Despertar

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—No, nada de nada. He buscado y nunca hasta ahora se había nombrado el hijo del tigre, como bien sabes: sí los hijos del dragón y los de la serpiente, pero nunca el hijo del tigre. ¿Solo había uno?

—Sí, uno, y parecía joven. ¿Qué edad tendrá? —preguntó Juraknar frunciendo el ceño.

—Unos dieciocho años; pero no te aflijas, averiguaré lo que pueda. Tengo que marcharme. Te informaré de los últimos acontecimientos.

El hombre hizo un gesto con la cabeza y desapareció pasillo arriba. El inmortal se dirigió a la pared que había detrás de una columna, la empujó y se internó en un pasadizo que hasta entonces Nathair no conocía.

Las palabras del inmortal y el desconocido aún vibraban en su cabeza. Se preguntaba cuál de los dos hombres habría traicionado a los Dra’hi, su tutor o su maestro, y le preocupaba el hecho de que Kirsten quizás fuera secuestrada. Tendría que encontrar la forma de avisarla.

Siguió avanzando entre las columnas hasta que llegó a la puerta de madera de la enorme despensa, donde comenzó a coger provisiones para su largo viaje. Ya listo regresó a su habitación donde se encontró que la princesa mostraba tranquilidad porque él estuviera de vuelta. Juntos se marcharon a la biblioteca. Una vez allí Nathair empujó la pared falsa y pasaron a unos oscuros y húmedos escalones que bajaban. Cogió de la mano a Aileen y descendieron unos metros hasta que se encontraron en la sala donde les esperaba Naev. Era una pequeña mazmorra sin ventilar y el fuego de una chimenea situada al fondo caldeaba la húmeda sala.

—¡Naev, ya estamos aquí! —interrumpió Nathair.

—Bienvenidos a mi lúgubre mazmorra. Por favor, tomad asiento y poneos cómodos y encantado de conocerla, princesa —dijo el encapuchado extendiendo su mano.

—¿Cómo sabes que soy princesa? —preguntó intrigada.

—Soy muy sabio, sé más cosas de las que pensáis —Hizo una breve pausa— Aileen, tu padre te ha dejado un mensaje en el cristal; debéis ir al bosque y verlo. Sobre la lanza siento decirte que aún no estás preparada para empuñarla. Se necesita mucha fuerza y ahora estás muy débil. En cuanto salgas del castillo te encontrarás mejor. Os voy a dar unas cosas que os servirán de ayuda.

Del interior de su capa extrajo dos objetos: un mapa y una pulsera plateada con varias hojas verdes. Nathair los tomó y esperó instrucciones de su amigo.

—Llevad siempre la pulsera. Si estáis en peligro, romped una de las hojas y acudiré a vuestra llamada. El pergamino es un mapa de todas las tierras de Serguilia.

Ambos jóvenes quitaron el lazo que envolvía el rollo con el mapa y apreciaron los extensos terrenos de Serguilia. Había algunas zonas marcadas y no comprendía el porqué.

—Naev, hay zonas señaladas con una cruz roja —le hizo saber Nathair.

—Las respuestas están en el cristal del Bosque Azul, por lo que es primordial que vayáis allí.

Nathair suspiró molesto y guardó los dos objetos para evitar que fueran descubiertos.

—Ahora lo único que queda es encontrar una excusa suficientemente buena para que Juraknar me deje salir del castillo, y sobre todo ahora que va detrás de su hija.

—Había oído rumores al respecto —confesó.

—Es de mi edad, se llama Kirsten y ha vivido en la Tierra. Juraknar recibió su señal no hace mucho y decidió ir a por ella, aunque nunca imaginarías con qué propósitos la ha traído. Juraknar no tiene descendencia con marca y ya se había dado por vencido; pero Kirsten sí la luce, y él quiere mantener su estirpe a través de ella, unir la del dragón negro con la de las serpientes. Kirsten controla el fuego y está con los Dra’hi, ellos la cuidarán; aunque hoy mismo he oído que hay un traidor entre ellos.

