Despertar

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En ese instante llamaron a la puerta y la pareja se apresuró a vestirse y dieron la orden de entrada. Era Daksha, quien venía a ocuparse de las heridas de la chica. Kun aprovechó para dejarlos solos e ir a hablar con su hermano. Llamó a la puerta hasta en dos ocasiones, pero no recibió respuesta. La abrió muy despacio, esperando no interrumpir nada y entonces los vio. Ambos estaban frente al fuego, en el diván; Niara consolaba a Xin, que estaba abrazado a la chica. Aunque lo que más les sorprendió fue ver una extraña luz dorada que rodeaba a ambos; una energía vibrante y tranquilizadora, que cuando él carraspeo provocando se separasen y desapareció.

—Niara, puedes darnos unos momentos a solas. Tenemos que hablar.

La dama tomó sus ropas, ya secas y abandonó la estancia.

Kun tomó asiento junto a su hermano; tenía los ojos ligeramente enrojecidos y sus manos fuertemente apretadas en el diván.

—Yo tampoco creo que Clay nos esté traicionando, ni Xinyu, ni siquiera Shen. Pero de lo que estoy seguro es que la pagoda no es un lugar seguro, que alguien entra y sale a su antojo sin que ninguno de los hechizos que lancemos e invoquemos surja algún efecto.

—¿De verdad lo crees? —preguntó Xin, mirándolo—. Ellos no nos harían daño, ¿verdad? Clay y Xinyu nos quieren… ¡son nuestra familia!

—Claro que lo son —dijo Kun, atrayendo a su hermano y abrazándolo—. Ellos nunca nos harían daño y más adelante descubriremos quien ha intentado destrozar nuestro cariño hacia ellos, pero ahora debemos estar centrado en esta misión, ¿vale? No podemos distraernos.

Xin asintió a la vez que se separaba de su hermano.

—Cuando he entrado he visto algo curioso —confesó Kun, poniéndose en pie mientras recogía las prendas que ya estaban secas—. Una luz os rodeaba a Niara y a ti… no sé explicarlo, pero supongo que de alguna manera estáis conectados. Como si fuerais almas gemelas. Al fin y al cabo, ella contactó contigo y eso debe significar algo.

—¿Crees en eso? —inquirió Xin—. ¿Almas gemelas?

—No estamos en la Tierra, sino en Meira. Un lugar mágico y nosotros no somos humanos comunes y corrientes. Así que si, Xin, creo en eso y mucho más. Ya me dirás que sientes con Niara cuando empecéis a intimar, porque he sentido la energía que desprendéis y vaya, era sorprendente y gratificante.

Xin no dijo nada. Ayudó a su hermano a preparar las pertenencias para el viaje del día siguiente mientras pensaba en la sensación que le había recorrido mientras abrazaba a Niara.

***

En la habitación de Kirsten, Daksha curaba las heridas de la chica mientras que Niara permanecía cerca del fuego, ya vestida y sin apartar la mirada de la hija del inmortal hasta que esta le desafío con la vista.

—¿Esperarás a que estemos solas para matarme? —le preguntó sin divagaciones—. ¿Acaso crees que no vi como creaste la lanza de piedra y Xin te impidió utilizarla?

—Eres la bastarda del inmortal.

—¡Dama de tierra! —le interrumpió Daksha—. Nunca has sido conocida por tu habla, precisamente, pero ahora que al parecer has recuperado la lengua espero que te comportes como la dama que eres en realidad y conserves tus modales —reprochó, dando por terminada las curas de la muchacha—. Ya está, Kirsten, hemos terminado.

La chica se levantó y fue tras un diván, donde le esperaba su ropa ya seca. Y una vez lista, se encaró con Niara.

—Sí, es cierto, muy a mi pesar no puedo ocultar mis orígenes. Me encantaría ser una damisela como tú que solo se ha preocupado en la vida de coser, saber cantar, manejar un elemento y estar protegida en una burbuja de cristal.

—¡Vaya! —exclamó Lizard cuando entró en la estancia. Hacía tiempo que su amigo se había marchado y preocupado había ido en su busca—. Esto amenaza con convertirse en una pelea de gatas.

A Niara no le habían gustado las palabras de Kirsten, pero intentó mostrar serenidad, pues conocía las consecuencias de sus actos cuando perdía los nervios.

—No puedo elegir mis orígenes y créeme, me encantaría que mi padre no fuera un asesino despiadado. Me hubiera encantado tener una familia común y corriente, pero no ha sido así. Y lo único que puedo hacer, lo único que haré, será ayudar a los Dra´hi a liberar Meira. Y tú piensas lo que quieras; poco pueden hacer las palabras, serán mis actos quienes hablen por mí. Aun así, te diré que no soy tu enemiga.

Niara se cruzó de brazos y lanzó un amargo suspiro.

—Si los Dra´hi han confiado en ti y han decidido que viajes con ellos, yo haré lo mismo y confiaré en ti.

Tras la tregua pactada por las chicas, el grupo pasó el resto del día sin percance alguno, al igual que la noche. Ya con el alba, como tenían previsto, cabalgaron dirección Lobo Azul, un poblado oculto entre montes.

Con los caballos acortaron parte del camino, pero tuvieron que deshacerse de ellos cuando los senderos entre las rocas se volvieron demasiados estrechos para los animales y prosiguieron a pie.

Cuanto más avanzaban más frío sentían, pero siguieron ascendiendo entre caminos secos y empinadas cuestas durante horas. Con la noche la ascensión era más peligrosa debido a las heladas. La respiración se volvía más pesada y la nieve más abundante. Avanzaban bajo un cielo iluminado por dos lunas llenas y una creciente, aunque pronto dejaron atrás su tranquilizadora imagen, pues se adentraron en una cueva de hielo: en realidad, era un laberinto.

