Despertar

Despertar


Portada

Página 19 de 44

Tras una larga caminata, Kun se sorprendió al ver que tanto a derecha como a izquierda había estatuas. Le parecían realmente extrañas y desconcertantes a la vez: cientos de guerreros repartidos por toda la sala, con armaduras y armas diferentes. Le recordaron a los guerreros de Xi’an. Parecía que estuviesen vivos y que en cualquier momento despertarían de su profundo letargo. Antorcha en mano, siguió por el pasadizo hasta ver el final, pero una compuerta de hielo cayó delante de él. Maldijo. Se giró y desenvainó la espada con la que había iniciado el viaje: los guerreros habían despertado.

***

A Xin le parecía que todo estaba demasiado silencioso. Marcaba los caminos por los que pasaba con su espada, pero no volvía a ver la marca; aunque sí había encontrado su capa, que también había dejado como señal. Así se dio cuenta de que había estado dando vueltas en círculo, cosa que comenzaba a cansarlo.

Estaba enfadado, furioso y frustrado. ¿No había sufrido ya demasiado? ¿No se había enfrentado ya a decenas de situaciones sin sus poderes y había salido mal herido? ¿No era hora ya de recuperar su magia?

Estaba seguro de haber demostrado que era un buen guerrero, que se merecía recibir su poder sin ninguna prueba. Y estaba realmente enfadado. Sentía que una gran energía recorría todo su cuerpo; quería gritar, patalear, pero lo único que hizo fue golpear la pared con todas sus fuerzas. Y entonces ocurrió algo que solo había visto hacer a Kun.

Durante unos segundos había roto el conjuro que bloqueaba sus poderes y los había usado. Había provocado una gran corriente que había hecho pedazos la pared. Ante él encontró en una sala completamente diferente. El frío era notable y el vaho la inundaba, haciendo sumamente difícil ver cuánto le rodeaba. Fue palpando las frías paredes hasta que captó su atención el brillo de dos luces, una verde y una azul: sus poderes sellados.

Decidido, caminó hacia ellas.

***

Kun estaba rodeado. Le acechaban una decena de guerreros de hielo. Mas no le importaba. Nada le iba a impedir recuperar su magia. Con espada en mano corrió hacia sus enemigos. Asestó golpes a derecha e izquierda, todos con agilidad, sin que a él le dañaran. También llegó a utilizar sus puños y patadas; pues los guerreros, a pesar de su aspecto, no eran agiles ni fuertes. Y acabó con ellos sin apenas esfuerzo, convirtiéndolos en pedazos de hielo. Entonces la puerta se abrió y continuó su camino.

Giró a la derecha, guiándose por un pequeño brillo que vio en la lejanía, y cuando llegó a una habitación circular encontró a Xin frente a la esfera azul. A él le pertenecía la verde. Ambos vacilaron ante sus poderes sellados y luego, sin pensarlo más, tocaron las esferas. Y durante un instante toda la sala se llenó de haces de luces de colores y cuando desapareció, los hermanos contemplaban sorprendidos la persona que se materializaba delante de ellos: era Xinyu, y ninguno de los dos comprendía qué hacía allí.

—¡Menuda sorpresa! —exclamó Xinyu mirando a sus alumnos.

—¿Qué haces aquí? —dijo Xin.

—Soy el elegido. Nunca hubiera pensado que Draguilia fuera mi destino.

—¿Eso qué quiere decir? —preguntó Kun extrañado.

—Mi abuelo siempre dijo que Clay y yo éramos dos elegidos, aunque no estábamos en activo. Quiere decir que si derrotáis al inmortal y liberáis Draguilia de sus sombras, yo seré el encargado de mantener el orden aquí.

—Serás el señor de todas las tierras de Draguilia —afirmó Xin—. Querido maestro, deberás actuar con mucho tacto. La gente de este lugar ha sufrido mucho.

