Despertar

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—Con la primera luna del año. Escucha, sobre la chica vamos a salir de dudas ahora mismo porque voy a adentrarme en su mente hasta averiguarlo todo sobre ella. Si no es ninguna traidora, entonces habrá que protegerla.

—Si no es nuestra enemiga, ¿qué explicación le encuentras a que la sigan?

—Pues simplemente que pertenezca a Meira, a alguno de los planetas. Quizás su madre emigró a la Tierra, muchos lo hicieron, incapaces de soportar la tiranía de Juraknar; incluso mi abuelo se fue de la pagoda amurallada para ir a parar a este planeta que detestaba. Las respuestas van a llegar en unos segundos.

Dio un pequeño golpecito en el hombro a Kun y volvió a la barra, donde encontró a la chica hablando con Clay y mostrándole el brazo donde le hirió la serpiente del Ser´hi. Había cosas que no comprendía: ¿por qué casi la habían matado? Aunque intentaran engañar a los chicos, admitía que su comportamiento era extraño.

Guardando las distancias, Xinyu la miró fijamente. No le costó mucho entrar en su mente; enseguida la vio llevándose las manos a la cabeza, sintiendo su intromisión, aunque ella pensaría que era un simple dolor de cabeza muy molesto y agudo.

Comenzó a ver imágenes y la vio distinta, más niña y con el pelo largo y ondulado hasta la espalda. Una mujer anciana de complexión robusta y un estirado moño le gritaba. Al parecer había hecho algo que la había decepcionado: le reprochaba que, por no haber sido deseado su nacimiento, había destruido la vida de su hija.

Un débil golpe en su hombro le hizo perder la concentración y se frotó los ojos con energía. Kun se encontraba frente a él y le hacía un pequeño gesto para que mirara hacia delante. Al hacerlo encontró a la chica en brazos de Clay. Al parecer, su intromisión había sido demasiado fuerte para que la chica la aguantara.

Los acompañó hasta la habitación y sin dar explicaciones tomó asiento junto a ella cuando la dejaron sobre el sofá y volvió a su mente.

Volvía a ver a la mujer anciana, seria y ceñuda, gritándole. Se iba, la dejaba sola, no era capaz de mirarla. Ella permaneció impasible y se quedó plantada frente a la puerta mirando hacia el lugar por donde había visto desaparecer a la mujer.

La imagen cambió rápidamente y la vio frente al espejo del baño, con unas tijeras en las manos. La sola imagen le aterró, pero lo único que hizo fue cortarse su larga cabellera, dejándosela tan corta como la llevaba ahora. Y la imagen volvió a cambiar. Al fin veía algo que conocía: ella y Xin hablando animadamente en un banco mientras comían. La veía radiante y feliz. Sonreía, lo mismo que el chico.

Volvió a cambiar con rapidez y la vio en los pasillos del instituto apoyada en la pared. Los alumnos pasaban frente a ella sin decir nada ni mirarla, aunque parecía no importarle mucho. Tenía la vista clavada en una puerta de clase. Varios chicos salían de ella, y por fin vio a Kun. Iba acompañado de Verónica. Era alta, con una larga cabellera castaña hasta su cintura y enormes ojos azules. Su boca era carnoso y su figura impresionante. Iba del brazo del chico y ambos parecían reírse de algo. Por un momento hizo acopio de fuerzas y caminó hacia ellos. Ambos le daban la espalda, pero la chica se giró y la miró de arriba abajo; en su bello rostro se dibujó un sonrisa de superioridad y, siempre del brazo del chico, se alejaron perdiéndose entre la multitud.

De nuevo la imagen cambió. Todo estaba oscuro. Hacía segundos se encontraba rodeado de chicos y chicas y ahora todo estaba sumido en sombras. Sentía su miedo, aunque no entendía qué ocurría. Una puerta se abrió y ante ella volvió a ver a la misma mujer. Estaba más joven y su pelo negro como el azabache caía ondulado hasta sus hombros; su arrugada mano de afiladas uñas se cerró sobre un pequeño brazo y a la luz del día la descubrió a una corta edad, quizás seis años, con los ojos hinchados y el rostro surcado por lágrimas. Ahora comprendía que había estado encerrada en el armario, de ahí los sentimientos de inquietud y miedo que la azotaban.

