Despertar

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Capítulo cuatro

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Capítulo cuatro

Eyrhaen dejó que el fondo de su garganta presionara alrededor de la punta del pene de Tykir y liberara el clímax entre ellos. Tragó mientras gemía, expresando el placer tembloroso en forma de calor líquido que fluía en ella. Sus dedos se enredaron en su cabello, mientras ella sostenía suavemente sus caderas mientras sacaban lo último de su placer. Estaba más que contenta de esperar, absorbiendo el delicioso cosquilleo entre ellos.

Él se desplomó sin fuerzas en el colchón. Sonriendo, se puso de rodillas sobre él, admirando a su amante.

Cortos y compactos, los músculos de Tykir a veces lo hacían parecer más voluminoso de lo que realmente era. A pesar de que estaba dotado con magia fuerte, su madre, Gala, había sido de la opinión de que sus hijos necesitaban aprender habilidades físicas. Tykir no sólo era un aprendiz de brujo con fuerza y

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talento, sino que podía sostenerse por él mismo en un enfrentamiento mano a mano. Su cara era su gracia salvadora. Incluso con los ojos brillantes de color rojo que hablaban de su talento principal, tenía una inocencia muy infantil en sus facciones, que eran más redondeadas de lo normal para su raza. Sus labios se | movían sonriendo a menudo, generosamente, y estaba muy feliz de verlos sonreír ahora en lugar de la mueca en el momento en que entró a sus habitaciones.

Mientras sus ojos aún estaban cerrados, echó un vistazo a la venda a su lado. Había tomado un tiempo, pero había conseguido sacárselo todo a Brevin sobre Tykir, cómo había sido blanco de los rebeldes que los habían atacado. Cómo habían esperado vencerlo, nadie lo sabía. La prueba evidente de la destrucción de su pueblo parecía mucho más inmediata, cuando uno de aquellos cercanos a ella fue herido. No sabía lo que habría hecho si hubiera sido asesinado.

Su mano derecha se levantó para tomar su mandíbula, volviendo la atención de la venda a su sonrisa.

—Estoy bien.

Atrapada, ella le sonrió, dejando que su calor suave la llenara.

—Lo sé —Le tentaba su pecho desnudo y se envolvió a sí misma sobre él—. Pero no me gusta que alguien trate de hacerte daño.

Él tiró suavemente de la cola de su pelo que estaba en su espalda.

—No fue un ataque personal contra mí.

—Lo sé —Metió la frente debajo de su barbilla—. Pero si hubiera sido sólo un palmo…

La abrazó para detener sus palabras.

—Es la posibilidad a la que todo nos arriesgamos. Hasta que los rebeldes dejen de atacar, todos hacemos lo que podemos

¿Así era? Ella dibujó círculos al azar en su hombro con su dedo.

— ¿Crees que alguna vez parará?

—No lo sé. Todavía no hemos conseguido averiguar por qué nos están atacando.

Se quedó en silencio, pensando. Nadie se lo diría directamente, pero sabía que una de las teorías era que los rebeldes iban tras ella. No era una gran conclusión. Los hombres perdidos se habían mantenido en su mayoría en la selva y las montañas hasta que ahora de repente e inesperadamente habían llegado de nuevo a la ciudad subterránea en tan sólo los últimos ciclos. Los ataques estaban más cerca de la ciudad que antes, y eran más violentos desde que los rebeldes se habían negado a ceder. Los guerreros leales a Savous se vieron obligados a matar o morir. El Comandante Jarak y sus capitanes se apresuraron a mantener a sus guerreros limitados a una adecuada protección.

Había otras teorías también. Que los humanos habían invadido el Bosque Oscuro lo que podría haber llevado a retroceder a los rebeldes. La presencia de Nialdlye y la capacidad de tener hijos fuera de una pareja-verdadera. El regreso de la vetriese.

