Despertar

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Libro Segundo » Capítulo 15

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El final de cada mes, los que se encontraban a bordo del

Obsequio de Potipur lo celebraban bulliciosamente con un día libre. Eenzie la Payasa hacía juegos malabares con melones y huevos en la cubierta principal, descubriendo los huevos en las orejas de los tripulantes y perdiéndolos luego en la parte trasera de sus pantalones. En aquella ocasión, Porabji trajo una gran olla de barro que tenía guardada en la casa del patrón y les sirvió unos tazones de algo que parecía vino con alguna otra cosa, estimulante como el Glizzee, aunque de una forma diferente. El propio Thrasne había sacado una generosa porción de Glizzee de la bodega para entregársela al cocinero con la intención de que la incluyese donde le pareciera conveniente. Se entretuvieron con juegos tontos, cantaron canciones infantiles y terminaron derramando vino en el nuevo barco, al cual bautizaron

Cheevle. Según Eenzie, ése era el nombre de un delicioso pescado que abundaba en los ríos de las estepas. Fingió probar pequeños bocados del barco, haciéndolos reír a todos. Quitaron la tela que cubría la embarcación, se sentaron sobre el casco, envueltos en mantas para protegerse del frío, y entonaron salomas del Río y viejas canciones hogareñas. Hacia la mitad de la noche todos estaban cansados pero se sentían maravillosamente bien y la mayoría de ellos se dirigió a sus hamacas o literas.

Thrasne se encaramó a la casa del patrón para mirar las estrellas, tarareando sin melodía, casi sin pensar. Medoor Babji lo encontró allí y subió para colocarse a su lado contra la baranda, tan cerca que su brazo desnudo tocaba el de él, envueltos en la calidez del contacto.

—Babji —entonó él, bastante más que un poco ebrio—. Aiee, aroo, Babji, Babji.

Le sonrió y la rodeó con el brazo.

Ella no respondió, sólo se apretó contra él. Sabía lo que estaba a punto de ocurrir y deseaba que ocurriese. Cuando Thrasne posó sus labios sobre los de ella, fue exactamente como el cuerpo de Medoor lo había anticipado: boca dulce, con olor a vino, y labios suavemente insistentes. Él puso las manos sobre sus nalgas y la apretó contra su vibrante erección. Cuando comenzó a conducirla hacia el

Cheevle, hacia las mantas apiladas en el fondo, la muchacha no se resistió; cuando la acostó y se tendió sobre ella y comenzó a abrirse paso entre la ropa, ella no dijo que no; tan sólo gritó una vez, por un dolor que pasó rápidamente, y, luego, cesaron todos los pensamientos.

Pasó un buen rato antes de que Medoor volviera a abrir los ojos para ver las estrellas. Estaba acurrucada contra el hombro de Thrasne. Él la rodeaba con el brazo derecho y las mantas se apilaban sobre ellos como hojas sobre una fruta caída. En el barco no se oía ningún sonido, con excepción de los del agua, el crujido de las tablas, los pasos del vigía sobre la cubierta de proa y el roce de los cabos contra la madera.

—Babji —volvió a pronunciar él, sin cantar esta vez, con una voz completamente sobria y un poco apesadumbrada.

—¿Qué? —Comprendió que Thrasne se había mantenido despierto mientras ella dormía—. ¿En qué piensas?

—Pensaba en lo que dijiste el otro día, Medoor Babji. Sobre las dos clases de personas que hay en el mundo, los que son como tú y yo, que vemos mermelada de puncon sobre nuestro pan, y aquellos que ven otras cosas. He estado pensando en eso. Los que vemos la mermelada somos los más numerosos, lo sé, pero ¿eso significa que la mermelada realmente se encuentra allí?

Ella contempló la silueta de su rostro recortada contra el cielo nocturno.

—¿Crees que no?

—No lo sé. Después de mucho pensarlo, sólo he podido responderme eso: no lo sé. —Thrasne la estrechó contra su cuerpo y acomodó las mantas alrededor. El viento era frío; su voz, más fría aún—. Fue la locura de Pamra lo que me hizo pensar en ello. Ella no ve el mundo como lo hacemos nosotros, como lo vemos tú y yo, como lo ve la gente del barco, como lo ve tu gente; así que la llamamos loca. No quiso pertenecer al mundo que yo había planeado para ella, así que la llamo loca. No quiere amarme y darme hijos, así que está loca. Habla con los sueños y se desposa con las visiones, así que está loca. Pensaba en eso mientras yacía aquí, escuchándote dormir.

Medoor no respondió. Estaba a mitad de camino entre la ira y el deseo de llorar, sin saber en cuál de los dos caer. Después de lo que acababa de pasar entre ellos, ¡y todavía era Pamra la que estaba en su mente! Se refugió en el silencio.

El continuó:

—Los Mendicantes de Jarbo podrían venir con su humo azul, sentarse a mi lado y decirme: «Sí, está loca.» ¿Pero qué significaría eso, Medoor Babji? Sólo significaría que ven el mismo sueño que veo yo, no que ese sueño sea real. Por tanto… por tanto, si yo compartiera el sueño de ella, ¿no sería tan real como el mío propio?

—¿Cómo? —preguntó ella, fluctuando de la tristeza a la ira—. Tu cabeza cuerda no te permitiría hacerlo, Thrasne.

—Si la raíz de Jarbo proporciona una visión de la realidad, es posible que otras cosas nos den visiones diferentes. El Glizzee tal vez.

—El Glizzee nos hace sentir alegres, Thrasne, pero nunca he oído que provoque visiones.

—Entonces, otras cosas —siguió él, pensativo—. Otras cosas. —Se miró la mano que le quedaba libre y Medoor vio que sujetaba un tazón del licor que había preparado Porabji—. Otras cosas.

Se apartó de él, menos enfadada ya, aunque a Thrasne no pareció importarle que se fuese, pues comenzó a atar la tela que cubría la pequeña embarcación. En la casa del patrón, se desvistió y trenzó sus largos cabellos para impedir que se enredasen mientras dormía. Tal vez mañana llorase. En su interior había un vacío desolado, lleno de un viento frío. Tal vez no se levantase en absoluto.

Eenzie se movió.

—¿Doorie? ¿Dónde has estado? Haciendo cochinadas con el patrón, ¿eh?

—Hablando —respondió ella en tono neutro, sin delatarse.

—Sobre esa mujer loca, podría apostarlo —dijo Eenzie con un bostezo, mientras se iba durmiendo otra vez—. No tiene otra cosa de que hablar.

La mañana encontró a muchos de ellos menos alegres que en la noche anterior, con Obers-rom inclinado sobre la baranda para echar todo lo que había comido en un día o más.

—Es ese brebaje del viejo Zynie —murmuró—. Debí haberlo pensado mejor antes de beberlo.

—Tal vez —insinuó Thrasne— sólo debiste haberlo pensado mejor antes de tratar de bebértelo todo.

Medoor Babji pasaba por allí en ese momento. Él la vio y la miró con expresión pensativa. Le parecía recordar haber hecho algo imprudente, tal vez poco amable. Debía disculparse, pero antes necesitaba un momento para recordar. Ella lo ignoró, como si hubiese sido transparente.

—Nunca es bueno beber demasiado de los brebajes del viejo Porabji —comentó—. Ya he hablado con él.

Siguió de largo, sin volverse hacia Thrasne, y él la miró confundido. No tenía claro lo ocurrido la noche anterior. Era posible que una parte hubiese sido un sueño. Y, sin embargo, se sentía en deuda a causa de ello, pensó. Había algo que debía hacerse.

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