Despertar

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Capítulo 19

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—Entonces, comencemos desde el principio —dijo Derek, acomodándose sobre su cajón—. La última vez que te vimos corrías en dirección al almacén con Rae. Nuestra maniobra de distracción funcionó bien y pudimos escapar, pero no regresar durante cierto tiempo, por si estaban vigilando. Cuando volvimos, vosotras ya os habías ido, chicas.

—Rae me convenció para salir.

Me había dicho que mientras estuvo a solas con Simon, éste no había hecho ninguna mención respecto a mí; preocupado sólo por su hermano. Entonces estaba segura de que no era verdad; ella sabía que eso me haría sentir mal, quizá lo suficiente para marcharme con ella. En ese momento me sentía muy avergonzada de que hubiese funcionado.

—Ella… Dijo cosas. Hizo que me fuese para que mi tía Lauren me viese el brazo, y después…

Les conté lo sucedido durante aquellas dos jornadas, paso a paso, descubrimiento tras descubrimiento. Cuando, al final, hube terminado, todos ellos permanecieron sentados y en silencio, incluso Tori.

—Así que Brady y Liz están muertos —dijo Simon, despacio—. Y, supongo, también esa otra chica; la que trasladaron antes.

—Amber —terció Tori—. Se llamaba Amber.

Asentí.

—Estaba en la lista. Los tres lo estaban.

Otro momento de silencio.

—Rae y tía Lauren aún se encuentran allí —dije al final—. Sé que Rae nos traicionó, y que tía Lauren es una de ellos, pe-pero necesito sacarlas. No espero recibir ninguna ayuda para lograrlo…

—No, estás en lo cierto —dijo Simon—. Rae la cagó pero, sin duda, no merece morir por eso.

—También sé que no las podemos rescatar solos.

Miré a Derek con disimulo y sentí una punzada de decepción cuando asintió, como si yo hubiese esperado que dijese que nos las podíamos arreglar. Tenía razón, por supuesto. No podíamos.

—Quiero regresar una vez encontremos a vuestro padre —dije—. Supongo, muchachos, que ahora sabemos por qué os llevó y huyó.

—¿Porque decidiese que, después de todo, hacer experimentos de ingeniería genética con su hijo no había sido una idea tan brillante?

Existía una amargura en el tono de la voz de Simon que me sorprendió. No había pensado en eso durante todo este tiempo, al estar demasiado concentrada en la idea de su padre como «el buen hombre». Pero él también había incluido a su hijo en el experimento, como todos los demás progenitores.

—Intentaban hacer lo correcto —dije, recordando la carta de mi tía—. Creían que eso nos facilitaría la vida. El Grupo Edison les vendió ese sueño y tu padre se fue cuando comenzaron a hacer mal. Tía Lauren también lo intentó.

Toqué la carta que tenía en el bolsillo.

—Demasiado tarde —concluí.

—Y después estamos esos cuyos padres nunca se arrepintieron —intervino Tori—. Cuyas madres resultaron ser unas putas absolutamente diabólicas. Pero escuchad, al menos ahora nadie puede decir que no lo abordase con honestidad —arrancó el último trozo de envoltorio de su barrita energética—, aunque no me creo eso de que seamos unos fracasos. Querían sobrenaturales más fuertes. Eso es lo que somos. Sólo necesitan enseñarnos cómo controlarlo.

—Pues vuelve y cuéntaselo a ellos —dijo Simon.

—¿Qué pasa contigo? —replicó Tori, haciendo un gesto hacia Simon—. Tus poderes funcionan bien. Ni siquiera recibías terapia en la Residencia Lyle.

—Simon no está en la lista. Lo consideran un éxito.

—Sea lo que sea lo que eso signifique —terció, moviéndose incómodo sobre su cajón—. Los llamados éxitos del experimento parecen tener poderes más débiles, aunque quizá sólo sea porque aún no los han destruido. Cuando lo hagan podríamos tener los mismos problemas.

Tori asintió.

—Bombas de relojería haciendo tic-tac.

Tal como me había dicho el semidemonio…

No había mencionado a ese semidemonio. Una explicación innecesaria y una oportunidad para que Derek me dijese que había sido demasiado estúpida hasta para escucharlo. En cuanto a lo que dijo, eso de regresar, ¿a liberarlo? No era algo que deseara valorar en ese momento. Si de verdad íbamos a volver tendríamos al padre de Simon, y él encontraría la manera de parar al Grupo Edison sin liberar a ningún demonio.

—Mi padre responderá a las incógnitas —dijo Simon.

—Genial —asintió Tori—. Podemos salvar a la tía de Chloe, a Rae y conseguir las respuestas a todas nuestras preguntas… Sólo en cuanto encuentres a tu padre desaparecido. ¿Y cómo va eso? —preguntó, mirando a su alrededor—. No muy bien, por lo visto.

La ira destelló en los ojos de Simon, pero la apartó con un pestañeo.

—Estamos trabajando en eso.

—¿Cómo?

—Eso luego —intervino Derek—. De momento necesitamos conseguir ropa más cálida para Chloe…

—Chloe, Chloe, Chloe. Deja de preocuparte por la pobre y pequeña Chloe. Aún no se ha congelado. ¿Qué hay de vuestro padre? ¿Alguna pista? ¿Indicios?

—Todavía no —respondió Simon.

—Entonces, ¿qué habéis estado haciendo durante los dos últimos días?

La ira de Simon relampagueó, pero esta vez no la reprimió, volviéndola hacia ella tan rápido que la hizo retroceder.

