Despertar

Despertar


Capítulo 41

Página 44 de 47

C

a

p

í

t

u

l

o

4

1

Estaba segura de seguir la dirección que Derek me había dicho, así que todos los equipos de seguridad debían de estar a mi espalda. Pero en menos de un minuto volví a oír pisadas de botas. Me tiré al suelo y cubrí la radio. Puse el volumen al mínimo, a pesar de que el aparato hubiese permanecido en silencio desde que me lo llevé.

Repté metiéndome en el grupo de arbustos más cercano y me tumbé boca abajo. Las pisadas parecían discurrir paralelas a mí, sin acercarse ni retirarse.

—Cuéntame cómo todo un comando como nosotros puede perder a cuatro adolescentes en menos de ocho hectáreas de terreno —dijo una voz de hombre—. Davidoff no va a alegrarse.

Otro hombre respondió.

—Con un poco de suerte, jamás lo descubrirá. Todavía disponemos de una hora antes de que rompa el día. Tiempo de sobra. ¿Qué distancia pueden recorrer?

Continuaron caminando y hablando, sus voces y pasos se retiraron. Cuando se fueron comencé a salir arrastrándome, y después paré. Si nosotros cuatro andábamos por allí fuera, ¿debería ir en busca de un lugar seguro? ¿O tendría que intentar encontrar a los otros?

«Bueno, si vas a ese lugar seguro donde Derek espera que estés, no tendrás que preocuparte de encontrarlos. Ellos irán a ti».

—¿Y qué pasa si necesitan mi ayuda?

«Has dejado a una mujer sin sentido, y por accidente, ¿y ya te crees Rambo?»

Me sentía cobarde al ponerme a salvo, pero mi voz interior tenía parte de razón; si allí es donde Derek esperaba que estuviese, entonces sería mejor que me dirigiese allí y me reuniese con él.

No obstante, sí me sentía un poco como Rambo, con la navaja en una mano, la radio en la otra y la linterna en la cintura, mientras reptaba sigilosamente a través de la espesura del bosque.

«Claro, sobre todo si no tropiezas y te empalas con tu propia navaja».

Cerré la hoja.

—¿Chloe? —susurró una voz femenina.

Me revolví tan rápido que mis pies resbalaron sobre el blando terreno.

—¿Tori?

Bizqueé mirando la noche. Allí el bosque estaba tan oscuro que sólo era capaz de percibir formas que tan pronto podrían ser árboles y matas como personas. Mis dedos tocaron la linterna, pero los aparté y seguí observando.

—¿Tori?

—Chist. Por aquí, cari.

La expresión de cariño hizo que se me erizase el pelo de la nuca.

—¿Tía Lauren?

—Chist. Sígueme.

Apenas advertí una figura, tan débil como la voz, y todo lo que pude ver era una camisa de color claro brillando al frente. No me moví. Su voz sonaba como la de tía Lauren y la silueta correspondía a su talla, pero no podía estar segura y tampoco iba a salir corriendo tras ella como una niña pequeña, por creer desesperadamente que corría hacia una trampa.

Saqué la linterna y la encendí, pero ella corría como un rayo entre los árboles y fue imposible distinguir algo más aparte de su silueta y camisa. Después echó la vista atrás y conseguí ver su perfil, un vuelo de cabello rubio; un vistazo mediocre, pero lo suficiente para que mis entrañas me dijesen que era ella.

Me hizo un gesto con la mano para apremiarme, después giró a la izquierda internándose en el bosque. La seguí, con cautela, pues no importaba lo que me dijesen las entrañas. Estaba rebasando al trote un grupo de arbustos cuando una figura se lanzó sobre mí. Me sujetó antes de que pudiese revolverme, y una mano me tapó la boca, cortando mi chillido en seco.

—Soy yo —susurró Derek.

Intentó llevarme hacia los arbustos, pero me resistí.

—Tía Lauren —dije—. Vi a tía Lauren.

