Despertar

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Capítulo Uno

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Capítulo Uno

— ¡Tykir ha caído!

El frío corrió por las venas de Brevin al escuchar a Lanthan gritar, pero que no podía apartarse de su oponente. El acero brilló con la luz tenue de la caverna, y sólo la visión nocturna de Brevin le indicó que el hombre de piel negra con ropa oscura blandía una espada corta. Brevin cortó el vuelo de la hoja con la daga de la mano izquierda y empujó la suya en la axila del hombre desprotegida por la armadura. La afilada hoja se deslizó en su interior entre las costillas dentro de los órganos vitales. Su oponente gritó y se retorció en un esfuerzo por liberarse, pero Brevin siguió el movimiento, girando al hombre en sus brazos, de vuelta contra el pecho. Con saña, torció la hoja y la sacó hacia atrás, otorgándole una muerte rápida. El lacio pelo blanco cubrió el hombro de Brevin mientras le daba un golpe mortal y la hoja de su oponente cayó a las rocas bajo sus pies.

Un gorgoteo siseante se derramó de la boca ensangrentada de su cara que se volvió para mirarlo. El siseo se convirtió en risa débil cuando el cuerpo en los brazos de Brevin se sacudió.

—Gracias —Las palabras fueron confusas, pero inteligibles mientras una mano apretó el brazo de Brevin. Entonces todo el cuerpo quedó inerte.

Lo sostuvo, abrazado, sólo por un breve momento. La batalla continuaba al otro lado de la caverna, pero a su alrededor, sólo estaba él y los cadáveres esparcidos por el campo. El arrepentimiento lo dejo con una sensación de ardor vil en la garganta y le hizo apretar el cuerpo del rebelde otra vez, fuerte, antes de que lo abandonara en el suelo. Envió una breve oración, en silencio a una diosa que nunca había conocido para que cuidara al hombre al que nunca antes había visto, luego se volvió hacia la lucha.

Sólo dos de los grupos de rebeldes atacantes permanecía de pie, superados en número por los hombres de las tropas de Brevin. Sabiendo que sus compañeros no

necesitaban su ayuda para poner fin a la batalla, se lanzó al lado de dos hombres de rodillas sobre su compañero caído.

Lanthan tenía la cabeza de Tykir en su regazo, la mayor parte de la zona superior del cuerpo del hechicero joven cubría sus muslos. Este respiraba superficialmente, con los ojos cerrados retorcidos de dolor, y su mano se aferró al final del delgado chaleco que Tykir tenía a su lado.

Brevin cayó de rodillas.

— ¿Tyk? —Su visión nocturna no podía ver el color rojo que se filtraba del tejido de color azul claro, pero pudo distinguir el olor único de Tykir mezclado de sangre fresca que fluía.

Sus ojos rojos se abrieron, su resplandor tiñó la oscuridad.

—Brevin.

Brevin negó con la cabeza, sin importarle que el sudor de su pelo cayera sobre la franja de pecho desnudo del chaleco de Tykir.

—No se suponía que dejaras que te dieran, hijo de puta. ¿Dónde estaba la magia deslumbrante de los tuyos?

La risa de Tykir se transformó en un gemido.

—El rayo fue más pequeño de lo que esperaba.

Cuando sus ojos se cerraron de nuevo, miró a los ojos de Lanthan. Su amigo más | tranquilo se encogió de hombros y asintió. Brevin tomó aliento. Lanthan podría decir la gravedad de una herida por el olor. Si él no creía que fuera tan malo, probablemente no lo era.

Botas rasparon la piedra al lado de ellos.

— ¿Tykir se pondrá bien? —Un paquete de útiles médicos cayó a su lado.

Brevin comenzó a levantarse, pero la mano de Kenth en su hombro lo detuvo.

—No estoy seguro, señor —Abrió el contenido del envase, y lo dejó donde tanto él como Lanthan podían acceder a el—. Le dieron en el costado. Parece que los rebeldes se apoderaron de una de las ballestas más pequeñas que los humanos han desarrollado — Desenvolvió un farol del tamaño de la palma y encontró el dispositivo de pedernal para encenderlo.

El guerrero más viejo se colocó, de rodillas junto a su hechicero caído.

—Genial. Sin embargo, otra cosa de qué preocuparse —Puso una mano sobre el lugar donde sangraba Tykir sosteniéndola a su lado—. ¿Estas con nosotros, muchacho?

Sus ojos se abrieron de nuevo.

—Sí, señor.

Kenth asintió alentándolo.

