Despertar

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Capítulo Catorce

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Capítulo Catorce

Uno era leal. El otro rebelde. Los restos de su ropa colgaban hechos girones, impregnados con la grasa de sus pieles y el polvo del suelo en el que forcejearon. El pelo blanco volaba, ocultando las caras que gruñían cuando dos pares de manos lucharon por hacerse con el poder, sobre la piel resbaladiza. El que estaba sobre el suelo aulló, se retorció, pateó. El de arriba perdió su apoyo y rodó. Demasiado lejos. Terminando sobre su vientre. Se agarró al suelo, pero su adversario fue más rápido. El de abajo se arqueó hacia atrás, su aullido de rabia fusionándose en un gemido prolongado al tiempo que por encima de él, el otro hundió un largo y duro pene en él.

Savous no era el único mirando. Ni siquiera era el único mirando la acción con su ^ propio pene metido profundamente en el aterciopelado abrazo de un apretado trasero. Dicho culo rodó cuando el hombre debajo de él cambió de posición, agachando su mentón y bombeando su propio pene mientras el clímax lo perseguía.

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Savous se inclinó, empujó más fuerte, dispuesto a superar esto con tal de poder dormir; entonces podrían ponerse en marcha nuevamente. Su viaje de regreso a su ciudad estaba tomando más de lo esperado. Cuatro noches, pero esperaban llegar a | los límites de la ciudad la noche siguiente. Es decir debido a la necesidad apremiante, irracional que poseía a cada hombre entre ellos. Rebeldes y leales por igual eran conducidos hacia la ciudad, tan acompasadamente que luchar ni siquiera era posible. Los hombres caminaban hasta que el placer estaba a punto de estallar, cayendo y follando el cuerpo más cercano. |

Tarlan gruñó. Se corrió. Se derrumbó. Savous empujó dos veces más y liberó su propio clímax, tal como era. Solo una liberación temporal.

Tarlan se puso de lado mientras Savous se echó hacia atrás. Los ojos azules se detuvieron en Savous debajo de un mechón rebelde ahora gris por el polvo apelmazado.

— ¿Por qué?

Savous hizo una mueca al sentarse, procurando arreglar su manto en su parte trasera. Era todo lo que quedaba de su ropa, además de sus botas. Su camisa y pantalones habían sido víctimas de los apareamientos desde hacia días. No estaba seguro de cómo había logrado salvar el manto casi intacto, aunque el pesado terciopelo hedía a esperma y sudor graso. Debería dejar que se pudriera en uno de los túneles, pero se aferraba a él obstinadamente.

— ¿Raja?

Sorprendido, se dio cuenta que su mente había divagado. Cosa fácil al estar tan cansado. Sólo quería dormir. Podría dormir. Pero no sería relajante. Solo sería suficiente para dar energía a su cuerpo para viajar tanto como pudiera.

— ¿Por qué?

— ¿Por qué está sucediendo esto?

Tarlan lo había evitado desde que habían descendido a los túneles.

Savous todavía tenía cierto grado de control sobre sus hombres, principalmente porque él no intentaba ejercerlo. Tarlan sí. Había intentado hacer que sus hombres retrocedieran, entonces, cuando no lo hicieron, los instó a luchar. Pero la mejor lucha que pudieron manejar fueron los apareamientos salvajes para satisfacer la necesidad sexual.

Si no estuviera tan agotado, Savous podría estar divertido. Definitivamente estaría fascinado. Prácticamente podía ver la magia vibrando en cada alma, activada por una fuerza que sólo podía ser divina.

—Rhae —Respondió simplemente, y sabía que tenía razón. Sólo había sentido su presencia una vez, pero no era algo que pudiera olvidar. Estaba despierta y entre ellos, pero era diferente que antaño.

Tarlan se dejó caer sobre su espalda, sin preocuparse por las rocas. Estaban todos sucios y la mayoría había renunciado a la pretensión de permanecer limpio. La grasa en su piel brotaba cuando copulaban, alejando el polvo de culos y penes lo suficiente como para hacer el sexo ligeramente más apetecible.

— ¿Por qué está haciendo esto?

—Ha estado alejada de nosotros por dos siglos —Savous suspiró, cerrando los ojos y hundiéndose contra la pared de roca detrás de él—. Este es el resultado de Su regreso.

— ¿Se detendrá?

Más allá de Tarlan, Hyle se levantó de su reciente apareamiento. Los ojos rojos encontraron los de Savous, demostrando que había escuchado las preguntas de Tarlan.

—Sí —Savous mantuvo su vista fija en Hyle. Lo habían discutido cuando aún podían pensar coherentemente. Se aclaraba cuanto más se acercaban a la ciudad.

Cuanto más agotados estaban. La respuesta estaba en la ciudad. Era por eso que habían sido atraídos. Eyrhaen. Sabía que ella tenía que estar al centro de todo eso.

* * * * *

Salin miraba hacia la puerta.

