Despertar

Despertar


Portada

Página 30 de 44

—Ya has admitido que tu linaje no seguirá. Tienes cientos de bastardos, pero ninguno portador de la inmortalidad o de tu fuerza. Temes que tu estirpe desaparezca, te sientes amenazado y puedo comprenderlo. Prueba a mezclar mi linaje con el de los Ser´hi. Gozo de un excepcional poder y excelentes habilidades, además de una larga vida.

—Sería extraño. Una serpiente con un insecto —lanzó una estrepitosa carcajada. A Eliska le dolió oír semejante descripción de su raza. No podía permitir que nadie los llamara insectos; pero como mujer inteligente que se consideraba, se mordió la lengua—. No tendré descendencia inmortal, no he engendrado bastardos con mi marca; lo único que quiero es que mi estirpe luzca en su pecho la marca del dragón, no seres con un aguijón escondido en su mano o alas en el interior de un cuerpo con fachada humana. No me insultes con la idea de tu unión con los Ser’hi. Ahora retírate.

Eliska abandonó la habitación dolida y se encaminó hacia sus aposentos, en la sala este, lugar donde dormía Juraknar. Durante su estancia en el castillo le había servido como amante y se merecía algo más que ser humillada porque su raza proviniera de los insectos. Suspiró y entró en sus aposentos. La mayor parte del espacio lo ocupaba una cama roja con doseles del mismo color por delante de un gran ventanal. A la derecha, a unos metros de la mesilla de noche, estaba la puerta que daba a los aposentos de Juraknar. Agotada, se dejó caer sobre la mullida cama y ocultó su rostro en la almohada. Se merecía un trato mejor, y del desprecio hacia su persona era culpable una persona: Kirsten…Tal vez se mereciese ser atravesada por su aguijón en lugar del Dra´hi. Solo debía esperar su oportunidad y después haría lo que le viniera en gana, en lugar de lo ordenado por el inmortal.

D

o

b

l

e

s

(

L

i

z

a

r

d

)

Tras un largo avanzar, el grupo vio el poblado. Las casas eran de piedra y los tejados de pizarra y se encontraba rodeado de montes. Ascendía en espiral hasta una cierta altura, lo que, según Lizard, tenía un sentido: cuanta más alta la vivienda, más alto el rango de las personas que la habitaban.

No tardaron en aparecer más hombres, todos cubiertos con pieles, que se acercaron a Daksha y lo abrazaron con mucho cariño. Lo mismo hicieron con Lizard, a quienes alguno les tendieron la mano y otros abrazaron, mientras que los Dra´hi y las chicas permanecieron atrás, aguardando las indicaciones de alguno de los hombres.

Pero entonces a todos les sorprendió la actitud de Niara. Se puso delante de Xin, tomó el rostro del chico entre sus manos y mientras se acercaba a sus labios, le susurró.

—He leído mucho sobre este pueblo y me da miedo que me sometan a sus deseos carnales. Si ven que tú… que tú eres mi hombre, nadie me hará daño —confesó la dama ante un estupefacto Xin.

La chica besó al menor de los Dra´hi y durante un instante el silencio reinó en el poblado. Las miradas de muchos hombres fueron a la pareja, en especial hacia Niara, pues muchos habían sido los que albergaban la ilusión de pasar una noche con ella, pero en su rostro ya se apreciaba desilusión.

Tras un largo instante, Niara se separó de Xin y agachó la cabeza avergonzada. Aun así sus dedos se deslizaron con los del muchacho y los agarró con fuerza.

Con horror, Kirsten observó que las miradas de muchos ahora estaban en ella. En sus ojos se apreciaba el deseo, aunque guardaban las distancias debido a Kun, quien la tenía tomada de la mano y cuando miró a Lizard, observó que este le hacía un gesto señalando a Niara y entendió que ella debía hacer lo mismo.

—Nadie va a obligarte a hacer nada —protestó Kun con la mirada hacia los hombres—. Ni siquiera ha demostrar que estamos juntos. ¡Nosotros no somos salvajes!