O bien podría ser que la vida prolongada que habían vivido los había vuelto simplemente locos. El raedjour, después de todo, era una raza de elfos, creada originalmente por la voluntad de una diosa. Un tiempo sin ella podría muy bien ser la muerte de todos ellos, y los de la ciudad simplemente no sentían los efectos por el momento debido a los efectos residuales de su presencia. Todas esas teorías, o cualquier combinación de ellas, eran probables. Pero hasta que la causa fuera identificada a ciencia cierta, su padre y su consejo sólo podían tomar medidas de seguridad en lugar de resolver el problema real.

La frustración hirvió en el pecho de Eyrhaen. Ella sentía a su pueblo disminuir.

Había conocido a guerreros, a muchos jóvenes en su mejor momento, que habían muerto. Veía la disminución del número de niños en la guardería común y la falta de mujeres humanas que llegaban al raedjour. Lo sentía, pero no sabía qué hacer al respecto.

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Se subió para poder encontrarse con la mirada suave y la sonrisa de Tykir. Deslizó las palmas hacia arriba en la almohada brillante de pelo debajo de su cabeza y lo atrajo para un beso. Él le devolvió el beso sin urgencia, más que con nadie con el | que hubiera estado, simplemente contenta con ese contacto. No era que no pudiera atraerlo a más, era más que dulce y paciente. Ella culpaba a las largas horas de estudio sobre libros de hechizos y de historia. Había heredado eso de su padre,

Hyle, y de su abuelo, Nalfien. Todos los hombres en su entorno inmediato eran ridículamente estudiosos. Pero eso les hizo tan útiles. |

Podría tener sexo con él. Probablemente debería. Debería follarlo, y a Brevin y a Lanthan, con los tres hombres con los que se sentía más cercana en vínculo. Debía permitir que uno de ellos la dejara embarazada para poder hacer su parte en la

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repoblación de los números de su pueblo.

Pero… No podía. Todavía no. Había… algo. Algo que la hacía detenerse. Sueños vagos y confusos instintos que la impedían ceder a lo que sabía que todo el mundo quería de ella. Tenía que hacer algo primero.

Recordó su otra razón para venir a verlo. Poco a poco, se apartó, mordisqueando sus labios.

— ¿Estás lo suficientemente bien como para dar un paseo conmigo?

Sus manos recorrieron su espalda desnuda, haciendo suaves círculos que casi la convencieron de sólo quedarse allí con él en su lugar.

—Sí.

Degustando sus labios una vez más, se puso de rodillas sobre él. La mayor parte de su cola de caballo cayó sobre su hombro izquierdo mezclándose con el pelo del lado de su cabeza.

—Vamos.

Se incorporó sentándose en la cama.

— ¿A dónde vamos?

Tomando la camisa desde donde colgaba sobre el borde de la mesa, se mantuvo de espaldas a él.

— ¿Tienes que ir a algún lugar especial?

Un arca se abrió detrás de ella mientras él hurgaba en su ropa.

—No. Pero tienes un lugar especial en mente.

Resopló, estirando la camisa sobre sus muslos mientras giraba hacia él.

— ¿Crees que me conoces tan bien?

La caída de su cabello en su mayoría ocultó su sonrisa.

—Está bien —Suspiró, tomando un par de suaves pantalones azules—. Necesito tu ayuda.

Él se puso pantalones púrpura pálidos, más cómodos que los de ella.

— ¿Ayuda con qué?

—Yo… —Le tendió la mano, y luego las dejó caer a sus costados—. Será más fácil que lo veas.

Ojos rojos la estudiaron durante un largo rato, pero él dejó pasar eso. Se sentó para ponerse las botas mientras se ponía el pantalón e hizo lo mismo con las suyas. Estuvieron de pie como uno solo, y él le tomó la mano.

—Muéstrame el camino.

* * * * *

Finalmente, se negó a entrar al túnel aislado que los llevaría a su destino.

—Eyrhaen, no.