Unos ojos violetas aparecieron de la nada. Le sobresaltaron. Al fin encontraba algo de Juraknar y poco a poco lo fue viendo. Vestía su armadura verde oscura y su cabello rojo relucía con intensidad. Reconoció el lugar donde estaba: el pasillo del instituto. Era de noche y supuso que debía de tratarse de cuando la atacaron.

Ya tenía suficiente, se dijo. Rompió la conexión y se frotó los ojos. No había visto nada, solo su miedo por el inmortal. Y quién no lo tendría; él mismo, un hombre de treinta y un años, le temía, ¿por qué no iba a hacerlo ella? Sin hablar de lo visto, salió de la habitación y se dirigió a la cocina. Era rectangular y una gran barra metalizada la cruzaba de principio a fin; sobre esta se encontraban varias cacerolas al fuego y distintos utensilios colgados. Tomó un vaso de un mueble bajo, lo llenó de agua y bebió. Una mano se posó sobre su hombro y se sobresaltó. Cuando se giró vio a Clay ceñudo junto a Kun.

—¿Qué has visto? —preguntó Clay—. ¿Es de los suyos?

—No. Es más, lo teme más que a cualquier cosa. Pero ahora hay algo que quiero saber —dijo en dirección a Kun—. ¿Alguna vez has visto a su abuela?

—No. Ten en cuenta que solo la conozco desde hace unos días. Quizás Xin sepa algo y qué más da eso. ¡Quiero saber todo lo que has visto! —exigió Kun.

—No te va a gustar. Ahora comprendo por qué estaba tan nerviosa cuando os encerrasteis en el armario.

En pocas palabras, le explicó todo lo visto, incluso la escena de él mismo con Verónica, lo que le hizo sentir fatal. Ni siquiera entonces se dio cuenta de que era observado por ella.

Ni a Kun ni a Clay les gustó nada lo que escucharon, y todavía les quedaban por saber algunas cosas. Se dirigieron a la habitación donde ella descansaba y esperaron pacientemente a que despertara.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Kirsten incorporándose.

—Será por lo sucedido últimamente —respondió Clay—. ¡Tómate esto!

Tomó el vaso de agua y los medicamentos que le ofrecía Clay. Un agudo dolor atravesaba su cabeza y se veía incluso incapaz de abrir los ojos.

—Kirsten —dijo Clay—. Tenemos que hablar.

Su tono le asustó y le hizo apretar con fuerza las manos sobre la tela del pantalón. Cabizbaja, miró hacia sus zapatillas de deporte sin saber qué había hecho o qué esperar.

—Creemos que tu abuela te ha abandonado —dijo de repente.

Ella no dijo nada, tan solo se mantuvo cabizbaja y nerviosa. Sabía que no podía ocultarlo siempre, aunque de buena gana hubiera esperado a ser mayor de edad para decirlo. Era menor y no quería ni pensar adónde iría a parar; aunque quizás fuera mejor que la vida que llevaba.

—¿Cuánto tiempo hace? —preguntó Clay.

—Un año —respondió sin mirarlo—.Ya no aguantaba verme más, pues mi madre se había ido lejos. Primero se fue de la ciudad y más tarde a Francia. Ahora está en Italia, creo que se ha casado y espera un hijo, o tiene un hijo, o algo así.

—Debiste hablar con alguien —replicó ceñudo.

—Temía que me mandasen qué sé yo adónde, así que preferí quedarme sola.

—Eres menor, no puedes hacer eso.

—Por favor, no se lo digas a nadie —suplicó—. Me las estoy apañando bien. Vivo en el edificio abandonado en el bosque. Con Alisa y Harry. Nos cuidamos, estoy bien y no quiero ir a parar a una casa de acogida.