Los Dra’hi, vacilantes, se detuvieron ante tres bifurcaciones. Pero Daksha lideró el grupo, tomando la del centro, y advirtiéndoles sobre la importancia de volver a dirigir ellos la marcha, ya que el suelo que pisaban podía ser una trampa. Las cavernas estaban llenas de trampas para posibles intrusos y muy pocos conocían el modo de evitarlas. Daksha se detuvo y señaló al suelo. Los Dra’hi no veían nada peculiar; el suelo estaba helado, en algunas zonas más claro que en otras, pero nada raro.

Daksha suspiró, cogió el arco y lanzó una flecha a un carámbano que amenazaban con caer. Y lo hizo en una zona clara del suelo, resquebrajándolo y abriendo un agujero en él por el que podrían haber caído. Repitió lo mismo con otro y este cayó a una zona más oscura, donde se rompió en varios pedazos sin ocurrirle nada al suelo esta vez.

Tras la demostración, comenzó a cruzar el largo pasillo seguido de los demás, teniendo sumo cuidado de no pisar las zonas más claras. Se encontraron luego frente a otras cuatro bifurcaciones, pero antes de seguir hicieron un alto para reponer fuerzas.

—¿Qué nos puedes decir de tu pueblo, Daksha? —se interesó Kun—. ¿Cómo ha sobrevivido todo este tiempo a la era del inmortal?

—Ha sido gracias a las montañas y las trampas que ahora estamos surcando. Por lo demás, son hombres honorables e inteligentes.

—Te olvidas de algo muy importante, ¿no crees? —le interrumpió Lizard—. Ya estamos cerca del poblado y hay algo que tenéis que saber sobre esta raza y siento que dos señoritas estén delante de nosotros, pero ellas también tienen que saberlo.

—Sus instintos animales son más intensos que en los seres humanos —añadió Niara—. En especial, en aquellos de raza pura —explicó observando la sorpresa en el rostro de Lizard y Daksha—. Leía mucho en el castillo…

—¿Qué significa lo que has dicho? —se interesó Kirsten dirigiéndose a la dama.

—Hmm…—murmuró Lizard—. Esto no hay manera delicada de decirlo. Son como animales en celo, nena. A eso se refiere la dama con que sus instintos animales son más intensos. Es ver una mujer y perder toda la cordura. Pero también son inteligentes y creedme, ese poblado es seguro para vosotras. No os llevaríamos allí de no ser al contrario. Aunque os recomiendo que una vez lleguemos, hagáis gestos de cariño hacia los Dra´hi. Interpretarán que sois sus hembras y para nada se atreverán a desafiar a los hijos del dragón.

—¡Que salvajada! —exclamó Kirsten con los ojos en blanco—. Esto es como volver a la prehistoria. Entonces, ¿no hay mujeres en el poblado?

—No —respondió Lizard—. Si no esto sería una orgía continua, pero existe un pueblo similar de mujeres. Las tigresas, en Crysalia y durante primavera ambos poblados se unen y bueno, nena, ya te harás una idea de lo que pasa. Es la época de procreación. Toda niña nacida se queda con las tigresas y los chicos son enviados a los lobos.

—Y… ¿durante el resto del año? —se interesó Kirsten.

—¡Nunca has oído la curiosidad mató al gato! —le interrumpió Xin—. Ya ha quedado claro que vamos a entrar en un poblado prehistórico.

—Pues —prosiguió Lizard, ignorando al Dra´hi—, el resto del año, muchos son los que buscan consuelo entre ellos mismos y el resto de otra manera…

—Oh, entonces, ¿vosotros estáis juntos? —inquirió la chica—. Pensé que erais amigos, pero se os ve muy cercanos.

Kun carraspeó a la vez que hacía un gesto negativo con la cabeza.

—Perdonadla, a veces no sabe cuándo parar de hacer preguntas o dejar de meterse en la vida de los demás —intervino Kun.

—No estoy preguntando nada malo. Lizard siempre se está metiendo en nuestra relación o haciendo comentarios jocosos.

—No, no estamos juntos —respondió Daksha—. Yo mantengo una relación con una mujer del poblado de las tigresas y Lizard… bueno, él va de flor en flor —explicó mientras daba un sorbo al odre.

—Y una cosa más —prosiguió la chica—. ¿Cuál es la otra manera? Van a ciudades y están con mujeres humanas.

—¡En verdad eres muy inocente! —exclamó Lizard poniéndose en pie y reanudando la marcha—. Hasta la dama ha comprendido a que me refiero —aclaró observando el rubor de la chica y como no apartaba la vista del suelo.

Daksha volvió a guiar al grupo, seguido de Lizard, mientras que los Dra´hi, Kirsten y Niara quedaron más rezagados.

—Oh, vamos Xin, ¿dime qué significa? —exigió, pero su amigo le ignoraba y junto a Niara sacó distancia—. Claro, ahora que tiene que impresionar a la dama ha de comportarse como un caballero de armadura brillante. ¿¡Qué!? —preguntó hacia Kun, observando la sonrisa burlona de este y como alteraba el cabello de ella.

—Con animales, Kirsten, con animales. Esa es la otra manera. Estoy seguro de que a partir de ahora no harás tantas preguntas. ¡Anda vamos!

En efecto el Dra´hi tenía razón. A partir de ahora mediría las preguntas que hiciera, en especial hacia los seres salvajes que poblaba Meira.

Reanudaron la marcha tomando la segunda bifurcación de la derecha. Por ellas llegaron a una sala de misma estructura, salvo que en esta había un camino que seguía hasta donde la vista alcanzaba y por el que se encaminaron siguiendo las indicaciones de Daksha. Solo unos metros más y llegarían al poblado.

Planes (Juraknar)

El oscuro color de la esfera fue desapareciendo y se vio envuelta en un blanco puro y brillante que cegó a Juraknar. Se apartó un poco sin en ningún momento dejar de posar sus manos sobre ella. Necesitaba saber qué estaba haciendo su hija y dónde, pero desde que el Dra’hi le había entregado el amuleto le resultaba imposible averiguar dónde se encontraba en cada momento, aunque sí sentía al primogénito.

