Despertar

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—¡Basta los dos! —interrumpió Kirsten—. Os estáis comportando como niños. Por mucho que os moleste que os lo recuerde, sois Dra´hi y no podéis permitir el lujo de que chorradas típicas de adolescentes os perturben. Si los sentimientos que siento hacia Kun significan que os pongo en peligro, creedme, que los lo ocultaré en lo más profundo de mi corazón. Antes preferiría estar …Nathrach.

Al escuchar esto los hermanos giraron la cabeza y miraron atrás. La chica tenía los ojos muy abiertos y respiraba aceleradamente.

—¿Qué coño te pasa? —preguntó Xin bruscamente—. ¿Sufres el síndrome de Estocolmo?

Kun volvió la vista a la carretera donde comprendió el miedo de la chica y que ni siquiera fuera capaz de articular palabra y que segundos atrás hubiera mencionado al Ser´hi. A apenas dos metros estaba Nathrach y sus manos concentraban esferas de hielo.

A pesar de cuanto lo intentó Kun, no evitó la magia de Nathrach. Esta impactó contra el coche provocando que los airbag saltasen. Al instante el poder del Ser´hi había creado una gran muralla de hielo con la que se habían estrellado, pero el efecto no había terminado ahí, pues el fulgor del hielo había acabado congelando el vehículo.

—¡Joder! —exclamó Xin, tocándose la frente. Aunque el airbag había parado el impacto, tenía una pequeña brecha—. ¿Estás bien? —se interesó mirando a Kun, que al igual que él también tenía una herida en la cabeza—. ¿Y tú? —dijo mirando a Kirsten.

—¡Sí! —murmuró resentida, a la vez que desabrochaba el cinturón de seguridad.

—¡Nos ha helado! —inquirió Kun—. Estamos a su merced. Kirsten, vas a tener que descongelar aunque sea una puerta para que podamos salir —dijo tendiéndole la mano—. Inténtalo con esta de aquí delante, ahí atrás está el conducto de la gasolina y podrías hacernos explotar.

La chica, dudosa, tomó la mano del joven y ambos intercambiaron asientos.

—Los dos te apoyamos —le animó Kun—. Puedes sacarnos de aquí. Solo tu magia puede salvarnos.

Tales palabras calmaron a la chica y llegó a ver la parte positiva del poder que bullía en su interior. Y ese sentimiento se manifestó en sus manos, que se tiñeron de rojo y estaban tan ardientes como las llamas.

Al posarla sobre la puerta helada comenzó a deshacerse y antes de que pudiera abrirla, alguien lo hizo desde fuera: Nathrach.

El Ser´hi cogió a la chica del brazo y la lanzó al suelo. En ese momento intervino Xin. Saltó del interior del chico y se lanzó contra Nathrach. Ambos cayeron al suelo donde comenzaron a asestarse todo tipo de golpes. El Dra´hi parecía tener ventaja; tenía colocado al joven bajo él y le pegaba un puñetazo tras otro.

Mientras, Kun ayudó a Kirsten a ponerse en pie y le dijo que ordenase al dragón salir, para que así estuviera protegida. Pero ambos dejaron de preocuparse por eso cuando escucharon el lastimero gemido de Xin. Al mirar a este lo vieron tirado junto al Ser´hi y varias puntas heladas atravesaban diferentes zonas de su cuerpo.

Al ver a su hermano herido en el suelo hizo que Kun explotase. Con un solo señalar de su mano una fuerte corriente de hielo surgió de su mano y alejó a Nathrach de Xin. Acabó rodando por el suelo varios metros, pero Kun no se conformó con eso. Siguió concentrando magia en sus manos, al igual que Nathrach y el poder de los dos colisionó, provocando que los alrededores quedasen helados.

***

Kirsten corrió hacia Xin y observó sus heridas. Tenía incrustadas cuatro lanzas. Una en el hombro derecho, otra en el costado y dos en la pierna izquierda. Gracias a la magia de la chica consiguió derretir los objetos y entre temblores, Xin le tomó la mano.