—¿Qué quieres decir? —preguntó el encapuchado intrigado.

Nathair le explicó toda la conversación que había oído semioculto en las columnas y parte de sus planes, incluso le habló del hijo del tigre, algo que él mismo desconocía.

—¿Sabías que había un hijo del tigre?

—Sí, y si solo es uno, no tiene hermanos.

—¿De qué bando está?

—Del de los Dra’hi, aunque debe vivir oculto. Ya tendrás la respuesta, Nathair como muchas veces.

—Lo sé —interrumpió Nathair—: paciencia, las respuestas llegarán en su momento. Es que ahora mismo tengo muchas preguntas, aunque según tú quizás algunas de ellas se respondan visitando el cristal. Ahora solo tengo que pensar la excusa perfecta.

—Eres un chico listo, seguro que encuentras algo. Ahora, si me disculpáis, tengo que volver a Aquilia. Recordad, si estáis en peligro romped una de las hojas. Hay cinco en la pulsera, no las malgastéis.

El encapuchado extrajo de debajo de sus ropas una pequeña bola azul colgada de una cadena de plata; esta se desprendió y se fue haciendo más grande, hasta que un vórtice se abrió y lo vieron desaparecer.

Ambos subieron las escaleras y tras asegurarse de que no había nadie en la biblioteca, se adentraron en los pasadizos de vuelta a la habitación. Allí Aileen tomó asiento en la cama, mientras veía a Nathair caminar nervioso, muy concentrado, pensando en la forma en que podrían salir del castillo sin levantar sospechas. Nunca hasta entonces lo había visto tan serio y ceñudo. Le pareció mayor. Pensó ella también en alguna solución, pero todas las ideas que se le ocurrían levantarían sospechas, por lo que se rindió.

—¡Ya lo tengo! —exclamó—. No se negará... y seguirá confiando en mí. No tardaré. Mientras, podías darte un baño; cuando regrese nos marcharemos.

—No quiero quedarme sola en la habitación.

—Entiendo —dijo pensativo recordando la visita de su hermano—. ¡Ya sé! Acércate, por favor.

Aileen obedeció sin saber qué se proponía. Nathair se quitó su colgante, su protector, y una enorme serpiente que casi ocupó toda la habitación salió de él y se plantó ante Nathair.

—Ahora la proteges a ella, serás su protector. Sal cada vez que cualquiera ose atemorizarla o hacerle daño, incluido mi hermano o yo mismo. Ahora actúas bajo sus órdenes.

Le colocó el colgante por la cabeza y la serpiente desapareció.

—Con él estarás segura. Ahora tira del cordón que hay junto a la cama y que el servicio te traiga el baño. Nos marcharemos cuando regrese.

Asintió agradecida, sin poder apartar la vista del colgante que le caía por encima del batín rojo. Se disponía a darle las gracias, pero cuando alzó la vista ya había desaparecido.

***

Nathair corría por los enormes pasillo cubiertos de tapices y pesadas alfombras rojas, sabiendo que todos los consejeros del inmortal le miraban extrañados. Se detuvo en seco ante las dos puertas rojas y llamó con fuerza. Sentía que el tiempo se le acababa. Quizás pronto descubrieran que estaba traicionándole, incluso que había ayudado a los Dra’hi, o que cuando se enfrentaba a ellos no lo hacía a todo rendimiento. Todo dependía de lo bien que actuara frente a Juraknar. No debía levantar sospechas, si no, no solo correría peligro su vida, sino también la de Aileen.

Cuando oyó al inmortal dándole permiso para entrar se adentró en la sala y se detuvo frente a él. Respiró hondo e imploró porque todo saliera bien.