Estaban en las montañas Lobo Azul. Un lugar desconocido para él. La raza que lo habitaba era la de los lobos azules, seres inteligentes, además de guerreros valientes. Su poblado era sumamente difícil de localizar. El inmortal percibía que serían un peligro para él y su reinado, pero le había sido imposible encontrar la entrada del poblado. Estaba oculto entre cavernas de hielo en las que ni siquiera se atrevía a adentrarse por temor a caer en alguna de sus trampas o morir congelado.

Volvió a observar la esfera y encontró a la chica. Como siempre, iba acompañada del primogénito de los Dra’hi. Pero le sorprendió ver también la imagen de otro hombre: Lizard.

Dejó de mirar la esfera sin dejar de maldecirse por haber subestimado a los Dra’hi ya que pensó que nunca recuperarían su poder. Habían liberado Draguilia y él lo había sentido, su cuerpo se había resentido bastante. Los días que siguieron estuvo débil y cansado. Luego se recuperó, pero seguía preguntándose si se sentiría tan agotado si los demás reinos caían también. Iba a tener que pedir ayuda a las diferentes razas de Meira. Podía enviar a los Ser’hi en su busca, pero no quería arriesgarse a que perecieran en las montañas de Lucilia. Había incontables razas en toda Meira que suplicaban ser sus siervos, quizá fuera el momento de utilizar a dos de ellas.

Salió de la habitación y bajo por las escaleras de caracol hasta que llegó a un largo pasillo iluminado por antorchas que le llevó a la sala del trono.

La estancia, de paredes grises, era espaciosa, con varias columnas de piedra oscura gastada y un trono al fondo con la forma de un dragón. Al lado había una pequeña mesa con una copa ya preparada de su exquisito vino.

Tomó asiento, bebió el contenido de la copa de un solo trago y se sirvió una más, de la que tomó otro trago después de balancearla suavemente. Dejó la copa en la mesa y lanzó un estrepitoso silbido. Kany, su leal siervo, no tardó en acudir a su llamada.

—Quiero que me traigas a dos personas. Mi hija está en Lobo Azul y sabes que soy incapaz de adentrarme en esos parajes helados, y tampoco quiero enviar a los Ser’hi a una muerte segura, por lo que voy a solicitar ayuda a dos personas: Axel y Eliska. A Axel lo encontrarás retozando con alguna doncella, puede que con más de una. Necesito verle de inmediato. Eliska no sé dónde puede estar. Busca en el castillo, quizá aún esté durmiendo en mis aposentos. Tráelos a los dos enseguida.

Kany afirmó con la cabeza e inmediatamente se perdió tras la puerta, dejando solo a su señor.

No le resultaba agradable tener que pedir ayuda a Axel, pero no le quedaba otra opción. No se iría sin pedirle algo a cambio; pero lo tenía todo pensado, pues podía entregarle la vida de Lizard.

Axel y Lizard eran los últimos lizman. Lizard creía que no quedaban más supervivientes que él, pero se equivocaba. El que un día había sido uno de sus mejores amigos seguía vivo. En uno de sus múltiples viajes a Lucilia, Juraknar lo encontró moribundo en un foso. No sabía por qué se habían peleado, pero sí que se odiaban, y Axel estaría encantado de matar a Lizard.

El eco de fuertes carcajadas le hizo volver a la realidad. Junto a la puerta estaban él y Eliska; acudían a su llamada abrazados y bastante contentos, al parecer.

Axel era un hombre fuerte y vestía de oscuro. Sus greñas anaranjadas le caían alborotadas hasta los hombros, y sus ojos negros ardían de deseo por la complaciente joven que rodeaba entre sus brazos.

Algo que molestaba especialmente a Juraknar era la debilidad de los lizman por las mujeres, y Axel perdía la cabeza especialmente por Eliska. Era una mujer atractiva, de acentuadas curvas, firme cuerpo y una vestimenta que no dejaba nada a la imaginación: ajustados pantalones, botas negras, y unas tiras de cuero alrededor de su pecho, dejando parte de su espalda y estómago al desnudo. Su rostro era blanco como la porcelana; sus labios, rosados y sensuales, y su nariz, pequeña y perfecta. Sus ojos negros y profundos volvían loco al inmortal, casi tanto como su negra cabellera rizada.

Era una mujer irresistible, aunque muy pocos sabían que tras esa fachada en realidad se escondía algo más, una raza temida por muchos, que con una sola mirada podía llegar a matar. Los miembros de esa raza en raras ocasiones salían de sus cavernas y se camuflaban bajo apariencia humana. Pero Eliska había venido al castillo en busca de presas para el resto de su colonia y el inmortal le había obsequiado con unos días en el castillo, además de ponerla al día sobre los cambios en su reinado.

La pareja se separó y ambos permanecieron de pie ante el inmortal.

Axel, sin importarle la presencia del soberano, se sirvió una copa de vino y se sentó en un alféizar, alejado de Juraknar, sin dejar de mirarlo. Juraknar requería su presencia. Se había dignado a pedir ayuda a un lizman, por lo que supuso que debía de tratarse de algo de suma importancia.

—Nos habéis hecho llamar. Aquí estamos, supongo que el asunto a tratar es de gran interés. Rara vez el inmortal pide ayuda a un lizman y a una Ticssa. ¿Dónde están tus Ser’hi? ¿Ya no te sirven?

—Para los chicos tengo pensado algo diferente; además están en misión por tierras de Serguilia. Después de su derrota, quieren mejorar. Volverán cambiados, más fuertes, más hombres. Pero eso no importa ahora, tengo algo para vosotros. Sabéis de la existencia de mi hija.

—¡Claro que sí! —interrumpió Axel—. ¿Muchos nos preguntamos cómo ha escapado de una persona tan poderosa como vos? Vivir en este castillo con tantas comodidades, servidumbre, te ha vuelto más débil, tan débil como para que dos niños que aún estaban siendo amamantados se te escaparan hace dieciséis años.

El inmortal sentía que perdía la paciencia. Hubiera pulverizado a aquel hombre con solo chasquear sus dedos, si no fuera porque lo necesitaba desesperadamente. Suspiró y olvidó las palabras de Axel.

