversario agarrado por el pecho con su

musculoso brazo mientras usaba el otro para buscar a tientas el cierre de los pantalones del hombre. El rebelde, con todas sus fuerzas, estaba ayudando en lugar de luchar por liberarse.

—Maldita sea.

Al oír la voz de Tykir, Brevin giró el cuello para ver a su otro amigo en cuclillas contra la pared, los ojos cerrados con los brazos extendidos y las palmas sobre la roca detrás de él. La visión nocturna hacía difícil distinguir su expresión, pero Brevin pudo ver bastante bien la tensión a lo largo de sus músculos. Magnífico.

Apenas pensaba, simplemente sintiéndose atraído, Brevin se puso sobre las rodillas y cruzó la distancia entre ellos.

Cuando Brevin se levantó y puso las manos sobre los hombros de Tykir, esos brillantes ojos rojos se abrieron, dejando de farfullar. El impacto dejó su boca abierta.

— ¿Brevin?

Viendo sólo la atractiva boca abierta, Brevin la cubrió con la suya, hundiendo su lengua dentro de sus deliciosos confines. Tykir gimió, sus fuertes manos buscaron sujeción en los brazos de él. Una simbólica resistencia se desvaneció conforme ladeó la cabeza para besar más profundamente.

Haciendo caso omiso a todo lo demás que los rodeaba, se dejó caer hacia un lado, girando a Tykir para colocarlo debajo de él sin dejar de sujetarse. Sus manos se deslizaron por debajo hasta que encontraron el borde de los pantalones, gruñó contra su boca, agarrando los cordones. Sus dedos se enredaron con los de él cuando ambos lucharon por liberar sus pollas. Tykir estaba desnudo antes. Frustrado, Brevin se arrodilló para terminar él mismo. Mientras tanto, Tykir se puso sobre su vientre. Para cuando Brevin hubo liberado su polla, él ya estaba sobre sus manos y rodillas, enseñando su culo y trabajando con su puño su propia erección. Brevin encajó su polla en la abertura de él y empujó.

Al caer sobre la espalda de su amigo, algo parecido a la cordura regresó. Miró hacia arriba, otra vez, a la caverna llena de hombres, sus hombres y sus enemigos, follando violentamente juntos.

—TDK, ¿qué está ocurriendo?

Tykir gemía deliciosamente bajo su empuje.

—No lo sé. Más que… magia.

— ¿Puedes pararlo? —Agarró la cintura de Tykir, para que ambos no cayeran por la fuerza de su empuje.

Tykir movió sus rodillas para agarrarse mejor.

—No. Es demasiada. ^

— ¿Es Eyrhaen?

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— ¡Joder!—Tykir golpeó la roca debajo de él, empujando hacia atrás hacia Brevin—. Probablemente.

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Las rodillas de Savous se combaron, balanceándolo hacia Hyle. Su visión del

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hombre de pie enfrente de él parpadeó, así que no pudo estar seguro si, en efecto, vio a Tarlan derrumbarse sobre sus manos y rodillas en el suelo del bosque bajo sus pies. Savous tragó saliva con su seca garganta, parpadeando rápidamente en un ^ intento desesperado de no perder el conocimiento, el aire giraba sobre su pecho y lo llenaba con ansiedad. No, no con ansiedad. Euforia. El dulce fuego recorriendo sus venas y bañando sus músculos debajo de su piel. Tembló cuando la sangre se abalanzó hacia se polla, amenazando con romper los resistentes pantalones de cuero que llevaba debajo de su pesada túnica violeta.

¿Qué…?

Incapaz de expresar su pregunta con palabras, salió disparado con el brazo fuera para abrazar al accesible tronco del árbol detrás de él y forzó su cuello a girarse para poder ver a Hyle.

