Despertar

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Libro Segundo » Capítulo 2

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Thrasne pensaba en lo que estaba a punto de hacer como si estuviese contemplando la posibilidad de utilizar el hacha por haber sido tocado por el plaga. Hubiera rechazado horrorizado la idea de cortarse la pierna, pero no lo habría dudado porque la alternativa era aún más terrible.

Por consiguiente, aceptó sin entusiasmo el plan de realizar un viaje de exploración para encontrar Costa Sur, junto con un grupo de los Melancólicos de Medoor Babji. Decidió hacerlo porque permanecer en cualquier lugar cerca de Pamra era aún más horripilante que abandonar el mundo en el cual ella se movía. Si se quedaba, tendría que seguirla; y sería terrible verla, saber de ella, recibir noticias sobre la cruzada. Cualquiera de esas cosas le resultaba más repulsiva que arriesgar la vida. Se dijo a sí mismo que recibiría con agrado la muerte si eso significaba no enterarse de los peligros que Pamra estaba corriendo.

—La amo —le dijo a Medoor Babji—. Esté loca o no, yo la amo.

Y era verdad. Comenzaba a temblar con sólo pensar en ella. Conocía cada curva de su cuerpo y soñaba con él, se despertaba cubierto de sudor en medio de los tormentos de la pasión insatisfecha.

Y Babji, después de ser testigo de esa obsesión durante todos aquellos días, fue lo suficientemente inteligente para callarse la boca, aunque pensaba que era un estúpido. Sin embargo, ¿cómo podía culparlo por este deseo no correspondido cuando a ella le ocurría algo similar respecto de él?

En el poblado de Thou-ne, el mismo día en que Pamra pregonó la cruzada en el Templo de las Lunas, Medoor Babji se acercó a Taj Noteen, le enseñó los símbolos que llevaba y le explicó brevemente algo referente a las aves mensajeras. Observó que el rostro le pasaba del bronceado al rojo y de éste al gris pálido, para volver nuevamente al bronceado.

Deleen p’Noz —salmodió Noteen, hincándose sobre una rodilla—. Su Graciosa Alteza.

En aquellos días el lenguaje secreto de los Noor se utilizaba para nombres y títulos, y para muy poco más.

—No necesitamos nada de eso —se mostró firme Medoor Babji—. Esto no es la corte de los Noor. No tengo que escuchar

Deleen p’Noz para recordar cuál es mi deber. No nos encontramos en la tienda de audiencias de la Reina. Aunque soy su heredera elegida, estamos aquí, Noteen, en Thou-ne, igual que esta mañana cuando me diste un golpe con tu látigo. Te he dicho lo que debemos hacer. Thrasne necesitará a sus propios tripulantes, y no podremos vivir en la cubierta si hay alguna tempestad. Por tanto, tendremos que limitar nuestro número al espacio disponible. Thrasne ha tenido la amabilidad de ofrecernos la casa del patrón. Allí hay tres dormitorios, con dos literas en cada uno, y un despacho y un salón. No es grande, así que no podremos llevar a nadie que cause problemas.

—No a Riv Lymeen, entonces —murmuró él—. ¿Qué hay del viejo Porabji?

—Tiene un buen cerebro, lo cual podría resultarnos más útil que la fuerza de un joven. Sí.

Noteen pensó unos momentos.

—¿Necesitaremos a alguien que lleve un diario del viaje? —Ella reflexionó y, luego, asintió con la cabeza. La Reina Fibji no lo había ordenado, pero era algo que debía hacerse—. Que sea Fez Dooraz, entonces. Fue secretario de la corte durante diez años, cuando era más joven. Por su aspecto parece que lo pudiera derribar una simple brisa, pero es el más letrado de todos nosotros.

—Lomoz Borab es robusto. ¿Y qué hay de Eenzie?

—¿Eenzie, la payasa?

—Me gustaría que hubiese otra mujer con nosotros, Noteen. Y Eenzie nos hace reír a todos. Tal vez necesitemos reír.

El asintió con la cabeza, y resumió:

—Seis entonces. Porabji, Dooraz, Borab y Eenzie. Vos, Alteza. Y yo.

—¿Tú, Noteen?

—Enviaré al grupo de vuelta a las estepas. Nunoz los conducirá.

—No había pensado en ti, Noteen.

—¿Tenéis alguna objeción? —preguntó, con humildad.