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Ya hacía dos días desde su llegada a Draguilia, aunque a Xin se le hacía que llevase más tiempo. Acostumbrarse al clima le estaba costando trabajo, pues el día siempre estaba nublado, espeso y el poder de Juraknar se respiraba en el ambiente, agotándolo más de lo habitual.

Y tampoco ayudaba mucho que Xinyu se hubiera vuelto más exigente con los entrenamientos. Antes de llevarlos mañana a la Caverna de Hielo para recuperar sus poderes necesitaba que se acostumbrarse al triste entorno que allí se respiraba y por lo tanto sus entrenamientos se habían vuelto más exhaustivo. Al menos por hoy ya había acabado con él, por lo que regresó a la pagoda y fue derecho a la tercera planta, donde se hospedaban él y Kun. Shen, el monje, estaba en la primera planta, y Kirsten en la cuarta junto a Xinyu y Clay.

Y era gracias a ella por lo que su maestro le había dado un respiro, pues ahora estaba centrado en la chica, en ayudarle a controlar su poder.

Agotado llegó a la tercera planta y fue a su habitación. Era bastante amplia, aunque decorada con una pequeña cama, un diván que ocultaba una tina y un espejo y un baúl donde tenía guardado sus pertenencias. Tras tomar de este un bloc de dibujo y un par de lápices, se tumbó en la cama. Le gustaba dibujar, tanto que hubo un tiempo en el que se apuntó a clase de arte; fue allí donde conoció a Kirsten, pues ambos compartían la misma pasión por el dibujo. Al recordar aquellos momentos lanzó un amargo suspiro y observó los dibujos que había trazado los últimos días.

Siempre era el mismo. El rostro de la chica con la que había soñado: Niara.

Aún se preguntaba si solo era un sueño o una conexión real. Su teoría sobre esto último cada vez cobraba más fuerza, pues en esos momentos sentía a la chica junto a él, como si apenas le separaban unos centímetros. Y le había prometido ayudarla. Ojalá pudiera cumplir su promesa.

Finalmente decidió darse un baño antes de que su hermano y él tuvieran que preparar la cena. Otra de las muchas tareas que Xinyu les había impuesto.

***

Tras varias horas de entrenamientos y un agradable baño, Kirsten daba por terminado el día y se dirigió a la biblioteca de la cuarta planta. Sin duda era la estancia más cómoda de toda la pagoda. Sus suelos estaban cubiertos con alfombras de llamativos colores, donde especialmente destacaba el rojo. Todas las paredes estaban cubiertas por estantes repletos de libros, aunque Kirsten apenas llegaba a comprender la mayoría de ellos, pues estaba escrito en meirilia. El idioma que se hablaba en toda Meira, algo que descolocó a la chica, pues ella había entendido hablar inglés a Nathair y Nathrach.

Fue Clay quien le explicó algo más del lugar de sus raíces. Los Ser´hi habían aprendido el idioma con el trascurrir de los años debido a los viajes realizados, mientras que tanto ella, como Kun, Xin, Xinyu y él mismo, nada más pisar cualquiera de los planetas de Meira, hablaban su idioma. Una capacidad innata, dormida en su interior, como sus poderes, pero que se activaba al pisar esos mágicos terrenos sin que ellos se dieran cuenta.

El tema de la escritura ya era diferente, pues tenía que estudiarla y eso estaba intentando hacer, pero Clay le había ofrecido a la chica varios libros escritos en inglés por Xinyu y por él a lo largo de estos años, con todo lo que habían ido aprendiendo de Meira.

Y tras acomodarse en un sofá rojo frente a la chimenea, siguió ojeando el bestiario de aquel lugar. Al fin ponía nombre a muchas de las criaturas vistas en Serguilia.

Los Deppho en su día fueron humanos, ahora consumidos por la oscuridad, podredumbre y el desamparo. Eran caníbales y sus mordeduras podían ser letales, debido a las altas fiebres que les provocaban a sus víctimas.

