Despertar

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Se puso en pie y de un rápido gesto se privó de las secas y ásperas ropas que vestía, dejando al descubierto un pálido cuerpo lleno de moratones y heridas. Cerró sus manos en un puño y las cruzó por encima del pecho, y entre ellos tomó un cuarzo gris que brillaba débilmente. Un rayo de agua comenzó a rodearla desde abajo, encerrándola en un torbellino. Dos pequeñas alas azules semitransparentes, parecidas a las de una mariposa, aparecieron en su espalda; se movían lentamente, como si algo las aprisionara y fuera incapaz de volar.

—¡Vístete, por favor! —le pidió, ofreciéndole un batín rojo.

Aileen tomó la prenda y tras hacer desaparecer sus alas, se vistió y volvió a tomar asiento junto al joven Ser’hi.

—Dime, princesa —añadió Nathair haciendo un gesto de cabeza—. Necesito explicaciones. Me gustaría saber qué edad tienes. Además… ¿Qué haces en el castillo? Alguien tan hermoso como tú no debería estar viviendo en el lugar de donde surge todo mal. Es evidente que está quebrando tu fuerza —quiso saber, recibiendo por respuesta un profundo silencio—. Te acabo ver allanando la habitación de mi hermano con un puñal y no he avisado a los guardias. Lo menos que puedes hacer es molestarte en responder mis preguntas

—Solo tengo quince años, aunque la edad no importa. Soy muy madura y tengo una gran misión que cumplir —respondió con el ceño fruncido y agrandando la distancia con el muchacho—. Hace meses una dama y yo nos adentramos en el castillo para acabar con el inmortal. Nunca pensamos en el infierno que aquí nos deparaba.

—¿Por qué no te vas? Eres libre, cruza la puerta, vete a tu bosque y huye de este infierno.

—No puedo hacer eso; si no consigo la Lanza de la Serenidad, no viviré mucho, en años habré muerto.

—Solo tienes mi edad, ¿por qué ibas a morir tan joven?

—Porque la naturaleza se está muriendo y yo vivo de ella. Moriré, como hoy lo ha hecho Lyris: se desintegró en mis brazos.

—Lo siento. ¿Qué te ha pasado en el cuerpo?

Le miró ardiendo en rabia, pues le hacía revivir sus peores momentos en el castillo.

—¿De verdad no lo sabes? —preguntó asqueada—. Ha sido tu hermano, al que ahora mismo degollaré —gritó poniéndose en pie.

Nathair la tomó de la muñeca y volvió a tirar de ella hacia la cama, pero esta intentó levantarse otra vez y no tuvo más remedio que aprisionarla contra su cuerpo y la cama.

—¡Habla! —exigió con ella inmovilizada.

—Llevo seis meses en el castillo y tu hermano a veces... —un sollozo se le escapó de la garganta y fue incapaz de mirar al joven Ser’hi.

Nathair se apartó de encima de ella y se frotó sus doloridos ojos con la mano.

—Nunca pensé que las ninfas existieran —admitió con su rostro oculto entre las manos—. Nunca pensé que algo tan bello podría existir.

—Crees en espectros: Rocda, Deppho y demás seres innombrables, y no crees en ninfas, hadas y demás criaturas preciosas.

—Cuando uno se cría en sombras es difícil creer en algo que solo lee en cuentos. Deberías irte —aconsejó—. No estás aquí en contra de tu voluntad, si mi hermano te fuerza, márchate; hazlo antes de que se lleve tu vida.

—Mi vida se la llevó tu hermano el primer día que me forzó.

—Escucha, Aileen, no sé qué haces aquí y qué pretendes, pero si eres lista te marcharías, a no ser que en realidad estés loca por mi hermano y disfrutes con lo que te hace.

Recibió una fuerte bofetada, pero ni siquiera se inmutó por el golpe.

—Debo conseguir la Lanza de la Serenidad.

—¿Dónde está esa lanza? —preguntó ceñudo.

—En las mazmorras, oculta tras una pared.

—¿Por qué no la haces caer, la recuperas y te marchas?

—Porque no puedo, ni siquiera tú podrás hacerla caer con tu inmenso poder.

Suspiro y se frotó la mejilla dolorida; en un principio le pareció que había sido un golpe débil, pero ahora sentía la piel palpitar.

—Si matas a mi hermano, la marca desaparecerá —dijo sin mirarla—. Si lo haces, Juraknar acabará conmigo y no podré ser libre.

—Eres un Ser’hi, ¿por qué querrías ser libre? Ya lo eres, tienes cuanto quieres: mujeres, poder y riqueza, y vives en un mundo sumido en sombras.

—Yo no elegí esto —explicó muy serio y algo molesto por sus palabras—. Quiero mi libertad, y no quiero conseguirla con mi propia muerte; pero para eso ni mi hermano ni Juraknar deben saber que estoy trabajando en contra de ellos. ¿Qué hace esa lanza?

—Anula el poder del inmortal.

—Genial, la recuperaré.

—Solo yo puedo empuñarla; si la tocas, tus manos se quemarán.

—Muy bien, recuperaré tu lanza haciendo caer la pared y tú la empuñarás.

—Él se dará cuenta de que quieres hacer caer la pared, la protege su poder; si la haces caer le herirás a él y te matará.

—¡Maldita sea! —susurró—. Encontraré alguna forma. Ahora voy a hablar con Nathrach, si antes me prometes que trabajaremos juntos.

—¿Qué quieres decir?

—Ambos queremos la libertad, trabajaremos juntos para conseguirla sin levantar sospechas.

—Está bien, acepto —concluyó la princesa.

—Primer punto aclarado. A partir de ahora no quiero que vuelvas a servir. Serás mi amante, vagarás libre por el castillo y dormirás en mi habitación. Es una farsa —se apresuró a explicar antes de que le interrumpiera—. No voy a tocarte, ni siquiera compartiremos cama: yo dormiré en el suelo. Necesitamos estar juntos para preparar nuestros futuros pasos. Te prometo que Nathrach no volverá a tocarte, ahora mismo me encargaré de eso.

