Demon

Demon


Capítulo 5

Página 6 de 32

5

sumMa daemoNiaca

—Summa Daemoniaca1 —la voz de Emily inunda mis oídos y me hace alzar la vista de golpe. Ella se sienta frente a mí en la mesa de la cafetería que siempre compartimos y me regala una mirada escandalizada—. ¿De verdad, Bess? ¿Demonios? —sacude la cabeza en una negativa—. Dime, por favor, que no crees en esas estupideces.

El calor invade mis mejillas y cierro las páginas del libro que ha consumido mi tiempo las últimas horas.

—Yo solo… —Busco algo inteligente para decir, pero nada viene a mí. No sé cómo justificar mi reciente obsesión por los seres oscuros. No sé cómo justificar la inmensa necesidad que siento de investigar sobre este tema—. Lo leo por diversión, ¿de acuerdo? No creo en esas cosas.

Su mirada me hace saber que no ha creído una mierda de lo que he dicho, pero se limita a abrir su jugo de uva y dar un sorbo largo. Ni siquiera yo misma comprendo qué estoy haciendo.

He pasado el fin de semana obsesionada con absolutamente todo lo que a demonios se refiere. La internet no ha sido de mucha ayuda. He visitado cada blog sobre demonios existente; pero ¿cómo confiar en la veracidad de un par de datos al azar, en una página creada por alguien que utiliza la fuente Copperplate Gothic en color rojo sangre?

Wikipedia tampoco dice demasiado sobre el tema. El vago concepto que tiene sobre «un ser oscuro» que arroja, es lo más lastimoso y pobre que he leído jamás. Lo único que ha llamado mi atención, es cómo las distintas religiones en el mundo coinciden en una cosa: son catástrofes andando. Daño, dolor, devastación y destrucción. Los demonios son el mal personificado.

Me he inclinado por los textos bíblicos, pero no han sido fáciles de interpretar. Hace unos días me topé con un par de títulos que me interesa leer. El Summa Daemoniaca es uno de ellos; seguido de El Libro de Enoc y La llave menor de Salomón.

No he conseguido los últimos dos textos, pero encontré el primero en una librería religiosa ayer por la tarde. No había tenido el valor de sacarlo de mi mochila hasta hoy por la mañana, justo antes de venir a la escuela; pero, ahora que lo he hecho, no he podido despegar la vista de sus líneas. Realmente espero que esto pueda aclarar todas esas incógnitas que rodean al ser de las alas de murciélago que dice llamarse Mikhail.

—Como sea… —Mi amiga me saca de mis cavilaciones una vez más, y deja escapar un suspiro largo—. ¿A dónde te fuiste el sábado? Estuve buscándote como una idiota por todos lados.

Mis cejas se alzan y la miro con incredulidad.

—Fuiste tú quien desapareció primero. —La señalo con el tenedor de plástico que sostengo entre los dedos—. No tienes derecho alguno a recriminarme el que me haya marchado cuando ni siquiera fuiste capaz de responder el teléfono.

Ella entorna los ojos en mi dirección.

—Eres una perra lista —una pequeña sonrisa se dibuja en sus labios y añade—: ¿Cómo volviste a casa? ¿Pediste un taxi o algo?

—Yo la llevé —la voz ronca y aterciopelada me hace volver la cara en dirección al pasillo entre las mesas.

Mi cuerpo entero se tensa en el instante en el que Mikhail aparece en mi campo de visión. Viste completamente de negro, y eso solo resalta la blancura de su piel y el intrigante color de sus ojos. Su cabello es un desastre, pero de alguna u otra manera ha conseguido que luzca bien a pesar de estar enmarañado.

Una sonrisa perezosa se arrastra en sus labios cuando sus ojos y los míos se encuentran y un hoyuelo se dibuja en su mejilla derecha en el proceso.

—¿Me haces un espacio, Cielo? —dice, mientras me guiña un ojo. Todo dentro de mí se revuelve en ese momento y mi aliento se atasca en mi garganta.

—Piérdete, fenómeno —Emily escupe en su dirección.