—Quema las heridas, cicatrízalas o me desangraré.

Kirsty asintió y así lo hizo. Intentando hacer oídos sordos a los lastimeros gritos de su amigo, fue cerrando cada una de las heridas.

***

La rabia de Kun era mucho más poderosa que la de Nathrach y acabó venciendo al poder de este. Del impacto acabó estrellado contra un árbol, donde comenzó a quedarse aferrado a él, gracias al poder del hielo que salía de las manos de Kun.

Pero una fuerte punzada en el pecho le hizo detenerse y apoyó sus manos en las rodillas. Apenas podía respirar y sentía que todo le daba vueltas.

—¡Basta! —gritó Xin—. Déjalo Kun, ¡vas a morir!

Al mirar atrás, Kun vio a su hermano apoyado en Kirsten, quien le ayudaba a caminar. Tenía razón. Debía controlarse, calmarse. Y esos segundos de distracción fueron aprovechados por Nathrach.

El Ser´hi lanzó una esfera de hielo contra su hermano y Kirsty, lanzándolo a ambos por los aires, para después caer al suelo, provocando de esa manera la rabia de Kun. El chico lanzó una esfera de hielo tras otra; algunas eran evitadas por su enemigo, otras no y de nuevo acabó estrellado contra el árbol donde Kun pretendía dejarlo congelado.

***

Mientras, Kirsten intentaba poner en pie a Xin, pero el chico estaba tan cansado que apenas ponía de su parte.

—¡Ve en busca de Clay y Xinyu! —ordenó entre jadeos y sin dejar de tocarse el hombro izquierdo, lugar de la marca—. Ponte a salvo. No te preocupes por nosotros, ellos se encargarán. ¡Sal, mi protector y trae a Kun conmigo!

Al decir esto, un dragón surgió del colgante que llevaba Xin y tal como su dueño había dicho, fue a por su hermano. Lo enrolló con su cuerpo, para al instante dejarlo caer junto a Xin. Tanto él como Kirsten observaron como las manos de Kun estaban blancas y todo cuanto tocaba se helaba.

—¡Tienes que detenerte! —susurró Xin—. Basta ya, Kun, vas a morir. Tu corazón no aguantará.

—No puedo —susurró el joven—. No puedo controlarlo.

El menor de los Dra´hi golpeó con fuerza a su hermano en la nuca provocando que cayera inconsciente sobre su regazo.

—¡Vete! —ordenó en dirección a Kirsten—. Nosotros estaremos bien. Busca a Clay y Xinyu —gritó y de nuevo volvió su mirada a su protector—. Ahora, mi apreciado guardián, protégenos a mi hermano y a mí.

Con sorpresa, la chica observó como el dragón de Xin los rodeaba a ambos, quedándolos ocultos a la mirada del Ser´hi. Entonces desvío la mirada hacia él. Estaba saliendo del encierro donde Kun había intentado quedarlo helado y su serpiente se estaba enfrentando a su dragón. Ya solo estaban ellos dos y corrió en dirección a la mansión. Lo hizo lo más rápido que pudo, sorteando los obstáculos que encontraba en su camino y evitando las punzadas que su pierna le lanzaba. A poca distancia de ella escuchaba al Ser´hi perseguirla y amenazarla. Y al fin llegó a divisar la casa. Había luz en ella y eso la tranquilizó. O bien Clay o bien Xinyu estaban de vuelta y siguió corriendo. Ya cuando apenas le quedaba unos metros, comenzó a gritar pidiendo ayuda y al abrirse la puerta vio a Clay muy sorprendido.

El hombre sorteó los escalones de un par de saltos y señaló hacia Nathrach provocando que la zona que estaba alrededor de él estallase en pedazos. Tras el hombre apareció Xinyu, que acogió en sus brazos a la chica y la protegió en ellos.