Sin esperar respuesta de ella, salió de su habitación y ardiendo en rabia por lo que había visto en el pálido cuerpo de la ninfa se dirigió al salón, donde comían Juraknar y Nathrach. Sin llamar, irrumpió bruscamente, donde la mirada de un joven consejero situado a la derecha del inmortal se volvió hacia él, y también la de su hermano. Este tenía vendada parte de su rostro y sabía lo disgustado que se sentía por ello, aunque a él le parecía que se lo tenía merecido. No habría mujer en todo el castillo que no se riera a sus espaldas por ir marcado por la mano de una joven de quince años.

—Juraknar, quiero a Aileen.

—¿Qué quieres decir? Además, ¿quién es Aileen?

—Es una criada. Te sirve vino todas las noches. La quiero solo para mí —exigió mirando a su hermano—. Quiero que sea mi amante y que nadie más que yo la toque, lo que quiere decir —dijo mirando a Nathrach—, que mantendrás tus manos alejadas de ella.

—Así que se llama Aileen. Simple nombre para una chica simple a la cual poseeré cuando quiera.

—¡No! —gritó.

—Pues gánatela —propuso Nathrach—. Si me vences no la tocaré nunca más.

Nathair, dominado por la rabia se dirigió a su hermano y de un puñetazo le lanzó contra el suelo, se tiró encima de él y ambos comenzaron a asestarse golpes hasta que Juraknar los señaló y gracias a su magia los separó, lanzándolos a diferentes puntas del salón. Pero no se bastó con esa lección. Gracias a su magia los hizo levitar a gran altura y ambos hermanos sentían como si una mano invisible estuviera aprisionando sus gargantas.

—No volváis a discutir. ¡Os lo tengo prohibido! —gritó el inmortal—. Nuestro enemigo es fuerte y si vosotros os separáis estaremos en desventaja, así que comportaos como seres civilizados. Nathair, la chica para ti; Nathrach, no la toques o me encargaré de que nunca más vuelvas a pasar una noche de placer con ninguna mujer. ¿Entendido?

—Sí —aceptó de mala gana.

—No pongas esa cara, deja a tu hermano con su capricho. Tú y yo nos divertiremos con verdaderas mujeres.

Una grata sonrisa se dibujó en el rostro de Nathrach ante tal invitación. Divertido, miró a su hermano, pero no lo encontró; al parecer ya se había marchado con su joven e inexperta amante.

***

Tras la discusión, Nathair caminaba en dirección a su habitación. Había conseguido alejar a su hermano de Aileen y no quería que ella contemplara su furia contenida. Frente a la puerta de su dormitorio respiró hondo y, una vez más tranquilo, entró. No encontró a Aileen en la cama y un ligero pensamiento cruzó su mente, a la vez que un fuerte y repentino dolor le atravesó la espalda: le había traicionado.

Con el puñal envenenado clavado, se giró y miró a la joven. Entumecido, cayó al suelo. Allí hizo acopio de fuerza y se extrajo el arma.

—¡Había confiado en ti! —susurró dolido—. Te confesé lo que sentía; quiero ser libre y tú me has arrebatado mi sueño. Solo espero que Juraknar te dé una muerte rápida cuando descubran que me has matado.

—No lo descubrirán —gritó dolida y con lágrimas surcando su rostro.

—Recuerda la marca: si uno de los dos muere, desaparece —susurró con la garganta agarrotada—. Maldita sea, Aileen, había confiado en ti, me he enfrentado a mi hermano por ti. Yo no soy como él —susurró más bien para sí mismo que para la chica—. Durante toda mi vida he luchado por ser diferente y sé que lo soy. Juré no ponerte una mano encima y nunca lo haría.

Se desplomó pesadamente a los pies de la princesa mientras la sangre empapaba las alfombras que cubrían la estancia.

Falta de confianza (Clay)

Cuando Kun, Xin, Xinyu y Clay con Kirsten en brazos aparecieron en el bosque, fueron directos a la mansión. Una vez allí se dirigieron a la segunda planta de la casa, giraron a la izquierda y entraron en la primera estancia.

Clay la tenía decorada con un escritorio a la izquierda, mientras que a la derecha quedaba una camilla, con un mueble blanco muy cerca de ella con todos los utensilios necesarios.

Sin más pérdida de tiempo dejó a Kirsten en la camilla y se dirigió a los chicos.

—Dejadnos a solas con ella. No puedo hacer bien mi trabajo con tanta tensión a mi alrededor.

Kun se mostró reacio, pero Xin le tomó del brazo y lo sacó de la estancia. Solo tenían que esperar.

***

Xinyu esperaba junto a la bandeja de utensilios mientras Clay examinaba las heridas de Kirsten. Tenía magulladuras en la garganta, como si alguien le hubiera apretado con fuerza. Al abrir la camisa, observó arañazos en el pecho, pero su atención fue a la pierna. El fajín con el que Kun le había envuelto estaba lleno de sangre y al quitarlo observó que tenía un objeto incrustado.

—Dame el bisturí y las pinzas.

Xinyu obedeció de inmediato. Ambos hombres estaban tan centrados en la sangrante herida que no habían visto como la chica volvía en sí.

Con los ojos entre abiertos Kirsten se vio a solas con Xinyu y Clay e intentó controlar el miedo que recorría su cuerpo. La última vez que estuvo con Clay él le lanzó a Draguilia, para poco después acabar en Serguilia. Y aunque intentaba serenarse, le era imposible. Ya sentía las manos arder y conocía las consecuencias de eso. Iba a prender algo y no le importaba, porque lo que más deseaba era salir de allí. Cuando Clay se inclinó sobre ella lo empujó con tanta fuerza que el hombre no evitó caer al suelo. Al instante a su olfato llegó el olor a quemado. No le importaba saber que había prendido, solo quería escapar de allí e intentó correr hacia la puerta. Pero su pierna herida le pasó factura. Apenas pudo dar un par de pasos antes de caer al suelo.