Me lanzó una mirada como si creyese haber entendido mal.

—Mi tía. Está aquí. Ella está… —señalé en la dirección por la que se había ido—. Yo la seguía.

—Yo no vi a nadie.

—Vestía una camisa clara. Pasó corriendo…

—Chloe, yo estaba justo aquí. Te vi llegar. No corría nadie más… —se detuvo de repente, comprendiendo lo que decía al afirmar que yo la había visto y él no…

Se me paralizó el pecho.

—No…

—Fue una ilusión —añadió de inmediato—. Un hechizo para atraparte. Mi padre ha hecho cosas así y… —se frotó la boca con la mano y después, con más aplomo, añadió—: Eso fue lo que fue.

Me preguntaba lo mismo pero, entonces, al oírlo salir de su boca cuando debería haber alimentado mis dudas, sólo pude pensar en una cosa: fantasma. Vi el fantasma de tía Lauren. El bosque se volvió borroso, y la mano de Derek alrededor de mi brazo parecía ser lo único que me sostenía en pie.

—¿Chloe? Fue un hechizo. Está oscuro. No pudiste echarle un buen vistazo.

Todo eso era verdad. La pura verdad. Y, a pesar de todo… Me lo quité de la cabeza y me enderecé zafándome de su agarre. Como lo vi dudar, con una mano extendida por si caía, me aparté un paso.

—Estoy bien, entonces, ¿cuál es el plan?

—Esperaremos aquí…

Sonaron unos pasos. Nos metimos entre los arbustos y nos agachamos. El rayo de una linterna barrió los árboles como un reflector.

—Chicos, sé que estáis ahí atrás —dijo el hombre—. Oí las voces.

Derek y yo nos quedamos quietos. Su respiración superficial siseaba a mi oído. Tenía su espalda contra la mía y pude sentir los latidos de su corazón. El rayo de luz continuaba acercándose, cortando la oscuridad. Pasó por encima de los arbustos. Después se detuvo, retrocedió y alumbró directamente nuestras caras.

—Venga, vosotros dos. Salid de ahí.

Sólo podía ver la silueta de una figura velada tras el resplandor de la linterna.

—Salid —volvió a decir.

El aliento de Derek me calentó la oreja.

—Cuando diga corre, corre. —Después, más alto, añadió—: Baje el arma y saldremos.

—Ya está bajada.

Con la linterna alumbrándonos a los ojos y el hombre oculto tras ella, no había modo de saber si estaba diciendo la verdad.

Levantó la mano libre e hizo un gesto.

—Mirad, nada de armas. Y ahora, salid…

El hombre se desplomó hacia delante como si hubiese sido golpeado desde atrás. La luz de la linterna golpeó contra el suelo, el rayo de luz trazó un arco en el aire. Derek me rebasó y placó al hombre cuando comenzó a levantarse. Simon salió de entre las sombras por detrás del hombre, con las manos levantadas preparado para lanzar otro hechizo de contraataque.

—Corred —dijo Derek, sujetando al hombre forcejeando. Como Simon y yo dudamos, gruñó—: ¡Corred!

Nos fuimos, pero sin dejar de observar a nuestra espalda. Pudimos oír el fragor de una pelea, pero de una pelea breve; y Derek ya se encontraba detrás de nosotros antes de habernos alejado mucho. Al disminuir el paso nos propinó un empujón en la espalda a cada uno, diciéndonos que continuásemos marchando. La luna se deslizaba a través de los árboles, proporcionándonos luz suficiente para ver a dónde íbamos.

—¿Tori? —susurré a Simon.

—Nos separamos. Ella…

Derek nos pidió silencio. Corrimos hasta ver el brillante resplandor de la luz de unas casas a través de los árboles, y supimos que debíamos de estar acercándonos a la carretera del otro lado. Derek volvió a empujarnos, esta vez con un duro topetazo entre los omóplatos que nos derribó a ambos. Aterrizó entre nosotros. Nos volvió a derribar de un empujón al intentar levantarnos.