—Todos cometemos errores. Si te he hecho llamar es porque quiero que te encargues de una misión.

—¿Qué te hace pensar que la aceptaré?

—Quizá porque Lizard tiene algo que ver.

Fue nombrar a Lizard y la copa que tenía Axel en sus manos estalló en pedazos. Sus fríos y ojos negros, tranquilos hasta entonces, se encendieron en llamas y todo su cuerpo se tensó.

—¡Habla! —exigió—. ¿Qué quieres que haga?

Al inmortal se le dibujó una sonrisa de satisfacción por el cambio de actitud del lizman. Hacía un momento juraría que solo pensaba en la mujer que se encontraba a unos metros de él y ahora clamaba venganza.

—Viaja con mi hija y la quiero a ella a mi lado. Ahora mismo están en Lobo Azul, un lugar que sé que conoces… A cambio de que me la entregues, tendrás a tu disposición la sala de torturas para hacer con Lizard cuanto desees. Sé que llevas años anhelando despellejarlo.

—Seamos claros —exigió—. Cualquiera de tus hombres podría traerla, incluido tú mismo; pero has decidido pedir mi ayuda, y ambos sabemos que antes de hacerlo preferirías amputarte una parte de tu cuerpo. Nunca pides nada a nadie, simplemente ordenas, en cambio conmigo has sido bastante amable. Sé que me sacaste de los fosos con alguna intención, quizá para que algún día te sirviera de ayuda.

—No te creas tan superior, bien podría haberle ofrecido a tu amigo Lizard algo y él estaría junto a mí en este momento.

—¿A quién pretendes engañar? —preguntó divertido—. Lizard es mestizo, hijo de una ramera y un lizman, y no ha heredado nada de nuestra raza. En cambio yo, ser puro, sabes que poseo otras cualidades muy apreciadas. ¡Te haré una demostración! —Se puso en pie y se detuvo a unos centímetros del inmortal. Su aspecto cambió. Sus ropas negras cambiaron y se convirtieron en una fuerte armadura verde oscura. Su cabello anaranjado, encrespado y sucio, se volvió liso y se tiñó de un rojo intenso, y su rostro se transformó en la viva imagen del inmortal—. ¡A ti lo que te interesa es mi habilidad para el camuflaje! ¿Me equivoco?

—Lo que quiero es a mi hija junto a mí, intacta.

Axel sonrió complacido, recuperó su aspecto normal y volvió a sentarse en el alféizar.

—¿Qué quieres que haga exactamente?

—Kirsten se encuentra protegida por el Dra’hi, por el primogénito. Engáñala y tráela junto a mí. Por lo demás, ya sabes que cuentas con todo el castillo para tus planes sobre tu amigo —añadió y le lanzó una esfera de viaje.

Axel tomó el objeto entre sus manos y tras hacer un gesto con la cabeza, dejó a la pareja.

—¿Y a mí para qué me has hecho llamar? —quiso saber la mujer.

—Siempre es bueno tener en mente otro plan. Mi confianza en ese lagarto es mínima y tras ver fracasar a mis chicos, cualquiera puede fallar y por ello he de pensar en otras opciones para conseguir lo que quiero.

—Hmm... suena interesante. Eres un hombre listo, supuse que tendrías otro plan. ¿Cuál es tu idea?

—Mi principal problema es el Dra’hi. Quizá puedas usar tus encantos con él e incluso logres traérmelo. Quiero saborear su expresión de miedo antes de despedazarlo.

—No me será difícil seducirlo, nadie se resiste a mis encantos, ya sea un Dra’hi o un Ser’hi; ya he probado de estos últimos, no habrá mucha diferencia.

—Me da igual lo que hagas, solo quiero que te acerques a él y uses tu aguijón. Pero no lo mates, quiero disfrutar antes de mi venganza. Con él muerto, problema solucionado.

—Partiré cuando me lo órdenes. Pero creo que en tu plan falla algo: hay dos Dra’hi, será muy difícil envenenar a los dos; sabes que solo poseo veneno mortal para una persona, a la otra simplemente la aturdiré y el veneno tardará más en actuar.

—No te preocupes por eso. Si Axel fracasa y consiguen viajar a Crysalia, pensaré en la manera de facilitarte el camino —dijo Juraknar, dando por terminada la conversación.

En cambio Eliska no se había movido del lugar, pues aún quería tratar otros asuntos.

—Sé que estás pensando en liberarla y creo que te equivocas si lo haces. Sea lo que sea que tengas en mente, puede volverse en tu contra.

—Juego bien mis cartas, Eliska, esa bestia solo saldrá de mi castillo si sigo teniendo problemas para encontrar a la princesa ninfa.

—Tú mismo has dicho hace un momento que los Ser´hi vagan por Serguilia y si descubren lo que hiciste, pueden volverse en tu contra. Medita bien tus opciones antes de hacer nada, pues puedes cavar tu propia tumba.

—Sabes perfectamente que soy muy poderoso, pero la hechicería escapa a mi conocimiento. Necesitaba una cobaya para probar mis inexpertos hechizos y ese engendro fue perfecto. La devolví a la vida y si se cruza en el camino de los Ser´hi, solo verán a una bestia más. Eliska, ¿hay algo que quieras decirme?

—Sinceramente, me inquieta que no seas tú mismo el que hagas regresar de una vez a tu hija. Has viajado no hace mucho a por ella y fracasaste. Ella te provocó graves quemaduras y el Dra´hi te rompió varios huesos con el dragón que creó.

—¿Qué es lo que quieres decirme? —preguntó, a punto de perder los nervios.

—Me he dado cuenta, e igual que lo he hecho yo puede que lo hagan más personas. Juraknar, debes ser cuidadoso, los sirvientes hablan y dicen que estás débil, que con la caída de Draguilia no eres tan poderoso. Que no puedes viajar dos veces seguidas a un mismo lugar…

—¡Basta ya! —la interrumpió.

Eliska le miró fríamente a los ojos, algo que muy pocos se atrevían a hacer.