En ese instante Kun entró en la estancia alarmado por el escándalo. Encontró a Xinyu usando un extintor contra las cortinas que cubrían la ventana, mientras que Clay estaba incorporándose. La chica también estaba en el suelo; pequeñas llamas danzaban en sus manos y el terror inundaba su mirada.

—¡Kirsten! —susurró Kun agachándose frente a ella—. Ya estás a salvo, no tienes nada de lo que preocuparte. Te hemos sacado de Serguilia.

—Prométeme que no me usarás para los mismos fines que mi padre, que tú y Xin no tenéis sus mismas intenciones. ¡Prométemelo, por favor! —le rogó.

El muchacho tomó las manos de la chica y todos vieron como de Kun surgía un aura verdosa que acababa centrada en sus manos y ese contacto, con las de Kirsten, lograba apagar sus llamas.

—Te lo prometo. ¡Nadie te hará daño!

En ese instante Clay se dejó caer junto a ella y le inyectó un calmante que puso aún más nerviosa a Kirsten. Quiso intentar ponerse en pie y alejarse del hombre. Para todos era evidente que en el único en el que confiaba era en Kun.

—¡No, no, no! —sollozó—. ¿Qué quieres de mí? —preguntó a Clay, aferrado con fuerza a Kun—. No he hecho nada malo. ¡Lo prometo!

—Vamos a protegerte, Kirsten, te lo juro. Estarás a salvo con nosotros.

A pesar de las palabras tranquilizadoras de Clay, la chica seguía mostrando desconfianza, pero el calmante ya estaba haciendo efecto y volvieron a llevarla a la camilla.

Mientras, Kun le sujetaba las manos e intentaba calmar sus delirios, hacerle olvidar lo que había vivido con los Ser´hi y que ellos no tenían la misma intención que Juraknar, mientras que Xinyu y Clay se dispusieron a hacer las curas.

El tutor de los Dra´hi practicó una incisión en la pierna de la chica. Lo suficiente para introducir las pinzas y extraer la cuchilla. Tras examinar la herida y observar que no había ni un solo resto en el interior, comenzó a darle puntos. Para ese momento la joven ya había sucumbido a los efectos del calmante y dormía.

—Kun, por favor, vuelve a salir. Tengo que inspeccionarla y prefiero hacerlo sin que tú estés delante.

—Pero… —interrumpió el muchacho—. Yo la he calmado. Le doy tranquilidad y si vuelve a despertar le gustará encontrarme junto a ella.

—¡No lo hará! —interrumpió Xinyu posando las manos sobre los hombros del chico—. Sal fuera, enseguida te informamos.

El muchacho obedeció resignado y en el exterior se encontró con un nervioso Xin que se movía de un lado para otro.

***

Mientras Clay se ponía los guantes no dejaba de mirar a Kirsten. Tenía grabada a fuego la mirada de miedo que le había lanzado. Y lo sentía mucho. Debía estar muerta aterrada y aún le quedaba por saber hasta dónde había llegado su agresión sexual.

—¿Has visto a Kun? —preguntó Xinyu, aunque no esperó respuesta—. Su magia se está manifestando. Está intentando romper el hechizo que mi abuelo le lanzó de niño y eso me preocupa.

—Nos encargaremos de ese tema enseguida, a mí también me preocupa la salud de Kun. Pero ahora debo saber hasta qué punto debo lamentar mi desconfianza hacia Kirsten.

Tras levantarle las piernas, comenzó a examinarla. A su pesar vio varias marcas en los muslos, arañazos de Nathrach. Sus ojos se posaron en Xinyu, temiendo lo peor. Pero su amigo lo apremió para saber si finalmente la chica había sido violada.

***

Cuando la puerta de la estancia se abrió, un nervioso Kun y un impaciente Xin se dirigieron a Xinyu. Tras él iba Clay, con Kirsten en brazos.

—No llegó a violarla —añadió Xinyu. En su tono se apreciaba cansancio, pues tras el examen realizado a la chica él se había introducido en su mente. No solo había visto lo sucedido en Serguilia, sino también en el edificio. Sabía que Harry había sido asesinado y que su amiga Alisa había sufrido una agresión. Debía averiguar si la chica estaba en el hospital y si era así, hasta cuanto había visto que Nathrach no era normal.

—¿Estás seguro? —insistió Kun—. Cuando entré en la habitación Nathrach estaba medio desnudo, entre sus piernas… yo… yo no sé si lo interrumpí o ya había terminado.

—Sigue siendo virgen —le aclaró Clay—. Su himen está intacto. Impediste que Nathrach la tomase.

Kun se llevó las manos a la cabeza. A pesar de las palabras de Clay aún le era difícil de creer que hubiera llegado a tiempo, y de repente, toda la presión de ese terrible día pudo con él. Perdió la noción del tiempo, de donde estaba y perdió el conocimiento.

Fue Xin quien lo sujetó antes de que cayese al suelo.

El Dra´hi no despertó hasta más tarde. Estaba agotado, como si hubiera estado días corriendo una maratón y semanas sin conciliar el sueño. Al mirar a la izquierda observó a Clay sentado junto a él. Le tenía tomada la muñeca y no dejaba de mirar su reloj e imaginó que contemplaba que su pulso fuera normal.

—¿Qué tal te encuentras? —se interesó el hombre al terminar las comprobaciones—. Nos has dado un gran susto, aunque no es la primera vez que te pasa esto.

Kun no respondió. Únicamente se llevó las manos a las sienes y comenzó a masajeársela con intención de hacer desaparecer el dolor de cabeza.