—¡Desde luego saber que vives en un lugar que es hogar de drogadictos no me tranquiliza en nada! —replicó Clay con el ceño fruncido.

—Pero sé pelear —añadió nerviosa, intentando hacerles ver que podía seguir con su vida—. Harry es un ex militar. Nos protege a Alisa y a mí. Nos ha enseñado defensa personal y ahora sus entrenamientos son más duros para que podamos defendernos del violador que hay en la ciudad. ¡Sé cuidarme sola! Llevo todo este tiempo haciéndolo.

—El violador es Nathrach —refunfuñó Xinyu observando la angustia en el rostro de la chica—. Ahora qué sabes la verdad, me dirás, ¿cómo vas a protegerte de él?

Desmoralizada, Kirsten ocultó su rostro entre sus manos. Junto a ella tomó asiento Kun, quien deslizó el brazo alrededor de sus hombros y le ofreció su regazo para que se apoyara en él. Dolido, miró a Clay y Xinyu. Quizás encontraran alguna respuesta.

Ambos hombres salieron y comenzaron a hablar en susurros.

—¿Qué te parece si dejamos que vaya unos días a casa? —preguntó Xinyu—. Ya pensaremos qué hacemos. Además, aún tenemos que arreglar el asunto de Juraknar. Es raro que el inmortal salga de Serguilia. Ni siquiera con nosotros, sabiendo que estamos aquí, se tomó tantas molestias. Quizás ella sea más que una simple habitante de alguno de los planetas.

—Tienes razón. Dejaremos que vaya a casa, aunque antes me gustaría poder hablar con su madre y decirle un par de cosas.

Volvieron a la habitación y fue Clay quien se agachó ante la chica y le obligó a que le mirara.

—Vendrás unos días a casa, hasta que encontremos una solución y averigüemos por qué te sigue Juraknar.

Pensaba hablar, por un momento quiso contarles todas sus sospechas; quizás ella supiera por qué le seguía. Ella podía controlar el fuego tal como, según Kun, lo hacía Juraknar. Quizás fuera como ellos. Pertenecía a ese lugar pero no quería ir. Kun no le había dado muchos detalles sobre Serguilia, pero la sola imagen de Juraknar le aterrorizaba y no quería pensar cómo podía ser el lugar en el que vivía. Después de haber visto a las gigantescas serpientes podía esperarse cualquier cosa.

En ese instante las miradas de Clay y Xinyu fueron a sus móviles. Ambos habían recibido un mensaje al mismo tiempo.

—Encárgate de cerrar el restaurante —añadió Xinyu mirando a Kun—. Tu hermano quiere que veamos no sé qué cosa. Pero solo vamos los dos, tú quédate con ella. Cierra temprano y vuelve a casa.

El muchacho asintió.

***

Tras mucho esfuerzo, Xin había logrado arrancar todo los tablones y con firmeza cerró su mano sobre el pomo de la puerta. Al abrirla, de nuevo el olor a quemado inundó sus fosas nasales, aunque esta vez era peor que en las otras estancias. Toda la habitación estaba negra; un gran incendio había empezado en esa estancia, aunque no fue eso lo que le sorprendió, sino lo que vio en el suelo.

Había un círculo rojo y dentro de este un dragón. El mismo que Juraknar tenía grabado sobre su pecho. Era un pentagrama. El del inmortal y estaba en casa de Kirsten.

Angustiado escribió a Clay y Xinyu con la dirección para que fueran de inmediato y les esperó fuera.

—Kirsten vivió aquí —explicó pálido—. Entrad e id arriba. ¡Solo hacerlo! —exigió al ver sus caras de incredulidad.

Mientras esperaba, Xin iba de un lado para otro, muerto de miedo y lleno de incredulidad. ¿Qué significaba esa marca? ¿Qué relación tenía con Juraknar? Pero todas sus preguntas fueron interrumpidas cuando escuchó a los hombres discutir.

