Despertar

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Capítulo 22

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Tomé una inspiración profunda y temblorosa, me froté la cara y levanté la vista para ver la silueta de Derek ocupando el quicio de la puerta.

—Si crees que alguien puede habernos oído, deberíamos recoger nuestras cosas e irnos —dije con voz sorprendentemente firme—. Lo dejaremos donde está, así lo encontrarán y será enterrado.

Mientras hablaba tuve la idea descabellada de que Derek podría haber quedado impresionado de verdad por cómo por fin había manejado el asunto. Pero se limitó a quedarse allí, pasando los dedos por el arañazo de su mejilla.

—Siento eso —comenté—. Me dio pánico cuando tú…

—Ya antes te había ofrecido la opción de marcharnos. Dije que si eso era un problema —señaló al cadáver—, encontraríamos otro lugar.

—Y yo creí que no sería ningún problema, siempre y cuando no invocase a ningún fantasma.

—Pero lo hiciste.

—Estaba dormida, Derek.

—¿En qué soñabas?

Lo recordé y quedé callada.

—Soñaste con que lo invocabas, ¿verdad?

—Y-yo no quería —me froté el rostro—. La gente normal no puede controlar sus sueños, Derek. Si tú puedes, entonces supongo que de verdad eres más inteligente que el resto de nosotros.

—Por supuesto que no puedo. Pero se convirtió en la ubicación equivocada al estar tú cerca de un cuerpo muerto. Deberías haberlo sabido después de lo del pasadizo.

Lo sabía, sobre todo después del incidente con los murciélagos. Mi instinto me dijo que me marchase, pero no tuve la templanza de aceptar mi temor. Temía ser débil. Temía sufrir las burlas de Tori, las pullas de Derek, la decepción de Simon. Al tratar de ser fuerte fui estúpida.

Quería admitir mi error y hablarle a Derek acerca de los murciélagos. Pero, vista su expresión, la arrogancia intransigente que decía que él tenía razón y yo era una tontina, no hubo manera de que yo admitiese nada.

—¿Todo bien? —preguntó Simon por detrás de Derek, intentando mirar más allá de él.

—Eso… se ha ido —dije—. El fantasma.

—Bien, porque creo haber oído a alguien acercándose.

—¿Y cuándo ibas a avisarnos? —preguntó Derek con brusquedad.

—No iba a entrometerme e interrumpir a Chloe —se dirigió a mí—. ¿Estás bien?

—Por supuesto que está bien —Tori apareció detrás de Simon—. Ella fue quien invocó a esa cosa. Ella debería preguntarnos si estamos bien después de haber sido despertados en mitad de la noche y quedar traumatizados.

—Tampoco estarías tan traumatizada si agarraste tu cepillo del pelo —espetó Simon.

—Como arma, ¿de acuerdo? Yo…

Avancé colocándome entre ellos.

—¿Alguien mencionó que corríamos el riesgo de ser descubiertos? Cojamos nuestras cosas y vámonos.

—¿Ahora das órdenes, Chloe? —preguntó Tori.

—No, hago sugerencias. Si eliges no hacerles caso, está bien, quédate atrás y explica lo del cadáver a quien sea que venga detrás.

—Sí —dijo una voz detrás de mí—. Quizá tú deberías explicar eso, pequeña.

Al otro lado de la habitación se alzaba una figura, sólo su silueta era visible en la oscuridad. Me volví hacia los demás, pero ninguno se había movido. Ellos sólo me miraban a mí.

—¿Chloe? —dijo Simon.

Un hombre salió de entre las sombras. Su cabello largo apenas estaba veteado de gris, pero su rostro estaba tan arrugado que parecía tener ochenta años. Mi mirada descendió hasta su sudadera, adornada con el emblema de los Búfalo Sabres, el equipo de hockey sobre hielo. Después miré al esqueleto sobre el suelo, retorcido sólo lo suficiente para que yo viese el mismo emblema, desteñido casi hasta desvanecerse en aquella ajada prenda.

—¿Chloe? —dijo—. ¿Te llamas así, mocosa?

—Lo si-siento —contesté—. No quería invocarte.

Simon saltó frente a mí.

—Mira, fantasma, sé que puedes oírme. Fue un accidente.

El hombre dio una zancada a través de Simon. Caí de espaldas lanzando un grito. Simon giró en redondo, pero Derek lo apartó de un tirón.

—¿Con quién habla Chloe? —preguntó Tori.

—Con el fantasma invocado —respondió Simon.

—Recoged vuestras mochilas —dijo Derek—. Debemos marcharnos.

Derek siguió mi mirada mientras Simon y Tori se iban, imaginando dónde estaba el fantasma.

—Ella no pretendía levantarte. Se ha disculpado y nos vamos, así que no volverá a suceder. Vete y regresa a tu vida en el Más Allá.

El fantasma se acercó con una zancada para observar a Derek.

—¿Vas a obligarme tú?

—No puede —intervine yo—. Y tampoco puede oírte. Lo siento… Mucho.

Dio una vuelta a mi alrededor. Volví a retroceder ante él, pero Derek me puso una mano en la espalda, deteniendo mi retirada.

—No puede hacerte daño —susurró—. Mantente firme y dile que se vaya.

—Lo siento mucho —repetí enderezándome y avanzando al frente—. No quería invocarte. Fue un accidente…

—¡Accidente! Eso no fue un accidente. Tú y tus cochambrosos amigos pensasteis que sería divertido arrastrarme de vuelta a ese… A esa cosa —señaló al cadáver—. ¿Crees que no he tratado con críos como tú antes? Sacándome del lugar de mi sueño sólo para divertirse. Robándome las botas. Y ahora vienes aquí, dirigiendo vuestros satánicos rituales.

—¿Satánicos? No. Nosotros…

—¿Has oído eso? —dijo una voz a lo lejos—. Allí hay alguien.

Derek blasfemó y después me dio un empujón hacia la parte trasera del edificio. Simon y Tori entraron corriendo.

—Dos hombres —dijo Simon—. Polis, creo. Se acercan por la fachada…

—Puerta trasera —indicó Derek—. Moveos.

La puerta frontal se abrió con un golpe. Simon dio media vuelta en dirección a la parte trasera. Nosotros lo seguimos.

—¡Oye! —chilló el fantasma—. ¿A dónde crees que vas?

Un empujón de Derek me mantuvo en movimiento.

—Ay, no, pequeñina, tú no —dijo el fantasma—. Todavía no he terminado contigo. Vas a pagar por esta broma…

Gruñía amenazas pegado a mis talones mientras nos escabullíamos por la puerta trasera.

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