—¿Cuántas veces se ha manifestado hoy tu magia? —le interrogó Clay, mientras preparaba un calmante para administrar al joven—. Y hazme un favor, Kun, no me mientas. No me obligues a que Xinyu entre en tu mente para ver tus recuerdos.

—¡Dos! —respondió sin mirarlo y gruñendo entre dientes cuando sintió la inyección que su tutor le administraba—. Cuando entré en la habitación donde tenían a Kirsten sus manos estaban prendidas en llamas. Solo deseé acercarme a ella, tranquilizarla y mis manos envolvieron las suyas y lograron apaciguarla.

—Lo mismo que ha ocurrido aquí —añadió Clay.

—¡Sí! —respondió Kun de mala gana, sintiendo como el calmante comenzaba a hacerle efecto—. Lo siento. Sé que prometí no volver a hacerlo, pero no lo controlo.

Clay no dijo nada. Había sido un día muy largo y de nada servía reprender al muchacho. Su fuerza se estaba manifestando e intentaba romper el hechizo que en su día el abuelo de Xinyu lanzó sobre él y su hermano. De alguna manera que no lograba explicar su cuerpo llamaba a su magia, pero a un alto precio, pues a pesar de lo agotado que se quedaba tras hacerlo… en otras ocasiones habían lamentado mucho más.

—Descansa. Mañana te encontrarás mejor. Y no te preocupes por Kirsten. Duerme en la habitación de al lado.

Sin más, Clay lo dejó y fuera se encontró con Xin. Al chico también se le veía agotado, era normal, pues estaba conectado a su hermano y cuando uno se resentía de salud, el otro también lo perecía, aunque no con tanta intensidad.

Y tras tranquilizarlo, le obligó a descansar. Mientras él se dirigió a la cocina donde se sirvió un trago. Lo bebió de un sorbo y se sirvió otro más. Permaneció allí, en la soledad, sin dejar de pensar en lo sucedido hasta que Xinyu apareció.

Hacía una hora que se había marchado al edificio donde vivía Kirsten, esperando averiguar qué sabía la amiga de la joven.

—La chica está ingresada en el hospital. Llamó a urgencias poco después de lo sucedido —explicó mientras se servía un trago. A Clay no le sorprendió que su amigo obtuviera todo tipo de información; lo hacía gracias a su poder. Podía leer los pensamientos de la gente y manipular la mente de quien quisiera, lo cual le había sido de gran ayuda en muchas ocasiones—. Ha recibido una gran paliza, fue agredida sexualmente, pero no hubo penetración. El hombre que vivía con ellas, Harry, lo impidió, aunque el Ser´hi lo mató. Poco después llegó Kirsten.

—¿No ocurrió nada más? ¿Ninguna manifestación de magia?

—Nada —respondió Xinyu—. Aunque mientras agredía a Alisa, Nathrach no dejaba de preguntar por Kirsten y conocer su paradero. Lo que me recuerda que cuando entré en la mente de Julian vi que había descubierto que la chica había sido abandonada por su abuela y pensaba chantajearla. Aunque borré tal recuerdo, nada nos garantiza que descubran que Kirsten, prácticamente es huérfana. ¿Qué vamos a hacer, Clay?

El hombre se sirvió otra copa y dio un sorbo antes de responder.

—La función de los chicos como la nuestra es proteger a los inocentes y es lo que vamos a hacer. Ella no tiene la culpa de ser hija de Juraknar y que lleve su sangre no significa nada. Ha defendido a Kun y a Xin.

—Ya contaba con protegerla, pero piensa en algo más. Tenemos que estar preparados, hurgar algo como lo que hicimos con Kun y Xin cuando llegaron a nosotros, porque si servicios sociales descubre su situación, nos la arrebatarán. Y lejos de nosotros, no podremos protegerla.

—Lo sé, lo sé —murmuró Clay deslizando el vaso sobre su frente. El frío de los hielos lograba calmarlo y pensar con claridad—. No puedo creer lo que he hecho. Aún me reprocho haberla enviado a Serguilia.

—Los dos tomamos la decisión; no cargues con ese peso tu solo. Yo también me volví histérico cuando vi en su casa la marca del inmortal.

—¿Te imaginas lo asustada que habrá estado todo este tiempo? —preguntó lanzándole una lastimera mirada—. Yo sí… antes de conocerte, cuando hacía explotar las cosas estaba muerto de miedo. No tenía nadie con quien contar, estaba tan solo y hasta, hasta asesiné a mi familia…

—¡Creo que ya has bebido suficiente por hoy! —añadió Xinyu apartándole la copa—. Estás empezando a decir cosas sin sentido.

—Yo los maté, Xinyu. No lo hice a propósito. Estaba dormido y de repente viajé al lugar donde mis padres y mi hermana habían tenido el accidente. Se habían estrellado con un camión que trasportaba combustible. Estaban ardiendo. Mis padres… no lo sé, no estoy seguro pero creo que ya estaban envueltos en fuego, pero Mandy, ella golpeaba los cristales. Intentaba hacerlos trizas y perdí los nervios al verlos en esa situación y el coche explotó. Yo los hice pedazos.

Xinyu no dijo nada. Deslizó su brazo por los hombros de su amigo para darle consuelo y aguardó unos instantes.

—Clay, ahora no piensas con claridad y es evidente que no lo has hecho durante todos estos años, pero tu familia ya estaba condenada. Tu solo acabaste con su sufrimiento. Iban a morir de todas maneras y les distes una muerte rápida. ¡Deja de martirizarte y ve a la cama! Mañana lo verás todo de otra manera. Y te juro que ambos compensaremos a Kirsten por lo que hemos hecho. Ya me encargaré yo.

Clay agradeció las palabras de su amigo, a la vez que pensaba en ellas. ¿Era posible que tuviera razón? Se había martirizado durante mucho tiempo por la muerte de su familia, pero puede que las palabras de Xinyu fueran acertadas.