La mirada de ambos estaba la gran montaña de polvo que el poder de Clay había levantado. Ambos estaban preparados para lo que fuera y tal como esperaban vieron al muchacho surgir. En sus manos flotaban puntiagudas flechas de las que difícilmente podrían escapar. Entonces, sobre la tierra observaron la marca de un tigre. Ninguno comprendía qué podía significar aquello, pero cuando la luz desapareció una persona envuelta en una capa blanca amenazaba la garganta del Ser´hi.

—Apártate, hechicero de pacotilla. No puedes enfrentarte a mí.

—Hmm, ¡hechicero! Está bastante lejos de lo que soy en realidad —habló el desconocido. Y tras golpear el suelo con la pierna provocó que una puntiaguda roca surgiera de ella y atravesase al Ser´hi el hombro izquierdo—. Soy el Tig’hi, y yo no tengo mis poderes bloqueados. Así pues, ¿quieres qué pongamos a prueba cuan poderosos somos?

Tanto Clay como Xinyu se preguntaba si habría oído bien las palabras del joven: había dicho Tig’hi, «hijo del tigre». Nunca hasta ahora habían tenido conocimiento de su existencia. Y aunque el joven parecía muy poderoso y capaz de acabar con la amenaza que suponía el Ser´hi, dudaba que fuera lo suficientemente fuerte como para enfrentarse al peligro que comenzaba a manifestarse.

Cerca de Nathrach apareció un dragón dentro de un círculo; señal de que el inmortal, en segundos estaría ahí junto a ellos.

El Tig´hi, al verlo, retrocedió hasta colocarse frente a Clay y Xinyu, quienes a su vez colocaron a Kirsten tras ellos. Y en segundos vieron a Juraknar.

—Cuando escuché que mi ahijado había viajado de nuevo a la Tierra para recuperar a mi hija, no me lo creí —añadió mirando a un herido Nathrach atravesado por una roca. Al instante y gracias a la magia del inmortal, la piedra se hizo añicos y el Ser´hi cayó al suelo jadeante—. Y he pensado que era buen momento para recuperar lo que es mío.

Al avanzar hacia Kirsten, un fuerte terremoto sacudió los alrededores y la mirada de Juraknar fue al grupo que protegía a su hija.

—¿Quién de vosotros tiene un poder tan excepcional?

—Yo soy el portador de dicha magia —dijo el Tig´hi—. Y he de revelar mi identidad. Soy el hijo del tigre y estoy a la disposición de los Dra´hi y por supuesto de tu hija. No hay habitante en Meira que no sepa lo que quieres hacer y créeme, muchos haremos lo que esté en nuestras manos por evitarlo. Yo el primero.

Descubrir que había otro joven con excepcionales poderes quedó al inmortal muy sorprendido. No tenía conocimiento de él y que fuera aliado de los Dra´hi le suponía un gran inconveniente. Tenía que hacer lo que fuera por acabar con él, pero al escuchar a su espalda a Nathrach vomitar, miró atrás. Y la angustia recorrió su cuerpo al ver que era sangre. Estaba herido y debía volver de inmediato a Serguilia para que los curanderos sanasen sus heridas, por lo que caminó hacia él y ambos desaparecieron tras la creación de un portal.

Entonces el Tig´hi se giró e hizo una reverencia al grupo.

—Estoy a vuestra disposición. Muy pronto volveremos a vernos.

Tras los acontecimientos y recuperarse de la sorpresa por conocer a un nuevo aliado, Clay, Xinyu y Kirsten montaron en otro de los vehículos de los que disponían y condujeron hacia el lugar donde habían tenido al accidente. Una vez allí encontraron a Kun y Xin aún protegidos por el dragón de este último, pero ambos chicos inconscientes y una vez los montaron en el coche, volvieron a casa.

***

Kirsten estaba en la cocina, sentada frente a la gran isla que ocupaba el centro de la misma. Tenía la cabeza apoyada en sus brazos y con la mirada puesta en el vaso que Xinyu le había preparado del brebaje que sanaba toda clase de heridas.

Hacía más de cuarenta y cinco minutos que habían llegado y desde entonces Clay estaba reunido con Kun y Xin.

