Despertar

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Capítulo Quince

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Capítulo Quince

Bienvenido a casa.

Tres palabras y, así de rápido, las abrumadoras compulsiones se fueron.

Savous se paró, enderezándose, luchando contra el repentino nudo en su garganta.

¿Radin?

No había experimentado el enlace mental con su mentor durante mucho tiempo, sólo unos días antes de que Radin se fuera, pero no podía confundir esa mente.

Incluso con el tiempo transcurrido y la experiencia, incluso con una inmensa nube de otras y más amenazas detrás de la superficie mental, esa voz particular no podía pertenecer a ningún otro.

Bienvenido a casa, dijo esa voz profunda y cálida. Mira por tu pueblo, toma un baño, abraza a Irin, una pausa reflexiva, luego hablaremos.

Eyrhaen. ¿Está bien?

fe

Lo está haciendo muy bien, considerando todo. Está conmigo. |

Savous no pudo contener los pensamientos que le vinieron a la cabeza, su examante abrazando a su hija.

La voz interior suspiró. Sí, eso es. No lo esperaba. Encárgate de lo que debe hacerse, luego ven a verme. No tengo prisa.

¡Radin, espera! Pero el otro se retiró, y Savous no tenía control sobre el vínculo para volver a llamar.

— ¿Mi rhaeja?

Savous parpadeó, Miró hacia abajo hacia Hyle. Como él, estaba desnudo excepto por una túnica que había visto días mejores. Suciedad y mugre se pegaban a su piel y su pelo elegante era un lío de nudos y enredos. Savous sospechó que él se veía igual.

—Necesitamos un baño.

— ¡Rhaeja!

Era Rhicard, desnudo y cansado pero con su andar rápido al aproximárseles. Su presencia hizo a Savous consciente de los hombres detrás de él. Se volvió a enfrentar a aquellos que habían llegado con él, todos sucios, todos desnudos. Ahora que las compulsiones se habían ido, leales y rebeldes se separaban, mirándose unos a otros con recelo.

Dejando que Hyle saludara a Rhicard, Savous habló.

— ¿Tarlan?

— ¿Rhaeja? —El hombre dio un paso al frente, las manos vacías agarrando donde las armas estarían enfundadas normalmente. ¿Las había abandonado? ¿Todas? Por supuesto, Savous no tenía su cuchillo habitual tampoco.

—Lleva a tu gente a las cavernas del sureste. Las torres de allá fueron abandonadas hace más de un ciclo, pero los baños todavía deben funcionar y estoy seguro de que la ropa de cama sigue en los arcones. Estás en tu casa.

Los hombres que no habían vivido en la ciudad por décadas le miraron con cautela,

pero mantuvo su atención en su supuesto líder.

—Dejaré dicho en las cocinas que se os permita alimentaros. Comer, bañaros y ^ descansar. Nos reuniremos de nuevo mañana por la noche.

— ¿Rhaeja? —La voz de Tarlan detuvo a Savous a medio camino. — ¿Qué pasará ahora? ¿Por qué… —Agitó su mano— eso se detuvo?

—Para cuando nos reunamos, sabré más —Esta vez esperó, lo suficiente para ver a Tarlan empezar a llevarse a su gente. Llamó a sus hombres y les dijo que fueran a

cuidarse de sí mismos. Para cuando terminó, Jarak apareció y se situó junto a Rhicard—. Te ves tan desgastado como yo me siento —Le dijo al comandante.

Jarak sacudió su cabeza.

—Fue increíble, mi rhaeja. Asumiré por tu actual estado que la compulsión te sobrevino a ti también ¿No es así?

—Absolutamente —Comenzó a caminar y Hyle, Rhicard y Jarak igualaron su paso a su alrededor—. ¿Se apoderó de la ciudad?

—De todo el mundo.

— ¿Noches?

—Cuatro.

—Eso debe habernos golpeado a todos al mismo tiempo. ¿Has visto a Radin?

—No, mi rhaeja. Salin me dijo que estaba despierto, pero no ha salido de su habitación. Le dijo a Salin que te estaba esperando.

Se detuvo en un cruce de túneles. Un lado lo llevaría a su torre, el otro a la caverna del baño común. Al darse cuenta que se estaba rascando la cabeza se decidió.

— ¿Avisarás a Irin? —Le preguntó a Jarak—. Y a Salin. Tráelos a ambos a la caverna de los baños.

—Creo que de Irin ya está allí. Pero haré que alguien traiga a Salin.

* * * * *

Savous se sumergió hasta el cuello en el agua humeante, viendo las puntas de su pelo flotar en las burbujas que le rodeaban. Mejor que mirar a alguna de las personas que estaban sentadas en el baño caliente con él. No tenía tiempo para entretenerse.

Mientras se bañaba, digirió otras noticias de Jarak, Nalfien, Salin e Irin. Otra, banda, más pequeña de rebeldes fue vista en diferentes puntos de la ciudad. La mayoría de los hombres de Jarak estaban acampados alrededor de la torre de las mujeres y en la plaza central. Muchos habían sido heridos en una emboscada muy cerca de la ciudad, pero la misma ola de magia divina que había comenzado el impulso sexual también curó milagrosamente a todos los heridos recientemente. Brevin estaba entre ellos. Savous tomo nota mental de hablar con el joven hombre.