Sin pensar más en ello se fue a dormir.

***

Cuando Kirsten despertó tardó un instante en orientarse. Sus recuerdos aparecían mezclados, pero cuando se incorporó y su pierna derecha le dio un tirón, enseguida acudieron a ella todos los sucesos. Y también reconoció el lugar donde estaba: la casa de Clay.

Sigilosa y moviendo su pierna de manera rígida, salió de estancia y entró en la de enfrente. Tenía la esperanza de encontrar a Kun, pero no había ni rastro de él y gracias a un reloj digital que había en la mesilla observó que eran las tres del mediodía.

El no encontrar al Dra´hi la inquietó. Tenía que salir de ahí y silenciosa comenzó a caminar en dirección a las escaleras. Para su mala fortuna encontró en el pasillo de enfrente a Clay y Xinyu, por lo que bajó los escalones aprisa y corrió a la puerta. Intentó abrirla, pero estaba cerrada con llave. Furiosa se giró y miró a los hombres.

—¡Puedo con vosotros! —exclamó levantando sus puños—. Dejadme salir y nadie saldrá herido.

—Kirsten —intervino Clay—. Te he dado diez puntos en la pierna. No estás en situación de ir a ninguna parte y sé que no confías en nosotros y lo entiendo, pero lo sentimos mucho. Cometimos un error.

—¡Vamos a protegerte! —exclamó Xinyu.

—¡Quiero ir a mi casa! —exigió—. Y no necesito vuestra ayuda. Me ha ido muy bien sin vosotros. Al menos hasta ahora siempre he salido airosa de mis encuentros con Nathrach y Nathair. Nunca lograron enviarme a Serguilia y no lo harán. ¡Abrid la puerta!

—Derrótame —intervino Xinyu caminando hacia ella—. Hazlo y serás libre. No sabrás nada de nosotros. Te cuidarás tu sola.

—Xinyu… —susurró Clay.

—No, Clay, deja que haga esto. La niña se merece una lección y que abra los ojos. Se cree que porque en ocasiones lance algunas llamas va a poder protegerse de su padre o los Ser´hi. ¡Vamos! —le apremió Xinyu—. Veamos quien es más fuerte —la desafío colocándose en posición de ataque.

—He recibido clases de defensa y el entrenamiento de un militar.

—Y yo soy un experto en artes marciales. Vamos niña, menos hablar y más actuar.

Kirsten se lanzó a por Xinyu. El hombre no tuvo ninguna dificultad para detener su primer golpe, aunque no detuvo su gancho de izquierda y admitió que había subestimado a la chica. Aun así, aún tenía mucho que aprender. Detuvo su rodillazo, momento que aprovechó para colocar su pierna tras la de la chica y hacerla caer al suelo. Dejó que se pusiera en pie, para seguir peleando.

Feroz, la joven volvió al ataque. Movió su puño derecho hacia la cara del hombre, mientras que con el izquierdo intentó golpearlo en el estómago. Pero el hombre se antepuso a todos sus movimientos; agarró su brazo izquierdo y logró retorcérselo tras su espalda, para a continuación golpear ligeramente sus pantorrillas, provocando que la chica cayera de rodillas.

En ese momento, Kirsten comprendió que no tenía qué hacer.

—¿Qué queréis de mí? —gritó nerviosa—. ¿Qué queréis?

Clay se arrodilló frente a ella y tomó su rostro entre sus manos. Las lágrimas amenazaban con surcar sus mejillas y su respiración era acelerada.

—¿Tenéis las mismas intenciones que mi padre? —le interrogó—. ¿Es eso? Me entregareis a Kun y Xin… —se interrumpió cuando los dedos de Clay se posaron sobre sus labios.

—Basta, Kirsten, eso no te va a pasar. No vivirás nada como eso.

—¡Soy su hija! —sollozó—. La hija de Juraknar. Si no me queréis para sus mismos beneficios… para qué entonces. ¿Por qué sois tan crueles? ¿Por qué si soy tan peligrosa no habéis tenido piedad de mí y me habéis matado?

Sus crudas palabras mellaron el corazón de Xinyu, que liberó su brazo y la ayudó a ponerse en pie y se colocó frente a ella.

—Sé que las palabras no sirven de nada, pero lo sentimos mucho. Los dos estamos muy arrepentidos de tomar la decisión de enviarte a Serguilia —confesó Clay—. Y sé que nada de lo que digamos o hagamos, puede disculparlo.

—¡Estábamos asustados! —prosiguió Xinyu—. Estuvimos en tu casa y vimos la marca de Juraknar. Nos entró el pánico. Sabíamos muy poco de ti y habías entrado en la vida de Kun y Xin y créeme, durante estos años hemos estado a punto de perderlos en muchas ocasiones. Pensamos que habías sido enviada para asesinarlos.

Kirsten no dijo nada, miró a uno y a otro. En sus palabras había miedo, desconsuelo y angustia. Quizás por la de tantos años protegiendo a unos chicos tan especiales, y quienes al parecer, no habían tenido una vida fácil.

—Vamos a protegerte, Kirsten, es lo que haremos —dijo Clay—. Nada más. No tenemos ninguna otra intención. Solo mantener tu vida a salvo y sé que no quieres estar aquí, pero es el mejor lugar donde puedes estar.

—¡Te protegeremos! —prosiguió Xinyu—. Porque tu padre vendrá a por ti en más ocasiones y puede que entre todos, tengamos oportunidades de escapar de él, pero créeme, no lo harás sola y conoces que te espera en Serguilia. Así pues —dijo ofreciendo su mano—, por favor, discúlpanos en lo que te sea posible y acepta quedarte con nosotros.

Kirsten tomó la mano de Xinyu y avergonzada agachó la cabeza.