—¿Siempre tarda tanto? —se interesó Kirsten.

Xinyu estaba a poca distancia de ella, machacando unas extrañas hierbas.

—Sí, es muy exhaustivo con sus exámenes. Tranquila, preciosa, están bien. Han recibido palizas mayores.

Finalmente Clay apareció en la cocina y les informó del estado de los chicos. Xin tenía un par de costillas rotas, además de las heridas que Kirsten le cicatrizó. En cambio Kun no estaba herido, pero si agotado.

—No podemos aplazarlo más —añadió Clay tomando asiento junto a la chica—. En dos días nos vamos a Draguilia. Los chicos tienen que recuperar sus poderes. En especial Kun; su cuerpo no aguantará mucho más el esfuerzo que hace cada vez que intenta romper el conjuro que tu abuelo le lanzó.

Xinyu asintió y siguió con la creación de la medicina.

—¿Yo también tengo que ir? —se interesó Kirsten—. ¿A Draguilia? No me gustaría volver a pisar ninguno de los planetas de Meira.

—Lo siento, pequeña, pero tendrás que acompañarnos. No podemos dejarte aquí, además —prosiguió Clay temiendo la reacción de la chica—, la estancia de Kun y Xin en este lugar, incluso la nuestra —explicó señalando a Xinyu y a él—, nunca ha sido para siempre. Estamos destinados a ir a Meira, en especial los chicos. Deben enfrentarse a Juraknar y es hora de que se marchen y lleven a cabo aquello para lo que han nacido.

Ambos vieron el desánimo reflejado en el rostro de ella.

—Sabemos que tienes miedo —intervino Xinyu—. Pero no dejaremos que te suceda nada.

Kirsten asintió y tras dar las buenas noches, se dirigió a su habitación. Estaba agotada y no tardó en conciliar el sueño. Pero perturbadoras imágenes atormentaban su descanso.

***

Clay y Xinyu se tomaban una copa en silencio. Habían estado cerca de perder a Kun y Xin y eso les asustaba. También ir a Draguilia y con ello que los Dra´hi recuperasen sus poderes y por fin iniciasen su viaje para enfrentarse a Juraknar. ¿Estarían preparados? Puede que sí, o puede que no. Era difícil de responder, pero ya no podían aplazar mucho más su destino.

Pero los pensamientos de los dos se interrumpió cuando olieron a quemado y al instante escucharon el aterrador grito de Kirsten.

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Cuando Clay y Xinyu llegaron a la habitación de Kirsten, la chica estaba intentando apagar las llamas que prendían el colchón.

Clay la tomó de la cintura y tiró de ella hacia atrás para sacarla de la estancia, mientras que Xinyu fue a buscar a un extintor. Cuando el maestro de los Dra´hi llegó encontró a la chica tirada en el suelo, mirando sus manos llameantes. Él entregó el extintor a Clay y se arrodilló frente a la chica; ella se arrastró hasta que su espalda dio contra la pared.

—¡No te acerques! —le advirtió—. No sé cómo controlarlo.

—Tranquila nena, si puedes hacerlo. Respira hondo. Vamos, hazlo. Toma aire y suéltalo.

Kirsten hizo lo indicado por Xinyu. Cerró los ojos, tomó aire y lo soltó. Lo hizo un par de ocasiones, hasta estar más tranquila. Cuando abrió los ojos Clay ya había apagado el fuego y sus manos no mostraban ni un solo atisbo de fuego.

—Quizás sería buena idea que me hicieras como a Kun y a Xin y bloquearas mis poderes. Puedo dañaros y eso nunca me lo perdonaría.

Xinyu tomó sus manos y le miró fijamente.

—Eso no es buena idea. Estás en peligro y tu magia puede resultarte de gran ayuda. Solo tienes que controlarla y si enseñé a Clay a controlar su don, créeme, también lo hará contigo.

—¡Ahora vamos a asignarte otra habitación! —dijo Clay ofreciéndole la mano y ayudándole a ponerla en pie.

