Despertar

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Capítulo Siete

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Capítulo Siete

Irin se negó a dejarlo.

— ¿Debes ser tú?

Sonriendo, amando al peso de su pareja verdadera que le cubría la espalda, Savous le apretó los brazos donde se envolvían en su cuello.

—Sí.

De rodillas sobre la cama detrás de él, se acurrucó más cerca, acariciando con su nariz su cuello.

—No se merecen hablar contigo.

El se quedó mirando la pared de enfrente.

—Sí, lo hacen.

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—No, no lo hacen. Te abandonaron.

—Por razones que se creyeron sólidas. ^

t*

Ella bufó, y de nuevo, él tuvo que sonreír. La había conocido desde que era niña, y siempre había sido inquebrantable en su apoyo hacia él. Ojalá pudiera ser tan dogmático. A menudo, maldecía a su diosa por haberle dado la posibilidad de ver ^ ambos lados de casi todos los argumentos.

Ella volvió a acariciar su muslo. Estaba desnuda y olía deliciosamente perfumada del amor que esperaba utilizar para mantenerlo con ella en vez de salir de la ciudad, como sabía que debía hacer. Suspirando, se reclinó en su regazo.

—Esta es mi primera oportunidad de ver una razón detrás de los ataques de los rebeldes. Tarlan quiere hablar.

—Él no habla por todos.

—Habla por bastantes de ellos. Tal vez me pueda dar una razón detrás de la reciente afluencia.

Acunándolo contra ella, deslizó su mano por el cuello abierto de su camisa, extendiendo su mano sobre su corazón.

—Sabes que es probablemente Eyrhaen —Murmuró.

—Espero que me pueda decir que no todo es por Eyrhaen.

Hizo una pausa, pensando. Ella lo ha empeorado. Irin le habló a través de su enlace, como si decir las palabras les diera una verdad extra.

Lo sé.

Solamente habían pasado cinco días desde que había dado rienda suelta a su hija para ir a la vetriese y con Radin, y se tenía que preguntar si había tomado la decisión correcta. El poder que emanaba de ella era palpable para todos, para tanto aquellos con y sin el don de la magia. Estar en su presencia incluso le llevaba a excitarse, a pesar de que sus necesidades no estaban dirigidas a ella. Los únicos a salvo de la sensación de calor sexual de Eyrhaen eran los niños que todavía no habían madurado.

Él le apretó su muñeca.

—Razón de más para encontrar la causa de los ataques. Si podemos detenerlos, o al menos disminuirlos, entonces Hyle y yo podremos tener más tiempo para estar con ella.

Su frente chocó con la parte trasera de su cráneo.

—Me gustaría poder ayudar.

Se sentó y se volteó para ver su rostro. Aunque Irin tenía un don fuerte, no lo había perfeccionado al nivel de un hechicero. Otras preocupaciones, es decir, sus hijas y su preocupación por todos los niños raedjour - le habían impedido el estudio necesario. Le tomó la mejilla y acercó sus labios a los suyos por un breve beso—. Trata de hablar con ella de nuevo, si es posible.

Ella asintió.

Se puso de pie, manteniendo el asimiento de su mano. —Mientras tanto, tengo que irme.

Ella le dio otro guiño, y sus pestañas blancas revolotearon contra sus mejillas redondeadas.

—Vuelve pronto.

—Tenlo por seguro —Sin poder evitarlo, se inclinó para capturar sus labios una vez más antes de obligarse a salir de su dormitorio.

Hyle y Jarak lo esperaban abajo, junto con las dos docenas de hombres que Jarak había elegido para acompañarlos a la superficie.

El comandante asintió en dirección a Savous, pero podía ver que no estaba contento. Llevaba una mueca de desaprobación digna de su predecesor, Salin. Savous puso una mano en su hombro.

— ¿Aún estás molesto conmigo por dejarte detrás?

Jarak levantó una ceja.

— ¿Conseguiría algo discutiéndolo de nuevo?

—Ni un poco.

Jarak negó y se volvió para indicarle a la tropa preparada.

—He puesto a Kenth a cargo. Sus hombres son los más experimentados. A pesar de que les falta su equipo clave.

Savous dejó que su mirada vagara sobre los hombres que lo esperaban.

—Brevin, Tykir y Lanthan se necesitan aquí.

Jarak asintió.

—Como lo eres tú —Savous se enfrentó a él—. Si algo pasa…

Jarak lo fulminó con la mirada.

—Rhaeja… —Le advirtió.

—Si algo me pasa, confío en ti para proteger a los que se quedan en la ciudad.

Compartieron una mirada intensa. Jarak sabía lo que quería decir. Como rhaeja, Savous podía ser importante, pero las mujeres, especialmente las mujeres nacidas de los elfos, debían ser protegidas a toda costa. Sin ellas, su raza estaba condenada al fracaso.

Esta vez, Jarak se inclinó desde la cintura, con su cola de caballo blanco largo derramándose sobre un hombro.

—Sí, mi rhaeja.

—Bien. ¿Hyle?

El otro hechicero se quedó junto a él, pero su mirada en blanco se dirigió vagamente hacia la pared a su izquierda.

— ¿Hyle?

Sorprendido, Hyle se sacudió. El brillo atenuado de sus ojos rojos se veía cansado mientras miraba a Savous.

- ¿Sí?

— ¿Estás listo para irnos?

Una vez más, la distracción de Hyle había sido debida a sus pensamientos estudiosos. Savous deseaba fervientemente creer que estuviera distraído con algo ameno, pero lo conocía mejor. Hyle vinculó estrechamente una serie de hechizos que protegían a la ciudad, y sus distracciones actuales se debían a la seguridad de la ciudad.

—Sí. Estaba sólo comprobando el trabajo de Rhicard.

Savous volvió a pensar que tal vez debería llevar a Rhicard con él a la superficie y dejar a Hyle atrás, pero descartó la idea de nuevo. Distraído o no, él se daría cuenta de cosas de las que Savous no, y podía confiar para actuar sobre eso sin instrucciones.

— ¿Estamos bien para irnos? ¿Hyle?

— ¿Qué? Oh, sí. Podemos irnos —Sin esperar, se volvió hacia la salida, murmurando para sí.

Savous intercambió sonrisas de entendimiento con Jarak.

—Nos vamos, entonces.

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