—Ya lo sé —afirmó—. Y podéis estar seguros de que lo haré. Ahora, larguémonos, ya habéis terminado lo que habías venido a hacer. ¿Os sentís diferentes? —preguntó encaminándose hacia el laberinto.

Ambos hermanos se miraron y negaron con un gesto.

—Habrá que probar vuestros poderes. Ahora podréis viajar de la manera en la que lo hacen los Ser´hi o el inmortal. Utilizando vuestra magia y cuando lo hagáis, un círculo con un dragón se formará bajo vuestros pies. ¡Pensad en la pagoda y en ser trasportados allí!

—Dando clases hasta el último segundo —refunfuñó Xin—. Está bien, hagámoslo. Quiero dormir en una cama por última vez en vete a saber cuánto tiempo y tú querrás echar un polvo antes de irnos, ¿no? —miró a su hermano.

—Lo que yo quiera hacer no te importa —murmuró Kun, con los ojos cerrados, ya concentrado—. Y no me gusta que hables así de Kirsten. Es mi novia.

—¡Si ya son novios! —refunfuñó Xin, ganándose una mirada de reprocho por parte de Xinyu—. Sí, ya lo sé. Que me concentre de una maldita vez.

Xinyu lanzó un amargo suspiro y esperó que el esfuerzo y la disciplina de todos estos años dieran sus frutos.

***

Kirsten gritó cuando sintió que una de las criaturas le mordía en la pierna. Soltó una mano del sofá y con ella señaló al nido lanzando una esfera de fuego. Eso pilló de sorpresa a la persona que estaba en el fondo, aquella que la estaba arrastrando a aquel lugar y eso hizo que la chica saliera del nido y volviera a la habitación.

Aliviada observó como el vórtice se cerraba. Y aunque intentó ponerse en pie, no tenía fuerza para ello. Y así la encontró Clay.

—¡Dios mío! —exclamó el hombre—. ¿Qué te ha pasado? —preguntó tomándola en brazos y llevándola al sofá—. Estás sangrando. ¡Shen! —gritó y poco después el monje apareció—. Trae mi maletín. Kirsten, vamos Kirsten, vuelve en ti —le pidió golpeando su mejilla—. ¿Dime que te ha pasado?

El monje le ofreció a Clay su maletín, quien extrajo unas tijeras de él e hizo trizas el pantalón observando la mordedura, que afortunadamente solo era superficial.

—Tengo que desinfectarla. Sujétala, Shen, evita que se mueva.

Aunque con recelo, el monje obedeció y posó sus manos en los hombros de la chica e hizo presión para que no se moviera.

Poco a poco Kirsten volvía en sí y gritó cuando contempló a Shen agarrándola. Asustada lo golpeó con sus manos ya prendidas y el monje se lanzó al suelo intentando apagar las llamas que quemaban sus ropas.

Clay fue rápido en actuar y con su chaqueta apagó el fuego. Afortunadamente el monje, salvo el susto, no había sufrido ningún daño.

—¡Cálmate! —le pidió a Kirsten—. Te han mordido, voy a necesitar ayuda para curarte.

—No, no, no —gimió intentando ponerse en pie—. Él me ha querido enviar a Serguilia, al nido de los Deppho. Estamos protegidos por magia, nadie puede entrar, ¡me lo dijiste! —gritó nerviosa a Clay. El hombre estaba junto a su maletín, preparando un calmante—. Solo alguien de dentro me la ha podido jugar. ¡Ha sido él! ¡Me quiere en Serguilia! ¡No, Clay, no hagas eso! —le pidió al ver el calmante—. Por favor, no.

—Llevas días sin dormir y necesitas calmarte. En este estado podrías quemarnos a todos.

—¡No me duermas! —le suplicó—. Ya me calmo.

—Lo siento, pequeña, es por tu bien —susurró entristecido al ver las lágrimas que recorrían sus mejillas—. No te pasará nada. Estarás a salvo.