Y a pesar de que las palabras de Xinyu tranquilizaron a Kirsten, a la chica le fue muy difícil conciliar el sueño. Temía volver a sus pesadillas y cuando los primeros rayos del amanecer ya se filtraban por la ventana, regresó a la biblioteca. Tras acomodarse frente al sillón frente a la chimenea, tomó el libro que Clay le había ofrecido sobre la flora, fauna y todas sus utilidades. Y allí permaneció hasta las nueve de la mañana, cuando Xinyu fue a buscarla para empezar su adiestramiento.

En la cocina encontró a Clay. Tomaba un café e iba muy arreglado, con pantalón fino y camisa. No le sorprendió encontrar un zumo de naranja preparado, además de un par de tostadas.

—Cuando termines de desayunar, empezaremos —le informó Xinyu mientras se servía un café.

—¿Qué tal Kun y Xin? —se interesó la chica.

—Aún duermen. Hoy les dejaremos descansar y que repongan fuerzas —le explicó Clay—. Llegaré tarde, tengo que ultimar algunos detalles sobre la adopción, pero si despiertan, por favor, que se tomen la bebida. Necesitan sanarse por completo.

—Tranquilo. ¡Cuidaré de ellos! —le aseguró Kirsten y cuando ya estaban a solas, se dirigió a Xinyu—. ¿Cómo controlaré mis poderes?

—Todo está en la mente. Puede que al principio lo veas difícil. Se te haga complicado pensar en lo que quieres realizar, a la vez de controlarlo, pero créeme, con un poco de práctica será muy fácil. Es como aprender a conducir. La primera vez que te pones al volante ves muy difícil estar pendiente de los espejos, pisar el embrague el acelerador y cambiar las marchas. Pero llega un momento en el que lo haces inconscientemente, sin que estés pensando en ello —explicó—. El control de tu magia está en tu cabeza. Solo necesitas un poco de práctica. Y ahora vamos fuera, es hora de empezar.

Durante el resto de la mañana Xinyu puso en práctica lo explicado en la conversación y ejercitó la mente de la chica. En especial le hizo razonar sobre su magia y aceptarla. Su poder era el fuego y es cierto que provenía de Juraknar, pero ella podía darle un uso muy diferente.

Tras enseñarle algunos ejercicios sobre respiración para mantenerse tranquila, comenzaron a practicar. Empezaron con algo pequeño, la manifestación de llamas en sus manos y controlar su baile durante un instante. Y así prosiguieron; agrandando la manifestación de las llamas durante más tiempo, hasta que la chica logró crear un torbellino.

Tras eso último, Xinyu dio por terminado el ejercicio y tras ducharse y prepararse, se marchó al restaurante.

Kirsten corrió durante más de una hora por los alrededores de la mansión, hasta que el frío aumentó y la niebla de los alrededores se incrementó. Si el tiempo seguía empeorando, solo sería cuestión de tiempo que comenzase a anochecer y regresó a la mansión. Entró por la puerta de la cocina y al instante escuchó el sonido del televisor proveniente del salón. Cuando fue a él encontró a Xin tirado en el sofá, haciendo zapping y con cara de agotamiento. Entonces recordó las palabras de Clay sobre hacerles tomar la sanadora bebida verde y regresó a la cocina. Preparó un gran vaso con el mejunje, además de dos sándwich. Y tras ponerlos en una bandeja se dirigió al salón. Sobre una pequeña mesa junto al sofá dejó parte del contenido de la bandeja y se dirigió al Dra´hi.

—Clay ha pedido que te tomes la bebida.

El muchacho se incorporó con esfuerzo y echó un vistazo al bocadillo de pavo y queso.

—Podrías haber demostrado tus dotes culinarias preparando algo de comer más abundante. ¡Acabas de demostrar tu mediocridad con el arte culinario!

—Si tienes hambre ya sabes donde tienes la cocina —refunfuñó con el ceño fruncido. Le dio la espalda y se encaminó hacia las escaleras—. ¡Eres un capullo!