Los Manpai tenían apariencia de hombre con un tatuaje de bestia en el pecho. Pero ese dibujo cobraba vida, se tragaba la apariencia humana y se convertía en ser peludo y enorme.

Kirsten observó que toda criatura, además de la descripción, iba acompañada de dibujos, lo que hizo mucho más fácil su identificación. Y enseguida reconoció al artista, era Xin. Él se había encargado de todos las ilustraciones del libro.

Siguió ojeándolo y llegó hasta la Oculta, la luna negra que cada cierto tiempo dominaba los cielos. Esa misma noche era de Oculta y todos le habían advertido de salir, a pesar de estar protegidas por los amuletos. De estos seres sabía que sus garras eran letales y que te podías trasformar en uno de ellos con un solo rasguño.

Finalmente interrumpió su lectura cuando Clay y Xinyu llegaron a la estancia. Era la hora de cenar y el salón no estaba lejos, se comunicaba con la biblioteca y tras acompañar a los hombres, entraron en la sala. Únicamente estaba decorada con una gran mesa de nogal y salvo algunos candiles que daban luz al lugar, nada más la decoraba.

Tras tomar asiento, Kirsten se dirigió a los hombres.

—Me gustaría saber mucho más, por ejemplo. ¿Qué significa Draguilia?

—Dragón —respondió Clay—. Y una cosa más, mientras estés en este lugar no debes decir el nombre del inmortal. Si lo haces un dragón cruzará un agujero negro y te despedazará.

—Vale, para nada quiero saber nada de ese desgraciado. Solo contarme más. ¿Qué significan los otros nombres?

—Es muy sencillo: Lucilia es luz, Aquilia es agua, Crysalia proviene de cristal y por último Serguilia, que es serpiente.

—¡Oh! —exclamó sorprendida—. Son muy bonitos. Y qué me podéis decir de Kun y Xin. ¿Dónde nacieron o qué tipo de vida tuvieron?

—Bueno —prosiguió Xinyu—, nacieron en unas islas al este. Xin apenas estuvo unas horas aquí, en cambio Kun ya tenía dos años cuando fue enviado a la Tierra y es difícil imaginar la vida que llevó, pues todos quienes le conocieron murieron, pero era hijo de un campesino. Así que imagino tuvo una vida humilde y su padre, al ver las marcas y en compañía de algunos hombres más, cruzó el océano para dejarlos a salvo en la pagoda; pero el inmortal ya sabía de su nacimiento, pues hubo una señal muy clara en el cielo. Un sabio monje decidió enviarlos a la Tierra, pensaron que sería el último lugar que visitara el inmortal; pero hubo una traición y los acabaron encontrando.

—¿De quién? —quiso saber la chica, mostrando interés.

—De Shen —confesó Clay.

—Shen es el hombre que vive aquí, ¿no? El que nunca habla.

—Le cortaron la lengua —explicó Xinyu.

—Él fue quien les habló de los Ser’hi y envió a la Tierra al inmortal, a la ciudad donde fueron enviados los niños. Los vi caer del cielo; cayeron ante mí porque soy un elegido —prosiguió Clay.

—¿Elegido para qué?

—Para mantener el orden en uno de los planetas; pero como ahora todo está bajo el dominio del inmortal, no sirve de nada. Con ellos había una carta escrita en chino. Yo no conocía el idioma, así que pensé llevarlo al restaurante donde conocí a Xinyu: él es otro elegido. El sabio que envió a los niños a la Tierra decidió escribir la carta en chino porque sabía que yo lo primero que haría sería llevarlo a alguien que comprendiera el texto, y ese era el abuelo de Xinyu. Ese mismo día se sellaron sus poderes.

—Aunque mañana los recuperarán —confirmó Xinyu—. No lo podemos retrasar más.

—¿Confiáis en Shen? —preguntó en susurros.