Sin soltar su mano, ella lo enfrentó.

—Sí.

Él frunció el ceño, buscando su rostro.

— ¿Por qué?

Ella miró el oscuro túnel, y luego a él.

—Lo siento.

Él asintió, aceptándolo.

Ella puso una mano sobre el dorso de su cabeza. —Aquí. Tira. He soñado con esto.

—Nunca lo has visto.

Ella se lamió el labio inferior.

—Sí. Lo he hecho.

— ¿Cuándo? — Cuando no respondió, maldijo en voz baja—. Eyrie, por favor, dime que no has venido aquí sola.

—No te mentiría.

—Diosa, ¡Eyrie! —La tomó en sus brazos, apretándola—. ¿Por qué te arriesgaste así?

Mantenían la voz baja. Los túneles que los rodeaban eran poco usados pero muy gastados por los miles de hombres que buscaban la conexión con su diosa. Al final de ese túnel estaba una pequeña habitación que había sostenido su vetriese, la que habían perdido cuando la madre de Eyrhaen había sido convertida y Radin se había perdido. En la misma zona estaba la vetriese nueva y salvaje de la que, incluso después de un cuarto de siglo, se sabía muy poco.

Ella le devolvió el abrazo.

—Tuve que hacerlo. Me llamó.

Sólo la apretó con más fuerza.

—No deberías haber venido sola.

—Lo sé. No me quedé mucho tiempo, y no entré. Pero tengo que volver. Es por eso que quise que vinieras conmigo.

—Debería ser con Nalfien. O con mi padre.

Ella se aferró.

—No. No con Nalfien. Ya es bastante malo cuando estoy con Radin. Está tan preocupado por algo malo, que nunca deja que nada más tenga una oportunidad.

—Eso no es cierto.

—Es verdad.

—Entonces mi padre…

—Está demasiado ocupado para ayudarme, aunque querría hacerlo —Ella tiró hacia atrás, manteniendo sus manos a su lado, conectadas con su piel desnuda—.

Estaré bien contigo. ^

El miró al túnel nuevo.

—No sé…

—Tykir, por favor, yo fui a ti. Te estoy pidiendo ayuda —Era por lo que todos la reprendían. Se la acusaba de tomar riesgos innecesarios, de no tomar precauciones. | Tal vez era cierto, pero a veces los riesgos valían la pena si se avanzaba.

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Tykir no era de esa misma opinión exactamente, pero era mucho menos cauteloso que su padre o abuelo. Aparte de eso, confiaba plenamente en él. No era mucho mayor que ella, a pesar de que había logrado meter una gran experiencia en su vida que ella nunca podría tener. Tenía libertades que ella nunca tendría.

Él le apretó los hombros, sin dejar de mirar por el túnel.

— ¿No podemos por lo menos hacer que Brevin o Lanthan vengan?

—No hay tiempo —Hundió los dedos en sus costados—. Por favor, sólo un rápido vistazo. Quiero ver qué pasa.

Maldita sea. No podía asustarlo o realmente se resistiría.

—No es malo. Sólo quiero tu opinión —Descaradamente, atrajo poder a parte de ella lo que la hacía irresistible para él. Acercándose, lo besó en la mandíbula—. Por favor.

—Eyrhaen —Mejor que ningún otro, sentía lo que le estaba haciendo.

Ella lo hizo de todos modos.

—Por favor.

Se volcó en el beso que ella le ofrecía, bebiéndose la satisfacción que había vertido en él. Su pene empezó a endurecerse contra su vientre.

—Por favor.

Gimió, empujándola suavemente.

—Está bien. Pero sólo un vistazo rápido —Tomó su mano y la miró a los ojos, muy serio—. Y luego, se lo contamos a Nalfien.

Ella entrecerró los ojos y vio el reflejo de su brillo en su piel.