—Solo era una broma. Gracias Kirsty. Oye, oscurecerá pronto. Por favor, no vuelvas a salir.

Ella asintió y se dirigió a la habitación de Kun. Cuando llegó a la estancia encontró al muchacho dormido. Dejó la bandeja sobre la mesilla y posó su mano sobre la frente, apreciando algunas décimas de fiebre.

—¡Kun! —susurró—. ¡Kun!

El chico abrió los ojos muy despacio, ligeramente desorientado, pero feliz al ver que la chica estaba bien.

—Come algo y bébete el brebaje. Después podrás seguir durmiendo.

—¿Qué sucedió? —preguntó el Dra´hi incorporándose—. Recuerdo a Nathrach, el hielo y poco más.

—Lo importante es que todos estamos bien. Come, vendré a verte después de ducharme.

Kun hizo caso de sus órdenes y de buena gana comió el sándwich e hizo el esfuerzo por tomarse la bebida. Su sabor no era agradable, pero sus efectos eran muy rápidos y estaba seguro de que mañana todo rastro de cansancio habría desaparecido y puede que el dolor.

Con manos temblorosas se llevó su mano al pecho izquierdo y acarició su marca. Le dolía terriblemente, como si después de tantos años estuviera grabándose de nuevo en la piel e imaginó que era por las consecuencias del duelo con Nathrach. Había estado cerca de perder la vida y eso tenía sus consecuencias.

Tras lanzar un amargo suspiro fue consciente de que el agua de la ducha hacía tiempo que había terminado de correr y Kirsten aún no había salido del baño. Preocupado salió de la cama y llamó a la puerta.

—¿Estás bien? —quiso saber y no recibió respuesta—. Kirsten.

—¡Vete! —susurró la chica y para el Dra´hi no pasó desapercibido el amago de dolor que desprendía su tono—. Dame un momento. Regresa a la cama.

—¡Kirsten! —la llamó y no recibió respuesta—. Voy a entrar, ¿me oyes?

Esperó unos segundos y giró el pomo. Encontró a la chica en ropa interior, ligeramente encogida sobre el lavabo. Su mano derecha estaba posada en la marca del dragón y observó que tenía agarrada las vendas que calmaban el dolor que debía atormentarla.

—¡Estoy en ropa interior! —protesto al ver al presencia del chico y tomando la camisa ceremonial de él, la cual utilizaba para dormir y con la que se cubrió.

—Ya y yo solo llevo pantalones —refunfuñó Kun tomándola de la mano y arrastrándola hasta su habitación—. ¿Tanto te costaba pedir que te ayudase a que te envolviera la marca?

Ella no dijo nada, únicamente tomó asiento en la cama. Aún tenía sujeta la camisa, con la que intentaba cubrirse. Ni siquiera alzó la vista cuando Kun tomó asiento junto a ella y comenzó a vendarle parte del pecho izquierdo y el hombro.

—Tenemos una conversación pendiente —le recordó el Dra´hi—. Debemos hablar sobre nosotros y prefiero no posponer más la charla.

Kirsten alzó la mirada.

—Me gustas mucho y creo que te gusto… no estoy segura, no soy muy buena con los sentimientos.

—No vas mal encaminada. Es cierto que me gustas y me atraes muchísimo. Lo que significa, que correspondo tus sentimientos y me alegro mucho de saber que el sentimiento es mutuo.

—Pero…—murmuró Kirsten evitando de nuevo los ojos verdes de Kun—. No sé si seré capaz de tener una relación normal. Desde la agresión con Nathrach, solo pensar en el contacto físico hace que me estremezca. Ya tenía miedo de antes, mi abuela me había metido todo tipo de historias y que sea fruto de una violación no hace que tenga la mejor de las opiniones sobre el sexo —confesó aprisa, sin permitir que el Dra´hi le interrumpiera—. No creo que sea apropiada para ti. Kun, no sé qué pasará cuando me toques, cuando quieras hacer el amor conmigo… no creo que sea capaz. Deberíamos olvidarnos el uno del otro antes de que nos encariñemos más y nos hagamos más daño.