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Sentado al otro lado de la sala, sobre una almohada amplia en el suelo de piedra, su espalda apoyada contra la pared. Diana, su verdadera compañera, estaba plegada | desnuda sobre su pecho y regazo, su ingle junto a la suya, su pene relajándose gradualmente después de su coito. Había perdido la cuenta del número de veces que se corrieron juntos en el pasillo. Estaban solos. Lo habían estado la mayor parte de los últimos cuatro días. La presión de la locura era peor en este salón, cerca de esa puerta. La puerta que no podía abrir, como sí hubiera sido cerrada por magia. La puerta que lo alejaba de su hermano y de la hija de Savous.

Diana se agitó.

—Estás gruñendo —Murmuró en su cuello.

Él gruño. Aceptándolo.

Ella deslizó una mano perezosa por su costado desnudo.

— ¿Hay algún cambio?

—No —Delineó su columna vertebral—. Sí.

— ¿Sí?

—Casi puedo oírlo.

Ella se sobresaltó. Gimiendo ligeramente, puso sus manos entre ellos y empujó en su pecho para poner suficiente distancia entre los dos y así mirarlo a los ojos.

— ¿Casi?

No pudo resistirse a apartar su pelo sudoroso de su frente. La adoraba siempre, pero despeinada y recién follada era quizá como más le gustaba, seguido de cerca por el calor de su ira. Pero ahora no tenía porque hacerla enojar. Apenas la había tomado y ya la deseaba de nuevo, pero le irritaba que gran parte que la urgencia viniera de fuera.

Suspiró, golpeando su nuca contra la pared.

—Él está allí, pero no son palabras.

— ¿Es más claro que antes?

—Mucho.

Ella rozó su pezón con una uña, pero su mirada alejada le reveló que solo estaba pensando no coqueteando.

— ¿Crees que eso significa que esto ya casi esta terminando?

Por esto ella se refería a la locura que se había apoderado de la ciudad. A las folladas constantes y exhaustivas de la que todos eran objeto. A la necesidad de copular que sobrepasaba la necesidad de comer y, prácticamente, de dormir.

Incluso las mujeres y los hombres que estaban comprometidos, pero no totalmente convertidos en verdaderos compañeros estaban bajo el influjo.

—No lo sé.

Suspirando, ella se balanceó hacia atrás.

—Voy a prepararnos algo de comer.

Le extendió su tazo para tote afeo sóMo en que apoyarse al pararse en sus piernas temblorosas. Ella se rió.

—De todas las veces que lo hemos hecho, no recuerdo haber sentido todo este dolor. Ni siquiera en el celo.

Se refería a sus primeros ciclos juntos. Cuando se deshacía de los últimos vestigios S» de su humanidad, antes de que el dar a luz a Brevin la cambiara completamente en fc! raedjour. O tanto como una mujer nacida humana pudiera convertirse. Pero I decidió no recordárselo.

Aceptando su silencio, se recogió el pelo húmedo en una cola girando para marcharse. Miró su bien formado trasero y se entretuvo imaginando que corría tras ella y la tiraba al piso. Pero se contuvo. Volvería pronto y follarían. Tendrían que | hacerlo. Si ella no quedaba atrapada en otro apareamiento antes de regresar. Sonriendo ante el pensamiento del pobre desventurado que osará forzar a Diana en un apareamiento, Salin volvió su atención a la puerta. Su sonrisa murió.

¿Radin? Trató de nuevo, fuera de práctica en el uso del enlace mental que una vez compartió con su hermano. Pero Radin era el que mantenía el enlace, él era el hechicero. Radin tenía abundantes dones. Era el especial. Siempre lo había sido.

Salin lo aceptó desde el momento en que vio a su hermano por primera vez siendo un bebé.

Estoy emocionado.

Salin se congeló.

Y asombrado. No recuerdo que te quedaras sin palabras a menudo.

La impresión impidió que Salin se incorporara sobre sus pies. ¿Radin?

Una cálida sonrisa se coló por el enlace que de pronto fue muy sólido.

Soy yo, hermano mío.

Salin tragó, las manos sobre la almohada a cada lado de él. Tantas preguntas vinieron a su mente y desacostumbrado a estar nervioso, no podía decidirse sobre qué preguntar.

No hay respuestas todavía. La voz interior de Radin llevaba un peso, a pesar de la sonrisa implícita. Pronto.

¿Qué tan pronto?

Una pausa. Savous estará aquí mañana. Hablaremos entonces.

Tenaz, Salin retuvo la atención de Radin para una última pregunta. ¿Está bien Eyrhaen?

¿Es ese su nombre?

¿Está ella contigo?

Sí.

¿Está bien?

Debería estarlo. Hubo una vacilación. Había algo además de lo que le estaba diciendo, pero se estaba desvaneciendo.

Es hija de Savous.

Salin no podía verlo, pero se había acostumbrado a leer las reacciones de Radin a través de su vínculo mental. Se dio cuenta de la duda. Radin no lo sabía.

Bueno. Conocía ese tono irónico. Que significaba que las cosas no habían ido exactamente de acuerdo al plan. Eso hará esto… interesante.

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