Despertar

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Capítulo Veinticuatro

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Capítulo Veinticuatro

Eyrhaen se quedó mirando la puerta cerrada, las manos en puños a sus lados.

Había hecho grandes esfuerzos para ocultar su presencia allí, para que aquellos que estaban dentro no la notaran. Sólo unos pocos muchachos que se apresuraban en sus propios asuntos la habían visto llegar ya que había tomado la entrada trasera de la torre de las mujeres que estaba sellada mágicamente. Todavía podía darse la vuelta y marcharse.

Pero eso no era lo que había acordado con Radin. Eso no ayudaría a aliviar su sentimiento de culpa, ni tampoco abriría el camino hacia el perdón. Tenía que hacerlo. Maldita sea.

Levantó la mano y llamó.

Pasaron unos momentos. Jugueteó con el cinturón mientras tanto, sólo ahora se dio cuenta que llevaba uno de sus trajes azul hielo con el que sabía que los hombres la encontraban atractiva. Brevin había bromeado por eso en más de una ocasión. ¿Pensaría que ahora era ella la que se burlaba de él? Tal vez debería marcharse de prisa y cambiarse. |

Demasiado tarde. La puerta se abrió.

Lanthan.

Unos ojos azules la miraron dentro de un rostro inexpresivo. Su corazón se detuvo al mirarlo directamente después de más de una luna de evitarlo. Había pensado que se había hecho bastante buena en leerlo, pero él tenía que haberse convertido en alguien mejor para ocultar sus emociones. O tal vez su poder puro el que la había permitido leerlo desde antes con claridad. Ni siquiera un proyecto de emociones en él. ¡Dioses, que pensamiento tan horrible! Tal vez ya no sentían nada más por ella.

No al tanto de su pánico interior, él parpadeó y dio un paso atrás para permitirle que pasara.

—Eyrhaen está aquí —anunció en voz baja al resto de la habitación, moviéndose para que pasará a su lado.

Ellos eran los únicos presentes. Había elegido deliberadamente el momento cuando los tres estuvieran con Nialdlye en su suite. Para su gran disgusto, había descubierto que sus opciones eran muy escasas, desde que Brevin, Lanthan y Tykir se habían mudado, prácticamente vivían con ella. Tisla y Davlin estarían en la guardería, por lo que sólo estaban los cuatro, mirándola cuando entró en la sala alegremente iluminada. La luz del sol, falsa, entraba por las puertas del balcón abiertas al jardín que había más allá. El cuarto estaba parcialmente desordenado, los muebles vueltos en ángulos extraños. Brevin y Tykir parados de rodillas donde estaban desenrollando una alfombra grande, con intrincado decorado. Nialdlye estaba de pie a un lado, dirigiendo. Los hombres estaban desnudos de cintura para arriba, con los pies descalzos, y con el pelo retirado, o en el caso de Lanthan atado por una cinta gruesa. Nialdlye llevaba un conjunto verde sencillo, que apenas le alcanzaba los muslos. A Eyrhaen, todos le parecieron bastante cómodos, juntos, en una escena tan doméstica. No estaría sorprendida en absoluto si hubieran estado en la cama poco antes de que ella hubiera llegado.

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Se detuvo en el centro de la habitación, justo en el borde de la alfombra a medias desenrollada, mientras Lanthan silenciosamente cerraba la puerta. Se concentró en Nialdlye primero, no preparada para estar enfrente de su incredulidad, o, peor aún, de la carencia de ella, que estaba segura de ver en las caras de los que amaba.

—Yo… vine para pedir perdón.

Una de las cejas oscuras de Nialdlye se elevó. |

— ¿A mí?

Respiró hondo, reprendiéndose a sí misma para no ser débil. Todo lo que quería hacer era salir corriendo o clavarse agujas calientes en sus ojos. Casi cualquier cosa menos admitir que estaba equivocada, aunque ahora supiera que lo había estado.

—Sí. He… —Las palabras ensayadas se escaparon de su cabeza, por lo que tuvo que decir las palabras entrecortadas según le iban llegando—. Todo el tiempo que has vivido entre nosotros, he estado celosa de ti.

Por el rabillo del ojo vio a Brevin levantarse de sus rodillas y sentarse en el borde de un sofá. Tykir se sentó en el brazo del mismo.

Eyrhaen se encontró frotándose nerviosamente la frente, e hizo que su mano retrocediera y bajara a su costado.

—Pensaba que tú, otra mujer, una mujer mayor, una nacida elfo, podrías tomar mi lugar entre los raedjour, y me enfadé contigo por eso —No es justo. ¡Yo podría haber estado en lo cierto! Pero no, había estado equivocada. Había espacio y una razón para ambas, sobre todo ahora que Tohon también era Dios de los raedjour—. Yo… no me di cuenta hasta hace poco de lo que había hecho, pero es verdad. El hecho de que yo no controlara mi magia, sólo empeoró las cosas. Mucho peor. Yo estoy. lo siento.

Nialdlye vaciló, claramente sorprendida.

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—Gracias.