—Odio tener que preguntar, pero ¿tienes fuerza suficiente para cerrar los túneles?

El ceño de Brevin igualó el de Lanthan, pero Kenth no los miró, su atención estaba en Tykir. Brevin destapó la lámpara y miró hacia arriba. Cinco túneles anchos que habían servido como una ruta muy transitada a la superficie eran ahora sospechosos de servir de una manera peligrosa para que los rebeldes se infiltrasen en la ciudad subterránea, que era el corazón la sociedad de los raedjour. La misión de sus tropas había sido llevar a Tykir para cerrar los túneles. Que hubieran sido atacados al llegar, solo mostraba la necesidad de sellarlos.

Tykir asintió.

—Tengo que… —Se subió un poco en el regazo de Lanthan pero se detuvo, jadeando.

Lanthan agarró sus hombros para mantenerlo donde estaba.

La mano de Kenth en su pecho reforzó la preocupación de Lanthan. —Tal vez no.

Tykir negó con la cabeza.

—No, señor. Los túneles deben ser cerrados.

—No a costa de ti, no lo valen. No tenemos suficiente hechiceros para desperdiciarte —Kenth se puso en cuclillas sobre sus talones. No dijo nada más hasta que Brevin insertó una mecha en la lámpara y empezó a flamear con el dispositivo del pedernal. Él y Brevin se inclinaron cuando Lanthan ayudó a Tykir con cuidado a retirar la esquina ensangrentada del chaleco—. Apuesto a que te duele como los nueve infiernos, pero no es letal —Le palmeó el hombro—. Vas a vivir.

Tykir presionó el lado de su rostro en el pecho sudoroso de Lanthan, con los ojos cerrados y respiró superficialmente.

—Sólo déjame ser remendado, y miraré los túneles, señor.

—No —Miró arriba hacia Brevin—.Va a necesitar un sanador. Muchachos, creéis que podéis traerlo de vuelta ¿Está bien?

Brevin asintió de inmediato. Lanthan no se molestó, demasiado ocupado metiendo los bordes de la carne alrededor de la herida, sin duda, decidiendo si debían removerla.

Kenth suspiró, pasándose una mano por el rostro. Sangre y sudor ensuciaban su manchada piel, y la mayor parte su pelo rizado corto estaba atado con un cordón. El capitán no parecía estar herido, pero mostró su cansancio.

—Hazlo. Mira que él este a salvo. Nosotros nos quedaremos aquí haciendo guardia —Se puso de pie en un movimiento fluido—. Envía a Rhicard o a Loghan tan pronto como puedas.

—Sí, señor.

Kenth fue a hablar con los demás.

— ¿Cuántos quedan? — Preguntó Lanthan mientras contaba los suministros médicos en el suelo junto a él.

Brevin contó.

—Diez, incluyéndonos a nosotros —Sólo diez de los veinte que habían salido de la ciudad. A decir verdad, por suerte sólo hubo una docena de rebeldes. El celo con que lucharon, sin apenas respectar su seguridad personal, los hacía peligrosos, incluso cuando estaban en inferioridad numérica.

Lanthan envolvió un vendaje de tela limpia en el punto de entrada de la herida. Tykir siseó de dolor, pero utilizó su mano libre para mantener la cabeza de su amigo apretada contra su pecho.

Brevin cogió una venda suave, blanca que no se puso inmediatamente roja. La hemorragia había disminuido.

— ¿La quitamos?

Lanthan no era un curandero experto, pero sabía más sobre curar heridas.

—No —Cogió otro vendaje para presionarlo sobre el primero.

Tykir empujó hacia arriba.

—Átalo fuerte. Entonces iré a cerrar los túneles —Se estremeció, pero se las arregló para sentarse por su cuenta. Su gruesa trenza colgando sobre el hombro de su lado sano, sucia por el polvo y sudor.

—Tykir.

—No, Brevin, no pueden contener el ataque de otros rebeldes con sólo diez hombres —Tomó una respiración profunda que sólo vaciló un poco, y abrió unos ojos que brillaban de un color rojo estable—. Puedo terminar.

Brevin dudaba, pero conocía el tono de la voz de Tykir. Habían sido amigos toda la vida, y aunque por lo general seguía las órdenes de Brevin, podía ser inexplicablemente obstinado a veces. Brevin confió en la firmeza que oyó en la voz de su amigo.

—Veamos cómo te sientes cuando todo esté vendado.

Cuando lo ayudaron a ponerse en pie, sólo vaciló un poco. Había una niebla gris en su piel y líneas de dolor grabadas en las comisuras de su boca dada a sonreír con facilidad, pero se mantuvo firme.