—Si me olvido de ti, entonces sí sufriré —confesó él, tomando el rostro de la chica entre sus manos—. Quiero estar contigo y entiendo tu miedo. Pero estoy seguro de que juntos podremos superarlo, de que puedo demostrarte que conmigo estarás a salvo y que nunca tendrás que temerme o sucederá nada que no esperes —muy despacio se acercó a ella y probó sus labios, a la vez que su mano derecha se deslizaba por la columna de la chica.

Kirsten se acercó mucho más a él y abrió la boca a la de él. Sus lenguas juguetearon ansiosas y se dejó guiar por las manos de Kun, y acabó tumbada en la cama.

Por el momento la sensación era muy gratificante. Sus besos le provocaban una grata sensación y cuando sus manos comenzaron a acariciar su cintura, no se asustó.

Kun comenzó a besar a Kirsten por la garganta, estimulando sus sentidos, mientras sus manos exploraban su cuerpo. Con suavidad acarició sus pechos arrancando un gemido de placer a la chica, momento en el que dejó caer parte de su cuerpo sobre el de ella. Eso no asustó a la joven, sino que lo acogió de buena de gana y mientras más se estimulaban, la pasión aumentaba en ellos.

El Dra´hi deslizó su mano derecha por la pierna de la chica, hasta llegar a la rodilla y levantarla ligeramente, quedando envuelta con ella, para al momento volver a besar a Kirsten.

Ella se estremeció por el contacto tan delicado y las sensaciones que recorrían su cuerpo. Sentía vibrar su piel, que se estremecía bajo el cuerpo de Kun y cuando de nuevo las manos del chico acariciaron sus pechos, gimió de placer. Lo sentía muy cerca de ella; le tenía rodeado con sus piernas y adoraba su cercanía, su fragancia, la calidez que desprendía.

A pesar de su miedo hacia el sexo, muchas habían sido las ocasiones que había fantaseado con ese momento. Verse envuelta en los brazos de Kun; ser acariciada, querida, amada, pero una exhalación de sorpresa surgió de sus labios y rompió todo contacto cuando sintió la erección del Dra´hi apretada contra su vientre. Aunque solo fueron unos segundos, porque al instante el joven se apartó, se tumbó a su lado y la atrajo hacia él.

—¡Dime la verdad! ¿Confías en mí? —preguntó, acariciando su mejilla—. Nunca pasará nada que tú no quieras, pero me gustas Kirsten y deseo empezar una relación contigo.

A la chica le emocionaron sus palabras y únicamente respondió a su pregunta con un cálido beso en los labios, para al instante acomodarse entre los brazos del joven y quedar dormido en ellos.

El Dra´hi la observó unos minutos dormir, antes de ponerle la camisa. Después de eso la abrazó, y descansó junto a ella. Y de esa manera los encontró Clay cuando regresó a la casa. No los separó. Sabía que Kirsten tenía dificultades para conciliar el sueño. En cambio con Kun, parecía serena, calmada y dormía plácidamente.

***

Eran las nueve de la mañana cuando Clay despertó a la chica. Al instante un rubor cubrió las mejillas de la chica al ver que seguía en la cama de Kun, aunque él no estaba. Rápidamente se incorporó y con la cabeza gacha susurró.

—Lo siento. No quería faltarte el respeto. Pero te juro que no he hecho nada con Kun. Solo me quedé dormida.

—Tranquila, no hace falta que digas nada. Tenemos cita en el juzgado en unas horas y aún tenemos mucho que hacer.

Clay y Kirsten se pusieron en marcha. Iban hacia el restaurante, donde desayunarían y tanto Xinyu como los Dra´hi llevaban ya unas horas. Todo lo trascurrido durante estos días había desorientado a Kirsten, pero ahora que observaba en el día que estaban, se daba cuenta de que ya habían alcanzado las vacaciones de Navidad.

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