—¿Cómo ha sido capaz de ocultarte algo así? —preguntó Clay, alterado—. Esa chica tiene magia, lo sé, lo he sentido. Noto su presencia en esta casa.

—No lo sé, Clay, quizás su mente esté preparada para mi poder y solo me haya mostrado lo que quería que viésemos o puede que todo fuese una farsa. Puede que lo que haya visto no haya real —añadió nervioso—. Organicémonos. Xin, vete a casa y no salgas por nada del mundo y si por algún casual ves a Kirsten, no te acerques a ella.

—Pero…

—¡Hazlo! Márchate —gritó y observó al chico obedecer. Entonces se centró en Clay—. La dejamos con Kun. ¡Dios mío! Está en peligro.

—Tú vuelve al restaurante —ordenó Clay—. Yo me quedaré por la zona. Puede que ya vinieran de camino o fueran al edificio a por sus pertenencias.

Xinyu asintió y se separaron.

***

Kun y Kirsten estaba a escasos metros del edificio. La chica había aceptado pasar la noche en la casa, pero antes quería coger algunas prendas de su hogar e informar a Harry y Alisa de que había sido descubierta. Además, aún no había visto a Harry y quería saber qué había pasado con la persona que ese engendro devoró.

—Me quedaría más tranquilo si te acompañase —dijo Kun, tomando sus manos—. Ahora que sé la verdad…

—Tengo que hablar con Harry y Alisa y he de hacerlo a solas. Estaré bien. Allí ya me conocen y nunca he tenido problemas. Por favor, espera aquí.

La chica se puso de puntillas y besó a Kun. Este gesto detuvo las réplicas del muchacho, quien rodeó a la chica por la cintura y la atrajo mucho más hacia él. La boca de ella se abrió a la suya, donde sus lenguas juguetearon.

Jadeantes se apoyaron en un árbol, sin dejar de besarse, pero anhelando conocerse mucho más. Las manos de Kun se introdujeron bajo la sudadera de la chica, tocando su fina piel y estrecha cintura. Con sorpresa sintió las manos de Kirsten en su espalda, bajo sus prendas, acariciándole, deslizando sus dedos por muchas de las cicatrices que sufría.

Kun siguió ascendiendo, acariciando fugazmente los pechos de la chica, quien soltó un suspiro a la vez que inclinaba la cabeza hacia atrás, momento en el que los labios del chico comenzaron a besarla.

Jadeantes se detuvieron cuando escucharon unas hojas quebrarse.

—No deberíamos hacer esto aquí —confesó Kun con su frente apoyada en la de la chica y sonrío al escuchar que sus palabras habían arrancado una carcajada a la chica—. Ve a por tus cosas, te esperaré.

Kirsten asintió y corrió al edificio. Al igual que la noche anterior, todo estaba en silencio. Era probable que tras el incidente de ayer muchos se hubieran asustado y se hubieran mudado a otro piso.

Aprisa comenzó a subir las escaleras, pero se detuvo al escuchar un jadeo. Aterrada miró atrás y no vio nada, salvo una decena de escalones, por lo que siguió subiendo. Sabía que algo la estaba siguiendo y cuando miró atrás, por fin lo vio. Al final de la escalera había una criatura enjuta, agazapada como una bestia y esquelética que avanzaba hacia ella.

Estaba tan impresionada que no pudo ni gritar. Comenzó a sortear los escalones de dos en dos. Ya estaba en la séptima planta; solo tenía que recorrer un largo pasillo y estaría en su casa, pero cuál fue su sorpresa al ver que el engendro ahora trepaba por las paredes como si de un araña se tratase y estaba a punto de alcanzarla, pero ella logró abrir la puerta y entrar en el edificio antes de que la atrapase.

—¡Por fin llegas a casa!

Era una voz desconocida, fría, aterciopelada y carente de emoción. Cuando Kirsten se giró observó a Nathrach. Tenía sujeta a Alisa. Su amiga mostraba golpes en la cara y sus ropas estaban raídas. A pocos metros observó a Harry en el suelo, en un gran charco de sangre.