—Sí. Estuvo años en la prisión del inmortal, hasta que consiguió escapar, y desde entonces nos ha sido de gran ayuda. Kirsty, todos somos humanos y tenemos derecho a tener miedo y a querer salvar nuestra vida —añadió Clay—. Él nos ha sido de gran ayuda.

—Entiendo que confiéis en él, pero yo no lo haría —confesó la chica—. Imagino que cuando Kun y Xin cayeron ante vosotros estuvierais muy asustados y no sabíais qué hacer, además de desconocer todo sobre estos mundos. Y comprendo que os agarrarais a Shen como un clavo ardiendo cuando lo encontrasteis porque él tenía respuestas a todas vuestras dudas, pero los traicionó siendo bebés, ¿por qué no volvería a hacerlo? Lo siento, pero no confío en él, no puedo.

—¡Nos ha demostrado su confianza todos estos años! —le interrumpió Xinyu—. Y ya sufrió demasiado. ¿Sabes lo que les ocurre a los hombres en una prisión? ¿Lo que les hacen? Créeme, ese hombre ha aprendido la lección.

—Pues yo preferiría la muerte, antes que años de castigo. ¿Acaso me vas a decir que ese hombre no sabía que el inmortal lo torturaría una y otra vez con tal de saber más información? Hubiera sido mejor morir, antes que desvelar el paradero de Kun y Xin. ¡De unos bebés indefensos! ¡Es un monje! Su destino era protegerlos, ¿me equivoco? —preguntó y observó como ambos hombres asentían—. ¿Por qué los traicionó? ¿Acaso no tiene honor? ¿O lo educaron para ser un cobarde?

En ese instante la chica observó las caras de sorpresa de Clay y Xinyu. Hasta entonces no se habían dado cuenta de que Shen, Kun y Xin estaban en el salón, con bandejas, esperando servir la comida. Aunque a Kirsten no le importó que el monje hubiera escuchado sus palabras, sino que se le encaró.

—¿Cómo lograste escapar de las celdas del inmortal? Se supone que es muy poderoso y tú un mero hombre sin nada de poder. ¿Cómo lo hiciste? ¿O conseguiste un trato?

Shen desvío la mirada de la chica y se dirigió a Clay y Xinyu moviendo las manos, pues se comunicaba con la lengua de los signos.

«¡No voy a servir a la bastarda del inmortal! ¡Este engendro debería estar en Serguilia!»

Tanto los Dra´hi como Clay y Xinyu se quedaron sin palabras al descifrar lo que Shen les dijo.

—Soy hija de Clay —respondió Kirsten, con los ojos ligeramente enrojecidos sorprendiendo a todos los presentes porque comprendiera el lenguaje de signos—. Él me ha adoptado, soy su hija. Y no sé dónde pertenezco, pero de lo que estoy segura es que no voy a estar cerca de un gusano como tú.

Tras sus palabras abandonó la estancia aprisa y bajó las escaleras todo lo rápido que pudo hasta llegar al exterior y tomar grandes bocanadas de aire. No podía ser débil, no podía permitirse que esos comentarios la hiriesen. Era hija de Clay y era lo único que importaba.

Aun así necesitaba unos minutos para calmarse y comenzó a caminar por los alrededores.

***

En la estancia solo quedaban Shen, Xinyu, Clay y Xin. Kun había abandonado la estancia al poco de irse Kirsten.

—Entendemos tu recelo hacia ella por ser hija de quien es, pero debemos protegerla. Es inocente y ahora mismo se encuentra en un punto en el que detesta a todo hombre —explicó Clay—. Y tiene razón. Es mi hija, la he adoptado. Sé que es algo que no comprendes, pues son términos de la Tierra, pero ella es mi responsabilidad, mi hija y estoy orgulloso de la decisión que he tomado y quiero que la respetes.