El otro hechicero era el único hombre además de Savous que permanecía en pie. Todos los demás, tanto los rebeldes como los leales, habían caído al suelo. Gimiendo, retorciéndose, ya fuera encogidos sobre sí mismos o doblados sobre sus espaldas. La cara redonda de Hyle estaba girada hacia donde la luna se veía a través del toldo de hojas sobre ellos. Su garganta trabajó para poder tragar saliva, y una fina capa de sudor brilló sobre su piel.

Savous carraspeó dos veces para aclarar su garganta antes de que pudiera vocalizar palabras a través de sus labios.

—Hyle.

Su amigo y consejero lentamente bajó su rostro y se giró hacia él. Los brillantes ojos rojos se abrieron para encontrase con los de Savous. Levantó una mano para ponerla sobre la franja de su pecho desnudo por la abertura delantera de su túnica. Conscientemente o no, tocó las marcas blancas grabadas en su piel.

—Rhae.

Savous parpadeó y oscilo mientras una nueva ola de maravilloso placer puro amenazaba con ponerle de rodillas. La mano de Hyle subió para agarrarse a su hombro, alentándole a mirar hacia arriba otra vez. Conforme lo hizo, vio a los hombres sobre el suelo moviéndose los unos hacia los otros. A tientas, besándose toscamente.

Se encontró con la mirada de Hyle, luego con sus labios sin un simple pensamiento por su parte. Conforme luchaba por encontrar una razón, sus manos se deslizaron por la túnica de Hyle y resbalaron para enroscarse sobre el pequeño culo del hombre, empujándole para que se acercara. Sus pollas se encontraron, cada una dura como una roca, y su beso se desvaneció entre sus necesitados gemidos.

— ¿Qué es esto? —Savous jadeó mientras sus dedos se hundía en la cinturilla de la túnica de Hyle.

Las manos de Hyle estaban ocupadas entre ellos, luchando con los cordones de los pantalones de Savous.

—Rhae.

— ¿Qué?

—Es lo que… ¡ah! —Echó la cabeza hacia atrás mientras los dedos de Savous se deslizaban en la raja de su culo

—Como la presencia de Rhae solía sentirse.

— ¿La vetriese?

Hyle tiró de la amplia cinturilla de Savous.

—Sí.

Savous no lo sabía. A diferencia de otros brujos de su edad y mayores, nunca había visitado personalmente a Rhae excepto por aquel fatídico momento.

Hyle dejó libres sus pollas, se obligó a mirar en torno. Todos a su alrededor se retorcían en parejas o más sobre el suelo. La ropa destrozada y volando lejos. Las manos deslizándose sobre la piel negra, agarrando las desnudas pollas duras. Rebeldes y leales por igual, no importaba.

Savous jadeó cuando finalmente Hyle agarró su desnuda verga, apretándola en su mano con la suya propia.

—Dioses, Hyle, ¿qué es esto? —No era extraño follar con Hyle, pero ¿de dónde venía esa compulsión? No era normal para Hyle. Acababa de pasar a ser el cuerpo más cercano.

—Eyrhaen —Gruñó Hyle, su agarre se resbalaba por el copioso aceite que ahora cubría ambas pollas, su piel.

Savous echó hacia atrás su cabeza, luchando por aclararla. Su hija. Sí. Tenía que estar en el centro de esto.

— ¿Radin? —Preguntó al cielo.

— ¡Dioses! Deberíamos…

Los dedos de Hyle se enredaron en su cabello, tirando de su rostro hacia abajo.

—Vamos —Los ojos rojos le taladraron—. Pero no hay lucha. Esto… —Tiró fuertemente de la polla de Savous— es lo primero.

Savous aplastó la boca de Hyle con la suya, llevando al pequeño hombre sobre el suelo. Tenía razón. No tenía sentido luchar contra la compulsión si esta era divina. Cualquier raedjour lo sabía. Primero sucumbirían, luego regresarían a la ciudad para saber qué había ocurrido.