La atención de Mikhail se posa en mi amiga y sus cejas se alzan con incredulidad. Acto seguido, vuelca su vista hacia mí.

—¿Vas a dejar que me hable de esa manera? —dice, con fingida indignación.

—¿Se supone que debo hacer algo para impedir que lo haga? —sueno más arrogante de lo que pretendo y un brillo malicioso se apodera de su mirada.

—No quieres jugar de esa manera conmigo, Cielo —suena casual, pero la amenaza que percibo en sus palabras hace que mi valor previo se vaya al caño—. No quieres tenerme como tu enemigo.

—No vas a hacerme daño —me aferro a eso porque es lo único que se me ocurre para decir. Él mismo dijo que no tenía intención alguna de lastimarme y que estaba aquí para cuidar de mí. Debo creer que eso es cierto y aferrarme a esa resolución.

—Pruébame —muestra todos sus dientes en una sonrisa amplia, pero no luce divertido con mi comentario.

—¿Me puedes explicar desde cuándo hablas con él? —Emily interrumpe nuestra pequeña discusión y aparto la mirada de él para encararla.

Me encojo de hombros.

—Desde que me llevó a casa el sábado.

—Pero no somos amigos —Mikhail señala.

—No, no lo somos —concuerdo, y disparo una mirada irritada en su dirección.

—Y nunca vamos a serlo —él añade.

—Eso puedes apostarlo —mi tono de voz es más duro de lo que espero, pero no me importa.

Mi amiga alza las cejas, con diversión.

—¿Están teniendo un momento amor-odio? —reprime una sonrisa y la irritación se detona en mi sistema.

—Prefiero ahogarme en un estanque de agua sucia a tener un momento de amor-odio con él —escupo, con indignación.

—Eres tan madura, Cielo —Mikhail ironiza, pero suena más allá de lo divertido; es por eso por lo que quiero estrellar mi puño en su cara.

—Deja de llamarme de esa forma —digo, entre dientes.

—¿Cómo? ¿Cielo? —hace énfasis en la palabra y sé que solo trata de molestarme.

—¿No tienes nada mejor qué hacer? —espeto, mirándolo con todo el odio que puedo imprimir.

—En realidad, no —sonríe y se dirige a Emily para decir—: ¿Me haces un espacio?

Mi amiga se recorre en el asiento, con una sonrisa enorme pintada en los labios y es todo lo que necesito para saber que está encantada con nuestra interacción.

—Entonces, fenómeno, ¿cómo dices que te llamas? —Emily fija su atención en el chico a su lado.

—Vuelves a llamarme fenómeno y voy a hacértelo pagar. —Algo sombrío tiñe la voz de Mikhail, pero Emily ni siquiera parece notarlo—. Me llamo Mikhail.

—Es un nombre… interesante —mi amiga comenta, pero sé que quiere reírse a carcajadas.

—¿Cómo es que ella no sabe tu nombre? —pregunto, con el entrecejo fruncido, en dirección al demonio.

Mikhail me regala una sonrisa enigmática.

—No tendría por qué saber mi nombre si no tomamos clases juntos.

Emily asiente en acuerdo.

—Mikhail —pronuncia, con un dejo de burla en su tono—, tiene razón. No tenemos clases juntos, así que... —Se encoge de hombros, al tiempo que mira al chico a su lado con aire condescendiente—. Tampoco es como si me interesara averiguar cómo se llama tu acosador.

Él ignora el gesto socarrón en el rostro de ella y estira su brazo para robar una papa frita de mi bandeja de comida.

—¡No te comas mi almuerzo! —chillo, con irritación—. ¿Siempre eres así de molesto?

Él me mira y abre la boca para responder, pero sus ojos se posan en el libro que se encuentra sobre la mesa y enmudece de inmediato. Trato de alcanzarlo, pero él lo toma antes de que pueda hacerlo yo y la vergüenza me invade por completo en un abrir y cerrar de ojos.

—Summa Daemoniaca —lee en voz alta y lo abre en la primera página.