Finalmente el hombre le inyectó el calmante y la chica cayó rendida. Fue entonces cuando Clay la llevó a su habitación y una vez allí se encargó de sus heridas. Tuvo que darle algunos puntos e inyectarle antibióticos. Aun así, sabía que tendría fiebre, pues las mordeduras de esos engendros provocaban mal estar y hasta la muerte si no se trataba a tiempo.

Y tras arroparla se fue en busca de Shen. El monje debía estar muy asustado por la experiencia.

A pesar de los efectos del calmante, Kirsten luchaba por no rendirse a ellos y más cerca del sueño que de la consciencia, pidió al dragón que saliera de su colgante. Al instante escuchó su gruñido y haciendo un gran esfuerzo, abrió los ojos.

El animal estaba erguido frente a Nathair. El muchacho tenía las manos en alto.

—Kirsten, solo he venido a traerte un mensaje. No voy a hacerte daño, ¿recuerdas? Te ayudé y lo haré siempre que pueda.

—¡Ven! —susurró la chica al dragón, quien obedeció de inmediato—. ¿Cómo has entrado? ¡El hechizo…!

—Ahora mismo no hay ningún hechizo protegiéndoos. Es por eso por lo que he venido. ¡Tenéis un traidor entre vosotros! Le escuché hablar con tu padre. No reconocí quien era. Iba oculto, pero debes tener cuidado. No te quedes aquí o acabarás en manos de Nathrach.

La chica se frotó los ojos e intentó incorporarse, sin éxito. Para el Ser´hi era evidente el estado en el que se encontraba y cauteloso, caminó hacia la mesilla de la chica y sobre ella dejó un broche en forma de serpiente con el que cerraba su capa.

—Te veo muy desorientada e imagino que piensas que estás soñando, pero no es así. He estado aquí y cuando vuelvas en ti y veas el broche, eso te asegurará de que mi presencia ha sido real. Por favor, Kirsten, márchate. ¡Estás en peligro!

Tras sus palabras el Ser´hi se dirigió a un tapiz de la habitación que tras correrlo dejó al descubierto un pasadizo, por el que se coló.

Finalmente Kirsten se rindió a la medicación.

***

Horas más tarde, Clay paseaba por el bosque. Apenas se había alejado de la pagoda, pero necesitaba respirar aire puro y aclarar su mente. Intentar calmar a Shen no había servido de nada. Si a Kirsten le dolió las palabras que dijo cuándo se vieron, lo que el monje había expresado tras el incidente había sido cruel.

Clay se consideraba un hombre nada violento, pero había estado muy cerca de golpear al monje. Tras lanzar un amargo suspiro se apoyó en una caña de bambú y encendió un cigarrillo. No fumaba, pero en situaciones de mucho estrés, de vez en cuando fumaba algún que otro cigarro. Y llevaba unos días muy tensos; Kun y Xin lejos y apunto de marcharse. Kirsten casi había sido enviada de nuevo a Serguilia, algo que sentía profundamente. Le había prometido que no volvería a esas tierras y casi no lo había logrado.

Si hubiera estado en la pagoda hubiera escuchado sus gritos… pero estaba en el puerto, esperando ver de vuelta la embarcación de Kun, Xin y Xinyu.

Sus tristes pensamientos se interrumpieron cuando a poca distancia de él vio dos círculos formarse. Uno azul y otro verde, cada uno de ellos con un dragón en su interior. Rápidamente hizo apagar el cigarrillo y con agrado observó la vuelta de sus chicos, junto a Xinyu.

¡Al fin habían recuperado los poderes! Feliz acudió en su encuentro y los abrazó. Tenía muchas preguntas qué hacerles, pero ellos también, en especial Kun, que enseguida se preocupó por el estado de Kirsten y tuvo que confesar lo sucedido.

Los chicos regresaron a la pagoda, mientras que Xinyu permaneció junto a Clay.