Dejó que un brillo comenzara en sus propios ojos. Su poder puro y duro no era rival para ella, pero eso no significaba que él no haría su trabajo en una batalla de voluntades.

Ella olfateó.

—Está bien. Le puedes decir si veo lo que creo que he visto.

—Se lo vamos a decir.

Ella se quejó cuando comenzaron a bajar por el túnel oscuro.

—No sé lo que piensas que verás. Él no ha descubierto nada sobre el vetriese o Radin en todo el tiempo que ha estado estudiando esto.

—Eso no es cierto.

—Es verdad. Yo fui la que tuve efecto sobre la pantalla protectora del aura de Radin.

Sus pasos se tambalearon.

— ¿Qué?

—Es cierto. Ni siquiera me quería cerca de Radin, pero cuando finalmente lo convencieron, pude derribar ese escudo un poco.

— ¿Cómo?

Ella frunció el ceño en la oscuridad.

—No estoy segura exactamente. Pero fui yo.

— ¿Qué dijo de eso?

—Nada. Como de costumbre. Sólo tarareó tal como nos tiene acostumbrados y lo escribió —Suspiró—. Si pasara la mitad del tiempo haciendo, como lo pasa escribiendo, podría haber descubierto algo.

Tykir se quedó quieto, y Eyrhaen dejó de hablar. Sabía que tenía a su abuelo en mucho más aprecio que a ella, pero había tenido a su padre como mentor, no al anciano decrépito, cuya mente estaba medio aturdida después de perder a su pareja- verdadera. Si hubiera tenido a Hyle como su maestro, o incluso tal vez a su padre, las cosas hubieran sido diferentes. Ambos todavía habrían cometido un error del lado de la precaución, pero podrían hablarles con razones. Nalfien había vivido demasiado tiempo y a través de los aprendices era mucho para que dejara que lo picara en lo que él consideraba una acción precipitada.

Pasó los dedos sobre la piedra en bruto de las paredes, y continuaron en silencio. A diferencia del centro de la ciudad, este túnel de poco uso era áspero y estaba sin terminar. Sin embargo, la tierra debajo de las suelas de sus botas era blanda y se curvaba a cada lado de ella por los suaves de siglos de uso. Incluso antes de que hubieran perdido el vetriese, sus predecesores y antepasados habían elegido no perfeccionar ese túnel o su destino. ¿Tal vez preferían dejar el camino a la diosa para que permaneciera como Ella lo tenía?

Tonterías descabelladas, pensó Eyrhaen, pero sabía que, a pesar de las apariencias externas, los de su raza eran más bien románticos.

Sintió el zumbido del portal mucho antes de llegar a la pequeña cueva. De hecho, podía sentir el portal desde cualquier punto de la ciudad, en el sentido de que hacía más difícil hacer caso omiso a ello entre más se acercaba. Podía sentir a Radin con la misma intensidad, y los sueños vagos con los dos la habían convencido de que

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había algún tipo de misión que tenía cumplir con aquellos ingredientes clave.

Una especie de luz iluminó la oscuridad de la bóveda abierta al final del túnel. Era demasiado baja para ser llamada una verdadera luz, y apenas afectaba su visión nocturna, pero era una vaga iluminación. Se detuvieron en la estrecha entrada arqueada de la pequeña cueva y, finalmente, pudo ver por sí misma la vetriese. Le habían dicho que era exactamente igual que la antigua, un óvalo de vagamente un metro ochenta de alto que tenía la mitad de ancho en su punto más ancho. El negro de sus profundidades de alguna manera era más oscuro que el negro de los túneles en los que estaba, sin verse afectado por el borde chisporroteado de relámpagos en _

