Despertar

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Capítulo 42

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Encontramos el camión, un viejo vehículo todoterreno ligero, escondido tras un granero del vecindario. La puerta estaba abierta. Se había incrustado una pieza de metal en el encendido para hacerle un puente. Simon lo probaba, intentando ponerlo en marcha, cuando tres personas salieron corriendo del bosque: Derek, Andrew y Tori.

Simon y yo abrimos las puertas frontales y saltamos al asiento de atrás. Derek ocupó el puesto del copiloto. Tori se sentó detrás, al otro lado de Simon.

—Eso fue un rescate rápido —comentó Simon, mientras Andrew encendía el camión.

—No hizo falta rescate —dijo Tori—. Puedo cuidar de mí misma.

Derek murmuró algo acerca de recordar eso la próxima vez que arriesgase su vida por ayudarla.

Pregunté a Tori qué pasó. La habían cogido prisionera y puesto bajo vigilancia mientras los demás buscaban. Al principio tuvo dos vigilantes, pero cuando las cosas empezaron a ponerse mal la dejaron sola con un único centinela.

—¿Un práctico hechizo de sujeción después? Perdieron a su única prisionera.

—Pensaste que habían tomado en cuenta tus poderes —observó Derek.

—Bueno, me subestimaron —dijo ella.

Derek gruñó. Simon comenzó a preguntar algo, pero Andrew lo hizo callar con un siseo mientras conducía el todoterreno por un campo accidentado. Llevaba las luces apagadas y circulaba despacio.

Simon se movió a mi lado, acomodándose en el estrecho asiento trasero. Su mano rozó mi pierna, después encontró mi mano y la cogió. Cuando me sonrió, le sonreí.

Esperaba que la frotase tranquilizador, como solía. En vez de eso, pareció haber interpretado mi sonrisa como señal de ánimo, enredó sus dedos entre los míos y los descansó en mi muslo. A pesar de lo cansada que estaba, mi mente bullía con preguntas y aún corría la adrenalina, me atravesó una pequeña descarga. Algo tonto, supongo. ¿Tanta historia por cogernos de la mano? Ni las de quinto grado.

Estoy segura de que a Simon no le parecía para tanto. Aunque no era el primero que me cogía de la mano, sólo digamos que mi experiencia con los chicos no había ido más allá de eso.

De todos modos, la descarga pasó rápido, hasta que llegamos a la carretera y Andrew encendió las luces. Preguntó si estábamos todos bien y lo primero que salió de mi boca fue:

—¿Estaba mi tía Lauren contigo?

Sus ojos miraron a los míos desde el espejo retrovisor mientras se fruncía su ceño.

—Lauren Fellows. Trabaja para…

—Conozco a tu tía, Chloe, pero no, no estaba allí.

—Chloe cree que la vio —dijo Derek.

Simon se volvió para mirarme.

—¿Cómo?

—Yo… Yo vi a alguien. Su voz sonaba como la suya y tenía un aspecto parecido, según pude ver en la oscuridad…

—¿La viste tú? —le preguntó Simon a Derek.

—Él no la vio —respondí yo—. Y debería, porque pasó corriendo por delante.

—Viste un fantasma —dijo Tori—. Y crees que es el de tu tía.

—Es más probable que fuese un hechizo —indicó Derek—. Tienen cosas como ésas, ¿verdad, Andrew?

—Por supuesto. Hechizos de fascinación y otras ilusiones. Si no pudiste verlo bien es porque seguramente sea algo intencionado; quien lo lanzase no quiso que examinaras la ilusión muy de cerca.

Eso tenía sentido pero, con todo, no podía quitar de mi interior la sensación de haberla visto. No a tía Lauren, sino a su fantasma.

Simon se inclinó hacia mi oído y susurró palabras tranquilizadoras, diciendo que ellos no matarían a tía Lauren; era demasiado valiosa.

—¿Cómo tienes el brazo? —preguntó Derek cuando hube pasado callada demasiado tiempo, perdida en mis preocupaciones.

—¿Te arrancaste los puntos? —preguntó Simon.

