Despertar

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Capítulo 37

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La casa era mayor de lo que parecía, con cuatro puertas situadas a lo largo del pasillo posterior.

La primera llevaba a una habitación de invitados, con los cobertores de las camas tensos, las toallas dobladas sobre el tocador y ni una señal de que nadie la hubiese utilizado recientemente. La siguiente era una oficina con un futón provisto de bastidor formando un sofá; más habitaciones para los invitados pero, una vez más, no había señal de que nadie lo hubiese utilizado desde hacía tiempo. Al otro lado del pasillo había un cuarto de baño. El sitio también parecía no haber sido empleado, con el jabón sin desenvolver y un bote de champú sin abrir sobre el mostrador, dispuesto para los invitados.

Al final del corredor estaba el dormitorio principal. Éste se encontraba tan ordenado como el resto de la casa, pero la cama estaba sin hacer. Un albornoz yacía arrugado sobre una silla. Encima de un velador se encontraba un vaso medio lleno de agua y una novela en rústica. Tenía un baño adjunto, con una arrugada alfombra y una toalla colgada de la ducha. Froté la toalla. Seca.

De nuevo en el pasillo, Derek se agachó para olfatear.

—Estuvieron aquí —dijo.

—¿Simon y Tori?

Asintió.

—Aunque anoche no durmieron aquí —dije—. Nadie ha utilizado esa habitación desde hace tiempo.

Volvió a asentir.

—¿Puedes oler a alguien más? —pregunté.

—Sólo a Andrew. Volveré a buscar por el frente.

Se fue andando, al parecer había decidido que la casa estaba vacía, así que era seguro dejarme atrás. Me encontré con él cuando regresó a la cocina, yo examinaba la tostada. Se inclinó para olerla.

—¿Andrew? —pregunté.

Asintió.

Caminé hasta la mesa y miré el periódico.

—Es como si hubiese estado leyendo esto, bebiendo su café y esperando a que su tostada saltase. La untó de mantequilla, le dio un mordisco y entonces…

Y, entonces, ¿qué? Ésa era la pregunta.

Levanté la taza de café.

—Ha estado aquí por lo menos desde esta mañana.

Se acercó y observó el recipiente.

—Los círculos señalan que estaba casi llena. Para evaporarse tanto, ha estado aquí desde ayer.

—Antes de que Simon y Tori llegasen.

Derek no respondió. Tenía la vista fija en la ventana por encima del fregadero y la mirada perdida.

—¿Esto es… como lo de tu padre? —pregunté—. ¿Así desapareció?

Asintió.

—¿Había otros olores en la entrada?

Entonces se volvió despacio, con su atención yendo poco a poco a mí.

—Claro, pero existen infinidad de razones por las que alguien puede acercarse a la puerta. Nadie parece haberla cruzado. Al menos no hay rastros recientes.

—Parece como si alguien hubiese chocado con la mesa del pasillo frontal y tirado el correo. Por la pinta del lugar, Andrew no parece la clase de tipo que deje este desorden.

—No, no lo es.

—Entonces, algo sucedió en la puerta. Alguien llegó o alguien llamó y Andrew salió a toda prisa.

Como su padre. No volví a decírselo; ya sabía que lo estaba pensando.

Di una vuelta por la cocina, buscando pistas. Todo estaba tan pulcro que cualquier trastorno llamaría la atención, y yo no pude detectar ninguno.

—Sin duda es desayuno para una persona —dije—. Y no hay señal de que Simon y Tori empleasen las habitaciones, los dormitorios o el baño de invitados. Eso implicaría que cualquier cosa que sucediese, sucedió antes de que llegasen.

Derek asintió como si ya hubiese llegado a esa misma conclusión.

Abrí los cajones, dentro todo estaba en perfecto orden.

—Parece como si Simon hubiera hecho exactamente lo que estamos haciendo, entrar, dar una vuelta, comprender que había pasado algo y después…

Y después, ¿qué? De nuevo esa pregunta.

—Si se marcharon, habrá un segundo rastro ahí fuera —dijo Derek mientras salía de la cocina con paso decidido—. Veré si regresaron a la carretera o…

—O quizás esto sirva de ayuda —cogí un dibujo colgado entre las facturas y las notas del frigorífico—. Esto es obra de Simon, ¿verdad?

