Despertar

Despertar


Capítulo 2

Página 5 de 47

C

a

p

í

t

u

l

o

2

En un buen drama, la protagonista nunca toma la línea recta para alcanzar su objetivo. Ella deberá salir, encontrar un obstáculo, rodearlo, encontrar otro, dar un rodeo aún mayor, otro obstáculo después, y un nuevo rodeo… Sólo entonces habrá construido la fuerza de carácter necesaria para merecer el premio que al final consigue.

Mi historia ya se ajustaba al modelo marcado por la tradición. Se ajustaba, supongo, a una estudiante de cine. O quizá debería decir una ex estudiante de cine. Chloe Saunders, la adolescente de quince años decidida a ser la nueva Steven Spielberg y cuyos sueños de escribir y dirigir éxitos de taquilla hollywoodienses se fueron al garete el día que tuvo su primer período y comenzó a vivir la clase de vida que en una ocasión pensó plasmar en la pantalla.

Eso fue cuando comencé a ver fantasmas. Después de flipar en la escuela, unos hombres ataviados con batas blancas me sacaron del edificio para llevarme a una residencia de terapia dedicada a adolescentes con desórdenes mentales. El problema era que yo de verdad veía fantasmas. Y no era la única joven de la Residencia Lyle con poderes sobrenaturales.

Simon podía lanzar hechizos. Rae podía quemar a la gente empleando sus manos desnudas. Derek poseía una fuerza y sentidos sobrehumanos y, al parecer, pronto sería capaz de convertirse en un lobo. Tori… Bueno, yo no sabía qué era Tori, a lo mejor sólo una chica pasada de rosca acogida en la Residencia Lyle debido a que su madre colaboraba en la dirección.

Simon, Derek, Rae y yo comprendimos que no existía coincidencia alguna en el hecho de encontrarnos en el mismo lugar, y nos fugamos. Rae y yo nos separamos de los chicos y, después de correr a refugiarnos con mi tía Lauren, la persona en la que más confiaba del mundo, terminé allí, en una especie de laboratorio dirigido por la misma gente que regentaba la Residencia Lyle.

¿Y encima esperaban que les ayudase a llevar allí a Simon y a Derek?

Bueno, llegaba el momento de presentar unos cuantos obstáculos por mi parte. Así que, en aras de una buena narración, le dije al doctor Davidoff dónde encontrar a Simon y a Derek.

Paso uno: establecer el objetivo.

—Se suponía que Rae y yo deberíamos habernos escondido mientras los muchachos se quedaban atrás para despistaros con la magia de Simon —le dije al doctor Davidoff—. Rae corría por delante, así que no pudo oírlo, pero en el último instante Simon me sujetó y dijo que, en caso de separarnos, nos reuniríamos en el punto de encuentro.

Paso dos: colocar el obstáculo.

—¿Dónde está el punto de encuentro? Ése es el problema. Yo no sé dónde está. Hablamos acerca de la posibilidad de necesitar uno, pero aquel día todas las cosas parecían una pura locura. Sólo acabábamos de decidir fugarnos y poco después llegó Derek diciendo que tenía que ser esa misma noche. Los chicos debían de haber escogido ya un punto de reunión y olvidaron que nunca llegaron a decirme dónde estaba.

Paso tres: preparar el rodeo.

—Pero sí tengo algunas ideas… Lugares de los que hablamos. Uno de esos debe ser el punto de encuentro. Podría ayudar a encontrarlo. Estarán buscándome, así que podrían permanecer escondidos hasta verme.

En vez de escapar de aquel lugar, les permitiría que me sacasen de allí para ser empleada como cebo. Haría una lista de lugares que jamás discutí con Simon, ni con Derek, y así no tendrían posibilidad de capturarlos. Un plan brillante.

¿Y la respuesta?

—Tendremos esto en mente, Chloe. Pero, de momento, dinos sólo las localizaciones. Tenemos modos de encontrarlos una vez lleguemos al sitio adecuado.

Obstáculos. Una parte esencial del proceso narrativo. ¿Y en la vida real? En la vida real dan grima.

* * *

El doctor Davidoff y la madre de Tori se fueron en cuanto tuvieron mi lista de puntos de reunión falsos, y no me dejaron nada a cambio; ni respuestas, ni pistas acerca de por qué estaba allí o de qué iba a pasarme.

Me senté sobre la cama con las piernas cruzadas, con la mirada baja y fija sobre el collar que sujetaba en las manos como si fuese una bola de cristal capaz de proporcionarme todas las respuestas. Mi madre me lo había dado hacía tiempo, cuando veía a «los hombres del saco»…, a los fantasmas, tal como los conocía entonces. Me dijo que el collar les impediría acercarse, y así fue. Siempre supuse que se trataba de un asunto psicológico, como decía mi padre. Yo creía en él, por eso funcionaba. Pero entonces no estaba tan segura.

¿Acaso mi madre supo que yo era una nigromante? Debería, si esa estirpe corría por su familia. ¿Se suponía, dado el caso, que el collar serviría para conjurar fantasmas? Si así era, entonces su poder se había debilitado. Incluso parecía debilitado… Hubiese jurado que el brillante color rojo de la joya se había desvanecido, adquiriendo un tono púrpura. Aunque, de todos modos, había una cosa que no hacía, que era proporcionarme respuestas. Eso tendría que hacerlo yo sola.

Volví a ponerme el colgante. Cualquier cosa que fuese la que el doctor Davidoff y los demás querían de mí, no era buena. Uno no mantiene cerrados bajo llave a los chicos a los que pretende ayudar.

Desde luego, no iba a decirles cómo encontrar a Simon. Si necesitaba insulina, Derek la conseguiría; aunque eso implicase irrumpir por la fuerza en una farmacia.

Tenía que concentrarme en sacarnos, a Rae y a mí, de aquel lugar. Pero aquello no era la Residencia Lyle, donde lo único que se interponía entre nosotros y la libertad era un sistema de alarma. Aquella habitación podía parecerse a una estancia propia de un hotel bonito, con su cama doble, suelo alfombrado, una butaca, mesa y baño privado, pero no había ventanas ni picaporte en la cara interior de la puerta.

Había confiado en contar con la ayuda de Liz para mi fuga. Liz fue mi compañera de habitación en la Residencia Lyle, y no salió con vida; por eso convoqué a su fantasma en cuanto llegué allí, esperando que me pudiese ayudar a encontrar una salida. ¿Cuál era el único problema? Que Liz no se daba cuenta de que estaba muerta. Le di la noticia con tanta suavidad como pude. Flipó, me acusó de mentir y desapareció.

Quizá ya hubiese tenido tiempo suficiente para calmarse. Lo dudaba, pero no podía esperar. Tenía que intentar convocarla de nuevo.

Ir a la siguiente página

Report Page