Su hija estaba con Radin. Él había desistido de pensar en su obsesión por él, creyéndola relativamente inofensiva mientras él estaba inconsciente. ¿Ahora…? Ahora que sabía que Radin estaba vivo, igual que sabía dónde estaba Irin en cualquier momento. Ella simplemente ocupaba una parte de su cerebro, y ahora Radin estaba allí también.

O, más bien, él había vuelto. Un vacío de Savous al que se acostumbró desde hace tiempo, estaba lleno de nuevo. ¿Por qué eso lo asustaba?

Irin se sentó junto a él, acurrucada a su lado.

¿Puedes sentirlo?, le preguntó, acariciándole el cabello húmedo por encima del lóbulo de su oreja.

Sí. Sus brazos lo apretaron más fuerte alrededor de la cintura. Sólo me habló una vez. Me dijo que Eyrhaen estaba bien, y luego dijo que hablaríamos cuando volvieras.

¿ Crees que es él?

Es difícil no hacerlo. Nadie se sentiría así, ¿no crees?

Él sabía lo que quería decir. La mente de una persona era singular. Aunque Savous había "oído" a Radin dentro de él antes que a Irin, no había confundido la mente de ella con la suya o la de otra persona. Ambos reconocieron la voz única de Salin cuando habló a través del vínculo mental con Radin.

¿Pero quién sabía lo que podía haber pasado después de dos siglos en el vacío?

—Él no ha salido — habló en voz alta, declarando en vez de preguntar.

—Ni ha dejado entrar a alguien.

Savous miró a Nalfien.

— ¿Podrías romper el hechizo?

Sin dudarlo, el anciano hechicero sacudió su cabeza, mechones de su pelo blanco plateado libres en el agua burbujeante.

—No. Es similar al hechizo que lo ha protegido las últimas dos décadas.

— ¿Has hablado con él?

—No.

— ¿Crees que es él?

Vacilación.

—Creo que él está allí, sí.

— ¿Pero?

—Por lo que puedo sentir, hay algo además de él.

Irin se acomodó doblando sus rodillas sobre uno de los muslos de Savous. Él acarició su muslo debajo del agua, sintiéndose cómodo en su presencia. Escuchar que ella había pasado la mayor parte del tiempo del sexo compulsivo con Nialdlye había suscitado su interés, pero el agotamiento y el asunto en cuestión le impidieron actuar sobre ello.

Miró a Salin.

— ¿Sientes lo mismo?

El pelo corto de Salin se pegaba a su cráneo, pero los rizos comenzaban a definirse al irse secando.

—Suena igual y en su mayoría se siente igual, pero sí, hay más.

Irin acarició el pezón de Savous.

—Es comprensible. Ha estado en el vacío durante dos siglos. Quién sabe lo que ha hecho para sobrevivir.

—O lo que le han hecho —Murmuró Hyle.

Bueno, si vas a preocuparte por mí, podrías mejor venir.

Savous se sobresaltó, igual que Irin. La inclinación de la cabeza de Salin indicaba que él había escuchado también. Pero lo más sorprendente eran las miradas impresionadas de Nalfien y Hyle.

— ¿Lo oísteis?

Atónito, Hyle asintió, una sonrisa jugueteando en los bordes de su generosa boca. El asentimiento de Nalfien no fue tan sorprendido.

Algunas cosas han cambiado, fue la respuesta para todos ellos. ¿Por qué no limitamos las formalidades, Rhaeja?, él título honorífico fue pronunciado con respeto. ¿Quieres venir a mí? Yo iría a vosotros, pero creo que podría causar más revuelo del necesario en este momento.

De acuerdo. Esperó a que Irin se pusiera de pie, luego él mismo lo hizo también, sacudiéndose el agua. Danos un momento.

Cuando gustes, mi rhaeja.

Savous pensó furiosamente mientras se secaban y se ponían la ropa. Radin había utilizado el honorífico dos veces, una declaración del rango de Savous, aún si sus

poderes estaban evidentemente más allá del ámbito de influencia de Savous. ¿O lo estaban? ¿Qué había hecho Radin para sobrevivir?

Savous los llevó de la sala de baño, consciente de una multitud de ojos sobre él. Hombres y parejas de otros grupos, los chicos que se atareaban en sus funciones. Todos los que pasaron observaban cuidadosamente, sabiendo que algo de gran importancia ocurría en ese preciso instante. La ciudad contuvo su aliento colectivo, en espera de los resultados de la reunión pendiente.

En el vestíbulo de entrada a la torre en que estaba la habitación de Radin, Savous se detuvo. Observó los patrones tallados en el techo de piedra, dejando que un pensamiento que había estado martillando en el fondo de su mente confluyera. Se volvió a Hyle.

—Debes quedarte atrás.

Hyle parpadeó, sorprendido.

Savous miró a Jarak.

—Tú también.

Jarak frunció el cejo.

Savous vaciló.

—Por si acaso.

Lo dejó colgando en el aire.

