Despertar

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Libro Primero » Capítulo 16

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—Gendra, ¿me permites? —Tharius se puso de pie, condujo a la mujer fuera de la habitación y cerró la puerta casi por completo a sus espaldas. Kesseret lo escuchó hablar al otro lado—. ¿No tienes ninguna sensibilidad? Por los dientes de Potipur, mujer, ¡al menos déjala recuperarse!

—Me dijeron que sus heridas no eran tan graves —replicó la Dama Mariscal, apenada—. Los Indagadores aseguraron que no parecía sentir mucho dolor. De no haber sido por las infecciones, se hubiese curado hace mucho.

—Permite que les hagan a tus manos y pies lo que le hicieron a ella, Gendra, y luego me cuentas si consideras que no es tan grave. Que tus manos y pies se hinchen al doble de su tamaño en las cavernas de invierno ¡y que te sientas arder de fiebre! ¿Te habría parecido mejor si tus malditos Indagadores la hubiesen destrozado, si la hubiesen hecho llorar pidiendo clemencia? ¿Si hubiesen conseguido que confesara algo de lo que es inocente en una habitación llena de voladores? ¿Eso hubiera despertado tu compasión?

—¿Por qué iba a ser compasiva? Fue ella quien albergó a la conspiradora.

—Oh, vamos, Gendra, ¡conspiradora! No hables tonterías. Sólo los Parlantes manifiestan esa creencia, y hasta ellos la ponen en duda. Debes mostrarte agradecida con la señora Kesseret. ¿No comprendes que nos ha protegido a todos con su comportamiento? De no haber sido por su coraje, toda la Cancillería podría estar sitiada por miles de Parlantes paranoicos. ¡Por los tres dioses y su corrupta descendencia, Dama Mariscal, tienes más osadía que sentido común!

Escuchó su propia ira y no le importó. Que ella hiciera lo que quisiera con eso.

—No habría venido de haber pensado que no me recibiría con…

—Es posible que comprenda que lo que has hecho era necesario, pero, por el amor de Potipur, no esperes que ahora reciba tus visitas con agrado.

Esto ya era demasiado.

—Será mejor que me reciba si pretende regresar a la Torre de Baris como Superiora bajo mis órdenes —gruñó Gendra.

Él no se amedrentó.

—Por supuesto que regresará a la Torre de Baris. Y, además de dejarla tranquila hasta que llegue ese momento, no la acosarás cuando vuelva allí. Te lo juro, Gendra, ya te has hecho acreedora de mi venganza. No empeores las cosas.

—¿Por qué tú, Tharius? ¿Eh? ¿Qué es ella para ti?

Era a la vez una burla y una amenaza.

—Una vieja amiga y mi prima; sí, Gendra, mi prima. Como cuando recibimos la Retribución estamos obligados a dejar de lado las relaciones familiares, aquellos de nosotros que tenemos miembros de la familia que también la han recibido nos sentimos bendecidos con un pariente que recuerda cómo éramos. Es mi prima, te repito. Y un miembro leal del servicio. Eso es ella para mí, y también debería haberlo sido para ti. Si por un momento olvidaras la maldita disciplina de tu Torre y pensaras en la gente…

Sus voces se alejaron por el corredor. En el subsiguiente silencio, se oyó el sonido del arpa; una música que era como el agua, unos cuantos tonos repetidos una y otra vez en diferentes órdenes. Murmurantes. Ambladores. Martien cubría la ira con la calma, alejando el dolor.

Tharius no debía haber hablado de ese modo. No debía haber enfadado a Gendra. Nunca tendría que hacer nada que despertase más su ira y sus sospechas. Y, sin embargo, Kesseret se sintió reconfortada por sus palabras, por esa defensa de ella. Durante unos momentos olvidó la conspiración, a la cual había entregado su vida, y permitió que las aguas de suspensión la invadiesen por completo.

Después de un rato, se durmió.

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