Kirsten se puso de puntillas y besó a Kun con rapidez, para al instante apoyarse sobre el pecho del Dra´hi.

—Lo único bueno que he sacado de la pesadilla que llevo meses viviendo, es que estemos saliendo juntos y no me avergüenza demostrar ante nadie cuanto te quiero.

A Kun le sorprendieron sus palabras. Es cierto que ya había habido otras ocasiones en las que se habían expresado amor mutuo, pero había sido tras algunos momentos de pasión. En cambio ahora lo confesaba serena, fríamente, sin temblor en su voz y eso lo emocionó más todavía que la primera vez.

Feliz tomó su rostro entre sus manos.

—¡Yo también te amo!

—¡Vale, vale! —intervino Lizard separándolo—. Con una muestra es suficiente. No hace falta que restreguéis a todo el poblado lo afortunados que sois por estar con mujeres. Ahora os debo presentar a Lobo, el líder de esta gente. Vosotras —añadió en dirección a Niara y Kirsten—. Ocupad esa cabaña. Más tarde os visitaré y os asignaré un lugar a cada pareja.

Las chicas se dirigieron a la pequeña casa que el hombre les había dicho, mientras que los Dra´hi siguieron a Daksha y Lizard hasta la cabaña más alta del poblado, donde les aguardaba Lobo. Era un hombre alto, de constitución fuerte, que al igual que otros tantos del poblado vestía pieles de animales. Sobre su pecho desnudo destacaba el tatuaje de la cabeza de un lobo labrado con tinta azul. Poseía una larga cabellera oscura lisa y sus ojos eran tan negros como las alas de un cuervo.

—Bienvenidos hijos del dragón. Esperábamos vuestra llegada desde tiempo atrás y nos alegra mucho que estéis de vuelta.

—Somos nosotros quienes estamos agradecidos —añadió Kun—. Sabemos que darnos refugio puede ser inconveniente para vosotros, por ello no demoraremos nuestra estancia. Solo espero que no les importe que nos quedemos aquí los días de Oculta. Después de eso proseguiremos nuestro viaje hacia el norte.

—Podéis permanecer aquí cuanto necesitéis —dijo Lobo—. Ahora si nos disculpáis, Lizard os mostrará vuestras estancias mientras yo hablo con Daksha.

Tanto Xin como Kun expresaron su agradecimiento y en compañía de Lizard, se marcharon.

Ya a solas, el gesto de Lobo cambio y se volvió taciturno y serio.

—He visto en el fuego a la chica que les acompaña, la mujer que ha pisado mi poblado en su compañía. Dime Daksha, ¿has perdido la cabeza? ¿Por qué ayudas a la hija del inmortal?

***

Axel estaba escondido cerca de una cabaña del poblado. Se conocía de memoria las cavernas de hielo, sus trampas, entradas secretas, todo, ya que ese lugar había sido su hogar durante mucho tiempo.

Quince años atrás. Él y Lizard solo eran unos críos y vivían en Aquilia, lugar donde fueron a parar los últimos de su raza. Pero los hombres del inmortal atacaron su poblado y solo sobrevivieron ellos dos. Vagaron durante días por los helados lugares de Aquilia hasta que una noche vislumbraron la aurora boreal.

Sus padres siempre le habían hablado de ella, una extraña luz que les podría llevar a lugares que ni siquiera podían llegar a imaginar, por lo que corrieron hacia ella y, cuando estaba a punto de desaparecer, la cruzaron.

Sintieron un dolor insoportable; todo su cuerpo se retorcía, y de pronto cayeron fuertemente contra el suelo, donde permanecieron un buen rato, y hubieran estado así horas si unos hombres no les hubieran levantado bruscamente. Habían caído en el poblado Lobo Azul, quienes los acogieron como si fueran de los suyos. Pero él ambicionaba más. Al contrario que Lizard, no podía permanecer mucho tiempo en un lugar. Parte de su adolescencia la pasó viajando de un lugar a otro, conociendo los terrenos de cada uno de los planetas de Meira y las diferentes razas, dominándolas.