Ellos lo captaron.

Igual que Radin. Una buena elección. Si algo te fuera a ocurrir, Hyle sería la mejor opción de rhaeja que tienes. Algo disperso-de-mente, pero Jarak podría mantenerlo en línea.

Por las miradas de todos los demás rostros, Savous estaba relativamente seguro de que ese pensamiento había sido sólo para él. Sal de mis pensamientos.

Un suspiro mental. Lamentablemente, por el momento, no puedo. Pero permaneceré callado para que puedas fingir.

¡¿Por qué tú…?!

Irin apretándole la mano lo sobresaltó.

Lo miraba nerviosamente cuando se giró hacia ella.

—Estabas gruñendo.

Abrió la boca, pero la cerró de golpe. Apretó los ojos y sacudió un poco la cabeza.

Una leve risa mental casi lo descontrola de nuevo.

Sacudiendo su cabeza nuevamente, se concentró en Hyle.

—Si algo me pasara, eres mi sucesor. Jarak, harás todo lo que puedas por él.

Antes de que Hyle pudiera protestar, Savous giró sobre sus talones esforzándose en no golpear la escalera al subir hacia el segundo piso. Sentía la sonrisa jugueteando en las comisuras de su boca y la combatió. Radin. El irreverente quebranta-reglas siempre había podido hacerlo sonreír o sentirse a gusto, generalmente con una broma a expensas de cualquiera de los dos. Que lo hubiera conseguido ahora era en verdad impresionante.

Llegó al rellano y tomó el corredor, Irin, Salin y Nalfien tras él. Frente a ellos, la puerta de la habitación de Radin estaba abierta. Antes de que llegaran, Salin se adelantó a Savous, bien por el deseo de ver a su hermano o por su instinto guerrero de siempre ser el primero en traspasar la puerta para hacer frente a cualquier peligro que aguardara.

La sala exterior estaba perfectamente normal. Tan normal como cualquier habitación con los colores chillones elegidos por Radin pudiera estar. El fuego estaba encendido al igual que dos lámparas en las paredes, y el ventanal hacia el jardín lateral estaba abierto.

Radin estaba junto a la ventana.

Savous no pudo sino detenerse y mirar. Se veía igual. Unas cuantas pulgadas más alto que Savous, casi igual de ancho de hombros. Llevaba botas suaves de gamuza de un horrible magenta y un pantalón dorado brillante ceñido con una gruesa correa de piel verde cazador. Savous reconoció cada prenda de inmediato, habiendo ayudado a Irin a empaquetar los artículos hacia mucho tiempo en un esfuerzo por aplacar su mente. Aunque el cegador pelo blanco de Radin era diferente, más largo que la última vez que lo vio en que le llegaba a la cintura.

Ahora rozaba el borde de sus botas en el tobillo. Había otras diferencias. Las marcas blancas grabadas en la piel de su pecho y vientre ahora eran del carmesí profundo de la sangre fresca, aunque tenían las mismas formas. Su rostro estaba desprovisto de sus marcas previas, la piel suave y negra e intachable. Las líneas afiladas de su rostro, las cejas sardónicas, nariz arqueada y boca magnífica y generosa eran las mismas. Los ojos… Quizá lo más sorprendente de todo. No había nada blanco en ellos. Eran negros, donde debían ser blancos, y sus iris rojos parecían haber estallado a través del negro, más una estrella borrosa que un círculo.

Se encontraba inmóvil, dejándolos mirar a sus anchas mientras entraban lentamente en el cuarto. Compulsiones beligerantes pugnaban dentro de Savous e Irin agarró su mano como un salvavidas. Parte de él quería arrojarse en brazos de | Radin y abrazarlo para siempre. Otra quería correr gritando en dirección opuesta.

Otra más quería juntar cada trozo de poder que tenía en un escudo para protegerse. Porque había algo más acerca de Radin de lo que el ojo podía ver, como Nalfien y Salin dijeron. Su cuerpo podía estar allí, su mente podía estar allí, pero algo estaba detrás y alrededor de él, por encima y por delante de él, algo invisible pero infinitamente palpable. Impresionante y aterrador y. extrañamente reconfortante.

Finalmente se movió. Un suspiro. Caminó al centro de la habitación, hacia Savous.

Reuniendo su coraje, Savous avanzó para encontrarlo.

Se detuvieron a menos de un brazo de distancia. Savous luchó para no sentirse intimidado por la abrumadora presencia mientras miraba un rostro que nunca había pensado volver a ver en vida.

Entonces esos extraños ojos se cerraron y Radin inclinó su cabeza, el cabello suelto cayendo hacia adelante como cortina en su pecho.

—Rhaeja. Rhae y Su consorte, Tohon, te saludan.

Se detuvieron a menos de un brazo de distancia. Savous luchó para no sentirse intimidado por la abrumadora presencia mientras miraba un rostro que nunca había pensado volver a ver en vida.

Entonces esos extraños ojos se cerraron y Radin inclinó su cabeza, el cabello suelto cayendo hacia adelante como cortina en su pecho.

—Rhaeja. Rhae y Su consorte, Tohon, te saludan.

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