—¿Por qué no me das un cigarrillo y me cuentas con calma lo que he pasado?

Clay se lo ofreció a Xinyu y tras encenderlos, se pusieron al día sobre lo sucedido en su ausencia.

***

Cuando Kun entró en la habitación de Kirsten no le sorprendió encontrar al dragón tumbado en el suelo: amparándola.

—¡Buen protector! —exclamó él. Y tomó asiento en la cama de la chica—. Kirsten, estoy de vuelta. Ya he regresado.

Ella abrió los ojos muy despacio, aún desorientada y en estado febril. No se encontraba muy bien, pero tuvo fuerzas necesarias para incorporarse.

—¿Cómo ha ido todo?

—Míralo por ti misma —dijo Kun, mostrándole las palmas de sus manos. Sobre estas comenzó a brotar pequeñas motas de hielo que acabaron adquiriendo el aspecto de un pequeño dragón oriental que daba vueltas sobre si mismo. El chico guío a su criatura hacia la frente de la chica, logrando calmar su temperatura, para después ascender y evaporarse tras convertirse en pequeñas gotas de agua.

—Es precioso… yo también he estado practicando —añadió ella e hizo lo mismo que Kun. Mostró las palmas de las manos hacia arriba y al instante dos llamas crecieron en ellas que acabaron adquiriendo el aspecto de un dragón, pero muy diferente al del chico. Era un animal fiero, con alas, que escupía fuego y era conocido por su violencia. Pero entonces ocurrió algo que sorprendió a ambos. El animal cambió. Se trasformó en un pequeño fénix que tras dar un par de vueltas por la habitación, se esfumó—. Vaya, esto es nuevo. No había pasado nunca.

—Bueno, ambos son animales de fuego —le hizo saber Kun a la vez que se ponía en pie. Se descalzó con rapidez, se quitó la camisa y se introdujo en la cama junto a la chica—. Te he echado de menos y no me importa lo que digan Clay o Xinyu. ¡Hoy dormiré contigo!

Kirsten se acurrucó junto al cuerpo del muchacho, quedando protegida por sus brazos y su pecho.

—Sé lo que ha pasado —susurró el Dra´hi—. Lamento no haber estado aquí. No volverá a pasar, te lo prometo… porque he decidido que viajarás conmigo.

La chica se quedó sin palabras; él únicamente la besó y concilió el sueño a su lado.

Cuando Kirsten despertó, la luz de la mañana ya bañaba la habitación. Y se permitió descansar algo más, junto a Kun. Con él las pesadillas siempre cesaban y había dormido como no lo hacía en días. Y en la tranquilidad de la que disfrutaba un recuerdo cruzó su mente: Nathair.

Es cierto que estaba muy sedada y se preguntaba si el recuerdo del muchacho era real o no. Con una exhalación se incorporó y miró hacia la mesilla y allí vio el broche que el Ser´hi le había dejado. Necesitaba tocarlo, saber que era real, por lo que saltó por encima de Kun y cuando su pierna herida posó el suelo, cayó de bruces. Tal estruendo despertó al Dra´hi, que desorientado se frotó los ojos y encontró a la chica en el suelo. Realmente la posición resultaba bastante cómica, pues la camisa que utilizaba como pijama se le había levantado, dejando al descubierto unas braguitas negras.

—¿Se puede saber qué haces? —se interesó, ayudándola a tomar asiento en la cama—. Aunque quizás no quiera saberlo y prefiero que me sorprendas todas las mañanas de esa manera, mostrándome tu ropa interior —susurró rodeándole por la cintura a la vez que mordisqueaba su garganta—.Y tu culito en una posición tan sugerente.

—¡Kun! —exclamó ruborizada.

—Perdona, perdona, pero es tan divertido bromear contigo y ver cómo te ruborizas. Pero ya paro. Ahora dime, qué ocurre.

—Nathair estuvo aquí y me dejó esto —explicó mostrándole el broche en forma de serpiente—, además de una advertencia.