No era tan evidente como el mensaje que había dejado en el almacén; un personaje de tebeos llamaría demasiado la atención en el frigorífico de Andrew. Simon confiaba en que Derek reconociese su obra aunque fuese un simple boceto.

Descarao que lo es.

—Es alguien nadando. No tengo ni idea de qué significa, pero…

—El cobertizo de la piscina —replicó Derek, encaminándose con paso decidido hacia la parte trasera de la casa.

Me apresuré a seguirlo, pero cuando llegué a la puerta ya se estaba cerrando. Salí a un patio oscuro como boca de lobo, cerrado por todos lados con grandes árboles que bloqueaban la luz de la luna. Derek salió de entre las sombras, haciéndome dar un gañido. Me indicó con un gesto volver a entrar en la casa y cerró la puerta.

—¿No está ahí? —pregunté.

—Correr por ahí fuera puede que no sea tan buena idea.

Volvió a coger el bosquejo y lo estudió como si buscase alguna pista de que Simon no lo hubiese dibujado por su propia voluntad.

—Puerta principal —dijo—. Daremos un rodeo. Con sigilo.

Salió de allí haciendo un gesto impaciente para que lo siguiese. Volví a sacar mi navaja y lo seguí. Fue un recorrido lento hasta el cobertizo de la piscina. Derek se detenía cada poco para mirar, oír y olfatear. Estaba demasiado oscuro para que yo hiciese nada excepto mantenerme tan cerca como podía. No era fácil, dado su andar silencioso y ropas oscuras, así que a menudo tuve que estirarme y rozar la espalda de su chaqueta para asegurarme de que estaba frente a mí.

Al fin pudimos ver un claro al frente y, en él, un edificio de color claro. Después oímos un silbido estridente.

—Simon —dijo Derek.

Salió al trote, dejando que fuese trastabillando tras él. La puerta se abrió con un chasquido antes de que llegásemos a ella.

—¿Qué hay, tronco? —susurró Simon. Le dio un golpe sordo en la espalda, arrugando su chaqueta de nailon—. ¿Dónde está Chloe?

—Justo detrás… —Derek se dio la vuelta y me vio tambaleándome por el camino—. Lo siento.

—¿Se te va que no todos tienen tu visión nocturna? —Simon volvió a golpearle en la espalda y lo rebasó, saludándome rodeándome con un brazo y un susurro—. Me alegro de verte.

Me acarició el brazo y después comenzó a decir algo antes de que Derek lo interrumpiese con un siseo.

—Dentro.

Atravesamos la puerta entrando en el resplandor de una linterna. Derek, al advertirlo, lanzó una feroz mirada a su alrededor.

—Relájate —dijo Simon—. No hay ventanas. No viste la luz, ¿verdad?

Derek gruñó y anduvo internándose más. Como había dicho, era el cobertizo de la piscina, lleno de artículos de piscina y jardín limpios y ordenados. Simon y Tori habían colocado dos sillas de jardín. Envoltorios y latas de Coca-Cola Light cubrían una mesa cercana. Miré por el lugar en busca de Tori y la encontré dormida sobre una colchoneta hinchable.

—Cuanto más duerma, mejor —dijo Simon—. Es buena cosa que os hayáis presentado porque, ¿otro día a solas con ella? —hizo la pantomima de ahogarse.

—Lo he visto —dijo una voz soñolienta. Tori levantó la cabeza—. Creedme, el sentimiento es mutuo.

Se incorporó, se quitó el pelo de la cara peinándolo con los dedos y ahogó un bostezo.

—Nada como pasar todo un día a solas con un tipo para hacerle decir a una chica, «¿en qué estaba pensando?».

—Al menos de eso salió algo bueno —murmuró Simon.

Tori me miró.

—Me dejó aquí. Sola. Desarmada. A merced de quienquiera que se haya llevado al amigo de su padre.

—Primero: por lo que he oído de tus hechizos, estás mogollón mejor armada que yo —dijo Simon—. Segundo: ¿Dejarte? Perdona, pero tú te negaste a ir conmigo.

