Despertar

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Libro Segundo » Capítulo 24

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Las aves mensajeras habían sido criadas originalmente por los Noor. Como en el caso de las torres de señales de la Cancillería, en la inmensidad de las estepas los mensajes podían enviarse por heliógrafo durante el día o utilizando faroles reflectores por las noches. De un modo más o menos regular, ésta era la forma en que se intercambiaba información entre los guardias de la Reina Fibji y los viajeros.

Para cuestiones más domésticas se utilizaban las aves mensajeras, que efectuaban vuelos de ida y vuelta entre sus dos dueños, algunas veces recorriendo enormes distancias. El hecho de que alguien poseyese un ave mensajera ya no se consideraba prueba de que el dueño era un Noor o de que simpatizaba con aquel pueblo, aunque en alguna época así había sido. Ahora había muchos mercaderes que las utilizaban. Medoor Babji se llevó consigo media docena de aves cuando zarpó a bordo del

Obsequio de Potipur. Cada grupo de Melancólicos contaba con dos o tres, entrenadas para buscar a los parientes cercanos en las estepas. Y, por supuesto, los espías de Fibji tenían aves mensajeras.

Una de ellas llegó a la jaula por la tarde, finalizadas ya las audiencias del día. Strenge introdujo el dedo meñique en el tubo de hueso que contenía el mensaje, lo hizo girar y sacó el cilindro de papel, con el ceño fruncido.

—¿Quién de los nuestros lo envía? —preguntó la Reina, salpicándolo con agua de su baño de pies. La asistente dirigió una mirada de reproche a la Reina, con la piedra pómez en la mano—. Está bien, Jenniver. —Sonrió—. Dame la toalla. No es necesario que frotes mis pies callosos esta noche. Después de medio siglo de caminar sobre ellos, no es extraño que estén duros como el cuero de un pescado viejo.

Strenge se metió en la manga el mensaje que acababa de recibir, cogió otro y enroscó un dedo en la punta.

—Primero éste, Fibby. Es de Medoor Babji.

—¡Doorie! Oh, qué maravilla. ¡No hemos sabido de ella en meses!

La Reina extendió las manos, notando que le temblaban un poco, desenrolló el papel y lo alisó sobre la mesita junto a sus cojines. Leyó:

Querida madre y honorable Reina. Hoy el

Obsequio de Potipur viró al norte. Hemos hallado una cadena de islas en el centro del Río, donde viven humanos y Treeci. Muchos de esos hombres han visto Costa Sur con sus propios ojos. Se encuentra allí, aproximadamente a un mes de viaje hacia el sur. No hay duda al respecto. Es un territorio desierto, deshabitado por los humanos; eso es lo que creen los hombres.

No sabemos cuándo ni dónde tomaremos tierra en Costa Norte, aunque pasarán por lo menos dos meses, cien largos días a partir de ahora, y probablemente lo haremos un poco al oeste de Thou-ne, de donde partimos. Envíame un mensaje a través de los Melancólicos que se encuentran entre Thou-ne y Vobil-dil-go.

Me he enterado de que los voladores consiguieron algunas bestias. Tienen planeado criar las manadas en las estepas hasta que sean lo suficientemente grandes y, luego, matar a todos los humanos. Dos voladores fueron arrastrados por una enorme tormenta hasta una isla y yo pude escuchar lo que hablaban. No le he contado esto a nadie salvo a ti.

Los Noor deben hacer planes para partir de inmediato hacia el sur. Si los Thraish llevan a cabo su idea, el plan que tanto hemos acariciado sólo se convertiría en otra clase de tumba.

He encontrado la respuesta al acertijo del abuelo.

Tu obediente hija que te ama,

Medoor Babji.

P.D.: creo que estoy embarazada.

—Ah —dijo Strenge, con aspecto perplejo, sin saber en qué parte del mensaje pensar primero—. Bueno, si sólo cree estar embarazada, debió de ocurrir después de partir.

—Violación —gruñó la Reina.

—No lo creo —añadió él, con tono tranquilizador—. No hubiera utilizado esas palabras si fuese el resultado de una violación. No. He recibido aves mensajeras de algunos de los componentes del grupo de Thou-ne, y ellos me dicen que Medoor Babji estaba fascinada con el dueño del barco, Thrasne.

—¡Ése no es un nombre Noor!

—No. Y los Noor no poseen barcos. Chist, calla, Fibji; en nuestra familia tenemos niños que no son completamente Noor.