—¡Devuélveme eso! —trato de sonar dura, pero fracaso terriblemente. De pronto, un nerviosismo absurdo se apodera de mi sistema. No sé qué está pensando ahora mismo de mi interés acerca de los de su clase. Seguro debe creer que soy una completa idiota por buscar en información recabada por un sacerdote.

—¿Crees en los demonios, Bess? —pregunta, y un puñado de piedras cae en mi estómago.

No soy capaz de responder. Si lo acepto en voz alta, no habrá marcha atrás. Si lo acepto en voz alta, no voy a poder lidiar con toda la locura que ha caído sobre mis hombros.

Aparta el libro de su cara y me mira directo a los ojos. Su cabeza está ligeramente inclinada, con curiosidad, pero no me atrevo a responder.

—Los demonios no existen —la voz de Emily atrae la atención de Mikhail y un suspiro aliviado brota de mis labios.

—Ah, ¿sí? —él responde, y suena casi como si ronroneara—. ¿Qué hay de los ángeles? ¿Crees en ellos?

—Creo en Dios —Ems responde.

—Pero, si crees en Dios significa que crees en el Cielo, y creer en el Cielo es creer en el Infierno —Mikhail sonríe—. Creer en el Infierno, significa creer en los demonios, ¿no es así?… ¿Cómo puedes creer en el bien, si no crees en el mal?

—¿Tú crees en los demonios? —Emily evade su pregunta con otra, tras un silencio incómodo.

—Por supuesto que lo hago. —Su sonrisa se ensancha y se convierte en una arrogante—. Sin embargo, no creo en mierda escrita por una persona que cree que lo sabe todo sobre el Infierno. Si quisiera tener algunas respuestas respecto a eso, lo haría diferente.

—¿Cómo lo harías? —la pregunta sale de mis labios antes de que pueda detenerla.

—¿Conseguir información, quieres decir? —sonríe aún más—. Se la pediría a un demonio.

Emily rueda los ojos al cielo con el comentario, pero yo soy capaz de sentir cómo cada célula de mi cuerpo se estremece con sus palabras.

—¿Ahora también crees en la ouija y esas tonterías? —Emily se mofa.

—¿Quieres probar alguna vez? —mira a Ems como si fuese el ser más ignorante del mundo—. Si no crees en las invocaciones, ¿qué podrías perder?

Una punzada de nerviosismo me recorre en ese momento y todo mi cuerpo se estremece solo de pensar en la posibilidad de invocar a alguno de esos seres oscuros. La picazón en mi nuca es tan intensa, que apenas puedo mantener el pánico a raya.

—¿Puedes devolverme el libro, por favor? —mi voz sale en un susurro tembloroso y débil.

Mikhail me mira con duda un par de segundos, pero termina extendiéndolo en mi dirección.

—No deberías leer esas estupideces —dice, y mi corazón se estruja—. Son mentiras inventadas por un tipo que cree que sabe una mierda sobre demonios.

Quiero refutar, pero no me atrevo a comentar nada. No puedo enfrascarme en una discusión que sé que voy a perder. Después de todo, él es el demonio aquí. ¿Quién soy yo para cuestionar lo que él sabe de su propia especie?

Al terminar el almuerzo, nos encaminamos por el pasillo. Mikhail se ha situado justo detrás de nosotras, pero no trata de unirse a la conversación que Emily ha comenzado. No puedo evitar sentirme incómoda con su presencia a mí alrededor, pero prefiero saber que está aquí, a sentir que estoy perdiendo la cordura.

Nos abrimos paso por el pasillo atestado de alumnos y nos detenemos frente a las escaleras. Ems me da un abrazo rápido antes de subir hacia el salón donde tomará su siguiente clase. Yo, en cambio, avanzo por el pasillo hasta el aula que se encuentra al fondo.

—Si de verdad querías saber acerca de los demonios, pudiste haber preguntado —la voz de Mikhail llega a mis oídos y me detengo en seco antes de girar sobre mis talones para encararlo. Se ha asegurado de hablar lo suficientemente bajo para no llamar la atención.