Ahora que Kirsten tenía el objeto en la mano, sabía que la visita de Nathair había sido muy real y tras hablar con Kun sobre el mensaje que el Ser´hi le había trasmitido, Kun reunió a Xin.

Más tarde, tras vestirse y desayunar, los tres meditaban sobre tales palabras en la biblioteca. Habían querido trasmitir lo sucedido a Clay y Xinyu, pero en la cocina encontraron una nota que indicaba que junto a Shen iban a buscar en los alrededores que podía haber fallado la noche anterior.

—¿Por qué íbamos a creerlo? —preguntó Xin—. Hemos peleado con él durante años. Es nuestro enemigo.

—No creo que sea tan sencillo —murmuró Kun—. Nos ayudó cuando secuestraron a Kirsten y no se esfuerza al máximo cuando pelea con nosotros.

—Además —interrumpió Kirsten—, me ayudó. Me dio una cuchilla con la que pude desatar mis manos.

—Te recuerdo que Nathrach incrustó esa cosa en tu pierna. Puede que ni te estuviera ayudando, solo formase parte del juego sadomaso que los dos pensaban a llevar a cabo contigo. ¡Paso! —refunfuñó Xin poniéndose en pie—. Me niego a confiar en él.

El pequeño de los Dra´hi abandonó la estancia hecho una furia, seguido de Kirsten y su hermano.

—¿Por qué estás tan enfadado, Xin? —quiso saber Kirsten—. Es evidente que es Shen quien os quiere hacer daño. Ya lo intentó cuando erais unos bebés.

Entonces el Dra´hi se giró y le hizo cara.

—¿Qué tiene Nathair? Apenas le conoces y hasta hablas con más cariño de él que de mí.

Kirsten tragó saliva antes de responder.

—Es su mirada. Sus ojos. Sé lo que veo en ellos, el dolor que refleja e imagino que no ha tenido una vida fácil. Como yo… —susurró tomando la mano de Xin—. Siento haberte herido, de verdad que lo siento, pero me gusta tu hermano, pero tú eres muy importante para mí. Xin, eres mi amigo, mi único amigo y me importas. Me importáis los dos y tengo una sorpresa para vosotros. Algo que he conseguido mientras estabais fuera.

Kirsten tomó la mano de Kun y le tendió la otra a Xin. El Dra´hi vaciló, pero la tomó y juntos subieron al último piso de la pagoda. Allí, sobre un pilar, los chicos vieron dos espadas.

—Son armas mágicas. Las conseguí gracias al Tig´hi. Es una larga historia, pero cogerlas, son vuestras. ¡Vamos!

Kun y Xin obedecieron y tomaron las preciosas espadas. Al desenfundarlas ambos sintieron que eran especiales, mágicas. Su energía vibrante revitalizaba sus cuerpos y fluía por ellos.

Ambos se giraron hacia la chica y observaron a una persona tras ella: alguien cubierto con una capa negra. Y antes de que pudieran reaccionar, el hombre creó un vórtice del que ignoraban donde les llevaban, pero en el que apreciaban a los hombres de Juraknar.

Una fuerza invisible arrastró a Kirsten a través del agujero, en compañía del encapuchado y los hermanos hicieron lo mismo. Con espadas en manos se lanzaron en pos de los ejércitos de Juraknar.

21

L

a

r

g

a

e

s

p

e

r

a

(

D

a

k

s

h

a

)

Lizard y Daksha habían viajado durante una noche y parte del día para poder contemplar con sus ojos lo que el ejército del inmortal había hecho con el castillo Flor de Loto. Estaba en el interior de un cráter y se iba llenando de agua conforme transcurrían las horas.

Ambos lo contemplaban todo desde la seguridad de una meseta. Allí veían apostados los ejércitos de Juraknar, aunque no entendían por qué. Quizás esperaban que algunas de las damas estuviera con vida y eso explicaba el manto gris que cubría el día.