Medoor lo pensó unos momentos. No la había tratado peor de lo que trataba a los demás. No sentía ninguna animosidad en su contra.

—¿Por qué no? Y se me ocurre algo más, Noteen. Tú dirigirás nuestro grupo. En lo que a ellos se refiere, serás tú a quien la Reina Fibji envió el mensaje.

Ante su rostro pensativo, Noteen controló el rechazo inmediato que le produjo la idea. Tal vez fuese mejor si nadie sabía quién era realmente Medoor Babji.

—Sería más seguro para vos —murmuró.

—No estaba pensando en eso, sino en la comodidad del viaje. Hasta ahora hemos estado bien conmigo como novicia, ¿por qué complicar las cosas?

—¿El patrón Thrasne no lo sabe?

—Le conté que nos habían ordenado ir. No le dije que los pájaros mensajeros vinieron en mi busca, y tampoco las palabras que trajeron.

—¿Poseéis suficientes monedas para pagarle?

—Por extraño que parezca, Taj Noteen, no lo hace por dinero. Pero sí, tengo lo suficiente.

Entre los símbolos que llevaba había uno capaz de abrir las arcas de los prestamistas de Thou-ne. Los Noor tenían crédito en muchas partes de Costa Norte.

—Necesitaremos más provisiones. ¿Cuánto se ha planeado que durará la travesía?

—La Reina Fibji nos ha ordenado aprovisionarnos para un año. Todo un año. Necesitaremos utilizar casi todo el espacio de la bodega para las provisiones. Thrasne lo sabe.

—Muy bien, iré a avisar a Dooraz y a Porabji. Ambos son buenos intendentes.

Y todo comenzó.

Thrasne habló con la tripulación. No les explicó sus motivos, sólo les dijo que les pagarían bien. Varios hombres le contestaron que preferían desembarcar, que muchas gracias por todo pero que realmente no estaban interesados en un viaje tan largo. Thrasne asintió con la cabeza y los dejó partir. Los demás lo rumiaron durante un tiempo.

—Querrás que reemplace a los que se han ido —le comentó Obers-rom finalmente—. Necesitaremos contar con una tripulación completa, patrón Thrasne. Supongo que esos negros no sabrán mucho de barcos.

—Supongo que no. Y será mejor que nos acostumbremos a llamarlos por sus nombres, Obers-rom. O decir, simplemente, Noor. Es una cuestión de cortesía.

Obers-rom estuvo de acuerdo. No había habido mala intención en ello. Los marineros no tenían prejuicios. No hubiesen ganado un centavo sin tratar con toda clase de personas.

Y fue Obers-rom quien trabajó junto a Zyneem Porabji y a Fez Dooraz —en menos de un día pasaron a ser Obbie, Zynie y Fez— para llenar las bodegas del

Obsequio de Potipur. Fueron a ver a los proveedores y encargaron pescado seco, salado y en salmuera, cereales a granel, tortas secas y enharinados, frutas secas, mermeladas, melones y barriles de raíces disecadas, preparadas para reverdecer con un poco de agua, incluso la salobre del Río. De alguna fuente no especificada, Fez consiguió varios kilos de raíces de Jarbo. Compraron dulcificantes, especias y toneles de aceite, tanto para cocinar como para encender los faroles y la estufa; así como rollos de tela de pamet y de sogas, unos cuantos sedales más, y bolsas con polvo de frag. Armaron un corral de aves en la cubierta de popa, y el tonelero comenzó a fabricar una interminable serie de barriles para almacenar agua potable.

Encargaron especias y medicinas, una nueva batería de cocina para el cocinero y herramientas suplementarias para la gaveta del carpintero.

No todo estaba a la venta en Thou-ne, parte de ello lo reunieron misteriosamente los Noor y llegó en otros barcos que venían del este. Esto significó demoras y más demoras; pero los Noor fueron pacientes, más pacientes que el patrón Thrasne, quien sólo quería iniciar aquel gran desafío para alejarse de Pamra. Cuanto más trabajaba, menos pensaba en ella, pero no lograba olvidarla por completo y cada día iba al mercado a solicitar noticias, aunque nunca llegaba a saber si los rumores eran ciertos.

Y, de vez en cuando, se sentaba a solas en su puesto de vigilancia y se distraía escribiendo en su libro. No obstante, algunas veces lo que escribía no lo distraía en absoluto; antes bien, lo conducía a las profundidades de sí mismo donde moraban las cosas en las cuales hubiese preferido no pensar.

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