—Dijiste que no me dirías nada y yo necesito respuestas. —Sueno más irritada de lo que pretendo—. Además, después de la fiesta del sábado, desapareciste.

—Yo nunca dije eso. —Sus cejas se alzan—. Y por supuesto que no desaparecí. Solo tenías que decir mi nombre. Ya te lo dije: siempre estoy cerca de ti.

—¡Dijiste que no me dirías nada! —espeto para después hacer una mala imitación de su voz—: «Limítate a saber que estaré alrededor tuyo, te guste o no». ¿Cómo se supone que preguntara después de eso?

Su mandíbula se tensa unos instantes y un destello de exasperación invade sus facciones, pero este desaparece tan pronto como llega.

—No puedo decírtelo todo.

—¿Por qué no? —el enojo y la frustración se apoderan de mí con rapidez.

—Es mucho para digerir. Probablemente desearás no haberlo sabido nunca.

Un nudo se instala en mi garganta.

—Prefiero saberlo. Necesito saberlo todo —pero me las arreglo para sonar serena cuando hablo.

Él duda unos instantes. Pareciera como si se estuviese lidiando una batalla en su cabeza.

—De acuerdo. Voy a decírtelo todo, pero no aquí —dice, finalmente, al cabo de unos instantes.

—Podemos ir a mi casa al salir de clases —sugiero.

Probablemente, no es la mejor de las ideas. Si mi tía Dahlia llega a verme a solas con un chico en casa, va a castigarme para toda la vida, pero la necesidad que tengo de información es más intensa y tan fuerte, que no me importa nada. Puedo lidiar con unas semanas de castigo si voy a saber qué diablos ocurre.

Mikhail asiente, pero no luce muy convencido.

—De acuerdo —dice—. Te dejaré sola un par de horas, entonces. Hay algo que tengo que hacer antes de hablarte de todo eso. ¿Crees poder mantenerte a salvo durante el resto de la jornada escolar?

La irritación se intensifica un poco más.

—Puedo cuidar de mí misma. —Aseguro, con irritación—. No te necesito.

Una sonrisa se desliza en sus labios.

—Voy a enojarme mucho si te haces daño, Bess Marshall. Más te vale ser una chica de palabra —dice, pero hay un tinte de preocupación en sus facciones.

—Estaré bien —le guiño un ojo. El timbre de entrada suena por los altavoces del pasillo, y doy un par de pasos en reversa, en dirección a mi salón de clases—. No vayas a dejarme esperando por ti.

Sus ojos adquieren un brillo extraño mientras me observa, pero no puedo descifrar qué es lo que está pensando.

—Te doy mi palabra.

Entonces, se gira sobre sus talones y desaparece entre la multitud del pasillo.

Camino en dirección al edificio donde vivo.

Ems me ha dejado a pocas calles de distancia, así que solo tengo que recorrer unas cuantas cuadras para estar en la comodidad del apartamento de mi tía y su prometido.

Me siento ansiosa. Pude manejar la adrenalina durante las horas escolares restantes, pero, ahora que me encuentro a pocos minutos de tener información concreta, no puedo dejar de sentirme nerviosa.

Mi corazón no ha dejado de golpear con fuerza contra mis costillas. No puedo dejar de pensar en todo lo que Mikhail va a decirme. Tengo un mundo de preguntas respecto a su origen y el motivo por el cual se encuentra aquí. Tengo tantas dudas ahora mismo, que no puedo esperar para verlo una vez más.

Según el Summa Daemoniaca, los demonios no cuentan con una forma física, lo cual solo me hace preguntarme cómo es posible que Mikhail se haga presente delante de mí. La posibilidad de que haya poseído a alguien va más allá de lo insoportable. De ser así, el dueño de ese cuerpo va a morir poco a poco al ir perdiendo una parte de su alma.

Una punzada de algo extraño me atraviesa el pecho y, sin pensarlo demasiado, me detengo en seco.

Un escalofrío recorre mi cuerpo entero y mi carne se pone de gallina. El hielo se instala en mis venas y corre a toda velocidad en mi sistema casi de inmediato.