—No, la rozó una bala.

—¿Una bala?

Andrew maniobró hacia la cuneta y pisó el freno.

—¿Os dispararon?

—No, no. Es sólo un rasguño.

Andrew dudó, pero le aseguré, a él y a Simon, que estaba bien y Derek confirmó que la bala sólo me había atravesado la camisa, rozándome.

Andrew volvió a la carretera.

—Nos ocuparemos de limpiarla en cuanto paremos. No puedo creer que ellos… —negó con la cabeza.

—Oye, me despellejé la palma —dijo Tori—. Tiene unas buenas raspaduras.

—También tendrás que revisar los puntos de Chloe —añadió Derek—. Se cortó con un cristal hace unos días. La curaron, pero hay que echarle un vistazo.

Tori agitó su palma herida.

—¿Hay alguien? ¿Hay alguien ahí? —puso los ojos en blanco—. Supongo que no.

—Parece doloroso —dije—. Deberíamos ponerle algo de tintura de yodo.

Me dedicó una sonrisa lánguida.

—Siempre puedo contar contigo, ¿verdad? Creo que ya sé quién envió a la caballería en mi rescate.

—Pero dijiste que no necesitabas ningún rescate, ¿recuerdas? —terció Simon.

—La intención es lo que cuenta.

—No te habríamos dejado allí, Victoria —Andrew lanzó una mirada hacia atrás, a ella—. Es Tori, ¿no?

Asintió.

Él le sonrió.

—Me alegro de veros a Simon y a ti juntos.

—¡Venga! Qué va —dijo Simon—. No estamos juntos.

Tori asintió con el mismo énfasis.

—No, me refería… —la mirada de Andrew se desplazaba, reflejada en el espejo retrovisor, de Simon a Tori—. Esto… Yo me refería a vosotros cuatro, en conjunto. Me alegro de veros juntos. Ése era un asunto en el que Kit y yo estábamos de acuerdo, el grupo se equivocaba al mantener a los sujetos separados.

—Entonces, ¿tú también trabajabas para ellos? —pregunté—. ¿Para el Grupo Edison?

Simon asintió.

—Lo dejó justo antes que nuestro padre —miró a Andrew—. Por eso sabían dónde encontrarte, ¿verdad? Cuando escapamos se imaginaron que vendríamos aquí, así que te cogieron y te usaron de cebo.

—Ése parece haber sido su plan. Y, de todos modos, era una buena excusa para atraparme, cosa que han deseado hacer durante años.

—¿Cómo pasó? —preguntó Tori.

—Hablaremos de eso luego. Primero encontremos algo que comer y vosotros, chicos, me contáis qué está pasando.

El único lugar que encontramos abierto era un servicio de recogida de comida rápida para coches situado en el pueblo siguiente. Yo no tenía hambre, pero Simon insistió en pedirme un batido y lo sorbí mientras él le explicó a Andrew qué había pasado con nosotros; la Residencia Lyle, nuestra fuga, el complejo de habitaciones, las muertes de Liz y Brady, y Amber…

—Rachelle aún está allí —dijo Simon al terminar—. La tía de Chloe también, aunque es evidente que ahora es un rehén de ellos, como lo fuiste tú.

—A menos que ella… —comenzó Tori.

Simon la silenció con una mirada.

—Ella está bien. Pero necesitamos tenerlas fuera, a ellas y a nuestro padre. La tía de Chloe no cree que lo hayan atrapado, pero así debe ser.

—Tengo que estar de acuerdo —dijo Andrew—. Nada en mis propias investigaciones señala a otra explicación mejor.

Derek le lanzó una mirada severa.

—¿Has estado buscándolo?

—Os he buscado a todos.

Fuimos en coche durante casi una hora más y sólo atravesamos una población grande. Nos alejábamos más y más de la ciudad de Nueva York. Al final, Andrew giró en un camino de acceso privado aún más largo y sinuoso que el suyo.

—¿Dónde estamos? ¿En una casa franca para sobrenaturales? —Simon me dio un codazo—. Como algo salido de una peli, ¿eh?