—No soy tu enemiga, pero sabes que tienes muchos, incluso aquí, en el castillo. Yo si fuera tú rezaría a tu extinguida raza para que te enviara toda la ayuda que necesitas.

—He de admitir que te he subestimado. Siempre pensé que eras estúpida, pero veo que no. Sí, es cierto que estoy débil, pero cada día que pasa me encuentro más recuperado. Ha caído Draguilia, lo sé, y parte de mi poder se ha extinguido, pero ya estoy mejor y, créeme, no serán unos mocosos los que acaben con mi imperio. No volverá a ocurrir lo de antaño y nada de lo que hemos hablado debe salir de aquí.

—Puedes confiar en mí, esta conversación quedará entre estos muros. Aun así, debes tener en cuenta que si yo me he percatado de tu debilidad, puede que también lo hagan los demás. Habrá gente que espera a la caída de Lucilia para atacarte.

—Eso no ocurrirá, te lo aseguro. No me he mantenido en este trono durante casi doscientos años solo por mi fuerza; aunque no te lo parezca, tengo cerebro.

—Ya has admitido que tu linaje no seguirá. Tienes cientos de bastardos, pero ninguno portador de la inmortalidad o de tu fuerza. Temes que tu estirpe desaparezca, te sientes amenazado y puedo comprenderlo. Prueba a mezclar mi linaje con el de los Ser´hi. Gozo de un excepcional poder y excelentes habilidades, además de una larga vida.

—Sería extraño. Una serpiente con un insecto —lanzó una estrepitosa carcajada. A Eliska le dolió oír semejante descripción de su raza. No podía permitir que nadie los llamara insectos; pero como mujer inteligente que se consideraba, se mordió la lengua—. No tendré descendencia inmortal, no he engendrado bastardos con mi marca; lo único que quiero es que mi estirpe luzca en su pecho la marca del dragón, no seres con un aguijón escondido en su mano o alas en el interior de un cuerpo con fachada humana. No me insultes con la idea de tu unión con los Ser’hi. Ahora retírate.

Eliska abandonó la habitación dolida y se encaminó hacia sus aposentos, en la sala este, lugar donde dormía Juraknar. Durante su estancia en el castillo le había servido como amante y se merecía algo más que ser humillada porque su raza proviniera de los insectos. Suspiró y entró en sus aposentos. La mayor parte del espacio lo ocupaba una cama roja con doseles del mismo color por delante de un gran ventanal. A la derecha, a unos metros de la mesilla de noche, estaba la puerta que daba a los aposentos de Juraknar. Agotada, se dejó caer sobre la mullida cama y ocultó su rostro en la almohada. Se merecía un trato mejor, y del desprecio hacia su persona era culpable una persona: Kirsten…Tal vez se mereciese ser atravesada por su aguijón en lugar del Dra´hi. Solo debía esperar su oportunidad y después haría lo que le viniera en gana, en lugar de lo ordenado por el inmortal.

Dobles (Lizard)

Tras un largo avanzar, el grupo vio el poblado. Las casas eran de piedra y los tejados de pizarra y se encontraba rodeado de montes. Ascendía en espiral hasta una cierta altura, lo que, según Lizard, tenía un sentido: cuanta más alta la vivienda, más alto el rango de las personas que la habitaban.

No tardaron en aparecer más hombres, todos cubiertos con pieles, que se acercaron a Daksha y lo abrazaron con mucho cariño. Lo mismo hicieron con Lizard, a quienes alguno les tendieron la mano y otros abrazaron, mientras que los Dra´hi y las chicas permanecieron atrás, aguardando las indicaciones de alguno de los hombres.

Pero entonces a todos les sorprendió la actitud de Niara. Se puso delante de Xin, tomó el rostro del chico entre sus manos y mientras se acercaba a sus labios, le susurró.

—He leído mucho sobre este pueblo y me da miedo que me sometan a sus deseos carnales. Si ven que tú… que tú eres mi hombre, nadie me hará daño —confesó la dama ante un estupefacto Xin.

La chica besó al menor de los Dra´hi y durante un instante el silencio reinó en el poblado. Las miradas de muchos hombres fueron a la pareja, en especial hacia Niara, pues muchos habían sido los que albergaban la ilusión de pasar una noche con ella, pero en su rostro ya se apreciaba desilusión.

Tras un largo instante, Niara se separó de Xin y agachó la cabeza avergonzada. Aun así sus dedos se deslizaron con los del muchacho y los agarró con fuerza.

Con horror, Kirsten observó que las miradas de muchos ahora estaban en ella. En sus ojos se apreciaba el deseo, aunque guardaban las distancias debido a Kun, quien la tenía tomada de la mano y cuando miró a Lizard, observó que este le hacía un gesto señalando a Niara y entendió que ella debía hacer lo mismo.

—Nadie va a obligarte a hacer nada —protestó Kun con la mirada hacia los hombres—. Ni siquiera ha demostrar que estamos juntos. ¡Nosotros no somos salvajes!

Kirsten se puso de puntillas y besó a Kun con rapidez, para al instante apoyarse sobre el pecho del Dra´hi.

—Lo único bueno que he sacado de la pesadilla que llevo meses viviendo, es que estemos saliendo juntos y no me avergüenza demostrar ante nadie cuanto te quiero.

A Kun le sorprendieron sus palabras. Es cierto que ya había habido otras ocasiones en las que se habían expresado amor mutuo, pero había sido tras algunos momentos de pasión. En cambio ahora lo confesaba serena, fríamente, sin temblor en su voz y eso lo emocionó más todavía que la primera vez.

Feliz tomó su rostro entre sus manos.

—¡Yo también te amo!

—¡Vale, vale! —intervino Lizard separándolo—. Con una muestra es suficiente. No hace falta que restreguéis a todo el poblado lo afortunados que sois por estar con mujeres. Ahora os debo presentar a Lobo, el líder de esta gente. Vosotras —añadió en dirección a Niara y Kirsten—. Ocupad esa cabaña. Más tarde os visitaré y os asignaré un lugar a cada pareja.