—Hemos invertido cada minuto de vigilia en ocuparnos de tres asuntos: sobrevivir, encontrar a Chloe y a nuestro padre. ¿Qué has estado haciendo tú?

—Estuve encerrada.

—¿Y? Eso no detuvo a Chloe. ¿Qué tienes que añadir, Tori? ¿Has averiguado algo? ¿O sólo te has puesto al remolque de su fuga?

—Tori me ayudó —dije—. Sin su…

Se volvió en redondo para encararse a mí.

—A mí no me defiendas, Chloe Saunders.

Silencio. Después, Derek dijo:

—¿Adónde podemos llevarte, Tori? ¿Con un abuelo? ¿Un amigo? Ahora estás fuera y a salvo, así que estoy seguro de que debe haber un sitio donde prefieras estar.

—No.

Abrí la boca para decirles lo que había pasado con su padre, pero ella me la cerró con una mirada.

—No tiene ningún lugar al que ir —comenté—. Como yo.

—Alguno debe haber —dijo Derek—, quizá no en Búfalo, pero te compraremos un billete de autobús.

—¿Preferiblemente uno que salga en la próxima hora? —dijo—. Yo no me voy a ninguna parte. Pienso unirme a vuestra pequeña banda de superhéroes en miniatura en la búsqueda de vuestro superpapi.

Simon y Derek intercambiaron una mirada.

—No —dijo Derek.

—¿No? Perdona, pero fue Rae quien os traicionó, muchachos. Yo no. Yo ayudé a Chloe.

—¿Y fue Rae quien la atormentó en la Residencia Lyle?

—¿Atormentó? —un resoplido desdeñoso—. Yo no…

—Hiciste todo lo que estuvo en tu mano para lograr que expulsasen a Chloe —aseveró Simon—. Y, al no funcionar, intentaste matarla.

—¿Matarla? —su mandíbula se endureció—. No soy mi madre. No te atrevas a acusarme de…

—Le tendiste una trampa en el pasadizo —añadió Derek—. Le golpeaste la cabeza con un ladrillo, la ataste y amordazaste, y después la encerraste allí. ¿Tan siquiera te aseguraste de que estuviese bien? ¿Que no le habías partido el cráneo?

Tori farfulló una protesta, pero por el horror plasmado en sus ojos supe que no se le había ocurrido semejante posibilidad.

—Derek —dije—, no creo que…

—No, ella no cree. Podría haberte matado con ese ladrillo o ahogado con la mordaza, y tú podrías haber sufrido un ataque al corazón a causa del susto; por no mencionar qué te habría pasado si no te hubieses liberado de las ligaduras. Sólo se tardan dos días en morir por deshidratación.

—Nunca habría dejado morir a Chloe. No puedes acusarme de eso.

—No —admitió Derek—. Sólo de querer que la encerrasen en un sanatorio mental. ¿Y por qué? Porque no te gustaba. Porque hablaba con un chico que sí te gustaba. Quizá no seas tu madre, Tori, pero lo que sí eres… —fijó en ella una mirada gélida—. No quiero husmear en eso.

La expresión de su rostro… Lo sentí por ella, tanto si pensaba agradecer mi compasión como si no.

—No confiamos en ti —dijo Simon con un tono más suave que el de su hermano—. No podemos ir con alguien en quien no confiamos.

—¿Qué pasa si a mí me parece bien? —corté—. Si me sintiese a salvo con ella…

—Tú no —dijo Derek—. Tú no la echarías a patadas al arroyo porque no eres ese tipo de gente —miró a Tori a los ojos—. Pero yo sí soy de esa clase de gente. Chloe no te obligará a marcharte porque se sentiría fatal si te pasase algo. Pero, ¿a mí? A mí no me importa. Tú te lo has buscado.

Aquello entonces se estaba poniendo demasiado duro. Simon tenía la boca abierta. No sabía dónde meterse.

Lo animé.

—¿Adónde va a ir? No tiene dinero y es casi seguro que cualquiera con quien contacte la enviará a sus padres.

—No me importa.

—No podemos hacer eso —intervino Simon—. No está bien.

Sabía que Derek no carecía de empatía; no era capaz de olvidar lo que le hizo al chico que atacó a Simon. Pero era como si tuviese una extraña lista de hechos y balances según la cual, si alguien se encontraba en el lado malo, como Tori, él no tenía problema en «echarlo al arroyo a patadas» y enfrentarse a cualquiera que fuese su destino.

—No —dije.

—No es un asunto negociable. Ella no viene.

—De acuerdo —me levanté y alisé mis vaqueros—. Vamos, Tori.

Pensé que Simon iba a detenerme cuando se levantó pero, en vez de eso, me acompañó hasta la puerta. Tori me alcanzó y llegamos a la siguiente sala antes de que Derek saliese corriendo y me sujetase del brazo dándome un tirón que me levantó en el aire.

Hice un gesto de dolor y le quité los dedos.

—Es el malo.

Me soltó el brazo de inmediato, comprendiendo que me había sujetado por el herido. Hubo un largo minuto de silencio y luego:

—Está bien —dijo, volviéndose hacia Tori—. Tres condiciones. Una, cualquiera que sea tu problema con Chloe, resuélvelo. Vuelve a buscarle las vueltas y estás fuera.

—Comprendido —respondió Tori.

—Dos, deja en paz a Simon. No le interesas. Se sonrojó y replicó:

—Creo que eso ya me lo había imaginado. ¿Y la tercera?

—Mejora.

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