—Xin, ve con tu hermano y Kirsten. Ya cenaremos más tarde —añadió Xinyu y el muchacho asintió aliviado debido a la tensión que se respiraba en el ambiente—. Te pido disculpas en su nombre. Para nosotros, al principio también fue difícil confiar en ti. Has de tener paciencia con ella; quizá sea más agresiva que nosotros. Es más joven e impulsiva, pero aprenderá a confiar en ti y respetarte.

El monje no dijo nada.

—Ahora ve y prepara la comida para el viaje de mañana —ordenó Xinyu.

***

A Kun no le llevó mucho tiempo encontrarla. Apenas se había adentrado en el bosque de bambú. En ese instante le daba la espalda y sobre sus manos bailaban dos llamas de fuego.

Si algo había comprendido el Dra´hi es que los poderes estaban conectados al estado emocional, lo que hacía que en ocasiones fuera difícil controlarlo. Y ahora mismo la chica no debería estar pasándolo bien. Shen había sido muy brusco y estaba el hecho de que varios dragones sobrevolaban la zona.

Los animales escupían fuego contra la pagoda, pero las llamas no llegaban a alcanzarlo, pues al igual que sucedía en la Tierra, estaban protegidos por una gran cúpula mágica creada por Xinyu, donde estaban a salvo.

—Eres una caja de sorpresas. No tenía ni idea de que hablases el lenguaje de signos —susurró Kun, colocándose tras ella y rodeándola por la cintura.

—Cuando pensé que podía aspirar a una vida mejor, además de centrarme en el atletismo para conseguir una beca, me apunté a varias clases para mejorar mi historial académico, como arte o lengua de signos. Aunque eso ahora da igual —susurró la chica. Alzó las manos y las llamas se convirtieron en dos esferas enormes que surcaron el cielo hasta evaporarse—. Mis deseos de una vida normal ya no tienen sentido.

Kun tomó su mano y ambos tomaron asiento en el suelo, con la espalda apoyada en una caña de bambú. Ninguno habló; la mirada de Kirsten estaba en el cielo, en los dragones que lanzaban una y otra vez sus bocanadas intentando alcanzarlos.

Entonces llegó Xin y se unió a su silencio. Tomó asiento junto a Kun y disfrutaron de la soledad. No fue hasta minutos después cuando Kirsten habló.

—¿Y qué va a ser de vosotros ahora? —quiso saber—. Sé que debéis recuperar vuestros poderes, pero una vez los tengáis, que debéis hacer con ellos.

—¡Ir a la guerra! —respondió Xin sin miramientos—. Para eso llevamos años preparándonos.

—No es tan sencillo —le interrumpió Kun—. Es cierto que nos preparamos para luchar, pero el que recuperemos nuestra magia en breve no significa que nos vayamos a por el inmortal desde ya. Debemos familiarizarnos con nuestros poderes y ayudar en los demás planetas. Tenemos que devolverles la paz y acabar con las criaturas que abundan en sus tierras.

—Entonces —prosiguió Kirsten—. ¿Qué será lo próximo que haréis en cuanto tengáis magia?

—En cada planeta el inmortal tiene asentado a sus ejércitos. Tenemos que liberar esas tierras, debilitarlo, ganarnos aliados y hacernos más fuertes —le explicó Kun—. Aún queda mucho camino por recorrer hasta que nos enfrentemos al causante de todo este mal.

—¡Todo esto es absurdo! —le interrumpió Xin—. Que recuperemos nuestros poderes no cambiará nada; ese hijo de perra nos puede machacar cuando quiera. ¿Por qué el destino de tantas personas está en nuestras manos? ¿Qué tenemos qué hacer? ¿Acaso durante nuestro viaje encontraremos algún secreto que nos desvele como derrotarlo? No sé qué tendremos nosotros de especial para derrotarlo.

—Sois los chicos de la profecía —dijo Kirsten—. Y eso debe de contar.

—Yo también estoy asustado —confesó Kun—. No eres el único que tiene miedo, Xin, pero estamos juntos en esto.