Las chicas se dirigieron a la pequeña casa que el hombre les había dicho, mientras que los Dra´hi siguieron a Daksha y Lizard hasta la cabaña más alta del poblado, donde les aguardaba Lobo. Era un hombre alto, de constitución fuerte, que al igual que otros tantos del poblado vestía pieles de animales. Sobre su pecho desnudo destacaba el tatuaje de la cabeza de un lobo labrado con tinta azul. Poseía una larga cabellera oscura lisa y sus ojos eran tan negros como las alas de un cuervo.

—Bienvenidos hijos del dragón. Esperábamos vuestra llegada desde tiempo atrás y nos alegra mucho que estéis de vuelta.

—Somos nosotros quienes estamos agradecidos —añadió Kun—. Sabemos que darnos refugio puede ser inconveniente para vosotros, por ello no demoraremos nuestra estancia. Solo espero que no les importe que nos quedemos aquí los días de Oculta. Después de eso proseguiremos nuestro viaje hacia el norte.

—Podéis permanecer aquí cuanto necesitéis —dijo Lobo—. Ahora si nos disculpáis, Lizard os mostrará vuestras estancias mientras yo hablo con Daksha.

Tanto Xin como Kun expresaron su agradecimiento y en compañía de Lizard, se marcharon.

Ya a solas, el gesto de Lobo cambio y se volvió taciturno y serio.

—He visto en el fuego a la chica que les acompaña, la mujer que ha pisado mi poblado en su compañía. Dime Daksha, ¿has perdido la cabeza? ¿Por qué ayudas a la hija del inmortal?

***

Axel estaba escondido cerca de una cabaña del poblado. Se conocía de memoria las cavernas de hielo, sus trampas, entradas secretas, todo, ya que ese lugar había sido su hogar durante mucho tiempo.

Quince años atrás. Él y Lizard solo eran unos críos y vivían en Aquilia, lugar donde fueron a parar los últimos de su raza. Pero los hombres del inmortal atacaron su poblado y solo sobrevivieron ellos dos. Vagaron durante días por los helados lugares de Aquilia hasta que una noche vislumbraron la aurora boreal.

Sus padres siempre le habían hablado de ella, una extraña luz que les podría llevar a lugares que ni siquiera podían llegar a imaginar, por lo que corrieron hacia ella y, cuando estaba a punto de desaparecer, la cruzaron.

Sintieron un dolor insoportable; todo su cuerpo se retorcía, y de pronto cayeron fuertemente contra el suelo, donde permanecieron un buen rato, y hubieran estado así horas si unos hombres no les hubieran levantado bruscamente. Habían caído en el poblado Lobo Azul, quienes los acogieron como si fueran de los suyos. Pero él ambicionaba más. Al contrario que Lizard, no podía permanecer mucho tiempo en un lugar. Parte de su adolescencia la pasó viajando de un lugar a otro, conociendo los terrenos de cada uno de los planetas de Meira y las diferentes razas, dominándolas.

Intentó hacerse con el control de todas las tierras de Meira; él y sus ejércitos se extendieron por casi totalidad de los planetas, exceptuando Serguilia y Draguilia. Todos le temían y por cada tierra que pasaba más hombres se le unían. Solo le quedaba Lobo Azul, y lo atacó una noche de Oculta.

Sus hombres perecieron bajo las manos de sus guerreros y de los ocultos, y él huyó, perseguido por Lizard. Llegó hasta los fosos, donde Lizard le alcanzó y ambos comenzaron a pelearse. Moribundo, Axel cayó al interior de uno de los agujeros, y allí lo encontró Juraknar. Este último había matado a todos los de su raza y lo necesitaba. Prometió darle de todo a cambio de su fidelidad, y aceptó. Lo único que quería era vengarse de Lizard, que lo había dejado en aquel foso a expensas de los seres que allí vivían, los cuales se alimentaron de su cuerpo durante días.

Agitó la cabeza intentando sacudir el pasado y con el aspecto de uno más de la tribu, comenzó a caminar por los alrededores. Debía encontrar donde se escondía la hija de Juraknar e idear un plan para sacarla de allí.

***

Daksha guardó silencio durante un instante y agotado tomó asiento frente a la chimenea, donde Lobo le acompañó.

—Ella es la solución para salvar mi vida, para curarme de la enfermedad que por cada día qué pasa me consume más y más. Me lo ha mostrado el fuego, lo he visto con mis propios ojos. ¿Cómo no iba a aliarme con ella? Ella se hará con el antídoto.

Lobo refunfuñó y de sus ropajes tomó una pipa, que tras encenderla, se la tendió a su amigo.

—Supuse que tenías una buena razón. Aun así temo que su presencia nos de problemas y traiga a los hombres de su padre a nosotros.

—Solo deja que pasemos aquí los días de Oculta. ¡Debo descansar, lo necesito! Ellos no saben nada de mi enfermedad. Lizard los ha mantenido engañados en todo momento y ha de ser así, pues son los Dra´hi y el mayor de ellos está enamorado de la chica. Si nos descubren, nos matarán.

—Está bien, Daksha. Sois bienvenidos. Informaré a los demás hombres de la situación para que ninguno haga daño a la chica.

Daksha se puso en pie y le dio las gracias. Se dispuso a salir de la estancia, pero antes se dirigió a Lobo.

—A pesar de que sea su hija, has de saber que no es mala semilla. Se enfrenta a su padre con todo su ser; lucha con ansias y ahínco. Y, a pesar de que la estoy utilizando, también te digo que no dejaré que caiga en manos de su padre y sea sometido al destino que este tiene preparado para ella. Es cruel y ella… ella es buena chica.

Sin más, se encaminó a la cabaña que él tenía asignado. Nada más ni nada menos que la que estaba por debajo de Lobo, pues él era el segundo al mando en el poblado.

***

La primera noche de Oculta había llegado y el poblado estaba protegido por amuletos para evitar su invasión. Aun así, Lizard había pedido a los Dra´hi, a Kirsten y Niara que no salieran de sus cabañas. Por el hombre habían descubierto que todas las casas estaban comunicadas entre sí gracias a unos túneles subterráneos, los cuales llegaban a las montañas en caso de ser atacados.