—Bien, sin duda ya ha desempeñado esa función, para sobrenaturales del Conciliábulo de huidos —respondió Andrew.

—¿El Conciliábulo? —preguntó Tori.

—Una institución distinta por completo. Aunque este lugar cumplía más bien las funciones de hostal para los integrantes del grupo que estuviesen de visita. Era posesión de uno de nuestros primeros miembros; una propiedad antigua que nos legó para la causa.

—¿Qué causa? —preguntó Tori.

—Seguimiento y, en última instancia, disolución del Grupo Edison. —Disminuyó la velocidad cuando el sucio camino se volvió accidentado—. O ése era nuestro objetivo original. Comenzamos como una cuadrilla de antiguos empleados del Grupo Edison. Desertores como yo a quienes nos preocupaban sus actuaciones. No sólo el proyecto Génesis II; ésa es una de nuestras preocupaciones principales, pero el Grupo Edison va mucho más allá. Al final se nos unieron otros, quienes se ocuparon no sólo de las actuaciones del Grupo Edison, sino también de las del Conciliábulo y de otras organizaciones de sobrenaturales. No obstante, el Grupo Edison continuaba siendo nuestro interés primordial; siguiendo sus actuaciones, realizando pequeños actos de sabotaje…

—¿Sabotaje? —dijo Simon—. Qué guay.

—Pequeños actos. Nuestro objetivo principal ha sido el seguimiento, ante el creciente disgusto de algunos de sus miembros, yo incluido.

—¿Nuestro padre estaba mezclado? —preguntó Simon.

Andrew negó con la cabeza.

—Supongo que sabes que vuestro padre y yo tuvimos…

—Una riña.

—Sí. Y fue sobre este grupo. Vuestro padre siempre se mantuvo al margen. Demasiada política para él. Se había mostrado dispuesto a ayudar pero, de otro modo, él no participaba. Él pensaba que eso supondría una excesiva vigilancia hacia vosotros, muchachos. Pero los demás me presionaron para que lo captase. Como padre de dos sujetos del proyecto del Grupo Edison más ambicioso y, en potencia, más peligroso, sería la persona perfecta para ayudar a atraer a nuevos y poderosos integrantes de la comunidad sobrenatural. Se puso furioso. Todo ese trabajo suyo por manteneros ocultos, y ahora yo quería eso. Sí, voy a admitirlo, apoyé la idea. Pero subestimé el peligro que corríais con el Grupo Edison. Ahora lo comprendo.

Dobló otro recodo, ralentizando más cuando las rodadas del camino se hicieron más profundas.

—Después de que desaparecierais vosotros dos, y vuestro padre, y oyeramos rumores de que os tenía el Grupo Edison, algunos de nosotros comenzamos a argumentar a favor de una postura más activa. Estábamos convencidos de que vosotros, y los demás sujetos, corríais peligro. Otros más influyentes alegaron que el grupo no os lastimaría.

—Bien, pues estaban equivocados —dijo Tori.

—Sí, y con vuestra historia tendrán la prueba que necesitamos para entrar en acción.

Aún doblamos otro recodo más y apareció la casa. Durante un momento, todo lo que cualquiera de nosotros pudo hacer fue mirar sin apartar la vista. Aquello era como algo sacado de una novela gótica; una casa victoriana enorme y llena de recovecos, con una altura de tres pisos, rodeada de un bosque. No me hubiese sorprendido haber visto en lo alto gárgolas envueltas en la oscuridad.

—Mola —dijo Derek—. Aquí es donde deberían vivir los sobrenaturales.

Andrew rió entre dientes.

—Y, durante los próximos días, es donde tú vas a vivir. Podréis instalaros aquí y descansar mientras trazamos planes. —Nos lanzó una mirada a los de atrás mientras aparcaba—. Pero no os pongáis demasiado cómodos. Estoy a punto de pedir al grupo que dirija una fuga en el cuartel general del Grupo Edison, y han pasado muchos años desde la última vez que cualquiera de nosotros estuvo allí. Vamos a necesitar vuestra ayuda.

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