—Entiendo que me enviaríais a ese sitio —sollozó—. Ya era difícil vivir con la idea de que mi padre era un violador, pero ahora sé que es un monstruo de verdad y yo… yo soy como él, hago cosas como él, ¡las llamas brotan de mis manos!

—¡Eh! —intervino Clay tomando su rostro entre sus manos—. Tú no eres un monstruo. Y qué importa qué utilices el fuego, ¡mira de lo que yo soy capaz de hacer!

Tras las palabras de Clay la chica observó como uno de los cristales de alrededor de la puerta estallaban en pedazos.

—Puedo hacer explotar lo que quiera —confesó—. No importa lo que hagas, lo que puedas hacer o el poder que tengas, lo importante es la utilidad que le des, ¿de acuerdo? Y Xinyu te enseñará a utilizarlo para que no pierdas el control, no quemes a nadie y puedas manejarlo a tu antojo.

Durante un instante, en la llorosa mirada de la chica brilló un atisbo de esperanza e ilusionada miró a Xinyu, que asintió confirmando sus expectativas.

Y tras la conversación y al fin calmar a la joven, la acompañaron a la cocina. Xinyu le ofreció una espesa bebida verdosa. Según el hombre estaba realizada con plantas de distintos lugares de Meira y aunque su sabor no era agradable, haría que sus heridas sanasen con rapidez.

Fue entonces cuando la chica también se dio cuenta de que parte de su hombro izquierdo y pecho iban vendados, cubriendo de esa manera la marca del dragón. E inexplicablemente desde hacía tiempo, ya no sentía ningún dolor.

—Los vendajes están cubiertos con una crema que calma la formación de la marca —explicó Clay mientras le preparaba unos sándwich—. Créeme, es algo normal. Kun y Xin también pasaron por eso, salvo que ellos eran más pequeños.

—¿Dónde están? —preguntó tomando la comida que le ofrecía Clay y dándole un mordisco.

—Les enviamos a tu casa para que recogieran tus pertenencias. No creo que tarden mucho —susurró Clay mirando su reloj—. Además pronto anochecerá.

—Y es cuando ellos vienen… —dijo Kirsten pensando en los Ser´hi.

Ni Clay ni Xinyu dijeron nada. Tenía razón y para consuelo de todos, los chicos llegaron antes de que oscureciera. Kun se mostró impaciente y aliviado a la vez. Aunque nervioso tomó asiento junto a Kirsten y entrelazó su mano entre la suya.

—¿Cómo te encuentras?

Mientras la pareja hablaba, Xin los observaba desde lejos y mal humorado se marchó al piso superior. Esa noche la pasarían en casa, no harían ninguna ronda, pues Xinyu les había ordenado descansar.

Tanto para Clay como para Xinyu no había pasado desapercibido el gesto de Xin. Debían hablar con él. Tenía que superar su despecho sino quería poner en peligro su vida y la de su hermano. Pero ahora no era el momento. Mientras que Xinyu se quedó a cargo de los Dra´hi y de Kirsten, Clay salió a hacer unos recados.

***

Ya había caído la noche y Clay aún no había regresado. Y el ambiente en la casa era bastante tranquilo. Xin estaba en el salón del piso inferior, jugando a la videoconsola, mientras que Xinyu estaba en el estudio de la segunda planta. En la misma estancia también estaban Kun y Kirsten. Ambos sentados en el sofá, frente al fuego y el Dra´hi, por petición de la chica, le mostraba los mapas de todos los planetas de Meira, en especial de Draguilia, hogar natal de Kun y Xin.

—En esta pequeña aldea nacimos mi hermano y yo —añadió el muchacho señalando el lugar en el mapa—. Aunque no la he visitado nunca. He ido a Draguilia en ocasiones, pero he pasado más tiempo en Serguilia.

—¿Por qué? —se interesó Kirsten. Estaba agotada; sentía que el sueño le vencía, pero le era muy agradable estar allí y apoyó la cabeza en el hombro de Kun—. ¿Por qué visitaste un lugar tan horrible por propia voluntad?

Kun la miró un largo instante. Era evidente que hacía un gran esfuerzo por mantener los ojos abiertos y él entendía sus motivos. Aún recordaba sus primeros viajes a Serguilia y como todas las noches su mente era azotada por las terribles criaturas que allí había visto.

Tardó un rato en responder. Se estaba quedando dormida y no quería molestarla. Deseaba que al fin descansase, aunque susurró su respuesta.

—Debíamos estar preparados para cuando al fin comience nuestra verdadera misión. Si ya estamos acostumbrados a esas criaturas, se nos hará más fácil enfrentarnos a ella.

Tal como esperaba, la chica no dijo nada. Su respiración era tranquila, llena de calma y tras esperar unos minutos más, la tomó en brazos y la llevó a la habitación. Una vez allí la dejó sobre la cama, la cubrió con las mantas y cuando se disponía a marcharse, sintió la mano de ella alrededor de la suya.

—Clay aún no ha regresado. Quizás deberíamos ir a ver que no haya pasado nada.

Kun tomó asiento junto a ella.

—Quiero que lleves esto y no te lo quites nunca —añadió quitándose el colgante en forma de dragón y dejándoselo a ella—. A partir de ahora él te protegerá. Mi dragón es tuyo; yo ya no necesito su ayuda, pero tú sí. Él no dejará que nadie te haga daño. ¡Sal! —gritó en dirección a la joya y al instante un precioso dragón ocupaba la estancia—. Ahora la debes proteger a ella, mi valiente dragón. Me has salvaguardado de peligros durante estos años y te estaré eternamente agradecido, pero Kirsten te necesita, mi valiente compañero y quiero que seas su guardián.

La chica se atrevió a tocar la cabeza del animal. Despacio deslizó sus dedos sobre su cabellera, brillante y suave. Era espectacular, pero no podía aceptarlo y así se lo quiso hacer saber a Kun. Pero cuando le miró lo encontró cara a cara. Se veía incapaz de apartar la vista de sus preciosos ojos verdes, vibrantes, llenos de energía, de la magia que bullía en su interior. Y cuando él se acercó más, no se echó hacia atrás, ni siquiera cuando sus labios rozaron los de ella, para tras unos segundos separarse.