Muy pronto escucharían alaridos y verían luces rojas en la noche y eso provocó que un escalofrío recorriera a Axel y se obligó a actuar con rapidez, pues ya había descubierto donde descansaba Kirsten y se dirigió a la cabaña. La encontró durmiendo; pero desgraciadamente el Dra’hi estaba con ella. Lo observó un largo rato y luego hizo cambiar su apariencia para tomar la de Kun. Ahora solo tenía que librarse de él. Llamó a la puerta y pronto se encontró con la sorpresa del Dra’hi al ver su propio reflejo. De una bolsa de terciopelo azul que llevaba atada a la cintura extrajo unos polvos dorados y los sopló en dirección al Kun, que no pudo evitar que se adentrara por sus fosas nasales y garganta, provocándole al instante un gran agotamiento.

El lizman le agarró fieramente de la nuca, arrastrándolo hasta la nieve, donde lo lanzó. Lo observó con desprecio; su cuerpo se encontraba bajo los efectos de un fuerte veneno. Ningún músculo actuaría a su deseo e irrumpió en la habitación, donde se sacudió las manos. Caminó hacia la mesa, donde reposaba una preciosa espada guardada en una vaina negra con un dragón dorado. Parecía afilada y supuso que valiosa. Cualquier guerrero daría lo que fuera por poseer un arma como aquella. Observó a la chica durmiendo y con decisión cogió la espada. Estaba tan caliente que gritó de dolor. Quemaba como si fuera acero recién sacado del fuego.

Los gritos despertaron a Kirsten. Abrió los ojos y se sorprendió por lo que vio. A unos metros estaba Kun y su arma se le había caído de las manos, que estaban quemadas. Fue entonces cuando recordó las palabras de Nad: solo su verdadero dueño podían empuñarla.

Aquella persona no era Kun.

Presurosa lanzó las ropas hacia atrás, saltó de la cama y corrió hacia la salida. Pero de repente algo pegajoso le agarró el pie, haciéndola caer contra el suelo. Se giró y observó que quien se parecía tanto a Kun poseía una larga lengua, como la de un lagarto, y la tenía cerrada sobre su tobillo impidiéndole caminar.

—¡¿Quién eres?!

Axel rió por la pregunta de Kirsten. Bajo su apariencia de Kun y con su larga lengua la arrastró hacia él, disfrutando con su mirada de terror.

Kirsten palpó el suelo en busca de algún objeto. Encontró una de sus botas y golpeó la lengua de Axel, provocando que se recogiera en su boca.

Se puso en pie. Pensó en dirigirse a la puerta, pero vio pasar a un oculto por delante de la ventana. Debía resguardarse en los pasadizos, pero Axel estaba sobre la trampilla. Corrió hacia él y lo embistió, provocando que ambos cayeran al suelo. Se arrastró hacia la trampilla y se lanzó a su interior.

Hacía mucho frío, todo estaba helado y sentía los pies doloridos por ir descalza. Miró arriba y vio al hombre con su aspecto original, precipitarse al interior, por lo que corrió en dirección norte. Giró a la derecha en una bifurcación y siguió recto hasta encontrar otra. Se decidió por el camino de la izquierda. El pasadizo cambió, cada vez descendía más, hasta que resbaló y comenzó a caer hasta llegar al final, al interior de una habitación.

***

Los jadeos de Kun eran cada vez más intensos; su visión se volvía borrosa y notaba que su tráquea se cerraba impidiéndole respirar con facilidad. Tenía las manos agarrotadas, pero hizo acopió de fuerzas e introdujo los dedos en la boca, vomitando parte del veneno.

No lo había eliminado todo, pero sintió que ya podía mover sus músculos casi con normalidad. Se puso en pie, corrió hacia la puerta y la hizo caer de una patada. La estancia estaba vacía, pero la trampilla que daba al pasadizo estaba abierta. Corrió hacia ella, pero una sombra negra se cruzó en su camino y al instante su brillo rojo le cegó. Un oculto había entrado tras él al tirar la puerta, cayendo también la protección de los amuletos. Se agachó para evitar el zarpazo del oculto y del suelo recogió su espada. La desenfundó y la clavó en el brillante pecho. La hoja de la espada comenzó a teñirse de verde y al instante el cuerpo de la bestia se heló. Se giró y se encontró con la imponente figura de otro oculto, y tras este algunos más, por lo que no tuvo otra opción que retroceder, hasta que a su espalda sintió la pared. Cerca había una ventana y sobre el alféizar descansaba un amuleto. Con la punta de su espada lo tomó y lo lanzó, estrellándose contra él y provocando su agonía. Sintiéndose acorralado, saltó por la ventana y corrió a la cabaña de Xin. Llamó y su hermano le abrió, sorprendido, y entró apartándolo hacia un lado. Niara estaba sentada en la cama, abrazada a sus rodillas y con la mirada perdida en la ventana, en las luces rojas que comenzaban a moverse por el poblado.

—¡Alguien que es idéntico a mí ha irrumpido en la habitación y se ha adentrado con Kirsten en los pasadizos! —explicó Kun. Apartó la mesa, tiró con fuerza de la trampilla y saltó al interior.

—¡Espera! —gritó Xin—. Espérame —y dirigiéndose a Niara—: Tengo que marcharme.

—¡No te vayas! —suplicó—. Por favor, si ellos entran no podré hacerles frente.

Dolido por la expresión de terror en su mirada, caminó hacia ella y rodeó su rostro con las manos.

—Aquí estás segura, no te ocurrirá nada. Prometo volver enseguida. Cuando entremos en el pasadizo, vuelve a colocar la mesa encima de la trampilla.

—¿Cómo sabré que eres tú cuando quieras volver a entrar?

—Golpearé cinco veces la trampilla, ¿vale?

La dama asintió y Xin se marchó tras su hermano.