Intentó hacerse con el control de todas las tierras de Meira; él y sus ejércitos se extendieron por casi totalidad de los planetas, exceptuando Serguilia y Draguilia. Todos le temían y por cada tierra que pasaba más hombres se le unían. Solo le quedaba Lobo Azul, y lo atacó una noche de Oculta.

Sus hombres perecieron bajo las manos de sus guerreros y de los ocultos, y él huyó, perseguido por Lizard. Llegó hasta los fosos, donde Lizard le alcanzó y ambos comenzaron a pelearse. Moribundo, Axel cayó al interior de uno de los agujeros, y allí lo encontró Juraknar. Este último había matado a todos los de su raza y lo necesitaba. Prometió darle de todo a cambio de su fidelidad, y aceptó. Lo único que quería era vengarse de Lizard, que lo había dejado en aquel foso a expensas de los seres que allí vivían, los cuales se alimentaron de su cuerpo durante días.

Agitó la cabeza intentando sacudir el pasado y con el aspecto de uno más de la tribu, comenzó a caminar por los alrededores. Debía encontrar donde se escondía la hija de Juraknar e idear un plan para sacarla de allí.

***

Daksha guardó silencio durante un instante y agotado tomó asiento frente a la chimenea, donde Lobo le acompañó.

—Ella es la solución para salvar mi vida, para curarme de la enfermedad que por cada día qué pasa me consume más y más. Me lo ha mostrado el fuego, lo he visto con mis propios ojos. ¿Cómo no iba a aliarme con ella? Ella se hará con el antídoto.

Lobo refunfuñó y de sus ropajes tomó una pipa, que tras encenderla, se la tendió a su amigo.

—Supuse que tenías una buena razón. Aun así temo que su presencia nos de problemas y traiga a los hombres de su padre a nosotros.

—Solo deja que pasemos aquí los días de Oculta. ¡Debo descansar, lo necesito! Ellos no saben nada de mi enfermedad. Lizard los ha mantenido engañados en todo momento y ha de ser así, pues son los Dra´hi y el mayor de ellos está enamorado de la chica. Si nos descubren, nos matarán.

—Está bien, Daksha. Sois bienvenidos. Informaré a los demás hombres de la situación para que ninguno haga daño a la chica.

Daksha se puso en pie y le dio las gracias. Se dispuso a salir de la estancia, pero antes se dirigió a Lobo.

—A pesar de que sea su hija, has de saber que no es mala semilla. Se enfrenta a su padre con todo su ser; lucha con ansias y ahínco. Y, a pesar de que la estoy utilizando, también te digo que no dejaré que caiga en manos de su padre y sea sometido al destino que este tiene preparado para ella. Es cruel y ella… ella es buena chica.

Sin más, se encaminó a la cabaña que él tenía asignado. Nada más ni nada menos que la que estaba por debajo de Lobo, pues él era el segundo al mando en el poblado.

***

La primera noche de Oculta había llegado y el poblado estaba protegido por amuletos para evitar su invasión. Aun así, Lizard había pedido a los Dra´hi, a Kirsten y Niara que no salieran de sus cabañas. Por el hombre habían descubierto que todas las casas estaban comunicadas entre sí gracias a unos túneles subterráneos, los cuales llegaban a las montañas en caso de ser atacados.

Muy pronto escucharían alaridos y verían luces rojas en la noche y eso provocó que un escalofrío recorriera a Axel y se obligó a actuar con rapidez, pues ya había descubierto donde descansaba Kirsten y se dirigió a la cabaña. La encontró durmiendo; pero desgraciadamente el Dra’hi estaba con ella. Lo observó un largo rato y luego hizo cambiar su apariencia para tomar la de Kun. Ahora solo tenía que librarse de él. Llamó a la puerta y pronto se encontró con la sorpresa del Dra’hi al ver su propio reflejo. De una bolsa de terciopelo azul que llevaba atada a la cintura extrajo unos polvos dorados y los sopló en dirección al Kun, que no pudo evitar que se adentrara por sus fosas nasales y garganta, provocándole al instante un gran agotamiento.