—Si necesitas cualquier cosa, estaré en la habitación de enfrente.

Ella asintió y se tumbó. Cerró su mano sobre el colgante en forma de dragón y observó al animal, expectante a sus órdenes. Aún tenía miedo, no lo podía evitar y por eso dejó que la bella criatura durmiera en la estancia con ella.

***

La mañana había amanecido como una cualquiera, aunque ni Xinyu ni Clay aún se habían adaptado a sus rutinas, lo cual desconcertaba a los Dra´hi. Lo normal es que hubieran vuelto al restaurante, pero no era así e intuían que estaban tramando algo.

Y fue durante el desayuno cuando Kirsten preguntó por Alisa. Clay le informó de su estado y prometió llevarla al hospital más tarde, durante las visitas. Mientras tanto debía pasar las horas, por lo que se fue al estudio a leer. Ahora que sabía que sus orígenes eran de Meira, quería conocer todo lo que pudiera sobre ese lugar.

En cambio Xinyu tenía planes para sus alumnos, mientras que a Xin le asignó una serie de entrenamientos, a Kun se lo llevó al exterior para practicar con él.

***

No fue hasta las cuatro del mediodía cuando Xin terminó los entrenamientos. Tras comer se dirigió al piso de arriba y tal como preveía encontró a Kirsten y Clay en el estudio. La chica estaba sentada en un diván colocado junto a una ventana y estaba muy centrada en la lectura que Clay le había proporcionado. Esa mañana vestía una ajustada sudadera blanca y unos leggins negros e iba descalza, por lo que tenía sus pies encima del diván y apoyada la espalda sobre el brazo de este.

Su tutor estaba en otra punta de la sala, concentrado en unos documentos, aunque alzó la vista cuando el entró. Xin le hizo un gesto en dirección a la puerta. Quería estar a solas con Kirsten; necesitaba hablar con ella, pero Clay le respondió con un gesto negativo a la vez que señalaba los papeles que tenía frente a él.

Xin lanzó un amargo suspiro y tomó asiento frente a Kirsten.

—¿Qué tal te encuentras? —era lo primero que hablaba con ella tras descubrir que era la hija de Juraknar—. ¿Qué tal la pierna?

—Pues a pesar del desagradable sabor de la bebida que bebo un par de veces al día, tengo que agradecer que mi pierna está casi sanada. Clay me quitará hoy los puntos, ¿verdad?

—¡Ya veremos! —se limitó el hombre a responder—. Agradece que tu movilidad sea casi la normal.

—Necesito correr —confesó a Xin—. No puedo permitirme el lujo de empeorar. Mi futuro está en juego.

Xin se limitó a sonreír. No iba a ser él quien le dijera que todo eso ahora no importaba. No era normal y por lo tanto no llevaría una vida común y corriente. Pero se guardó sus pensamientos. Ya había tenido bastante que asimilar como para decirle que todo lo que había pensado para su futuro ya no servía de nada.

—Y sobre lo sucedido en Serguilia, ¿cómo te sientes? ¿Cómo llevas lo ocurrido con Nathrach? —inquirió y observó como desviaba la mirada hacia la ventana. Desde donde estaba se veía a Kun en compañía de Xinyu, ambos entrenando—. He visto que casi evitas el contacto con mi hermano desde entonces.

Ella simplemente se limitó a encogerse de hombros y volvió la vista a la lectura.

—No me imagino lo mal que debiste sentir ni la dura experiencia que has vivido, pero Kirsten, elijas a quien elijas, a mi hermano o a mí —susurró, pues aún tenía esperanza de ganarse el corazón de la chica—. Solo quiero que sepas que los dos estamos muy concienciados con lo que te ha pasado y no queremos que tengas miedo. Respetaremos tu espacio, tu lejanía, hasta que vuelvas a recuperar la confianza en el sexo masculino. ¡Todo saldrá bien!

Kirsten desvío la vista hacia Xin y le dedicó una sonrisa. Nunca hubiera pensado que unas palabras del muchacho podrían llegar a tranquilizarla.

—Gracias —susurró.

—Aunque también pienso que lo mejor para superar una mala experiencia es hacerte ver lo bueno que puede llegar a ser. Yo mimaría cada centímetro de tu cuerpo, te haría ver lo gratificante que puede ser el contacto y lo maravilloso del sexo. ¡Soy muy buen amante!

—¡Quieto ahí, Xin Wang! —exclamó posando su mano sobre el pecho del chico impidiendo que se acercase a ella—. Ni te me acerques —refunfuñó poniéndose en pie—. ¿Y de dónde has sacado la idea de que eres buen amante? No es lo que se decía en el baño de las chicas. Al parecer tienes poco aguante.

Una carcajada de Clay provocó que los colores acudieran a las mejillas de Xin, que mal humorado se puso en pie.

—Así que, poco aguante, ¿no? —susurró Xinyu desde la puerta en dirección a su alumno—. Me avergüenzas.

—¡Cállate! —bramó un mal humorado Xin saliendo de la estancia.

—Eres la ostia destrozando el ego masculino —dijo Xinyu hacia Kirsten—. Después de lo que le has dicho, dudo que Xin se te vuelva a insinuar.

—Él se lo ha buscado. Clay, ¿nos vamos a ver a Alisa?

El hombre miró el reloj y comprobó que ya era la hora. Acompañado de la chica y de Xinyu salieron de la vivienda, encontrando a Kun en el exterior. El joven tenía las manos cruzadas a la altura del pecho, los ojos cerrados y murmuraba ilegibles palabras. Aunque acabó rompiendo la concentración y agotado se masajeó las sienes, momento que Kirsten aprovechó para acercarse a él.