Algo está mal.

Algo está muy, muy mal.

Miro alrededor, con frenesí, pero no hay nada extraño en la calle. Trato de convencerme de que se trata de Mikhail o de las sombras que me asecharon el fin de semana; pero no puedo acallar a esa voz en mi cabeza que susurra una y otra vez que esto es diferente. Que es algo más.

Mi pulso late tan fuerte, que puedo sentirlo detrás de mis orejas y un extraño ardor invade mis extremidades. El miedo se asienta en mis huesos y me inmoviliza por unos cuantos segundos, antes de que me eche a correr por la calle.

Un haz de luz pasa a toda velocidad frente a mí y me tambaleo hacia atrás antes de caer sobre mi trasero con violencia. Acto seguido, y presa del pánico, miro alrededor con terror y ansiedad, pero no hay nada ahí.

«No, no, no, no, no… Otra vez no».

Me pongo de pie lo más rápido que puedo y me echo a correr de nuevo. El haz de luz aparece de nuevo frente a mis ojos y me embiste hasta dejarme sin aliento. Caigo al suelo con un golpe sordo una vez más y el dolor estalla en mis muñecas.

Un grito brota de mis labios. Algo caliente corre entre mis dedos. El dolor abrasador no solo está en mis extremidades, se ha extendido por todo mi cuerpo tan rápidamente, que apenas puedo soportarlo.

Pataleo y forcejeo contra el peso invisible que me mantiene anclada al concreto y grito de dolor cuando soy capaz de sentir cómo la carne recién sanada de mis muñecas se abre de nuevo. El aire no llega a mis pulmones de forma correcta, mi tráquea parece haberse cerrado y un montón de puntos negros oscilan en mi campo de visión.

Voy a desmayarme. Voy a morir.

«Por favor, que esto termine. Por favor, que esto acabe ya. Por favor, déjame ir. Por favor…».

Entonces, desaparece.

El dolor lacerante, el sonido, la quemazón, el pánico… Todo desaparece.

Escucho un gruñido, un golpe y un grito, pero no tengo las fuerzas suficientes para levantar el rostro e investigar. Todo mi cuerpo tiembla y el olor metálico de la sangre me provoca arcadas.

Estoy mareada, mis párpados amenazan con cerrarse y mi cuerpo entero se convulsiona con espasmos débiles y dolorosos. Mi corazón no ha dejado de latir a una velocidad inhumana y mis manos se sienten heladas.

Soy vagamente consciente de la cantidad de sangre que hay a mi alrededor y de la escandalosa herida en una de mis muñecas; sin embargo, no puedo hacer nada para detener hemorragia. No tengo fuerzas suficientes para tratar de hacer algo.

De pronto, el mundo da una vuelta y la dureza del asfalto se va.

Estoy flotando.

Hay algo cálido a mi lado y me acurruco más cerca. El aroma fresco y varonil que invade mis fosas nasales es agradable y tranquilizador. Una voz ronca susurra algo que no soy capaz de entender, y casi puedo jurar que lo ha dicho en una lengua desconocida para mí.

Un gemido entrecortado brota de mis labios y la voz pronuncia otra cosa. No sé qué ha dicho, pero es reconfortante en formas que no puedo explicar. Sé que estoy a salvo y, de alguna u otra manera, sé que es él.

«Mikhail», quiero pronunciar, pero no puedo hacerlo. No puedo hacer otra cosa más que intentar llenar mis pulmones con oxígeno.

—¿Por qué diablos no puedes estar sola unos momentos, maldita sea? —lo escucho decir, y eso es todo lo que necesito para dejarme llevar por la bruma densa que me invade la mente.

1 Summa Daemoniaca: Título en latín que puede traducirse como «Suma de cuestiones relativas al demonio». Es un libro escrito por el Padre José Antonio Fortea (considerado una de las mayores autoridades en Demonología). Este libro es un tratado de demonología y un manual para exorcistas.

Ir a la siguiente página

Report Page