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La copa resbaló de los dedos de Irin para salpicar té sobre la alfombra de Nialdlye. | Esta lo escuchó pero no podía molestarse. Jadeando, se acurrucó sobre sí misma, el instinto para contener la oleada de calor que explotó en su ingle y se extendía por cada parte de su cuerpo. Sus manos subieron por voluntad propia para acunar sus pechos, sus calientes palmas contra sus pezones incluso a través de la delgada blusa de lino. |

— ¿Qué es esto? —Jadeó Irin.

Nialdye la miró. Su amiga yacía acurrucada de lado, el cabello blanco cayendo sobre el lateral del sofá y los ojos rojos ardiendo. Hermosa.

Estaba allí antes de saberlo, arrodillada sobre la alfombra para colocar su rostro justo encima del de Irin. Los negros labios se abrieron, y Nialdlye descendió para

sumergir su lengua dentro, ansiosa de probar la dulce y cálida caverna. Sus impacientes manos se deslizaron sobre sus brazos y la agarró por los hombros, acercándola. Cuando estuvieron seno contra seno, Irin echó la cabeza hacia atrás en un grito de dolor.

— ¿Qué es esto? —Se preguntó Nialdlye, tratando de pensar incluso mientras deslizaba sus labios hacia abajo por la suave garganta de Irin.

—No lo sé. Nunca sentí nada como esto excepto… ¡ah! —Gritó cuando los dientes de Nialdlye mordisquearon los pezones a través de la blusa—. Excepto con el celo.

Nialdlye succionó sus pezones mientras tiró de los cordones que mantenían la blusa cerrada. Cuando apartó el lino, utilizó ambas manos para coger los firmes pechos de Irin, dándose un banquete con un primer pezón, luego con el otro.

No podía decir que la poseía. Sólo había sentido una compulsión parecida un par de veces antes, normalmente cuando había estado privada de sexo por mucho tiempo. Una vez justo después de haberse arrastrado en el portal del raedjour en la ciudad. Pero no últimamente. Follaba con regularidad y así sucedía entre las personas de su pueblo adoptivo. Esta compulsión estaba fuera de lo normal. Tanto para ella como para Irin.

Un escalofrío la obligó a detenerse, a descansar su frente sobre el pecho de Irin mientras la ola de necesidad la liberó lo suficiente para moverse. Debajo de ella, Irin experimentó lo mismo.

—Nialdlye, ¿qué es esto? —Jadeó cuando pudo, las uñas arañaban la piel de Nialdlye.

—No lo sé —La mano de Nialdlye resbaló hacia el vientre plano de Irin para encontrar los cordones del chal sobre sus caderas—. Pero no somos nosotras mismas.

Irin gritó cuando Nialdlye metió su mano dentro de su coño, ahondando con los dedos fácilmente en sus húmedos pliegues. Su aroma impregnó el aire, haciendo que Nialdlye se mareara por la necesidad.

Respiró entrecortadamente, pillándola desprevenida cuando Irin de repente empujó. Conforme se desplomó sobre su espalda, sus brazos se elevaron para coger a la otra mujer mientras se sentaba a horcajadas sobre ella. Sus labios se unieron en un apasionado beso, y las manos de Irin vagaron, quitando la ropa del cuerpo de Nialdlye como pudo sin separar sus labios.

—Deberíamos… —Irin habló a través de los besos mientras separaba los muslos desnudos de Nialdlye— parar y. —Presionó fuerte dentro de la mujer debajo de ella— averiguar de qué se trata esto.

—Sí —Estuvo de acuerdo, pero sus manos se enredaron en la fría seda del pelo de Irin. Empujó hacia arriba, haciéndola girar parcialmente de forma que sus piernas pudieran alinearse justo así…

Ambas gritaron cuando sus coños entraron en contacto, labios maduros y clítoris excitados golpeando juntos para provocar escalofríos a las dos mujeres.

Lo haremos, se prometió Nialdlye mientras hundía los dedos en las caderas de Irin, ayudando a la otra mujer a bombear contra ella. Pero primero, esto.

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