Eyrhaen agachó su cabeza, su pelo cayendo hacia adelante sobre sus hombros. ^

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—Me doy cuenta de que no es suficiente con sólo decirlo, pero tengo que empezar

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por algo. Me gustaría que pudiéramos comenzar de nuevo.

Armándose de valor, se dio la vuelta para estar de frente a Brevin. Tykir todavía | estaba sentado a su lado, y Lanthan había avanzado para estar con ellos, todos mirándola con avidez. Por un momento, se limitó a mirarlos, sin desear nada más que acurrucarse en el regazo de Brevin. O mejor aún, hacer el amor lentamente con cada uno de ellos por separado, para poder transmitirles como se sentía por ellos.

Sólo la idea de tenerlos a cualquiera de ellos dentro de su cuerpo era lo suficiente para sentir un cosquilleo en su coño. Pero no sería así. Ella lo había estropeado.

Tragó.

—Os debo una disculpa a cada uno de vosotros también —Afortunadamente, la réplica inteligente que se merecía no llegó, aunque estuvo segura que la vio en el estrechamiento de los ojos de Brevin—. Os he tratado a todos de forma miserable en el pasado, porque yo podía, y porque me dejasteis. No, aguardar, eso es incorrecto… —Sus manos se apretaron en puños a sus lados de nuevo. ¡Argh!Esto es demasiado difícil.

Lo estás haciendo muy bien. La aseveración de Radin ayudó. Deseaba que él estuviera allí, pero entendía por qué era mejor que no viniera. Sentirse incómoda era parte de su expiación.

Maldita sea. Era más difícil de lo que pensaba. ¿Qué era esa sensación incómoda creciendo dentro de su pecho? No podía ser magia. La tenía bajo un estricto control.

—Siempre estuvisteis allí para mí, pero me aproveché de nuestra amistad y de vuestros sentimientos por mí, y os hice sentir muy mal. Todos vosotros os mantuvisteis fieles mientras hice todo lo posible por apartaros, y yo… —Otro aliento, tratando de calmar su corazón desbocado. Pedir disculpas a sus padres había sido tan fácil—. Gracias. Gracias por todo lo que hicisteis por mí. —Escuchó como su voz se quebraba, pero no podía controlarla, cuando estaba haciendo todo para evitar que las lágrimas corrieran por sus mejillas—. Gracias por estar para mí cuando no deberíais haberlo hecho, y gracias por creer en mí cuando nadie más lo hacía —Ya está. Tal vez no fuera suficiente, pero era un comienzo bastante bueno. Aclarando su garganta, retrocedió y se dio la vuelta para estar de frente a Nialdlye de nuevo—. Te los mereces. Son maravillosos. Pero. —De nuevo, tosió sobre el nudo de su garganta—. Tienes que saber que Radin te ama.

Nialdlye se sobresaltó, sus ojos verdes chispearon.

¿Qué estás haciendo? Esto no había sido parte de lo que había acordado con Radin.

Cállate. Eso se sentía bien para ella, y sabía que estaba abriendo su alma de todos modos.

—Te ha amado todo este tiempo. Te amó desde antes de que se despertara, y lo único que se interponía entre vosotros era yo. Es necesario que comprendas que ya no me interpondré en vuestro camino nunca más —Sus puños se cerraron en las borlas de su cinturón—. Estamos vinculados, no puedo evitar eso, pero vosotros dos deberíais estar juntos. Él dice que tenemos que tomar nuestras propias decisiones, y su corazón te elige a ti —Echó un vistazo a sus tres antiguos amigos aunque las lágrimas que asomaban en sus ojos no le permitieron que los viera bien—. Siento arruinar esto para vosotros también, pero… Maldita sea —No podía seguir haciendo esto más. Enojada, comenzó a sentir que las lágrimas caían de sus ojos, mientras caminaba hacia la puerta de la entrada—. Lo siento. Espero que con el tiempo me perdonéis, pero no espero que suceda ahora mismo.

Incapaz de soportarlo más, se giró y se lanzó hacia la puerta. Tenía que marcharse, llorar, y tratar de olvidar lo cómodos que los hombres, que deberían haber sido sus amantes, parecían estar con otra mujer.

Sus dedos acababan de rozar la manija cuando unos grandes brazos la envolvieron por la cintura desde atrás, levantándola del suelo.

—No tan rápido.

Se agarró de los brazos, luchando contra el calor que manó de su piel a su alma. Diosa, la fuerza física bruta de él era embriagadora.

—Brevin, déjame ir.

—No.

A través del velo de las lágrimas no deseadas, lo vio separarla de la puerta. Deliberadamente, sacudió su pelo hacia adelante para cubrir su rostro cuando él la dejó sobre sus pies cerca del sofá.

—Por favor, déjame ir.

Grandes dedos tomaron su mentón, inclinando su cabeza. Él sonrió ante su mirada, el rojo hirviendo detrás del tono avellana de sus ojos.

—Tú no habías dicho “por favor” en mucho tiempo.

Ella apenas se contuvo a las ganas de ponerse de puntillas y sellar sus labios en los de él.