***

Kun se puso en alerta cuando escuchó los pasos acelerados de alguien que corría en su dirección. Cuál fue su sorpresa al ver a Clay.

—¡Vete a casa! —ordenó el hombre.

—Estoy esperando a Kirsten.

—No me repliques —refunfuñó enfadado—. Ya me encargo yo. Ve con tu hermano y que él te diga lo que ha descubierto.

El joven se marchó, mientras que Clay caminó en dirección al edificio en busca de la chica.

***

Nunca en su vida se había sentido tan impotente como en ese momento. No importaba todo cuanto Harry le hubiera enseñado; su amiga estaba siendo amenazada por una espada y cualquier cosa que hiciera podría costarle la vida.

—¡Corre! —gritó Alisa echando la cabeza hacia atrás, golpeando a Nathrach. El golpe había pillado tan desprovisto al joven que había dejado caer la espada, momento en el que Alisa se refugió en la habitación y Kirsten salió de la vivienda.

Se dirigió de nuevo a las escaleras y comenzó a saltar los escalones de dos en dos. No olvidaba la presencia del engendro, el cual podía encontrarse en cualquier momento y agradeció infinitamente sentir que sus manos le quemaban. Sabía que estarían más rojas de lo habitual y que con un poco de concentración podría controlar llamas en ellas.

Ya estaba en la tercera planta y hasta el momento no se había encontrado nada. Sabía que Nathrach la seguía. Escuchaba sus pasos a poca distancia de ella e inevitablemente miró atrás para ver lo cerca que estaba de ella. Entonces chocó con otra persona y ambos cayeron al suelo.

Angustiada vio que estaba encima del otro Ser´hi, Nathair y se puso en pie aprisa. Estaba rodeada por los hermanos. Y solo le quedaba una salida: la ventana.

Corrió a ella y tras asomarse y coger todo el impulso que pudo, saltó a un árbol cercano y comenzó a ayudarse de sus ramas para bajar. Pero los nervios le jugaron una mala pasada, perdiendo el equilibro y cayendo al suelo bruscamente. Su rodilla derecha se había llevado la peor parte; un dolor agudo la atormentaba, pero aun así se puso en pie y ligeramente cojeando fue en dirección al bosque sin dejar de pedir ayuda.

Cuál fue su sorpresa al encontrarse a Julian a cierta distancia.

—Dame tu teléfono, por favor —añadió, cogiéndoselo de las manos—. Tengo que llamar a Kun —explicó rápidamente marcando el número del joven—. Hay unos locos ahí dentro… han asesinado a…

Pero la chica no pudo seguir con sus explicaciones. El joven le quitó el móvil y antes de que se diera cuenta la había tumbado en el suelo con tanta fuerza que le había golpeado en la cabeza.

—Solo dices gilipolleces —murmuró con sus manos en la garganta de la chica—. He hecho averiguaciones sobre ti. Sé que tu abuela te abandonó y vives en este apestoso lugar. Y he pensado que si no quieres que nadie descubra la verdad, vas a tener que ser más amable conmigo.

Kirsten gritó cuando las manos de Julián desgarraron parte de su sudadera, pero una de las manos del chico se cerró sobre su garganta con fuerza, para impedir que gritase.

Repentinamente el muchacho salió despedido de encima de ella. Una corriente de agua lo había lanzado por los aires y comprendió que había sido gracias a Nathrach. Observó que en las manos del chico se formaban pequeñas esferas de hielo. Y entonces actúo. Deseo con todo su ser acabar con ese muchacho, hacerlo desaparecer de su vida y sus manos prendieron como si fueran antorchas y al señalar a los Ser´hi, dos esferas de fuego volaron en dirección a los chicos.

Nathrach la evitó con facilidad, todo lo contrario a Nathair, que recibió el golpe de lleno.