Simon levantó su cara sucia de mugre y se frotó la mandíbula.

—Les tengo aprecio a mis dientes. A todos.

Derek lo hizo callar con su siseo y se retorció para reposar boca abajo, mirando hacia el otro lado. Hice lo mismo. Seguí su mirada mientras recorría el bosque, hasta que se detuvo y oí pasos.

Derek se tensó, listo para saltar, pero ellos aún se encontraban a una buena distancia cuando se detuvieron, y el ruido de pasos fue sustituido por el de voces. La radio chirrió en mi bolsillo. La saqué y comprobé el volumen.

Simon miró pasando por encima de Derek y vocalizó:

—¿Una radio? —y luego señaló hasta las voces, preguntando si era una de ellos.

Asentí.

—Dulzura —vocalizó, con un alzamiento de pulgares que me hizo sonrojar. Derek me lanzó un vistazo por encima del hombro acompañado por un asentimiento y un gruñido que interpreté como: «Buen trabajo… Siempre y cuando no hayas hecho algo estúpido para conseguirla».

—Encontré a Alfa uno —dijo una voz de hombre, tan bajo que tuve que esforzarme para oírlo.

Simon le hizo un gesto a Derek para que subiese el volumen, pero él negó con la cabeza. Podía oír bien, así que no había necesidad de arriesgarse.

—¿Dónde está ése? —respondió una voz de mujer en la radio.

—Fuera de combate. Parece como si le hubiese disputado un par de asaltos a nuestro joven licántropo.

—Llevadlo a lugar seguro. El equipo Delta todavía tiene a la chica Enright, ¿verdad?

Lancé una mirada hacia Derek, pero su expresión no varió, concentrado en escuchar.

—La tiene Delta Dos. No estoy seguro de que sea un buen cebo, así que he enviado a Delta Uno a sacar a Carson del camión.

Eso obtuvo la atención de Derek. Simon vocalizó «Andrew» hacia mí. Las voces se retiraron pero, un momento después, la de la mujer volvió a la radio, llamando a Delta Dos. Respondió un hombre.

—¿Tienes a Carson? —preguntó.

—Ya casi he llegado.

—Bien. Tu trabajo es persuadirlo para que llame a esos críos. Los llevará a una trampa.

—No lo hará.

—No espero que lo haga por su voluntad —espetó la mujer—, pero, teniendo en cuenta que está bajo nuestra custodia, él hará lo que le digamos. Si se niega, pégale un tiro.

La cabeza de Simon se alzó de súbito, con los ojos sombríos de preocupación. Derek le indicó con un gesto que estuviese callado mientras escuchábamos.

Delta Dos volvió.

—Esto… ¿Alguien ha movido el camión?

—¿Cómo?

—El camión. Con Carson. No está… aquí.

La subsiguiente discusión se desarrolló con volumen suficiente para que Derek tuviese que tapar el altavoz de la radio, ahogando más el ruido. Invirtieron los siguientes minutos en asegurarse de que Delta Dos estuviese en el lugar correcto y que nadie más hubiese movido a Andrew y al camión. Pero no había una explicación tan simple; su rehén se había ido… Con el camión.

—Así que Andrew está a salvo. ¿Qué pasa con Tori? —pregunté cuando la radio quedó en silencio.

Por un instante Derek no dijo nada, lo cual era más de lo que esperaba; esperaba un brusco «¿Qué pasa con ella?». Por muy rápido que el otro día dijese que no le importaba si Tori se ponía delante de un autobús a toda marcha, entonces no era tan sencillo sostenerlo, sabiendo que ella corría peligro de muerte.

—Daré una batida —dijo—, si la encuentro, genial.