El lizman le agarró fieramente de la nuca, arrastrándolo hasta la nieve, donde lo lanzó. Lo observó con desprecio; su cuerpo se encontraba bajo los efectos de un fuerte veneno. Ningún músculo actuaría a su deseo e irrumpió en la habitación, donde se sacudió las manos. Caminó hacia la mesa, donde reposaba una preciosa espada guardada en una vaina negra con un dragón dorado. Parecía afilada y supuso que valiosa. Cualquier guerrero daría lo que fuera por poseer un arma como aquella. Observó a la chica durmiendo y con decisión cogió la espada. Estaba tan caliente que gritó de dolor. Quemaba como si fuera acero recién sacado del fuego.

Los gritos despertaron a Kirsten. Abrió los ojos y se sorprendió por lo que vio. A unos metros estaba Kun y su arma se le había caído de las manos, que estaban quemadas. Fue entonces cuando recordó las palabras de Nad: solo su verdadero dueño podían empuñarla.

Aquella persona no era Kun.

Presurosa lanzó las ropas hacia atrás, saltó de la cama y corrió hacia la salida. Pero de repente algo pegajoso le agarró el pie, haciéndola caer contra el suelo. Se giró y observó que quien se parecía tanto a Kun poseía una larga lengua, como la de un lagarto, y la tenía cerrada sobre su tobillo impidiéndole caminar.

—¡¿Quién eres?!

Axel rió por la pregunta de Kirsten. Bajo su apariencia de Kun y con su larga lengua la arrastró hacia él, disfrutando con su mirada de terror.

Kirsten palpó el suelo en busca de algún objeto. Encontró una de sus botas y golpeó la lengua de Axel, provocando que se recogiera en su boca.

Se puso en pie. Pensó en dirigirse a la puerta, pero vio pasar a un oculto por delante de la ventana. Debía resguardarse en los pasadizos, pero Axel estaba sobre la trampilla. Corrió hacia él y lo embistió, provocando que ambos cayeran al suelo. Se arrastró hacia la trampilla y se lanzó a su interior.

Hacía mucho frío, todo estaba helado y sentía los pies doloridos por ir descalza. Miró arriba y vio al hombre con su aspecto original, precipitarse al interior, por lo que corrió en dirección norte. Giró a la derecha en una bifurcación y siguió recto hasta encontrar otra. Se decidió por el camino de la izquierda. El pasadizo cambió, cada vez descendía más, hasta que resbaló y comenzó a caer hasta llegar al final, al interior de una habitación.

***

Los jadeos de Kun eran cada vez más intensos; su visión se volvía borrosa y notaba que su tráquea se cerraba impidiéndole respirar con facilidad. Tenía las manos agarrotadas, pero hizo acopió de fuerzas e introdujo los dedos en la boca, vomitando parte del veneno.

No lo había eliminado todo, pero sintió que ya podía mover sus músculos casi con normalidad. Se puso en pie, corrió hacia la puerta y la hizo caer de una patada. La estancia estaba vacía, pero la trampilla que daba al pasadizo estaba abierta. Corrió hacia ella, pero una sombra negra se cruzó en su camino y al instante su brillo rojo le cegó. Un oculto había entrado tras él al tirar la puerta, cayendo también la protección de los amuletos. Se agachó para evitar el zarpazo del oculto y del suelo recogió su espada. La desenfundó y la clavó en el brillante pecho. La hoja de la espada comenzó a teñirse de verde y al instante el cuerpo de la bestia se heló. Se giró y se encontró con la imponente figura de otro oculto, y tras este algunos más, por lo que no tuvo otra opción que retroceder, hasta que a su espalda sintió la pared. Cerca había una ventana y sobre el alféizar descansaba un amuleto. Con la punta de su espada lo tomó y lo lanzó, estrellándose contra él y provocando su agonía. Sintiéndose acorralado, saltó por la ventana y corrió a la cabaña de Xin. Llamó y su hermano le abrió, sorprendido, y entró apartándolo hacia un lado. Niara estaba sentada en la cama, abrazada a sus rodillas y con la mirada perdida en la ventana, en las luces rojas que comenzaban a moverse por el poblado.