La Reina emitió otro gruñido. Strenge comenzó a acariciarla y ella se echó a llorar de dolor, ira y frustración. Cuando se hubo calmado, Strenge dijo:

—Y, ahora, Reina de los Noor, debes escuchar las malas noticias. —Extrajo de la manga el otro mensaje y le dio vueltas unos momentos, con una expresión amarga en el rostro.

—¿Y bien?

—Es de una de las nuestras, que hace mucho tiempo que se encuentra como esclava en la Cancillería —respondió con voz tensa—. De un puesto de guardia cercano a las Talon Rojas. Las cosas están tomando un giro desagradable, Fibji.

Ella tomó el papel y lo leyó.

—Oh, por todos los dioses. Hemos sabido por el escriba que la líder de la cruzada se preparaba para una persecución racial. ¡Ahora una facción de la Cancillería planea nuestro exterminio para colonizar nuestras tierras con gente blanca! ¿Ha habido informes sobre acciones semejantes en contra nuestra?

—Bueno, no ha habido informes, pero es posible que los Melancólicos no se den cuenta de lo que está ocurriendo. Siempre está la posibilidad de que existan algunos acosamientos en las ciudades.

—Realiza una investigación, Strenge. No creo que la Cancillería haya tenido tiempo para iniciar acción alguna, pero podrían moverse más rápido que de costumbre.

—No importa si se mueven rápido o lento, Fibby, nosotros debemos actuar ya. Un mensaje te informaba de que la persecución se está extendiendo como un incendio, alimentada con combustible en cada lugar donde se detiene la cruzada; luego, otro te dice que Gendra Mitiar conspira contra nosotros. Si logra sus propósitos, a nuestra gente le resultará imposible recaudar monedas en Costa Norte. Ahora llega un mensaje de tu hija afirmando que Costa Sur existe. Es real y accesible, sin que exija un esfuerzo tan arduo para que resulte impracticable.

—Entonces, ¿por qué la gente no ha ido allí?

—¿Por qué iban a hacerlo? El viaje es muy largo. Hay grandes territorios despoblados en Costa Norte, para no hablar de las estepas. Las Torres tienen prohibida toda exploración del Río.

—¡Pero ella dice que hay humanos viviendo allí, en medio del Río!

—Deben de encontrarse en las islas desde hace innumerables generaciones. Lo que me resulta más interesante es que dice que también hay Treeci, pero no nos explica qué son. Debe de tratarse de otra raza de criaturas. ¡A eso debe de referirse!

—A mí me resulta incomprensible que los humanos no se hayan establecido en otras tierras que se encontraban a su alcance —gruñó, todavía preocupada por el posible embarazo de Medoor Babji y sin pensar en ninguna exploración ni colonización.

—Tal vez lo hayan hecho. Y tal vez se encuentren allí ahora. También es posible que todos hayan muerto o que ocurriera alguna otra cosa. O quizá los hombres destinados a colonizar aquellas otras tierras son los Noor.

Ella inclinó la cabeza y susurró:

—Tienes razón, Strenge, como de costumbre. Bien. Envía el mensaje a todos los Noor. Deberán partir hacia Costa Sur por el camino más rápido, cada tribu por su cuenta. Vaciaremos las arcas de la Reina. Alquilaremos barcos donde podamos y nos apoderaremos de ellos donde no podamos. Ocúpate de las provisiones. Y, tal como Medoor Babji ha sugerido, envía un recado a todos los Melancólicos que se encuentran entre Thou-ne y Vobil-dil-go. Debe haber algún plan trazado para cuando nuestra gente llegue a Costa Sur. Si es que… —Inspiró profundamente y enderezó la espalda—. ¡Partiremos por la mañana! Olvidaremos nuestros planes de alcanzar un acuerdo con la Cancillería, siempre fue una esperanza vana. Como ya nos encontramos muy cerca del Paso del Río Partido, bajaremos por el río hasta Costa Norte. Marcha forzada. Nosotros los Noor podemos recorrer en tres o cuatro meses lo que a los de Costa Norte les llevaría un año. Ella pide que nos apresuremos, así que nos daremos prisa.

La Reina guardó silencio unos momentos, pensando. A pesar de la amenaza que pendía sobre su pueblo, todavía ansiaba tener a Medoor Babji a su lado. ¿Pero embarazada?

—Ay, seré abuela otra vez. Mi heredera va a tener un hijo. Ay, Strenge, ¿qué mensaje tendré en el corazón para cuando mi hija regrese?

• • • • •

Tharius Don dormía profundamente, con el sueño de los ángeles, donde no había problemas ni angustias. Volaba como si tuviese alas, encendido de un fuego sagrado.