No dijo el resto, pero lo entendí. «Y si no la encuentro, tendremos que dejarla atrás». Por mal que sonase, era la acción correcta. Yo no quería que Derek se cruzase en el camino de una bala por Tori. Admitirlo era horrible. No odiaba de verdad a Tori; lo cierto es que ya ni me disgustaba. Pero al llegar el momento de poner una vida en juego para salvar la suya, yo no pude. No la de Derek, no la de Simon, no la mía. Y la elección iba a perseguirme durante mucho tiempo.

—Ten cuidado y… —las otras palabras que volaron a mis labios fueron «vuelve pronto», pero no pude ser tan despiadada; me impresionó incluso pensarlo. Así que tragué y repetí—: Ten cuidado.

De todos modos, no era Derek quien se iba. Éramos nosotros. Hizo que fuésemos por delante, así podría quedarse a vigilar. Cuando estuvimos a una distancia segura cerca de la carretera del otro lado, salió en busca de Tori.

Habíamos caminado unos veinte pasos cuando una figura se presentó ante nosotros. Los dedos de Simon se levantaron como un resorte.

—Simon, es… —dijo el hombre, terminando con un «oompf» cuando lo golpeó el hechizo y cayó al suelo de espalda.

—¡Andrew! —Simon se apresuró hacia él.

El hombre se levantó dibujando una sonrisa irónica mientras se sacudía la ropa.

—Ya veo que tu hechizo defensivo ha mejorado.

Andrew no era mucho más alto que Simon, pero tenía una constitución robusta, maciza, con una cara ancha y la nariz torcida. Su pelo cortado al rape era gris, aunque no sería mayor que mi padre, y parecía un boxeador profesional. No era lo que esperaba ante aquella casita acogedora y ordenada.

Al mirarme su sonrisa se evaporó y la arruga de su ceño se hizo más profunda, como si le resultase conocida pero tuviese problemas para ubicar mi rostro. Comenzó a decir algo. Y después nos lanzó una mirada aguda.

—Alguien viene —dijo Andrew.

Simon lazó un vistazo hacia la sombra que se aproximaba, grande pero moviéndose en silencio.

—Es Derek.

—No, no lo es… —empezó a decir Andrew.

Derek salió a la luz del claro. Andrew levantó la mirada hacia él y parpadeó. Se quedó mirándolo, como si intentase, y no lograra, encontrar al niño que conocía.

Tras la sorpresa de sus ojos había algo más crudo, una nota de preocupación, quizás incluso miedo, como si en ese momento no viera al hijo de su amigo, sino a un licántropo grande, joven y poderoso. Hizo retroceder a su miedo con un parpadeo, pero no antes de que Derek lo viera, apartar la mirada, la mandíbula y los hombros tensándose como si fuese a decir que estaba bien, que no le importaba. Pero yo sabía que sí.

—Has… crecido.

Andrew intentó una sonrisa, pero no pudo ni esbozarla, y eso a Derek le parecía peor que el miedo. Apartó la mirada hacia otro lado, murmurando.

Descarao.

Simon hizo un gesto hacia mí.

—Ésta es…

—Déjame adivinar, ¿la chica de Victoria Enright?

Negué con la cabeza.

—Chloe Saunders.

—Es el pelo —dijo Simon—. Ella es rubia, pero tuvimos que teñirla porque…

—Más tarde —intervino Derek. Después miró a Andrew—. Tienen a la chica Enright. Victoria.

Andrew frunció el ceño.

—¿Estás seguro?

Simon me cogió la radio y la agitó.

—Chloe la consiguió de ellos. Oímos lo de tu fuga y después que habían cogido a Tori.

—Entonces iré por ella. Vosotros tres, id al camión —nos dijo dónde encontrarlo.

—Yo voy contigo —dijo Derek—. Puedo encontrarla más rápido que tú.

Andrew parecía dispuesto a discutir, pero una mirada de Derek le dijo que sería inútil, así que me cogió la radio de las manos y nos envió a un lugar seguro.

Ir a la siguiente página

Report Page