— ¿Estás seguro de esto, Tykir? —Preguntó Kenth cuando le dijeron lo que pensaba hacer.

—Lo estoy, señor.

—Conoces tus límites —Fue todo lo que dijo su capitán antes de darse la vuelta para ordenar a todos ir al túnel que conducía de regreso a la ciudad.

Tykir agarró el brazo de Lanthan antes de que él y Brevin pudieran unirse a los demás.

—Quedaos —Sostuvo su mano en el agarre que sobresalía de las vendas que se ataban en su cintura—. Probablemente me desmaye después de terminar esto.

Brevin quiso detenerlo, pero lo conocía bien. Asintió con la cabeza, al igual que Lanthan. Dieron un paso atrás, pero se mantuvieron firmes detrás de él.

Tykir notó donde se encontraban, y asintió con la cabeza. Luego se volvió para estar de frente a los túneles que conducían al sur del Bosque Oscuro. Estos eran los últimos pasadizos subterráneos al extremo sur, los demás habían sido derribados o bloqueados muchos ciclos de temporadas atrás. La población de la ciudad había

disminuido peligrosamente, y se podía prescindir de pocos hombres para vigilar las fronteras. Nadie sabía cuántos rebeldes quedaban con vida, y cualquier esperanza de paz se había extinguido en los últimos ciclos. Los rebeldes atacaban primero y luchaban hasta la muerte. Los pocos que fueron apresados deliraban incoherentemente acerca de la diosa y su vocación, mientras luchaban hasta que se escapaban o tuvieran que ser sacrificados. Estaban desesperados por llegar a la ciudad y decididos a que ninguna parte de suelo leal se interpusiera en su camino. Una vez que este pasadizo fuera bloqueado, sólo dos juegos de túneles los llevarían a la superficie. Era peligroso, pero Savous y el consejo habían pensado mucho y habían decidido que ésta era la opción más segura.

Brevin sintió la picazón de la magia dentro de su cráneo cuando Tykir levantó las manos. No podía hacer ningún tipo de hechizo por sí mismo, pero había heredado bastantes poderes de su padre para sentir cuando la usaban. Salin, le dijo que podría haber sido un hechicero como su hermano Radin, pero había elegido la vida de un guerrero en cambio. A veces, cuando Brevin podía ver o sentir los efectos de la magia, se preguntó cómo su padre podría haber vuelto la espalda a esa belleza horrible.

Todos los cuerpos, rebeldes y leales, estaban revueltos en los túneles delante del hechicero, esperando un entierro digno entre las rocas y piedras de su tierra. Brevin se unió en una oración murmurada por los muertos con los hombres que tenía detrás mientras la parte superior de los túneles de delante comenzaban a brillar. La roca y tierra bajo sus pies comenzó a temblar, y el polvo de minerales comenzó a llover sobre ellos desde el alto techo. Tykir dobló sus brazos de modo que sus palmas se extendieron hacia arriba, y luego las giró de modo que se volvieran. Murmuró unas palabras, y la sacudida aumentó; luego cerró de golpe sus manos juntas. El fuerte crack que siguió fue mucho más de lo que sus manos podrían producir por sí solas, más de lo que podía ser explicado por la caída de rocas y escombros dentro de los túneles.

Tykir separó las manos ondulándolas en un arco, mientras los túneles se llenaban, y luego las dejó caer hacia abajo para mantener en puños cerrados a ambos lados de

su pecho. El temblor se detuvo, al igual que las rocas que caían. Ante sus ojos, roca y piedra se derretían y fundían, formando una pared sólida, continua en toda la caverna, dejando sólo sangrías leves, donde las bocas del túnel habían estado.

Fiel a su predicción, Tykir vaciló. Brevin y Lanthan se lanzaron hacia adelante y lo alcanzaron cuando se derrumbó. Su cabeza rodó hacia atrás, y Brevin atrapó un breve vistazo de sus ojos rojos antes de que se cerraran y su amigo cayera inerte.

su pecho. El temblor se detuvo, al igual que las rocas que caían. Ante sus ojos, roca y piedra se derretían y fundían, formando una pared sólida, continua en toda la caverna, dejando sólo sangrías leves, donde las bocas del túnel habían estado.

Fiel a su predicción, Tykir vaciló. Brevin y Lanthan se lanzaron hacia adelante y lo alcanzaron cuando se derrumbó. Su cabeza rodó hacia atrás, y Brevin atrapó un breve vistazo de sus ojos rojos antes de que se cerraran y su amigo cayera inerte.

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