Daksha silbó, alargó su brazo derecho y allí fue a parar su halcón. Le ofreció algo de comida para que emprendiera su largo viaje. Momentos antes había investigado en las llamas, pues estas podían decirle algo, y sus noticias habían sido reconfortantes. Los Dra´hi vendrían y ellos estaría esperándolos.

—¡Al sendero de Gwen! —exclamó Daksha alargando el brazo y obligando a su halcón a que emprendiera el viaje.

—¿Por qué envías al pajarraco a un lugar tan lejano?

—Porque quiero que me informe si ve algo peculiar.

—Estamos en Lucilia, lo único peculiar que ha ocurrido últimamente ha sido la aurora boreal de ayer por la noche; por cierto, podíamos habernos ido de esta cloaca y parar a otro lugar.

—¡A otra cloaca! —exclamó divertido—. Aun así quiero quedarme aquí un par de semanas más.

—No sé por qué te aferras tanto a este maldito lugar.

—Amigo mío, estás de mal humor. Estoy seguro de que has recibido noticias de Francis que no son de tu agrado.

—No hace mucho ha llegado una paloma mensajera. Esperaron en Lobo Azul durante dos noches, hasta que apareció la aurora boreal y tras ella vieron el nuevo lugar al que irían a parar. ¿Adivina dónde están?

—Déjame pensar... Crysalia.

—¡Sí! —exclamo furioso—. Esperaré unos días en este infierno y si no me gusta subiré a los montes y aguardaré hasta que el fenómeno de la aurora aparezca de nuevo y abra otra de sus malditas puertas. Espero tener suerte e ir a parar a Crysalia de un intento.

—Lizard, si decidimos quedarnos aquí es porque tanto tú como yo hay cosas que no queremos revivir en Crysalia. Además, debemos pertenecer en Lucilia y proteger a las damas.

—¡Están muertas! —exclamó Lizard—. Todas. Mira el cráter en el que se ha caído el castillo; no habrán sobrevivido.

—Amigo, si tu deseo por las voluptuosas curvas de Francis todavía no te han cegado, podrás ver por ti mismo que no estamos condenados a la oscuridad. Una sobrevive, pero es imposible ayudarla. Quiero mostrarte una cosa; he vuelto a indagar en las llamas me han traído un mensaje esperanzador.

Ambos hombres tomaron asiento y en un momento encendieron un fuego. Daksha recogió una bolsa de terciopelo y de su interior extrajo unos polvos azules que no dudó en lanzar al fuego. Las llamas fueron adquiriendo la misma tonalidad; bailaban a un ritmo frenético y pronto comenzaron a tomar forma.

Lizard forzó la vista y se frotó los ojos. El rostro de una joven apareció en el fuego, una muchacha de cabello castaño claro, ondulado, el cual caía unos centímetros por encima de sus hombros. Dos chicos más la acompañaban. Los tres eran desconocidos para él. La visión desapareció y el fuego volvió a la normalidad. Daksha lo extinguió con rapidez, evitando así llamar la atención de los ejércitos del inmortal.

—Ella me ayudará.

—¿Quién es?

—Creo que es la hija del inmortal. Reconozco a los jóvenes que están con ella: son los Dra´hi —explicó—. Había perdido toda esperanza, hasta que los espíritus de las llamas me la han mostrado. Me ayudará, lo sé; liberará mi dolorida alma y podré ser el que era antaño.

Lizard no dijo nada, tan solo se puso en pie y lanzó tierra sobre las llamas que su amigo no había llegado a extinguir. Luego obligó a Daksha a recoger sus pertenencias, volver a montar en sus caballos y alejarse de los ejércitos del inmortal antes de que fueran descubiertos. Él mejor que nadie entendía su sufrimiento y no sabía por qué insistía en que la hija de Juraknar podría llegar a liberarlo si el mismo no lo había conseguido por mucho que lo había intentado. Sabía que se le acababa el tiempo y no quería que se ilusionara con que alguien podía liberarlo, eso era imposible. Suspiró y decidió ocultar su estado de ánimo para no preocupar mucho más a su amigo.