Alguien lo sacudió por el hombro.

Tharius abrió los ojos y se esforzó por ver en la penumbra.

—Su Alteza.

—¿Eh?

—Un mensaje, señor. Llegó esta tarde, pero con todo lo que estaba ocurriendo se traspapeló. Cuando me hice cargo de mi puesto, supe que debía entregárselo a usted de inmediato. Es de la Dama Mariscal.

El joven oficial estaba demacrado. Con manos temblorosas le ofreció el hueso con el mensaje.

—Ábralo —le ordenó Tharius mientras se sentaba en la cama.

Incluso con el mensaje desenrollado ante él, le resultaba difícil enfocar la vista en las palabras escritas. No era la letra de Gendra…

No era de Gendra. El recado estaba firmado por la esclava Noor, Jhilt. Hablaba brevemente sobre los Noor y, luego, de Pamra Don, quien sería entregada a los Thraish para cierta ceremonia de degradación en el Paso del Río Partido. Pamra Don no había logrado convencer a los Thraish ni producir ningún cambio en ellos. Planeaban esto con la intención de desprestigiarla delante de todos sus seguidores.

Cuando hubo leído aquello por cuarta o quinta vez, se secó las inútiles lágrimas que le bañaban el rostro y corrían por su mentón.

—Bien. —Tomó la campanilla que se encontraba a su lado—. Así es como se humilla mi dignidad. Tráeme comida —le indicó al criado que acudió bostezando en respuesta a la llamada—. Algo caliente y tonificante. Busca a mi músico, Martien, y pídele que venga a verme.

Cuando Martien llegó, muy agitado, encontró a Tharius Don envuelto en una manta, comiendo de modo compulsivo, con el rostro contraído en una expresión de concentración y dolor.

—No me quedaré aquí para el funeral —le anunció Tharius—. Me voy al Paso casi inmediatamente. Envía la alerta del golpe, Martien. Tenemos vigías apostados en las alturas. Aunque espero que no sea necesario, llevaré la bandera verde; cuando la arríe, será la señal para salir.

—Cuando se arríe la bandera verde, será la señal para salir —repitió Martien, conmovido. Había oído hablar tanto sobre este día que pensó que nunca llegaría.

—Es posible que haya sido un gran tonto —añadió Tharius Don—, un tonto débil y orgulloso. Medman trató de decirme…

—Oh, bueno, los Mendicantes… —empezó Martien, tratando de consolarlo.

—Sí, los Mendicantes. Ellos nos dicen lo que no queremos escuchar, así que no los escuchamos. Ah, y otra cosa, Martien. Envía un mensaje a la Reina Fibji utilizando mis canales secretos. Dile que Mitiar está conspirando con los Thraish para eliminar a los Noor. Es posible que esa esclava, Jhilt, ya le haya informado, pero no quiero correr el riesgo. Puede que no resulte nada de la conspiración de Gendra, pero la Reina debe estar sobre aviso, suponiendo que me crea. Dile también que el General Jondrigar se encuentra en camino hacia ella, para suplicar su perdón. Es probable que tampoco crea eso.

—¿La Reina Fibji?

—Se encuentra en algún lugar cercano al Paso del Río Partido. No sé por qué, tal vez planeaba otra visita a la Cancillería. —Guardó silencio y terminó su sopa, sintiendo el estómago revuelto por la falta de costumbre de recibir alimentos—. Medio mundo se encuentra en el Paso del Río Partido: la cruzada, el General, Fibji y pronto, según el mensaje que he recibido, los Thraish.

Se levantó, un poco tambaleante. Martien lo miró con preocupación y le ofreció un brazo de apoyo, que no fue aceptado.

—Está bien, Martien. Es tarde en la vida para aprender una lección semejante. Pero no demasiado tarde tal vez. Ahora, vete. Confío en que te ocuparás de todo.

Observó partir a su querido amigo, pensando en que no volvería a verlo, recordando su arpa, el pájaro de fuego, a Kessie.

—Estoy agradecido —dijo para sí, resueltamente—. Agradecido por el hecho de que, si me he equivocado, tendré la oportunidad de no traicionarme a mí mismo, de no traicionar mi causa, de no traicionar a quienes entregaron sus vidas a ella.

Era una especie de letanía, pero él no lo pensaba en esos términos. Cuando la habitación se hubo aquietado un poco a su alrededor, subió la interminable escalera para efectuar sus preparativos. Se preguntaba qué clase de ceremonia planearían realizar los Thraish en el Paso del Río Partido y cómo haría para consolar a Pamra Don cuando aquélla hubiese terminado.

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