—Quizás deberías darle un descanso —añadió Clay mientras se ponía el abrigo—. No creo que sea buena idea presionarlo tanto con lo que ha sucedido estos días.

—Los vamos a enviar a Meira en breve, lo menos que puede hacer Kun es controlar el hechizo de protección. Le será de gran ayuda mientras estén allí. Ha estado muy cerca de superarme, pero seamos sinceros, Kirsten le distrae.

La mirada de ambos fue a la pareja.

***

La chica se detuvo frente a Kun, quien con cautela acortó distancia con ella y entrelazó sus manos con la de ella. Aún tenía una conversación pendiente. Debía tratar lo sucedido en Serguilia; deseaba tranquilizarla, saber cómo le había afectado ese momento y en especial, saber qué iba a pasar con ellos.

—¿Qué estás haciendo? —se interesó Kirsten.

—Xinyu me ayuda a controlar el hechizo de protección. ¿Recuerdas que te dije que un perímetro mágico protege la casa y los alrededores? —preguntó y ella asintió—. Esa magia nos ha ayudado hasta ahora. Aunque los Ser´hi y Juraknar han viajado aquí en continuas ocasiones, nunca nos han encontrado. Una especie de cúpula mágica nos rodea. La niebla que ves alrededor de la casa, en realidad es producto del poder de Xinyu. Yo tengo que aprender a controlarlo. ¡Mira y verás! —exclamó y cerró los ojos.

El Dra´hi comenzó a pronunciar el hechizo y tanto Clay como Xinyu observaron como la niebla que formaba parte de la protección de la casa cambiaba. No solo aumentaba, sino que contemplaban haces de luces verdes, manifestación de la magia de Kun, pero no fue solo eso. Al instante haces de luces rojas y naranjas comenzaron a fusionarse con el poder del Dra´hi, provocando que la niebla creciera hasta alturas jamás vistas.

—¡Está enamorado! —respondió Clay—. Y es cierto que Kirsten le distrae. Pero míralos. Unidos son más fuertes.

Xinyu asintió dándole la razón y ceñudo observó que Xin, cambiado de ropa, salía de la casa.

—¿Dónde vas?

—He quedado —se limitó a responder el muchacho aún mal humorado.

Clay y Kirsten se dirigieron al coche prometiendo a Kun y Xinyu estar de vuelta pronto. El silencio reinaba en el interior del automóvil; la chica miraba a los alrededores, sumida en sus pensamientos, hasta que Clay le interrumpió.

—Puede que Xin no haya tenido buen tacto, pero quizás sería buena idea hablar de lo que pasó con Nathrach.

—¿Vamos a hablar de sexo, Clay? —le interrogó con las cejas enarcadas.

—No pequeña, no vamos a hablar de eso, sino más bien lo que sientes al respecto o la idea del mismo. Solo deseo que seas feliz y ayudarte en todo lo que me sea posible.

—No soy como las demás chicas —murmuró de nuevo con la mirada en la ventana—. Y debo darle las gracias a mi abuela.

Clay no hizo más preguntas. Sabía el trato que le había dado esa mujer y las palabras que había escuchado de ella por ser fruto de una violación.

—Háblame de tu casa. ¿Cuándo se manifestó la marca de tu padre en tu habitación?

—Pues…, hace un año. Por entonces llevaba unos días en los que no dejaba de dolerme la tripa y recuerdo que esa mañana no fui a clase. No me encontraba bien. ¿Te lo puedes creer? Hasta ese momento no me vino mi primera regla y esa cosa apareció, de repente. Yo estaba en un círculo de llamas, pero no me quemaba. Mi abuela lo vio y te puedes imaginar lo que pensó. En fin, ¡eres la hija del demonio!, bla, bla, bla, aunque no iba muy desencaminada con sus palabras —confesó e ignoró el gesto mohín que hizo Clay. Sabía que no le hacía gracia que hablase así de ella misma, pero no podía evitarlo—. Desde ese momento estoy sola. Y en ocasiones el fuego aparecía en mis manos. No podía controlarlo y el resultado lo has visto en la vivienda. Pero no quiero seguir hablando de ello, cuéntame algo sobre Kun y Xin, algo respecto a su magia.

—Está bien. Lo que voy a contarte sucedió hace unos años. Kun tenía dieciséis y Xin solo catorce. Era una noche de invierno y lo que ocurrió en aquel entonces cambió a Kun para siempre…

***

Como cada noche desde hacía dos años, Kun y Xin comenzaron a rondar los alrededores de la mansión. Siempre permanecían en el perímetro de protección, nunca salían de él para no correr peligro de enfrentarse a Nathair y Nathrach, pero estar cerca de ellos les ayudaba a familiarizarse con el poder que emanaban. Y aunque sabían que los Ser´hi en la Tierra apenas podían utilizar su poder y en ocasiones los hermanos habían querido enfrentarse a sus enemigos, Xinyu se los había prohibido. Y nunca desobedecían sus normas… hasta hoy.

—Vete, vete —apremió un entusiasta Xin a su hermano—. Pero prométeme que cuando vuelvas me contarás todo lo que ocurra en la fiesta, todo.

—Pero antes repasemos el plan —le recordó Kun—. Cuando vuelvas a casa y Clay y Xinyu pregunten por mí…

—Les diré que te quedas un rato intentando crear por tu cuenta el hechizo de protección. Que la noche y el silencio te ayudan. ¡Lo hemos repasado cientos de veces! Vete.

Kun abrazó a su hermano y antes de marcharse, le dijo.

—Nada de locuras. No te salgas del perímetro de protección.

El pequeño de los Dra´hi asintió, aunque él también tenía otros planes. Era la primera vez que Kun rompía las normas de Xinyu, pues tenían prohibido ir a fiestas y muchas otras actividades, y Xin pensaba hacer lo mismo.

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