—¡Alguien que es idéntico a mí ha irrumpido en la habitación y se ha adentrado con Kirsten en los pasadizos! —explicó Kun. Apartó la mesa, tiró con fuerza de la trampilla y saltó al interior.

—¡Espera! —gritó Xin—. Espérame —y dirigiéndose a Niara—: Tengo que marcharme.

—¡No te vayas! —suplicó—. Por favor, si ellos entran no podré hacerles frente.

Dolido por la expresión de terror en su mirada, caminó hacia ella y rodeó su rostro con las manos.

—Aquí estás segura, no te ocurrirá nada. Prometo volver enseguida. Cuando entremos en el pasadizo, vuelve a colocar la mesa encima de la trampilla.

—¿Cómo sabré que eres tú cuando quieras volver a entrar?

—Golpearé cinco veces la trampilla, ¿vale?

La dama asintió y Xin se marchó tras su hermano.

***

Kirsten escuchaba a su acechador a su espalda, por lo que se giró y lanzó una llama contra él, quemando sus ropas, y fue entonces cuando reparó en un pasadizo, por el que echó a correr. Se detuvo ante una bifurcación, pero no tardó en escuchar las amenazas de Axel. El hombre había acortado distancias; sus ropas habían ardido en su mayoría y tenía el pelo algo chamuscado.

Sin dudarlo, corrió por la derecha, luego giró a la izquierda y más tarde de nuevo a la derecha, sin saber que en la bifurcación de la izquierda se encontraban Xin y Kun, aún distantes de ella, quienes la siguieron, cruzándose con Axel. El hombre lanzó una esfera contra al suelo, que explosionó y provocó un espeso humo azul inundando el pasillo de una sustancia irrespirable.

—¡Tomaremos otra dirección! —propuso Xin cubriéndose. Su hermano no apartaba la vista de la espesa nube, pero finalmente desistió y siguió los consejos de Xin.

***

Kirsten giró en otra bifurcación a la derecha y se topó con una pared de hielo. Estaba ante un callejón sin salida. Pero entre la espesa nieve distinguió unas escaleras. Subió con rapidez hasta que una trampilla negra le impidió continuar. La golpeó varias veces, y al instante escuchó una fuerte carcajada debajo. Axel la esperaba. Con fuerza volvió a golpear y la trampilla cedió, dando paso a una cabaña abandonada. Salió al exterior y cerró de nuevo, para al instante salir de la vivienda y correr por el poblado viendo luces rojas por todas partes. Tropezó y cayó sobre la nieve, notando dos manos fuertes y ásperas sobre sus hombros. Agitó sus manos dispuesta a quemar a su atacante, pero se encontró con la mirada de Lizard y, ante la sorpresa de este, se lanzó a sus brazos.

—¡Vamos nena, tranquilízate! —dijo intentando animarla y ayudándola a ponerse en pie. Comprobó que los ocultos aumentaban en número, así que cogió varios amuletos de la cintura de su pantalón y los lanzó alrededor. Se quitó la capa y tapó con ella a la joven—. Sabes que no tienes que salir en noches de Oculta —le dijo, intentando que su voz sonara calmada. Notaba sus temblores, parecía muy asustada. La apartó unos centímetros para mirarle a la cara—. ¿Qué ha ocurrido?

—Alguien me sigue.

—¿Quién?

Pero su pregunta quedó suspendida en el aire, porque pronto su mirada se cruzó con la de Axel.

Kirsten se dio la vuelta y vio que detrás del hombre estaban Xin y Kun, ambos armados. Se alejó unos pasos de Axel y sus manos comenzaron a teñirse de un rojo tan intenso que llegaba a iluminar los alrededores; sus ojos llameaban en rabia contra su perseguidor, que aguardaba impaciente su reacción. Le señaló y una intensa llamarada voló hacia él.