—Déjame ir, payaso —Sus labios se curvaron, y ella lo empujó en su pecho. No es que lo conmoviera. Sin usar la magia, no tenía ni una posibilidad contra su fuerza—. Ya he pedido perdón. ¿Qué más quieres que diga?

Una ceja de color blanco brillante se arqueó hacia arriba, y ladeó la cabeza, pensándolo.

— ¿Qué piensas tú, Tyk?

Ella sintió más que ver a Tykir a su lado.

—Sería agradable, si ella mencionara la palabra “amor”.

Bajó la vista, ya que su cara todavía estaba inclinada por los dedos de Brevin.

—Sí —Coincidió Brevin, tocando una lágrima que se deslizaba por su mejilla—. Eso estaría bien.

Bien. ¿Querían que ella se desangrara? Lo haría.

—Bien. Te quiero. Os quiero a los tres, y probablemente siempre lo haré. Y yo lo arruiné. Yo os aparté. Yo os negué, y yo fui corriendo a un hombre que no lo hace, y que nunca me amará. No como vosotros lo hicisteis —Su mirada subió, junto con su enojo al ver a Brevin con la misma sonrisa. No se sorprendió en absoluto de que se lo estuviera frotando contra ella, pero le dolió que Tykir le estuviera fallando.

Tykir tenía un corazón más cálido que eso. O al menos eso pensaba ella. Tal vez, ella también había roto eso también —. ¿Feliz ahora?

—Cuidado, Eyrie. No estás acostumbrada a todo esto de la expiación. Vas a hacerte sentir mareada.

Sus dedos se cerraron en puños, y con ambos golpeó en su pecho. Su justa rabia se atenuó, sin embargo, cuando lo vio estremecerse. Él esperaba que ella arremetiera con su magia. Peor aún, casi lo había hecho.

Pero no lo hiciste. Radin estuvo allí, sosteniéndola. Lo estás haciendo muy bien.

Miró hacia Nialdlye, sólo para encontrar a Lanthan entre ellas, tan cerca que podía ver las líneas finas de sus largas pestañas que rodeaban sus fríos y hermosos ojos.

Ella los quería ver calientes de nuevo, y saber que ella había sido de las pocas que los vio así.

—Lo siento —Las palabras se derramaron espontáneamente de sus labios, más fácil cuanto más las dijo.

Él dio un paso hacia adelante, y a ella le tocó el turno de retroceder de inmediato. s

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Se quedó helada cuando su mano se cerró alrededor de su brazo, justo por encima de su codo.

— ¿Dónde está la magia?

Al principio, no le entendió, pero luego fue Brevin el que se movió. Lanthan no tenía dones propios, pero no era sorprendente que él hubiera sido afectado por su poder crudo lo suficiente como para sentir que ahora no estaba presente. Bajó su mirada para detenerse en su fascinante clavícula, sabiendo lo adorable que sería poder trazar esa línea firme con su lengua.

—He mejorado en el control de ella.

Su mano se arrastró por su brazo desnudo, provocándole una piel de gallina.

—Estás tranquila.

Ella no pudo evitar que su risa sonara un poco nerviosa. — ¿Lo estoy?

Otra mano se deslizó por su espalda, y se detuvo en la curva por encima de su culo.

—Su escudo es impecable —Murmuró Tykir, su calor calentando el otro brazo.

Encajonada entre los tres, cerró los ojos, deseando disfrutar de su tacto, pero sabiendo que eso era incorrecto.

—No completamente, pero casi —Cuando ella se descubrió, inclinándose hacia el calor de Tykir, se sacudió a sí misma hacia atrás. De repente, se interpuso entre Brevin y Lanthan, ganando alguna distancia antes de que se volviera hacia ambos—. ¿Qué estáis haciendo?

Tykir y Lanthan estaban de pie, uno en frente del otro, sobre el espacio donde ella había estado, salvo que sus cabezas se volvieron para mirarla. Brevin, se había apartado, una sombra enorme al lado del hombro de Tykir. Ninguno de ellos contestó.

—Deteneros — dio un paso atrás de nuevo—. Esto no es justo. Sé que ahora estáis con Nialdlye. ¡No esperéis que me guste eso, y no esperéis que os deje burlaros de mí!

Se sorprendió mucho cuando unas manos se cerraron sobre sus hombros por detrás. Jadeando, se enroscó hacia un lado, para mirar como Nialdlye levantaba las manos, las palmas hacia fuera.

—Lo siento.

Era el extremo de lo que podía aguantar, Eyrhaen corrió hacia la puerta.

—Eyrhaen, espera.

No lo hizo. No quería saber lo que Nialdlye tenía que decir. Había ido y había hecho lo que no quería hacer, había hecho lo correcto. Probablemente merecía su desprecio, pero en realidad, ya era suficiente. Al menos por esta noche.

No lo hizo. No quería saber lo que Nialdlye tenía que decir. Había ido y había hecho lo que no quería hacer, había hecho lo correcto. Probablemente merecía su desprecio, pero en realidad, ya era suficiente. Al menos por esta noche.

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