—Pues yo estoy acojonado —murmuró Xin lanzando una mirada a su hermano—. Hasta hace poco no había dado importancia a eso de ser hijo del dragón, el haber nacido en su año. Pero una vez Kirsten me hizo ver eso, repasé la profecía y tu solo estás para protegerme. Todo el peso de esta misión recae sobre mis hombros y no sé qué hacer, ni qué pasará, ni si una vez nos marchemos volveremos con vida.

De nuevo el silencio dominó al grupo. Ya estaba oscureciendo y los dragones comenzaban a retirarse, pues en breve sería noche de Oculta y ni ellos estaban a salvo de esos engendros.

—Podría ir con vosotros —añadió Kirsten—. Os puedo ser de ayuda. Hace casi un año que manejo el fuego y mientras más seamos, mejor.

—Dirás que llevas un año quemándolo todo —bromeó Xin.

—Tú has de quedarte aquí, con Clay y Xinyu —le recordó Kun—. Ellos se encargarán de que estés protegida.

La chica se levantó y con los brazos en jarras se encaró a los hermanos.

—¡No pienso quedarme aquí ahora que sé la verdad sobre Shen! —gritó señalando hacia la pagoda—. Si no tuvo escrúpulos para entregaros a vosotros, mucho menos lo tendrá para entregarme a mí.

Kun alzó la mano y tomó la de la chica, tirando de ella. Esta vez la protegió entre sus brazos y piernas y la abrazó con fuerza.

—Créeme, no te dejaría aquí si no supiera que es seguro. A nosotros también nos costó confiar en él, pero verás que es de fiar.

—Y si las palabras de Shen te han dolido, no es nada con lo que te espera cuando la gente se encuentre contigo —le hizo saber Xin—. Eres una paria, no, algo peor. Y la gente no solo te despreciará o insultara por ser hija de quien eres, sino que intentarán matarte.

—¡Clay es mi padre! —les recordó ella.

—Lo sé, cariño —dijo Kun—. Pero tus orígenes se han propagado como la pólvora por estas tierras y si viajas con nosotros, sufrirás mucho. Lo siento, pero esta es nuestra guerra.

La chica se zafó del abrazo del Dra´hi y mal humorada regresó a la pagoda.

—Me temo que esta noche no calentará tu cama —murmuró Xin, observando el gesto de sorpresa en su cara—. Os vi la otra noche. No cerrasteis la puerta del todo y contemplé como os magreabais y sé que durmió contigo.

—Solo dormimos, Xin, nada más.

—Ya que más da —añadió el chico poniéndose en pie—. Me rindo. Es evidente que ni por asomo puedo ganarme su corazón. Descansa, mañana partimos a recuperar nuestros poderes.

Kun disfrutó de unos minutos más de soledad, hasta que siguiendo las órdenes de su hermano regresó a su habitación. Mañana le esperaba un gran día.

***

Kirsten no dejaba de dar vueltas intentando conciliar el sueño, pero le era imposible. Por la ventana circular que decoraba la estancia en ocasiones se filtraban destellos rojos, la luz que desprendían los ocultos y seguro estaban cerca buscando presas.

Finalmente regresó a la biblioteca y volvió a tomar asiento en el sofá frente a la chimenea y retomó su lectura. Leyó sobre los Ser´hi, otras criaturas como los Rocda y también sobre las ninfas, casi de lo único bello que había leído. Y cansada de tantas criaturas, retomó el herbolario que también Clay y Xinyu habían escrito y Xin ilustrado.

Le gustaba conocer la flora de Meira, pues había plantas que eran de interés debido a sus propiedades curativas y entonces llegó a una que captó su atención.

Crecían en lagos, estanques y océanos. Tenían el aspecto de algas, pero terminaban en una esfera azul, que en realidad era una bola de viaje, aquella que había visto utilizar a Clay para abrir portales. Y no le importaba como, pero debía hacerse con una de ellas.

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