Lizard estaba sorprendido ante el poder de Kirsten y también con la actitud de Axel, que permanecía inmóvil. Pero pronto lo comprendió; frente a Axel apareció una barrera que detuvo el ataque y lo volvió contra Kirsten tan repentinamente que esta se vio incapaz de actuar. Lizard se lanzó sobre la chica, apartándola de las llamas, y la tiró al suelo. Hizo un gesto a los chicos, quienes comenzaron a caminar por detrás de Axel.

—¡Ha pasado mucho tiempo! —exclamó Axel con tranquilidad y sin dejar de mirar de reojo en dirección a Kirsten.

—¡Mucho! —continuó Lizard—. ¿Para qué has vuelto?

—Por la chica. Su padre me envía a por ella.

Sus palabras fueron acalladas por fuertes rugidos. Los ocultos se acercaban a ellos. Xin y Kun se giraron, perdiendo de vista a Axel, y con sus espadas comenzaron a asestarles rápidas estocadas.

Xin se agachó, evitando un zarpazo, y desde el suelo le clavó la espada en el estómago dando fin a su vida. Aguardó agazapado en el suelo y, viendo cerca a otra bestia, se puso en pie y con la fuerza de su puño le golpeó la mandíbula. Se dio la vuelta y asestó una fuerte patada a otro, y volvió a desenvainar su espada. Un brillo azul comenzaba a teñir la hoja y con fuerza se la clavó. No hubo ningún cambio, todo permaneció inmóvil, pero el suelo bajo los ocultos comenzó a temblar, hasta que hubo una explosión y una fuerte corriente de aire los lanzó por los aires estrellándolo contra una cabaña.

El ataque de Xin acobardó a los ocultos, que retrocedieron aterrorizados.

—¡Volvamos a la cabaña! —ordenó Lizard—. Allí hablaremos.

Más tarde Kirsten y Niara calentaban sus manos frente al fuego, mientras que Kun y Xin esperaban impacientes al hombre, sin dejar de mirar por las ventanas, hasta que Lizard se reunió de nuevo con ellos.

—Algunos hombres y yo hemos buscado por los alrededores, pero no hemos encontrado a Axel. Mañana seguiremos; él conoce muy bien las cuevas y escondrijos de este lugar. Va a ser difícil atraparlo, es un lizman, como yo, salvo que él es puro.

—Eso significa que puede transformarse en quien quiera —añadió Niara desconcertada.

—Así me temo, pero tranquilos. Axel es cosa mía, yo me ocuparé de él. Nos conocemos desde hace años y a mí no me engañará. Ahora descansad. He puesto algunos hombres para que vigilen.

Lizard se marchó pero sus explicaciones no convencieron a los Dra´hi, quien tras prometer estar de vuelta enseguida, dejaron a Niara y Kirsten a solas.

—Nunca más seré capaz de conciliar el sueño durante las noches de Oculta —confesó Niara, con la mirada en las llamas—. Sus horrendos berridos aún me recuerdan lo que viví en el castillo antes de que vosotros llegaseis…

—¿Qué sucedió? —preguntó Kirsten con interés—. Perdona, no tienes por qué contármelo. A veces, soy algo curiosa.

Niara apoyó la cabeza en sus rodillas, miró a Kirsten y le relató todo lo vivido. La muerte de las damas, el asesinato de su hermana y su larga y desesperada huida del oculto que la persiguió por los restos del castillo.

—Lo siento mucho, Niara —le dijo la chica tomando su mano—. Ninguna palabra que te pueda decir te ayudará a aliviar el dolor que sientes. Pero si te sirve de consuelo, estoy aquí, para lo que quieras. Estar en silencio mirando el fuego o si necesitas un hombro sobre el que llorar.

A Niara le conmocionaron las palabras de Kirsten y la abrazó, pillando de sorpresa a la chica, que le devolvió el gesto.