—¡Maldita sea! —refunfuñó Nathrach al apagar las prendas de su hermano—. ¿Por qué siempre tienes que ser tan torpe? —preguntó, aunque no esperó respuesta. No podía perder el tiempo. Debía llevar a su hermano a Serguilia y que curasen sus heridas antes de que fuera demasiado tarde. Por ello invocó el vórtice que unía ambos mundos y lo cruzó.

Kirsten permaneció en el suelo, con llamas aún ondeantes en su mano y un inconsciente Julian a pocos metros de ella. Entonces escuchó una exclamación de sorpresa y vio que Clay la había descubierto.

—¡Manejas el fuego…! —murmuró sorprendido. Aunque había visto el círculo de Juraknar en la casa de Kirsten, aún esperaba encontrar alguna respuesta a eso que no fuera lo evidente, lo que estaba viendo en ese momento—. ¡Eres como él!

—¡Clay! —susurró la chica.

Pero él no le dio tiempo a explicarse. La tomó del brazo y ambos desaparecieron y lo hicieron de nuevo cerca de la mansión, entre unos árboles donde tras unas palabras de Clay comenzó a abrirse un círculo que se comunicaba con Draguilia.

La chica ya no hablaba, solo jadeaba y era comprensible. Viajar de la manera en que lo hacía Clay era bastante desagradable. Como montar en una montaña rusa durante horas. El cuerpo se resentía, te mareabas, estabas aturdido y eso era lo que debía sentir la chica en ese momento.

Una vez Clay cruzó el portal únicamente tuvo que avanzar unos metros por el bosque de cañas de bambú antes de que Shen le diera la bienvenida.

—Envíala a Serguilia. Es uno de ellos.

El hombre obedeció tomando por el brazo a la chica, que apenas se mantenía en pie.

—Por un momento me engañaste —confirmó sin apartar la vista de la marca que ahora descubría en el pecho de la chica, un dragón como el de Juraknar, aunque aún no estaba del todo formado—. Por un momento te comprendí e iba a ayudarte. No iba a dejar que fueras a parar a un orfanato, ni siquiera pensé en alejarte de Kun; pensaba obtener tu custodia. Pero ahora me alegro de que te hayas descubierto. No voy a matarte, pero ten por seguro que si atacas a los chicos no me importará que solo seas una cría, porque yo mismo te degollaré.

Desconcertado, observó sus lágrimas, pues le parecían muy sinceras. Y no quiso mirar más. Volvió a la Tierra. Y una vez informó a una ambulancia para que fuera a recoger a Julian, caminó hacia su casa. Allí, en la puerta, le esperaba Xinyu. Kun se había encerrado en su habitación; al parecer no se había tomado muy bien la traición de la joven.

***

Kirsten era prácticamente arrastrada por el hombre entre enormes cañas de bambú. En el cielo se veían tres lunas, todas llenas y resplandecientes, y a través de las cañas podía apreciar una pagoda roja de cinco pisos, aunque su aspecto no era muy bueno. Entraron en ella tras cruzar una fuerte muralla y en su interior el hombre descorrió un tapiz rojo con un dragón azul, que daba paso a un pasillo iluminado por antorchas. Giraron en círculo varias veces hasta que una sólida puerta apareció en su camino. Con esfuerzo la abrió y entraron en una habitación circular. El suelo se encontraba repleto de alfombras rojas y en el centro se levantaba un pilar blanco con una esfera encima. Llevó a la chica hasta allí y posó sus manos sobre ella. Como suponía, en la esfera apareció un oscuro cielo surcado por relámpagos y fieros dragones que consumían todo a su paso: Serguilia.

Segundos después se abrió una puerta circular, de un brillante azul y Shen la lanzó a su interior. Kirsty rodó por el suelo hasta que un árbol detuvo su caída. Dolorida, se puso en pie y observó cuanto la rodeaba. Así que aquello era Serguilia, pensó. El cielo era surcado por bestias y ante ella se extendía un sombrío bosque de retorcidos árboles. No podía permitirse sentir miedo, se dijo, solo quería salir de allí y acabaría encontrando la manera.