—Bueno, te acompañaré al lugar al que deseas ir a cambio de un juramento.

—¿Qué? —preguntó extrañado.

—No sé qué quieres que hagamos en el sendero de Gwen, pero si una vez allí, por lo que sea, no encuentras lo que buscas, subiremos a Lobo Azul y esperaremos como estatuas a la aurora boreal, y una vez que aparezcas nos marcharemos. Y todavía no he terminado —dijo cuándo advirtió que iba a interrumpirlo—. Nos iremos, ambos entraremos en Madame y tú, querido amigo, te dejarás hacer de todo por mis preciosas chicas; quizás ellas consigan borrar tu expresión sombría y tu mal genio. ¿Hay trato o no hay trato?

—Está bien —aceptó de mala gana—. En unos días sabremos quién de los dos ha acertado. A cambio, si encuentro lo que busco, me acompañarás sin rechistar.

—Soy un hombre de palabra —aceptó.

Daksha suspiró por la tranquilidad de su amigo y se preguntaba si no podría llegar a ser como él. Quizás las experiencias de su vida le habían hecho convertirse en una persona seria y reprimida; sin embargo, su amigo solo ansiaba viajar de un lugar a otro por medio de la aurora boreal. Hacía años que habían descubierto que tal fenómeno en realidad servía de puerta de un lugar a otro completamente diferente, aunque le resultaba incómoda, ya que, una vez cruzada, sentía que todo su cuerpo iba a explotar. Desde que se hicieron amigos habían visitado desde Serguilia, al que no ansiaban regresar, hasta Aquilia, él más agradable, ya que era el único lugar al que el inmortal no había sumido en sombras: necesitaba un lugar normal en el que los animales pastaran y la naturaleza creciera... Aunque su frío era devastador, pero la luz de los soles era sumamente agradable. No obstante, era cierto que se trataba de un lugar muy peligroso. Suspiró y miró a las ruinas del castillo. Una de las chicas luchaba por su vida, pero sabía que era imposible ayudarla: estaban en minoría contra los ejércitos del inmortal y los dragones no dudarían en darle muerte en unos segundos. Él no poseía cualidades mágicas, tan solo una excelente agilidad con el arco y buena mano manejando la espada, además de saber interpretar la naturaleza, el movimiento del aire y llegar a sentir su dolor. Y esto era quizás lo único mágico que controlaba, pero no resultaba un gran poder contra el inmortal.

—¡Te prometo, Daksha, que si la hija del inmortal es la solución para que te pongas bien, no pararé hasta encontrarla! —le aseguró Lizard—. Cueste lo que cueste y la usaremos para nuestros fines.

Y mientras los dos se dirigían a su nuevo destino, Niara dormía muy cerca del fuego de la biblioteca, sumida en un pesado sueño, sin advertir que el agua subía con rapidez y que pronto la sala en la que se encontraba estaría inundada.

22

L

a

g

u

n

a

s

(

N

a

t

h

a

i

r

)

Nathair apareció en la cabaña, cruzó el vórtice sin demora y al instante lo hizo cerrar. Encontró a Aileen frente al fuego, dándole la espalda.

—¡He vuelto!

La princesa se giró al escuchar su voz y una tímida sonrisa asomó en su pálido rostro.

—¿Ha ido todo bien? ¿Te han descubierto?

—Todo ha salido bien. He podido hablar con ella y advertirla. ¿Tú cómo te sientes? El cuarzo está cambiando de color, pronto estará rosa.

Se dispuso a quitárselo, pero ella se lo impidió.

—Yo llevo tu guardián y tú llevas mi cuarzo, así también sabré si tú te encuentras en peligro.

Ir a la siguiente página

Report Page