Lo habían estudiado, Hyle, Nalfien, y sus escogidos ayudantes. Tykir había ayudado a lo largo del camino. A través de lo que le había dicho, sabía que a pesar de que se parecía al anterior, este vetriese era diferente. Los hombres que habían entrado dentro, tanto aquellos dotados con magia como los que estaban sin ella, no habían sentido nada. La anterior había sido llenada con la presencia de la diosa, un lugar para entrar y recibir su bendición o desaparecer para siempre debido a su justicia. Pero ahora, la apertura era sólo una puerta de entrada a una vasta nada

con una vaga sensación de aprensión. Había oído que Nialdlye había entrado una vez, hace mucho tiempo, y profesaba que era más como el vacío que había conocido en su vida anterior con el brujo que lo había mantenido. Pero incluso ella había tomado nota de las diferencias, diferencias a las que Eyrhaen nunca les había prestado atención y que ahora deseaba haberlo hecho. Quizás pueda conseguir que Tykir me lo diga.

Entró en la habitación, pero se detuvo cuando él abrió la boca y la agarró del brazo. Una mirada sobre su hombro le mostró sus ojos muy abiertos y brillantes con preocupación.

— ¿Lo ves?

Él trató de tirarla de regreso.

—Sí.

Ella se mantuvo firme.

—Espera —Eufórica, se volvió de nuevo. ¡Él lo veía! No era sólo su imaginación. Vio que el perímetro de rayos del óvalo se intensificaba. No tenía el sonido del oído, pero un aumento de zumbido en la parte trasera de su cabeza la hizo sentir un poco de vértigo.

—Eyrie…

—No. Mira —Se estiró hacia allí. Pequeñas chispas azules y blancas saltaron a través del espacio para hacerle cosquillas en la mano y en la luz de la habitación.

Él estaba allí, con las manos sobre sus hombros. Sintió un empujón, como si tuviera la intención de tirar de ella, pero estaba clavada en el suelo. Sensaciones lamiendo su piel mientras las chispas bailaban entre ella y la oscuridad abierta.

— ¿Ha hecho esto antes? —Le preguntó, fascinado por el encantador espectáculo.

—No. No que yo lo haya oído antes.

Se rió, impulsada por la euforia que le hormigueaba.

— ¿Ni siquiera con Nialdlye?

—No —Él apretó sus hombros de nuevo—. Vamos.

— ¿Qué quieres decir?

—No lo sé, pero deberíamos irnos.

Suspiró.

—Tykir, no seas así.

—Eyrhaen, dijimos que íbamos a echar un vistazo rápido, y luego nos iríamos. Ya lo hemos visto. Vámonos.

Sabía lo que había dicho, pero…

—Voy a entrar.

Él envolvió sus brazos alrededor de su torso, tratando de evitarlo.

— ¡No! —A pesar de que estaba bien familiarizada con su fuerza, sabía que no | podía detenerla. El tono de su voz le sugirió que sospechaba eso también—. No lo hagas. Por favor.

—Tengo que hacerlo —Dio un paso, y él se vio obligado a dar uno también, como si fuera la más fuerte de los dos—. Ve y cuéntales si eso es lo que necesitas.

—Eyrhaen, espera. Vamos a buscar a Nalfien…

—No —Un paso más. Se sintió un momento extraña como si hubiera salido de la tierra. Chispas Azul-blancas cruzaron el aire que la rodeaba. El calor pasó por sus piernas, haciéndole cosquillas en la parte exterior de los muslos—. Tengo que hacer esto.

— ¡Eyrhaen, detente! —Lo sintió detrás de ella, pero algo lo mantenía a distancia.

No se podía volver, debido a que la oscuridad sostenía toda su atención.

Debería tener miedo.

Pero no lo tenía.

Un hilo de temor le apretó el corazón.

Sus dedos se enroscaron, serpientes de luz azul-blanca se enredaron en ella, haciéndola tener piel de gallina de una forma extraña pero no desagradable. Por el rabillo del ojo, vio que su pelo se había soltado y estaba flotando, levantándose como una nube de humo de un pozo de fuego ardiente.

-¡Eyrhaen!

Ella dio un paso dentro del umbral.

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