***

Xin había oído todo lo ocurrido por boca de Clay. Xinyu había desaparecido; quería ver hasta cuándo había visto el chico malherido y para ello se adentraría en su mente, si era capaz de colarse en el hospital. Nunca pensó que Kirsten fuera una traidora, no lo parecía, y a pesar de que la seguían, nunca pensó que las cosas fueran así.

Cabizbajo, Xin caminó hacia la habitación de su hermano y llamó a la puerta. Esperó y no recibió respuesta, así que entró. Lo encontró tumbado boca arriba y con la vista clavada en el techo. Tomó asiento junto a él esperando conseguir levantarle el ánimo.

—Vamos, Kun, no te deprimas. ¿Crees que ella lo hace? Solo le preocupara que Juraknar le dé una paliza por su fracaso, nada más. Ninguno de los dos estuvo nunca en sus pensamientos, no de la forma en la que nosotros pensamos en ella. No te tortures, hay muchas chicas y dentro de nada tendremos nuestros poderes: ¿no crees que es motivo para a alegrarse? Al fin podremos destrozar a los Ser’hi. —Oyó la débil risa de su hermano y se alegró—. No sé tú, pero yo me muero de ganas por visitar Draguilia. Ya sé que está destruido, pero seguro que hay supervivientes. Cuando regresemos a nuestro hogar las chicas caerán a nuestros pies. Somos Dra’hi, todas querrán estar protegidas por nuestros brazos. Allí somos héroes.

Su hermano rió finalmente con ganas, y Clay, que acababa de entrar y lo había oído, se les unió. Al parecer ambos estaban de mejor humor.

—Clay, ¿tú qué dices? —dijo Xin—. ¿Crees que tendremos éxito en Draguilia?

—Seguro que sí. Además, no solo visitaréis Draguilia, sino los demás planetas, todos excepto Serguilia.

—¿Por qué? —preguntó Kun.

—Si demostráis controlar a la perfección vuestros poderes, deberéis liberar de las sombras a los demás planetas. Creo que podéis hacerlo y esa es vuestra misión. Y también algo más que desconocemos.

Todos miraron a la puerta al oír fuertes pisadas y en ella vieron a Xinyu agotado, con el pelo revuelto y pálido, muy pálido.

—Nuestro maestro parece haber visto un fantasma —bromeó Xin.

—¡No tiene gracia! —exclamó con la voz entrecortada—. Si hubierais visto lo mismo que yo quizás no estaríais así. —Respiró hondo—. He ido al hospital. Julian está bien, tiene una conmoción, pero sobrevivirá. He tenido que manipular al menos veinte mentes para poder entrar en la habitación. El chico dormía, así que me he adentrado en él para saber hasta dónde había visto. Había averiguado que la abuela de Kirsty no vivía con ella y fue en su busca.

—Xinyu, todo es mentira —interrumpió Kun—. Te han mentido —dijo enfadado. No podía creer lo estúpido que había sido. Debería haberse dado cuenta, pero le gustaba demasiado.

—Os equivocáis —repitió ceñudo Xinyu—. Sí es cierto.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Clay, sintiendo un gran nudo en el estómago.

—El muy desgraciado fue a verla para que a cambio de no decir lo de su abuela ella accediera a algunos favores. Intentó abusar de ella, pero Nathrach lo evitó. Ella ni siquiera le puso un dedo encima. Es posible que si Kirsten no hubiera atacado a los Ser´hi, el chico estuviera muerto.

—¿Estás diciéndome que he enviado a una joven inocente a Serguilia? —preguntó Clay histérico.

—Eso parece. Puede que controle el fuego, pero se ha enfrentado a ellos desde el principio. Huye de ellos y la hemos enviado a la boca del lobo.

Kun se levantó furioso y caminó hacia la puerta de la habitación. Allí Xinyu le agarró del brazo.

—¡Iremos todos! —dijo con frialdad—. La sacaremos de allí. Id a por las armas.

Kun asintió y, seguido de Xin, se perdió por el pasillo dejando a los dos hombres solos.

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