—Aún me cuesta creer que mi hermana no esté conmigo —confesó entre sollozos—. Ella siempre me ha apoyado, ha estado junto a mí y de una manera u otra, cuando me metía en líos, siempre encontraba la forma de ayudarme, serenarme… porque a veces no controlo mi poder y daño a la gente.

Kirsten posó sus manos sobre los hombros de la dama obligando a separarla de ella, para a continuación tomar las manos de la chica entre las suyas.

—Podemos aprender juntas, si quieres. Yo soy inexperta también y me horroriza pensar en quemar a alguien, pero el maestro de Kun y Xin me mostró la técnica para controlarla. Solo tenemos que ponerla en uso. Lo conseguiremos.

Niara asintió y se limpió el rastro de lágrimas.

—¿Por qué te quieren llevar de vuelta con tu padre? —se interesó Niara y en esta ocasión fue ella la que escuchó la historia de Kirsten y el destino que le esperaba junto a los Ser´hi—. Pero…¡eso es horrible!

—Lo sé, ¿pero qué esperabas de alguien como mi padre? Aun así, podría ser peor. Al menos me quiere entregar a los Ser´hi y no ser él quien… en fin, siga conmigo su macabra progenie.

—¡Acabaremos con él, Kirsten! Te lo aseguro. Los chicos de la profecía ya están aquí y en ella se dice que todo mal desaparecerá y yo, yo, creo en esa palabras. ¡Seremos libres!

A Kirsten le agradó las palabras de Niara. Pensó que sería muy difícil que congeniaran y fueran amigas, pero al parecer estaba equivocaba. Y juntas durmieron en la cama.

Cuando Kun y Xin regresaron tras una larga conversación con Lizard donde el hombre les aseguró una y otra vez que no se preocupasen, regresaron a la cabaña, donde encontraron a las chicas dormidas.

A ambos les agradó tal gesto, pues al parecer una amistad se estaba labrando entre ellas. Finalmente los hermanos durmieron frente al fuego.

***

Al día siguiente el grupo se repartió. Kun y Xin seguían intranquilos tras el ataque de la noche anterior, y en compañía de Lobo y otros hombres comenzaron a inspeccionar los alrededores, incluidas las cuevas cercanas, buscando alguna señal que les diese alguna pista de Axel o su paradero.

Los Dra´hi se interesaron por Daksha, y Lizard les dijo que asuntos del poblado lo tenían ocupado, aunque la realidad era muy diferente, pues Daksha estaba enfermo. Y en ese instante su amigo le hacía una visita. Encontró al hombre tumbado en la cama, terriblemente pálido y con aspecto de agotado.

—Sé que ahora mismo no tienes ganas de hablar —dijo Lizard—. Pero no molestaría tu descanso si no fuera para decirte que una de las chicas ha caído en nuestras manos. ¡Me he ganado su confianza!

—Niara…—susurró Daksha.

—No, mejor aún, Kirsten.

Daksha dibujó una amplia sonrisa y escuchó lo ocurrido la noche anterior. Y tras poner al día a su amigo, salió de la cabaña pues había prometido a Kirsten seguir con las clases de espada mientras los Dra´hi rondaban el poblado.

Encontró a las chicas en un llano oculto entre rocas; un espacio circular, utilizado por los hombres para entrenar.

Niara y Kirsten estaban en el centro, frente a una hoguera. La chica le explicaba a la dama las técnicas que el maestro de los Dra´hi le había enseñado. Y atento observó la manifestación del poder de las muchachas.

Niara tenía las palmas de la mano hacia arriba y entre ellas flotaban algunas piedras, que tras el gesto de la chica volaron hacia las rocas con tan rapidez que parecían flechas.

Entonces fue el turno de Kirsten e hizo lo mismo que Niara. En sus palmas comenzó a danzar algunas llamas, que tras unos segundos tomaron la forma de un fénix que alzó el vuelo y giró varias veces por encima de ellas para al momento desaparecer.

—Últimamente aparece el fénix en lugar del dragón —explicó Kirsten encogiéndose de hombros—. El ave es mucho más bello.

Ir a la siguiente página

Report Page