—Porque no veía la razón. ¿Por qué salir corriendo en busca de los malos? Estoy segura de que si nos quedamos por aquí el tiempo suficiente, nos encontrarán lo bastante pronto. La cosa más inteligente que podíamos hacer era alejarnos todo lo posible de este lugar. Pero no, puede que el pobre Derek y la pobre Chloe no fuesen capaces de encontrarnos. ¿Hola? —saludó a Derek con la mano—. Un sabueso humano. Él nos encontrará.

Simon se inclinó hacia mí y susurró:

—Fue divertido.

—Y después… —continuó Tori.

La interrumpí.

—Y entonces recordamos haber pedido una moratoria en las discusiones, y que si teníamos que discutir algún asunto debíamos esperar hasta encontrarnos en lugar seguro.

—También necesitamos discutir un plan de acción —dijo Derek—, por si acaso esto volviese a pasar. Andrew es lo importante en este momento —se dirigió a Simon—. ¿Qué os encontrasteis al llegar aquí?

Lo mismo que nosotros, explicó Simon. La puerta frontal se había dejado entornada, y así la dejaron ellos para advertirnos que entrásemos con precaución. Anduvieron por la casa y, cuando Simon advirtió que era igual que cuando desapareció su padre, abandonaron el lugar de inmediato. Simon dejó la nota, encontró las llaves y se retiraron al cobertizo de la piscina.

—¿Tienes las llaves? —preguntó Derek.

Simon se las tendió.

Derek les echó una hojeada.

—Parece un juego completo. ¿Aún está el coche en el garaje?

—Miraremos, pero apuesto a que sí.

—¿Un coche? —Tori se acercó—. ¿Tenemos coche?

—No, no tenemos… —empezó a decir Derek.

—Tienes dieciséis años, ¿verdad? —dijo Tori.

—Cumplí dieciséis hace un par de meses, encerrado en la Residencia Lyle, lo cual quiere decir que no tengo carné, y si hiciese…

—Pero sabes conducir, ¿verdad? —dijo ella—. Pareces lo bastante mayor para que ningún poli te pare siempre que respetes el límite de velocidad, no te saltes un semáforo en ámbar…

—No voy a robar el coche de un tipo que ha desaparecido y su pérdida pueda ser denunciada en cualquier momento. Mi única intención respecto al coche es que, si aún está ahí, Andrew no se fue conduciendo. Alguien se lo llevó. Lo único que no sabemos es si fue con su consentimiento.

—Entonces, ¿qué vamos a hacer?

—Suponer que ha sido raptado y alejarnos de aquí todo lo que podamos, por si acaso volviesen.

Tori se volvió hacia Simon.

—¿Lo ves? Podemos dormir un poco y después seguiremos mi consejo…

—Quiero decir ahora mismo —dijo Derek.

Tenía razón, cuanto antes nos fuésemos, mejor, pero no pude evitar sentir cómo mis hombros se derrumbaban ante la idea de emprender la marcha de nuevo. Otra vez a caminar. A comer barritas energéticas y dormir en callejones. Intenté no imaginarme la casa, cálida y acogedora, con camas, comida, duchas…

Me enderecé al sentir la mirada de Derek sobre mí.

—Estoy bien.

—Por supuesto que lo está —dijo Tori—. Nuestra pequeña alegría de la huerta… —esta vez se calló ella sola—. Vale, lo siento, pero ya sabéis a qué me refiero, muchachos. Mientras Chloe pueda caminar no va a reconocer que necesita un descanso.

—Dormí en el autobús.

—Durante cosa de una hora —intervino Derek—. Y nada la noche pasada.

—¿Qué pasó la otra…? —Simon se detuvo—. Más tarde, lo sé. Pero Tori tiene razón. Chloe necesita descansar, y no es la única. Estamos derrotados. Ya es tarde. Deberíamos cargar las pilas si podemos descansar aquí con cierta seguridad. De otro modo, se acabarán cuando más las necesitemos.

Podía asegurar que Derek quería que nos fuésemos pero, después de reflexionarlo un momento, nos hizo una señal hacia la puerta.

—Nos levantamos al amanecer y nos vamos media hora después. Si no estáis listos, os quedáis atrás. Dejad apagada cualquier luz que no esté encendida. Alejaos de cualquier ventana…

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