***

Kirsten escuchaba a su acechador a su espalda, por lo que se giró y lanzó una llama contra él, quemando sus ropas, y fue entonces cuando reparó en un pasadizo, por el que echó a correr. Se detuvo ante una bifurcación, pero no tardó en escuchar las amenazas de Axel. El hombre había acortado distancias; sus ropas habían ardido en su mayoría y tenía el pelo algo chamuscado.

Sin dudarlo, corrió por la derecha, luego giró a la izquierda y más tarde de nuevo a la derecha, sin saber que en la bifurcación de la izquierda se encontraban Xin y Kun, aún distantes de ella, quienes la siguieron, cruzándose con Axel. El hombre lanzó una esfera contra al suelo, que explosionó y provocó un espeso humo azul inundando el pasillo de una sustancia irrespirable.

—¡Tomaremos otra dirección! —propuso Xin cubriéndose. Su hermano no apartaba la vista de la espesa nube, pero finalmente desistió y siguió los consejos de Xin.

***

Kirsten giró en otra bifurcación a la derecha y se topó con una pared de hielo. Estaba ante un callejón sin salida. Pero entre la espesa nieve distinguió unas escaleras. Subió con rapidez hasta que una trampilla negra le impidió continuar. La golpeó varias veces, y al instante escuchó una fuerte carcajada debajo. Axel la esperaba. Con fuerza volvió a golpear y la trampilla cedió, dando paso a una cabaña abandonada. Salió al exterior y cerró de nuevo, para al instante salir de la vivienda y correr por el poblado viendo luces rojas por todas partes. Tropezó y cayó sobre la nieve, notando dos manos fuertes y ásperas sobre sus hombros. Agitó sus manos dispuesta a quemar a su atacante, pero se encontró con la mirada de Lizard y, ante la sorpresa de este, se lanzó a sus brazos.

—¡Vamos nena, tranquilízate! —dijo intentando animarla y ayudándola a ponerse en pie. Comprobó que los ocultos aumentaban en número, así que cogió varios amuletos de la cintura de su pantalón y los lanzó alrededor. Se quitó la capa y tapó con ella a la joven—. Sabes que no tienes que salir en noches de Oculta —le dijo, intentando que su voz sonara calmada. Notaba sus temblores, parecía muy asustada. La apartó unos centímetros para mirarle a la cara—. ¿Qué ha ocurrido?

—Alguien me sigue.

—¿Quién?

Pero su pregunta quedó suspendida en el aire, porque pronto su mirada se cruzó con la de Axel.

Kirsten se dio la vuelta y vio que detrás del hombre estaban Xin y Kun, ambos armados. Se alejó unos pasos de Axel y sus manos comenzaron a teñirse de un rojo tan intenso que llegaba a iluminar los alrededores; sus ojos llameaban en rabia contra su perseguidor, que aguardaba impaciente su reacción. Le señaló y una intensa llamarada voló hacia él.

Lizard estaba sorprendido ante el poder de Kirsten y también con la actitud de Axel, que permanecía inmóvil. Pero pronto lo comprendió; frente a Axel apareció una barrera que detuvo el ataque y lo volvió contra Kirsten tan repentinamente que esta se vio incapaz de actuar. Lizard se lanzó sobre la chica, apartándola de las llamas, y la tiró al suelo. Hizo un gesto a los chicos, quienes comenzaron a caminar por detrás de Axel.

—¡Ha pasado mucho tiempo! —exclamó Axel con tranquilidad y sin dejar de mirar de reojo en dirección a Kirsten.

—¡Mucho! —continuó Lizard—. ¿Para qué has vuelto?

—Por la chica. Su padre me envía a por ella.

Sus palabras fueron acalladas por fuertes rugidos. Los ocultos se acercaban a ellos. Xin y Kun se giraron, perdiendo de vista a Axel, y con sus espadas comenzaron a asestarles rápidas estocadas.

Xin se agachó, evitando un zarpazo, y desde el suelo le clavó la espada en el estómago dando fin a su vida. Aguardó agazapado en el suelo y, viendo cerca a otra bestia, se puso en pie y con la fuerza de su puño le golpeó la mandíbula. Se dio la vuelta y asestó una fuerte patada a otro, y volvió a desenvainar su espada. Un brillo azul comenzaba a teñir la hoja y con fuerza se la clavó. No hubo ningún cambio, todo permaneció inmóvil, pero el suelo bajo los ocultos comenzó a temblar, hasta que hubo una explosión y una fuerte corriente de aire los lanzó por los aires estrellándolo contra una cabaña.

El ataque de Xin acobardó a los ocultos, que retrocedieron aterrorizados.

—¡Volvamos a la cabaña! —ordenó Lizard—. Allí hablaremos.

Más tarde Kirsten y Niara calentaban sus manos frente al fuego, mientras que Kun y Xin esperaban impacientes al hombre, sin dejar de mirar por las ventanas, hasta que Lizard se reunió de nuevo con ellos.

—Algunos hombres y yo hemos buscado por los alrededores, pero no hemos encontrado a Axel. Mañana seguiremos; él conoce muy bien las cuevas y escondrijos de este lugar. Va a ser difícil atraparlo, es un lizman, como yo, salvo que él es puro.

—Eso significa que puede transformarse en quien quiera —añadió Niara desconcertada.

—Así me temo, pero tranquilos. Axel es cosa mía, yo me ocuparé de él. Nos conocemos desde hace años y a mí no me engañará. Ahora descansad. He puesto algunos hombres para que vigilen.

Lizard se marchó pero sus explicaciones no convencieron a los Dra´hi, quien tras prometer estar de vuelta enseguida, dejaron a Niara y Kirsten a solas.

—Nunca más seré capaz de conciliar el sueño durante las noches de Oculta —confesó Niara, con la mirada en las llamas—. Sus horrendos berridos aún me recuerdan lo que viví en el castillo antes de que vosotros llegaseis…

—¿Qué sucedió? —preguntó Kirsten con interés—. Perdona, no tienes por qué contármelo. A veces, soy algo curiosa.

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